Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 39

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By ashly_madriz


JAQUE MATE AL REY:

Quiero hacerte callar, quiero hacerte sentir nerviosa, quiero liberarte, pero soy demasiado celoso. Y si quieres usarme puedo ser tu marioneta, porque soy el diablo que está buscando redención, soy un asesino que busca salvación, soy un maldito monstruo buscando redención y soy esa chica rubia que busca salvación.

—Necesito un favor.

La voz de Aiden hizo que me detuviera por un momento de la caminata que estábamos hacia la salida. A nuestro alrededor las luces brillaron con inquietud, cuando miré a mis pies con la respiración agitada y el semblante en blanco. Mis piernas temblaban y todo mi cuerpo se sentía como una gelatina a punto de cuajar.

Era esa clase de momentos donde la adrenalina invadía mi sistema; donde mi mente se detenía y no era capaz de diferencia la realidad de la ficción, haciendo que por unos pocos segundos pudiese disfrutar del dulce del dulce sabor de la muerte corriendo por lengua.

—¿Tú? ¿Un favor? —le respondí con sarcasmo, para así ocultar mi vergüenza.

Nos iban a cortar el cuello y podía saber porqué. Había matado a un hombre en las instalaciones de los hermanos del infierno y estaba casi segura de que no iba a salir viva para contarlo. Los odiaba y estaba tan cabreada con ellos que no podía pensar con claridad.

—¿Puedes ayudarme o no, Kira? —habló Aiden de pronto, al notar que me había quedado sin decir nada. Por un momento tambaleé, quedándome en silencio, no sabiendo qué decir y solo asintiendo con la cabeza—. Necesito que te vayas. No puedo dejarte aquí, pero tampoco puedo llevarte, y que como ves no puedo conducir.

Ante sus palabras, me preocupé al ver que el rostro de Aiden se contrajo de dolor al hablar. La herida en su hombro se había extendido hacía su cuello, indicando que debajo de su ropa las cosas no andaban nada bien.

—¿Eres imbécil? No voy a dejarte solo en ese estado, ¿qué se supone harás? —bramé, haciendo una pausa—. ¿Te iras y como siempre fingiremos que na ha pasado nada? Sabes que Riven soltará la sopa; hay un cuerpo en esa habitación y tu casa tampoco es una buena opción.

—¿Entonces qué sugieres? No es como si pudiera sacar un médico de la nada —me respondió farfullando y alzando una ceja con superioridad.

—No lo sé, Aiden, tampoco me presiones. Si te ven llegar herido al campus te preguntarán y obviamente una respuesta no les vas a dar.

Con exactitud, lo más seguro es que iba a ser interrogado y que ni siquiera fueran permitirle jugar en los siguientes juegos.

—El aspecto de tu cara tampoco deja mucho a la imaginación —declaró él con ironía.

—Hay que curar esa mierda. Tú solo déjamelo a mí. —Al pensar en una solución, la idea comenzó a brillar en mi mente como fuegos artificiales.

Y era cierto, no quería ver mi aspecto en el espejo e ignoraba continuamente el dolor punzante en mi mandíbula.

Luego de esa conversación, seguimos caminando hasta que finalmente nos conseguimos con una especie de callejón que daba hacia el bosque.

Debíamos salir lo antes posible de aquel lugar. Según Aiden, llevábamos caminando alrededor de media hora por un lugar que estaba libre del radar de las cámaras, pero aún así no me fiaba del todo en la dirección que estábamos tomando.

Cuando finalmente llegamos a una especie de aparcamiento privado, este me lanzó un manojo de llaves y se dirigió hacia la puerta del copiloto indicando que tenía que conducir. El protocolo para salir fue sencillo; solo constaba en detenernos un momento en una especie de peaje y una vez que vieron la placa del vehículo nos dejaron irnos.

Comencé a conducir con los ojos entrecerrados, yendo a dos kilómetros por hora en la fría carretera, no queriendo golpear un árbol, una persona o peor aún que Aiden se desangrara o causar un accidente en el acto.

Entre curva y curva echaba una mirada sobre Aiden, quien se mantenía de forma silenciosa en su asiento con el rostro disgustado. Tal vez no era demasiado tarde, pero la carretera se encontraba desolada y sin rastro de otros autos a mi alrededor; rogando así que algún borracho se atravesara en nuestro camino y pudiésemos continuar.

Con un pensamiento impulsivo cambié mi rumbo de la interestatal universitaria y tomé un reconocible camino de tierra que daba hacia el final de la propiedad familiar en la que había crecido.

Al detenerme, las luces de la camioneta  brillaron de forma cegadora, iluminando así toda la estructura de la moderna pero deteriorada edificación.

Mi primer pensamiento al llegar fue bajarme a inspeccionar, pero el brazo de Aiden sobre el mío me detuvo. Escuchándolo tomar una respiración profunda y su mirada mordaz sobre mi cuerpo, este estaba deteniéndome de que pudiera actuar.

Eventualmente, con un suspiro casi imperceptible, lo escuché abriendo la puerta y bajarse del vehículo, haciendo resonar sus pisadas con la intención de mostrar su disgusto ante la brillante solución que se me había ocurrido minutos antes.

—Entonces... ¿por qué me trajiste aquí?

Cuando dijo eso tuve que maquinar una respuesta rápida, ¿no era obvio? No tenía otro lugar para llevarle y no era como si pudiera sacarme un botiquín de primeros auxilios del trasero en el primer motel de carretera al que pudiésemos llegar.

—A coger, ¿acaso no es obvio? —me apresuré a responder con burla—. Claro que a curarte, maldito imbécil.

—¿Y cómo piensas curarme si no tienes nada para ello? Hablo en serio —enfatizó con una sonrisa.

—No lo sé, Aiden, dime tú. Llevas una pistola en tu guantera, pero no llevas un botiquín de primeros auxilios. Debe ser parte del oficio, eso seguro.

»Solo espero te que hayas puesto la vacuna para el tétanos por si te da gangrena, porque solo tengo agua y jabón para usted, princesa.

Iba a añadir algo más, pero antes de que pudiera continuar Aiden comenzó a escupir producto de la risa absurda que le habían causado mis palabras. Del maletero de la camioneta me indicó que sacara una mochila negra y que la llevara a cuestas sobre mis hombros mientras nos adentrábamos al patio trasero de la casa.

Entendía en parte su confusión, ni siquiera yo quería volver a aquel lugar por más abandonado que se encontrara.

Por sobre la cerca de hierro que bordeaba el terreno se encontraba una especie de pantalla que servía como sistema de seguridad para accesar. Solo teníamos que teclear el código correcto y las puertas se abrirían; si me equivocaba, una alarma comenzaría a sonar en los teléfonos de Amanda y mi padre informándoles que estaba intentando entrar.

Tomando una respiración profunda hice a Aiden a un lado y tecleé los siete dígitos que correspondían al código de fábrica que siempre había tenido la casa, esperando que las alarmas comenzaran a sonar desmesuradamente, en cambio las luces de la casa se encendieron.

Aquello era demasiado fácil y no tenía trampa alguna.

Una vez escuchado el típico "clic" que liberaba la cerradura pude respirar de nuevo, no sin antes desactivar las cámaras y borrar los videos de seguridad por si alguien se interesaba en revisarlos.

Tomé al chico del codo arrastrándolo del brazo, mientras este vociferaba una sarta de quejas a las que no les presté atención. Rápidamente apagué las luces de afuera, solo dejando encendidas las de dentro del lugar. El ambiente de la casa se sentía pesado, lúgubre y casi muerto, como si de verdad aquellas paredes supieran que nadie vivía allí a pesar de no lucir polvoriento o incluso viejo.

—No hay nadie —me apresuré a decirle, ya que Aiden miraba de lado a lado con la boca abierta, tal vez esperando que un tal Jason saliera con una motosierra y acabará con su vida.

—Sigo diciendo que esto no es una buena idea —me respondió, haciendo crujir sus nudillos como un neandertal y mirando por el pasillo desde donde habíamos entrado.

¿Acaso quería salir corriendo?

Con una risa lo fulminé con la mirada y lo conduje por las escaleras hasta llegar a la que era mi habitación. Una vez ahí un millón de cosas pasaron por mi mente, la primera que a pesar de todo, el lugar se encontraba tal y como lo había dejado esa mañana de junio hace tres años.

Los tenis regados por sobre los pisos de mármol blanco. Libros, cuadernos y textos escolares apilados en la cama y el recuerdo de que los había colocado de tal forma en la que pudiera estudiar posteriormente y presentar aquel examen final que nunca llegó.

No supe si me satisfacía o perturbaba el hecho de que no se hubiesen molestado nunca en recoger las cosas que me habían pertenecido, o que ni siquiera habían ocupado el lugar con otra cosa para eliminar el recuerdo de que aquel espacio me había pertenecido.

A mi lado Aiden frunció el ceño y comenzó a inspeccionar con curiosidad el lugar, también compartiendo el sentimiento de extrañeza que me estaba desgarrando el interior. Al ver que mis pies seguían plantados en el suelo cual pegamento, comenzó a recoger una por una las cosas que se veían desordenadas en la estancia.

Estaba pasmada, viendo como los recuerdos se proyectaban en mi mente como flashes. Aún siendo una adulta tenía la pesadilla recurrente de un hombre entrando en mi habitación, cerrando con llave mi puerta y subiéndose a mi cama para matarme.

Su mano envolviendo mi cuello, de forma tan real que podía sentir el calor, los vellos de su brazo contra mi mentón, mientras me asfixiaba.

Con un pulso tambaleante intenté sacar toda imagen turbia de mi mente para tomar el control. Sea lo que sea lo que hubiese entretenido brevemente en mi cabeza con recuerdos desagradables, no se trataban más que un pequeño lapsus.

Una vez recuperada, dejé caer la mochila y comencé a sacar las cosas necesarias para revisar la herida de Aiden, mientras este seguía callado, observando de forma incómoda todos mis movimientos.

—Este lugar no ha cambiado en años —mencionó de pronto, sin dejar caminar, luego continuó—: ¿Te encuentras bien?

Al notar mi falta de respuesta, se volvió sobre sus talones y comenzó a revolver los cajones de mi closet, buscando quién sabe qué cosa, dándome el tiempo de que pudiera procesar la información.

—Ya ves, incluso me sorprende que siguieran pagando la factura de la luz. —A pesar de que lo había dicho como si fuera algo casual y sin importancia, mis palabras habían sonado amargas para los dos.

Aiden me sonrió, pero en medio del gesto la expresión de su rostro cambió a una de dolor, recordándome a que debía apurarme con lo que habíamos venido. Le pedí que tomara asiento al borde del escritorio que estaba contra la pared, era demasiado alto y de pie iba a ser una tarea casi imposible.

Dejándolo solo unos instantes, me detuve en el baño para lavar mis manos, buscar algunas cosas y así proceder a después curar su herida. Revisé uno por uno los cajones del lavabo hasta que encontré lo que creía que Aiden estaba buscando antes.

Chocolates

Comida.

Y por supuesto, alcohol... y no precisamente uno de farmacia.

Cuando regresé con la botella en una mano y los chocolates en la otra, los ojos de este comenzaron a brillar como si se tratara de un tesoro que hubiese encontrado. Le tendí a Aiden las dos cosas, siendo revisadas minuciosamente por él antes de que fuera a probarlas o comerlas.

—Los chocolates no han expirado —le comenté con gracia.

Seguro estaba pensando que le quería causar una indigestión a propósito.

Él bufó.

—¿Y el alcohol es para...?

—Te ayudará con el dolor —declaré con desgana—. Ahora quítate la ropa.

En silencio destapé la botella y se la ofrecí para que le diera un largo trago que le seguro le quemó la garganta, luego dijo:

—¿No es muy abusivo de tu parte? Ni siquiera me has pedido una cita. —Al decir aquello este emitió una risa de boca cerrada, mientras se despojaba a jirones de la camisa que llevaba puesta y la lanzaba en algún sitio.

Tuve que darle un ligero golpe en el costado para que dejara de bromear y se concentrara en su lesión, no era el momento para chistes o bromas. Aquello era serio y yo estaba más que preocupada.

La herida lucía como un corte profundo de unos cinco centímetros y aparentemente había dejado de sangrar minutos antes y aunque esta no se veía exactamente mal yo no era médico para un diagnostico real; por lo que hice que gruesas gotas de antiséptico se deslizaran desde su cuello hacia su hombro, rogando de que aquello sirviera de algo.

Aiden le dio otro trago largo a la botella, intentando desviar sus sentidos del ardor del alcohol sobre su piel desnuda.

Hizo ademanes de querer hablar, pero yo estaba tan inmersa en la tarea de curarlo que no le presté atención.

—¿Entonces qué piensas hacer? —musitó de pronto.

Alcé el rostro para verlo, encontrándome de pronto su ceño fruncido y mirada cansada.

—Cállate, si hablas mucho vas a necesitar puntadas.

—No me cambies el tema —reprochó.

A él no podía mentirle por lo que tuve que desviar el contacto visual entre nosotros para no sentirme incomoda.

—¿A qué te refieres exactamente con cambiarte el tema?

—Tu madre, nosotros, que Riven te engañara, usará, manipulara o como le quieras llamar. —El ímpetu en su tono me decía que hablaba en serio y no estaba para nada feliz—. Tuviste que hacer cosas esta noche de las que te arrepentirás mañana. Mataste a un hombre y ni siquiera sabes a dónde te estás dirigiendo con toda esta mierda.

—Estoy bien, supongo. Tal vez huelo a puta con perfume de Chanel, pero creo estar bien dentro de lo que cabe.

Tuve que burlarme de mis palabras, recurriendo a la vieja táctica de que la risa servía como factor distractor para no desmoronarme en el momento menos indicado.

En cambio Aiden me fulminó con la mirada, buscando lo correcto para luego decir:

—No puedes seguir en este absurdo ciclo para siempre. ¿Qué harás una vez que los mates a todos y descubras que no llenaste el vacío? Lo digo por experiencia propia. No cambiará nada. Tienes veinte años, te encerraron tres en un monasterio o lo que sea; ¿piensas entonces perder otros más?

—Solo soy otra princesa rica. Ni siquiera soy material de esposa y no es como si fuera a embarazarme para que tengamos un bebé y frustrarte la carrera, ¿sabes? —me burlé con amargura.

A este no pareció gustarle mi respuesta porque se hizo a un lado y de las manos me arrebató las gasas que iba a colocar sobre él.

Una vez de pie, comenzó a dar vueltas por la habitación. Aiden tenía la manía de hacer esas cosas cuando no quería lastimar verbalmente a alguien.

—Eres bonita, inteligente y talentosa. ¿Qué harás cuando envejezcas y todo eso acabe? No tendrás ese culo firme para siempre, pero mientras lo tengas puedes hacer con tu vida algo mejor.

—Tú mismo lo dijiste el otro día, soy una manzana podrida, ¿qué tengo para ofrecer? Una vez me vuelva fea, verde y arrugada solo podré regocijarme en los millones que heredé de mis abuelos con un hermoso gato —aseguré, lanzando un par de algodones al piso—. ¿Cómo podría cambiar? No todos somos promesas deportivas, cariño.

—Deberías volver a bailar. Eras la chica más dedicada que conozco, incluso más que yo. Tenías sueños y metas que te arrebataron; vuelve a todo eso que deseas, incluso, a simple vista, no creo que identifiquen que eres una perra loca y desquiciada. —Aquello último no lo decía como una ofensa, más bien como una especie de soporte que me embargó enormemente.

De mi garganta emergió una risa incontrolable que casi me hizo desmayar. Ayudando así a liberar la tensión que llevaba días acumulada en mis hombros.

—Uno, no me llames perra, aunque lo parezca no lo soy... tanto. Dos, ¿qué pienso hacer? Por lo pronto cortarle las pelotas a Riven si es que aun las tiene y tres, gracias, de repente ya no me caes tan mal.

Caminé hacia donde se encontraba Aiden y vi que este se dirigía nuevamente a mi closet, buscando entre las estanterías de zapatos que en este se encontraba visualizo un par de zapatillas de ballet que me tendió sin hablar.

Eran las últimas zapatillas que había usado de forma menos frecuente porque, en aquella época, las puntas seguían duras cuál taco de madera.

—Es raro que te comportes de esa forma. Luces despreocupado, cuando desde niño siempre has sido tan serio y más sorprendente es cuando nos encontramos en un momento tan crítico como éste —dictaminé, tomándolo del brazo y volviéndolo a sentar en el escritorio para poder cubrir la herida con las gasas. Me preocupaba que no pudiese jugar o aun peor, que aquello lo lastimara.

—No fuiste la culpable de lo que pasó esta noche, solo fuiste demasiado tonta como para confiar en alguien que no debías y fingir ser una puta.

—¿Entonces me dirás "te lo dije"?

—Entonces te diré puta —emitió riendo y tomándome de la cintura.

En el fondo se estaba burlando y por eso no me molestaba el insulto.

—Tal vez, debo parecer tu puta justo ahora. ¿Debería cambiarlo?

—Tal vez. Tú y yo no somos muy diferentes Kira, no somos el tipo de persona que el resto quieren tener cerca cuando los conocen realmente y por eso usamos estas máscaras de oscura perfección.

—Yo no finjo, Aiden.

—Claro que finges, Kira. Yo lo hago, incluso contigo cuando te dije que no quería follarte porque estabas loca, no lo decía en serio —confesó sin dejar de mirarme.

La forma que sostuvo mi nombre al salir de sus labios, hizo que me temblaran las rodillas, sin poder dejar de pensar en lo que había pasado en el baño luego de la muerte de Miranda.

—Comencemos por la peluca, el azul no es tu color —murmuró, deslizando su mano por mi oreja, subiendo por mi cuello, hasta que terminó por jalar las hebras azules que estaban en mi cabeza. En segundos, mi cabello rubio se encontraba libre de las horquillas que lo sujetaban gracias al poder de sus manos.

Sus manos siguieron recorriendo mi cuerpo hasta detenerse sobre mis hombros, liberando las correas del top que llevaba puesto y dejándome expuesta ante él en mi sujetador.

—¿Por qué me miras así? —murmuré de repente, no sabiendo qué decir ante sus actos.

—¿Cómo qué? —me inquirió con voz ronca, respirando profundamente.

—Como si tuvieras hambre y yo fuera un pastel.

—Porque me miras como si quisieras que te pruebe.

No sabía que decirle, en cambio me quede callada hasta que este tomó mi manos entre las suyas, llevando la yema de su pulgar a hacia mis labios y acariciándolos ligeramente.

Su contacto ardió directamente, siendo consciente del efecto que tenía en mí y odiándome por ello. Era lo suficientemente buena para llevarle el paso y jugar su juego, eso lo hacía aún más excitante.

—Quiero besarte.

—¿Por qué? —le inquirí confundida.

—Porque él te besó.

—Yo solo beso a mis novios. —Le acaba de decir lo mismo que le había dicho a Riven, con la diferencia que esta vez sí hablaba en serio.

Se quedó en silencio con puesta sobre mí, debatiéndose si dar el paso o no, hasta que finalmente dijo:

—Y a mí me importa una mierda quien lo sea.

Habíamos estado retrasando esto demasiado tiempo. Era esa constante tensión que nos asfixiaba y que en algún punto iba a terminar por estallar. Hacía mucho tiempo que habíamos pasado por el punto de no retorno, pero por más oportunidades que habíamos tenido, ninguno de los dos había traspasado la línea de lo moral y lo prohibido.

Aiden y yo estábamos mirándonos de frente el uno al otro. Esperando que alguno de nosotros diera el primer paso para dejarnos llevar.

El mundo pareció desaparecer a nuestro alrededor, mientras nuestras miradas se fundían en el fuego más profundo que nos había estado consumiendo desde aquella primera noche en el estacionamiento cuando nos habíamos besamos.

Solo debía tocarlo para comenzar un ciclo en llamas, que por más que intentase, iba a ser imposible de apagar.

Sus manos se deslizaron por mi cintura con maestría, invirtiendo las posiciones en las que estábamos antes, esta vez yo apoyándome sobre la mesa de mi escritorio y él de pie.

Mi garganta se sentía seca, pudiendo sentir su aliento contra mi cuello y la escasez de ropa entre nosotros, ansiando aquel final de la distancia entre nuestros cuerpos.

Era una especie de tortura combinada con un juego previó que se estaba tornando insoportable semana tras semana. Ese estira y afloja en el que no podía descifrar sus pensamientos pero si sus emociones.

Sus manos descendieron por mi cuerpo, conectando su mirada con la mía, hasta que de un momento a otro pude sentir como sus labios impactaron contra los míos de forma brusca, sin darme la oportunidad de reaccionar o darme cuenta de lo que estaba pasando.

Estaba estática, queriendo procesar lo que estaba sucediendo mientras su boca se apoderaba de la mía con un hambre voraz.

Aiden profundizó su beso al apretarme más contra su cuerpo, haciendo que mis pezones se sintieran contra su pecho y que la única división que hubiera en nuestras pieles se tratase de mi ropa interior.

Él se sentía duro como una piedra, y en la posición en la que estábamos podía percibir una deliciosa fricción contra su cuerpo, queriendo más de él. Aiden reaccionó ante mi atrevimiento llevando su mano hacia mi pelo y tomando de mi cabeza hacia atrás para que su lengua invadiera mi garganta.

Me quedé sin aire cuando su otra mano bajó por mi espalda, agarrando mi culo con fuerza, no con los toques discretos que me había dado hora antes, sino con ese tacto brusco que seguro causaría un moretón.

Los dedos de su otra mano se dirigieron a mi pecho, aún sin soltar mi boca. Un gemido ronco, proveniente de mis labios, resonó contra las paredes de la habitación cuando este comenzó a dejar un rastro de besos por mi cuello, lamiendo y mordiendo mi piel sensible por el resto del camino, como si le hubieran dado la tarea de dejar más de una marca.

Sus manos se movieron a mi alrededor como serpientes, encontrando la cremallera de mi falda y moviéndola hacia un lado para tener más acceso por sobre mi piel cremosa y que la tela de esta terminara cayendo a mis pies.

Aquello no se parecía en nada a nuestros encuentros anteriores. Yo había querido hacerlo durante tanto tiempo, me lo debía y en ese instante estaba casi sin aliento, esperando que él mandara a la mierda toda su rabia y saciara mi excitación.

Estaba desesperada, caliente y húmeda, cuando comencé a buscar la hebilla de su cinturón para sentir su dureza entre mis manos. Sea lo que sea que, esa conexión inexplicable entre nosotros que había existido desde siempre, estaba quemándonos rápido y ya no podíamos seguirle el ritmo y solo restaba arder.

—Esto no cambia nada —hablé de repente, intentando convencerme a mí misma de que no nos estábamos atando de alguna forma y solo era producto del calentón para quitarnos las ganas. Aunque no era así, me lo debía, no podía seguir con un estira y afloja.

Sus ojos azules me miraron y asintió con la cabeza, mientras desabrochaba las copas de mi sujetador y le daba una inspección profunda a mi cuerpo.

—Esto no cambia nada, solo mandemos todo al carajo. —murmuró divertido, dejando que mi sujetador se deslizara por mi cuerpo y haciendo que mis pezones libres se endurecieran cuando entraron en contacto con el aire frío.

Este acariciaba mis pechos como si de una tarea se tratase, apretándolos como solo él sabía hacerlo. Con su boca continuó succionando y mordiendo, mandándome en una espiral de emociones que luchaban contra el equilibrio y mi cordura.

Yo quería usar mis dientes en él, marcar su piel y causarle manchas que broten y piquen como una mera obsesión.

—Desde que te vi quería follarte, duro —susurró, haciendo que tirara mi cabeza hacia atrás cuando succionó un poco más fuerte.

Estaba cerca de perder la cabeza cuando la tensión se acumuló en mi centro, y no estaba segura de cuánto más de aquello podía soportar. Sus manos siguieron deslizándose por mi cuerpo hasta encontrar mis bragas, cuando yo encontré su polla dura dentro de sus boxers.

Su tacto se sentía caliente, casi quemándome con la punta de sus dedos. La agarré con dificultad, y tuve que usar ambas manos para poder notar todo su tamaño.

Eso es lo que estaba necesitando todos este tiempo. Es lo que quería desde el momento que mis ojos se posaron nuevamente en él. Y sabía que él también lo estaba esperando. Lo conocía a la perfección, todo había sido un juego que había llegado a su fin y que solo lo hacía más caliente.

Gemí fuertemente y me agarró de la cadera, para girarnos rápidamente hacia la orilla de la madera y tocar el ras. Terminé por sentarme al borde del escritorio con mis bragas ya en el suelo.

Sus pantalones cayeron a sus pies y la longitud total de su polla me sedujo para siempre. Era grande, duro y mío.

Desde mi lugar observé a Aiden revolviendo algo entre sus pantalones, pero enseguida volvió hacia mí enseñándome un condón.

Mis labios esbozaron una sonrisa, cuando le mostré mis piernas abiertas para él. Con rapidez me tomó de la cintura, presionando su corona contra mis húmedos pliegues. Causando una desesperada ficción contra mi botón.

—No seré dulce —habló con torpeza, cuando llevó sus labios contra los míos—. Pero como la mierda que lo disfrutarás.

La punta de su polla se movió contra mi entrada, para que Aiden embistiera finalmente. Pequeños flashes de dolor aparecieron en mi interior. Se sentía tan fuerte y profundo, dilatando con cada movimiento, empujando más fuerte y más profundo cada vez.

Estaba sin respiración y a punto de desintegrarme, mientras me follaba como si fuera la primera y la última vez. La idea de esa brevedad se sentía tan pequeña, tan traicionera, que en un segundo desapareció tan rápido como se había hecho presente.

Aiden siguió empujando, llevando mis piernas a su alrededor; poniendo una mano entre estas, encontrando mi tierno e hinchado punto para acariciarlo con una sonrisa vengativa en la cara.

Apreté mis muslos alrededor de su cintura, indicándole que me follara más fuerte. Más de prisa.

En ningún momento este me decepcionó.

Mis ojos se pusieron en blanco cuando sentí la fuerza de un orgasmo al embestirme una vez tras otra, con un salvajismo que no olvidaré nunca y haciendo que mis dientes terminaran contra el hueco de su cuello para retener lo ahogado de mis gemidos.

En un segundo me soltó con rapidez, dándome un sonoro azote en el trasero con su mano desnuda.

Volví a gemir de placer primario. Tumbada sobre mi espalda mientras este me seguía follando más fuerte. Podía sentir que Aiden estaba cerca de correrse también, sus músculos se tensaron mientras se movía. Su respiración era irregular cuando me volvió a azotar el culo y el breve dolor hizo que me tensara alrededor de su polla.

El efecto fue tan poderoso, que logró incrementar la cercanía del orgasmo.

Aiden presionó con una mano sobre mi bajo vientre, enviando un delicioso dolor a través de mi cuerpo, mientras me embestía salvajemente.

Una vez me corrí solté una risa involuntaria, invadida por las olas de placer, cuando él volvió a empujar hacia mí.

Mis piernas estaban descansando sobre sus hombros, y gradualmente, fue frenando, aunque en ningún momento estaba dispuesto a dejar de follarme. a pesar de que este se había venido ya.

Me tomé un momento para disfrutar la forma en la que sus profundos ojos me contemplaron, la forma en que tocaba mi cuerpo ... la forma en la que leía mis pensamientos y sabía exactamente qué hacer para que lo nuestro funcionara.

También estaba ese lado agresivo de él que no había visto en mucho tiempo, pero era altamente excitante y ansiaba como nunca.

Mis piernas se sentían débiles.

Mi vida era un desastre.

Y como la mierda, mi alma se encontraba destrozada, pero a pesar de eso me sentía feliz.

Las piezas se habían movido, el pacto se estaba sellado y por fin, yo, Kira Becker, le había dado jaque mate al rey.

—¿Te he dicho que te odio? —murmuró, ronco contra mi oído.

—Yo también te odio, Aiden.

X

Dios, no puedo parar de reírme. Yo les dije que este cap se venía con todo, ustedes lo pidieron, espero no les haya dado un infarto. Estoy súper agradecida y feliz con ustedes. Intenté responderles a todas en el cap pasado, las amo.

¿Teorías? No se olviden de votar y comentar, me ayudan a crecer.

¿Les gusto el cap?

Los amo. Recuerden que tenemos un grupo, espero les haya gustado, XOXO; Ashly. 

Vean este edit que hizo mi beta, la amo, es la mejor del mundo DallanaTolentino

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