LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 40

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By jenifersiza

Harry y Remus volvieron a casa y encontraron que Sirius se había reunido con Severus en su espera; Harry le había hablado de la carta de Bill por el espejo antes de acostarse la noche anterior.

Con toda la emoción de la visita a las bóvedas de su familia, Harry casi había olvidado la revelación de Bill. Se retorció los dedos en los puños de la túnica mientras se sentaba en el sofá del salón. -Bill sabe qué es la magia de mi cicatriz-, declaró, sin mirar a nadie a los ojos. -Es algo llamado horrocrux-.

Snape maldijo, lo que hizo que Harry levantara la vista con incredulidad. Su habitualmente impasible maestro de Pociones tenía horror en sus oscuros ojos. -¿Está seguro?-.

-¿Sabes lo que es, entonces?- preguntó Remus conmocionado. Snape asintió.

-He oído hablar de ellos antes. Sinceramente, había pensado que eran un mito. Desde luego, nunca esperé que pudieran estar hechos de una criatura viva-.

-¿Podría alguien explicarme qué es un horrocrux?- Sirius mordió con impaciencia. Harry se quedó sin palabras, pero por suerte Remus no. Le puso al corriente a Sirius, mirando a Snape de vez en cuando para comprobar que su información coincidía, y continuando cuando el Slytherin asintió. Con cada palabra, Sirius se ponía más pálido.

-¿Hay un trozo de ese monstruo dentro de la cicatriz de Harry?-, graznó, corriendo al lado de Harry. -¿Cómo lo sacamos?-.

-Bill no lo sabe todavía-, dijo Harry débilmente. -Va a investigar un poco-.

-Yo también haré algunas investigaciones por mi cuenta-, aseguró Snape. -Estoy seguro de que tengo algunas vías alternativas al señor Weasley-. Todavía parecía agitado, apoyado en el respaldo de uno de los sillones. -Teniendo en cuenta las circunstancias, Potter, creo que hay algo que debo decirte. Algo que Dumbledore insiste en que no te enteres hasta que sea el momento adecuado-.

-Hasta que esté preparado para que yo muera, querrás decir-, comprendió Harry. Snape asintió bruscamente.

El estómago de Harry ya era un lío de nudos y ansiedad, y no veía cómo las cosas podían empeorar mucho más. -Cuéntame-.

Snape le habló de una entrevista de trabajo. Le habló de un joven asustado y desesperado por complacer a su amo, que escuchaba a escondidas a una mujer y a un anciano en la trastienda de una sucia taberna. Le habló de una profecía.

-Sólo escuché la primera mitad. Albus Dumbledore es la única persona viva que conoce la totalidad de la profecía, y no ha considerado oportuno compartirla conmigo... o con usted. No estoy seguro de lo que espera ganar manteniéndote ignorante, pero hasta que no sepamos lo que dice el resto de la profecía, puede que nunca lo sepamos-.

"El que tiene el poder de derrotar al Señor Oscuro se acerca. Nacido de aquellos que lo han desafiado tres veces, nacido cuando el séptimo mes muere".

Harry sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho. ¿Esa era la razón por la que Voldemort había matado a sus padres? ¿Por la mitad de una profecía? -Pero... ¿cómo? ¿Cómo puedo tener el poder para derrotarlo? Tiene que haber magos más poderosos que yo-. Claro, Bill dijo que su núcleo era fuerte, ¡pero no podía ser tan especial!.

-Por lo que sabemos, hay algo en ti en particular-, dijo Remus. No parecía sorprendido por nada de esto; ya había escuchado la profecía. ¿Desde cuándo lo sabía? -Quizás algo relacionado con la magia de tu familia. Después de todo, tienes bastantes-.

-O tal vez se refiera a Harry, porque sólo él puede deshacerse del horrocrux y hacer que Voldemort vuelva a ser mortal-, sugirió Sirius.

-¿Pero cómo puede funcionar eso? Si no fuera por la profecía no me habría atacado, ¡y entonces no habría sido un horrocrux en primer lugar!- argumentó Harry. Era imposible que Voldemort hubiera metido parte de su alma dentro de un niño pequeño a propósito. Y si lo hubiera hecho, definitivamente no habría intentado matar a ese niño varias veces.

-La magia de las profecías es complicada de trabajar-, señaló Remus. -Podría ser una profecía autocumplida, o podría haber algo en el resto de la profecía que detallara cuál es el poder-.

Un pensamiento golpeó con frialdad el pecho de Harry. -¿Y si el poder es la liberación de mi magia del bloqueo cuando cumpliera diecisiete años?-, preguntó con voz hueca. -¿Y si es por eso por lo que Dumbledore puso el bloqueo? La sobrecarga de magia es lo único que podría destruir el horrocrux y a Voldemort-.

-No puede ser-, dijo Sirius inmediatamente. -No me importa lo que diga la maldita profecía, no hay manera de que te dejes morir para matar a Voldemort. Tiene que haber otra opción-.

Harry apreciaba el sentimiento, pero él no era tan importante, y si su muerte era la única manera de deshacerse de Voldemort entonces lo haría con gusto.

Aunque primero comprobaría que no hubiera otras alternativas. No era tan imprudente.

Cuando el shock inicial de la profecía pasó, otro aspecto de la historia de Snape pasó al frente de los pensamientos de Harry. Se volvió hacia el hombre. -Tú fuiste el que escuchó la profecía. Fuiste a ver a Voldemort por eso-.

Los ojos de Snape se cerraron. -Lo hice-, confirmó. Harry tragó saliva.

-¿Lo sabías? Cuando se lo dijiste, ¿lo sabías?-.

-No tenía ni idea de que iba a ir a por ningún niño, y mucho menos a por ti y tu familia-, susurró Snape con dureza. -Creí que el acercamiento significaba una persona que se acercaba, tal vez desde el extranjero; no el nacimiento de un niño. En cuanto me di cuenta de cómo interpretaba la profecía, me apresuré a acudir a Dumbledore para entregarme y rogarle que te protegiera, y también al niño Longbottom-. Harry no se había dado cuenta de que Neville también encajaba en la lista, ya que su cumpleaños era el día anterior al de Harry. -Créeme, Harry; si hubiera tenido la más mínima idea de lo que iba a pasar, nunca se lo habría dicho. En ese momento de mi vida ya estaba dudando de mis decisiones; eso fue justo lo que me hizo volver al camino correcto-.

Una parte de Harry seguía sin entender cómo Snape podía haberse convertido en un mortífago, para empezar, cuando tenía a Remus, que lo amaba tan ferozmente, y a la madre de Harry, que había sido su mejor amiga cuando era niño. Pero dudaba de que fuera a conocer esa historia, no hasta que fuera mucho mayor. Estaba claro que era larga y complicada. Sólo que no se había dado cuenta de que culminaba con la responsabilidad indirecta de Snape en la muerte de la familia de Harry.

Remus y Sirius lo sabían y, sin embargo, seguían considerando a Snape como su familia. ¿Cómo iba a conciliar eso?.

-Creo que voy a ir a mi habitación, si te parece bien-. Harry se puso de pie sobre piernas temblorosas. Si hubiera estado mirando, habría visto la angustia pasar por los ojos de Severus Snape durante un momento antes de que la habitual máscara impasible cayera en su lugar.

-Harry, por favor-, empezó Remus, pero Harry lo sacudió.

-Tengo que pensar-. Salió del salón, dirigiéndose a su dormitorio en piloto automático y cerrando la puerta en silencio tras él. No la cerró de golpe. No tenía una rabieta.

Ni siquiera sabía si estaba enfadado. Debería estarlo; tenía todo el derecho a estarlo. Pero ya fuera por el agujero que se le había formado en el corazón tras la muerte de Cedric, o por algo totalmente distinto, Harry no se atrevía a enfadarse con Snape.

Estaba claro que Snape tenía suficiente rabia contra sí mismo por los dos.

No sabía lo que sentía. El día había estado lleno de tantas revelaciones, tantas emociones... simplemente estaba cansado. Tenía el alma de un loco unida a la suya, y era dueño de cientos de reliquias de las que no podía ser digno, y estaba profetizado para derrotar a un Señor Oscuro, y seguía escondiéndose de Dumbledore y ni siquiera podía salir en público sin disfrazarse, y el padre de su novio era un horrible humano que adoraba al Señor Oscuro que Harry debía derrotar, y nada en su vida era normal.

Aparentemente, nada había estado destinado a ser normal en él. No desde que nació.

Llamaron a la puerta de Harry, que no los invitó a entrar, pero tampoco les dijo que se fueran. Después de un rato, la puerta se abrió. -Hola, cachorro-, saludó Sirius con cautela, deslizándose en la habitación. -Tengo que volver al cuartel general, pero no quería irme sin despedirme-. Se acercó a la cama. -¿Estás... bien?-.

Harry dejó escapar una risa amarga. -¿Estarías bien tú, en mi lugar?-.

-Merlín, no; ¡estaría llorando en algún rincón! Pero los Blacks siempre hemos sido un poco del lado emocional-, respondió con un guiño. Se sentó en el borde de la cama, con los ojos suaves y tristes. -Sabes que Severus no tiene la culpa de todo esto. Se ha pasado los últimos quince años intentando arrepentirse de ese pequeño error. Se preocupa por ti-.

-Lo sé-, asintió Harry en voz baja. Desearía tener las palabras para explicar el desorden dentro de su cabeza. -No estoy... no estoy enfadado con él. Voldemort y Dumbledore son los únicos culpables aquí. Manipulando a los demás para su propio beneficio. Yo sólo... hoy ha sido mucho-.

-Moony nos dijo que visitaste las bóvedas de las reliquias-, dijo Sirius. Harry asintió. -Me hubiera gustado estar contigo, cachorro. Un día lo haré. Te contaré todo lo que recuerde sobre lo que encontremos allí-. El animago perruno se arrastró hasta la cama para atraer a Harry en un abrazo, con los labios presionando su pelo. -No estás solo, Harry. Pase lo que pase, con el horrocrux, la profecía, todo, no vamos a dejar que te enfrentes a él solo-.

-Ese era el plan de Dumbledore-, señaló Harry. Sirius se burló.

-Dumbledore puede irse a la mierda con un hipogrifo-, declaró con vehemencia. -Sus planes suelen ser terribles para todo el mundo menos para él mismo, y por mi parte ya no voy a seguirlos-. Sirius sonrió. -Ya lo resolveremos. Por lo que nos cuenta Severus, Bill Weasley es un tipo inteligente, y el propio Severus tiene más conocimientos sobre las Artes Oscuras que nadie que yo conozca. Tiene que haber una manera. No puedes perder la esperanza-. Besó la cicatriz de Harry y luego se apartó. -Te veré cuando pueda, ¿de acuerdo? Te quiero-.

-Yo también te quiero-, respondió Harry automáticamente, logrando una débil media sonrisa mientras su padrino se marchaba. Cuando volvió a estar solo, se desplomó contra las almohadas, cerrando los ojos.

Merlín, necesitaba una siesta.

Durante los días siguientes, Harry no salió mucho de su habitación. Aparecía para las comidas, pero permanecía en silencio durante las mismas, y cuando no se presentaba a su entrenamiento, ni Snape ni Remus lo llamaban. Snape parecía evitarlo todo lo posible, y a menudo se saltaba las comidas en favor de la elaboración de pociones. Remus se limitaba a mirar a Harry como si su corazón se partiera en dos por el silencio. Harry deseaba poder tranquilizar al hombre, pero no sabía qué decir. Todas sus palabras se secaron en su garganta. No odiaba a Snape, pero cada vez que intentaba decirlo pensaba en el trozo de alma de Voldemort alojado en su cabeza y en que tal vez era culpa de Snape que estuviera allí, y claro, de acuerdo, él no podía saber que eso iba a suceder, pero aun así había estado en un lugar de su vida en el que seguir a un hombre como Voldemort sin dudarlo había sido una opción -(no, una alegría)- para él, y ¿cómo demonios iba a entender Harry eso cuando Snape tenía a Remus en su vida?.

Remus, que estaba clasificado como una criatura oscura pero que rescataba pajaritos y los ayudaba a volver a sus nidos. Remus, que siempre tenía una palabra amable para todos y creía que el chocolate era la cura para todo. Remus, que había visto a Harry tan solo y desesperado por tener una familia, y le había contado historias de sus padres incluso cuando le tenía que doler pensar en ellos.

Si Snape podía tener a Remus y seguir siendo un mortífago, ¿qué esperanza tenía Harry? No había conocido el amor durante la mayor parte de su vida, y ahora que lo tenía ni siquiera estaba seguro de poder conservarlo, porque quizá tuviera que morir para salvarlos a todos.

Por suerte, se distrajo con una afluencia de lechuzas, ya que sus amigos empezaron a devolverle lentamente sus cartas. La mayoría de los herederos habían enviado actualizaciones generales sobre sus veranos, deseando a Harry lo mejor con el suyo y haciendo vagas ilusiones a las cosas en las que habían estado trabajando durante el año escolar. Susan envió una carta y un libro él leyó primero la carta, el alivio lo inundó cuando la Hufflepuff aseguró que su tía estaba a bordo y lista para empezar a indagar discretamente en la historia de Dumbledore. También parecía haber iniciado un proyecto de verano por su cuenta, y estaba reclutando al resto de los herederos; de ahí el libro.

Hay mucho que hacer, y vamos a estar demasiado ocupados para hacerlo cuando caiga Voldemort, así que si nos preparamos ahora será más fácil después, escribió Susan, explicando sus planes. Le había enviado a Harry El registro auto-actualizado de las leyes y reglamentos del Ministerio: Vol. 2, con la petición de que leyera los capítulos 30-39 y tomara nota de cualquier ley que hubiera que cambiar, o suprimir por completo, y que las clasificara según su urgencia. Al parecer, el mejor momento para hacer cambios en la ley era después de una agitación particularmente grande -como una guerra-, cuando la gente estaba preocupada por volver a los viejos hábitos y los cargos cambiaban de manos debido a la muerte o la incapacidad. Las dos últimas veces, Dumbledore había intervenido y se había encargado de todo, por lo que nada había cambiado en casi un siglo. Ahora, tenían mucho trabajo que hacer, y Susan quería poder empezar inmediatamente.

El libro estaba en orden cronológico, y estaba escrito para registrar automáticamente cualquier cambio o abolición de leyes. Susan se había fijado en los últimos diez capítulos del volumen 3, que eran todas las leyes más recientes, ya que solían ser las más polémicas. La sección de Harry era en su mayoría inocua, aunque había algunas leyes realmente extrañas que no podía creer que tuvieran que ser puestas en vigor. ¿Qué había sucedido para que fuera necesario crear una ley que prohibiera a la gente transfigurarse en lechuzas con el fin de repartir el correo?.

Aun así, Susan había preguntado y eso le dio a Harry una excusa para quedarse en su habitación pero seguir sintiéndose productivo.

También recibió una carta de Draco; más corta de lo que le hubiera gustado, y con un contenido preocupante.

H,

Me alegra saber que estás de vuelta donde debes estar. Espero que siga así.

Es posible que no pueda escribirte mucho este verano. Mi padre ha invitado a varios viejos amigos a alojarse en la mansión, entre ellos uno que creo que conociste poco antes del final del curso. Pienso mantenerme al margen, pero puede que ellos tengan otras ideas. Ten por seguro que, aunque no pueda escribirte, estaré pensando en ti.

He hablado con mi madre sobre la posibilidad de venir a visitarme, y puede que aún sea posible. Cruza los dedos.

Tuyo,
Draco

Voldemort vivía en la Mansión Malfoy. Voldemort estaba en la casa de Draco. Cuando leyó la carta por primera vez, todo en su interior le había instado a ir a la Mansión Malfoy y organizar un rescate, pero sabía que eso sería una tontería. Draco no había dado ninguna razón para que nadie creyera que no era tan leal como su padre, y Narcissa moriría antes de dejar que le pasara algo a su hijo. Ambos sabían dónde estaba Seren Du, y sabían que siempre eran bienvenidos.

Eso no impidió que Harry se preocupara. Guardó la carta en su mesita de noche, cogiéndola de vez en cuando para releer las dos últimas palabras, su corazón dando un pequeño salto cada vez. Tuyo, Draco. No era nada que no hubiera dicho en persona, pero... se sentía como algo más.

Una cena tranquila, tres noches después de la revelación de la profecía, Remus se aclaró la garganta. -Harry-, empezó, y Harry supo inmediatamente que no le iba a gustar lo que el hombre tenía que decir. -Dumbledore me ha encomendado una misión. Tengo que visitar una manada de hombres lobo en el Bosque Nuevo y tratar de convencerlos de que se pongan de nuestro lado en lugar de Voldemort-.

Definitivamente, a Harry no le gustó. -¿Cuánto tiempo estarás fuera?-.

-No lo sé. Espero que no más de una semana-, aseguró Remus. -La luna y los pocos días que hay de por medio. Pero... Sirius no podrá alejarse del cuartel general tan a menudo. Sólo estaran tú y Severus en la casa. Y Ceri, por supuesto-.

Harry miró al maestro de Pociones, que mantenía la mirada fija en su plato. Harry no había hablado mucho con él desde que se enteró de la verdad, y eso empezaba a cansar a ambos. La boca de Snape estaba tensa en las comisuras, y cada vez que captaba los ojos de Harry parecía triste. Remus estaba peor, pero era evidente que Snape tampoco disfrutaba del silencio.

Hace dieciocho meses, Snape habría rogado no tener que hablar o interactuar con Harry Potter. Hace dieciocho meses, Harry nunca habría pensado que ver a Snape triste le desgarraría ese agujero en el corazón.

-Está bien-, dijo finalmente, antes de respirar profundamente. Era hora de que probara algunas palabras, cayeran o no de forma ordenada. -No le culpo, señor. Por mis padres. Lo siento si te hice sentir como lo hice. Es que era mucho para asimilar, y el horrocrux, y... hay una profecía sobre mí, y la gente murió por eso, pero usted no podía saberlo. No lo entiendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? ¿Por qué fuiste un maldito mortífago para empezar, cuando Remus te ama tanto y sé, sé que lo amas, puedo verlo, no estoy ciego? ¿Cómo es posible que las cosas se pusieran tan mal como para que pudieras seguir acudiendo a él? Todos dicen que las cosas eran complicadas entonces, y lo entiendo, y probablemente no tengo derecho a pedir la verdad por nada de eso. ¡Sólo que no entiendo cómo pudiste ir a Voldemort y cómo Pettigrew pudo ir a Voldemort cuando ambos tenian gente a la que querían! ¡Gente que los querían! Aun así se las arregló para atraparte, y su alma está en mí y ¿qué pasa si me atrapa a mí también? Dijo que éramos parecidos, en el diario, cuando yo era más joven, y tenía razón, tenía tanta razón, soy igual que él y puedo sentirlo a veces y me duele y no quiero ser como él pero ¿y si lo soy y si todo esto es para nada y si su alma y mi alma son la misma cosa ahora? ¿Y si hago daño a la gente? ¿Y si te hago daño a ti? ¿Y si este poder con el que se supone que le voy a matar me hace peor que él y Dumbledore tenía razón al atarlo todo el tiempo y yo...?-

Dejó de hablar, sobre todo por su incapacidad para respirar. Estaba hiperventilando, su pecho se elevaba en rápidos jadeos, y entonces había unos brazos a su alrededor tirando de él contra un pecho enjuto, una voz suave que le decía que respirara y que contara con él mientras el pecho bajo su cara se inflaba y desinflaba lentamente, con cuidado, hasta que Harry hacía lo mismo.

Miró a los ojos casi negros de Snape. -Eres realmente el hijo de tu madre-, declaró el hombre en voz baja. En algún lugar por encima de él, al otro lado de la mesa ¿cuándo había acabado Harry en el suelo? -Me alegro de que no me culpes, aunque yo me siga culpando. Tienes todo el derecho a estar enfadado- le dijo Snape, aún manteniendo ese mismo tono de voz uniforme, como si le hablara a un animal especialmente asustado. -En cuanto a cómo me convertí en mortífago, esa es una historia muy larga y complicada que comienza con un hombre horrible y termina con varios hombres horribles diferentes, y no es una historia para esta noche, aunque quizás algún día pueda contártela. No hace falta decir que me arrepiento de mis decisiones, y haré lo que pueda para expiarlas. Pero tú no eres yo, Harry, y no eres Pettigrew. Sí, has tenido gente horrible en tu pasado, y te han pasado cosas horribles. Y también tienes varias cosas horribles en tu futuro. Pero tienes el conocimiento adquirido de ver al resto de nosotros cometer errores. Y lo que es más importante, tienes más compasión en tu corazón de la que he visto nunca en nadie, excepto en tu madre-. Los labios de Snape se curvaron en la que quizá fuera la primera sonrisa verdadera que Harry había visto en aquel hombre.

-Lily amaba abiertamente, y sin dudarlo. No amaba a todo el mundo -(y si te odiaba, seguro que lo sabías)-, pero si te amaba, haría cualquier cosa por ti. Si dejabas de lado ese amor, lo lamentarías. Merlín sabe que yo lo hice. Por suerte, se dignó a darme una segunda oportunidad, finalmente-.

Los brazos del Slytherin seguían rodeando la espalda de Harry, sorprendentemente fuertes para un hombre tan delgado. El corazón de Harry seguía latiendo contra sus costillas. -Te pareces a tu madre en muchos aspectos, y esa es la razón por la que nunca llegarás a ser como el Señor Tenebroso. A él se le negó el amor durante su infancia, y eso le hizo estar amargado y enfadado y decidido a ver que a todos los demás se les negara también el amor. A ti se te negó el amor durante tu infancia, y eso te hizo estar más decidido a asegurarte de que nadie más sufriera lo mismo. Aprendiste a amar y lo diste con creces. Hiciste esa elección. Él hizo una diferente. Tener un trozo de su alma dentro de ti no cambia eso-.

Harry no pudo hacer otra cosa que mirar fijamente. No sólo era la mayor cantidad de palabras que había oído decir a Snape de una sola vez, sino que era la mayor honestidad que había oído de él, la mayor humanidad. Este era el Severus Snape que tal vez sólo Remus y Draco tenían la oportunidad de ver en estos días. El Severus Snape que conoció la madre de Harry, antes de que todo saliera tan terriblemente mal.

Snape pareció darse cuenta de que había dicho bastante, ya que sus mejillas se sonrojaron ligeramente y se aclaró la garganta. -Y si crees que vamos a dejar que te quedes sentado con un trozo del Señor Tenebroso dentro de tu cabeza, eres aún más tonto de lo que creía-.

-Ah, y ha vuelto-, comentó Remus, poniéndose en cuclillas junto a ellos con una sonrisa. -Eso es, Harry; Severus acaba de gastar todas sus emociones para el próximo año, no hay más para el resto de nosotros-. Snape lo fulminó con la mirada, y la sonrisa de Remus se amplió. Besó al hombre en la mejilla. -Eres un gran blandengue-, se burló. Con una mano en la espalda de cada uno, Remus los levantó para que se pusieran de pie. -Tiene razón, Harry. Estás tan lleno de amor que me resulta insondable cómo podrías llegar a ser como Voldemort. Para empezar, nosotros no te lo permitiríamos-.

-Prométeme eso-, suplicó Harry. Las palabras de Snape eran bonitas, pero Harry seguía sin creerle. No cuando había esa cosa oscura y fea dentro de él, esa pieza retorcida de magia tan entrelazada con la suya.

-Prometemos que no dejaremos que te conviertas en un Señor Oscuro-, juró Remus. -La promesa más fácil de cumplir-. Tiró suavemente de Harry para sacarlo de los brazos de Snape y ponerlo en los suyos, acariciándole el pelo. -Todos en esta casa han luchado con la oscuridad en algún momento, Harry. Incluso Sirius. Mira la familia de la que procede. Y no hay nada malo en reconocer esa oscuridad dentro de ti. Oscuridad no significa necesariamente maldad. Severus sigue siendo un mago oscuro, pero no es un hombre malvado. Yo soy una criatura oscura, pero no soy malvado. Peter Pettigrew nunca había lanzado con éxito un hechizo oscuro en su vida antes de unirse a Voldemort, y sin embargo, creo que todos podemos estar de acuerdo en que cualquier pedacito de bondad que quedara en él murió hace mucho tiempo. Ahora- dijo, mirando entre Harry y Snape, -tengo que irme por la mañana, así que me gustaría mucho pasar mi última noche en casa durante un tiempo en compañía de dos personas a las que quiero mucho. Hagamos que Ceri prepare chocolate caliente y lo traiga al salón, ¿te parece?-.

Harry no pudo evitar sonreír; típica respuesta de Remus Lupin. El chocolate lo solucionaba todo.

La casa estaba tranquila sin Remus. No porque Harry y Snape siguieran enfrentados -después de la pequeña crisis de Harry y el inusual arrebato de emoción de Snape, era imposible que siguieran en ese punto muerto-, sino porque ninguno de los dos era realmente propenso a conversar por conversar, y sin Remus cerca para empujarlos a hacerlo, simplemente... no lo hacían.

Pero había un entendimiento entre ellos. Otra barrera había caído. Harry reanudó su entrenamiento, y Snape siguió enseñándole sobre la magia oscura, manteniendo que Harry necesitaría conocerla, e insistiendo en que era lo suficientemente fuerte como para saber cuándo parar. Por las noches, Harry leía el libro de Susan o trabajaba en su forma de animago. Había pedido un libro sobre los zorros y su anatomía, y estaba resultando muy útil.

-¿Profesor?-, preguntó una noche, rompiendo el agradable silencio que había entre ellos. Snape levantó la vista de su propio libro, levantando una ceja. -¿Ha intentado alguna vez convertirse en animago?- Parecía una magia tan útil que Harry no entendía por qué no lo hacía todo el mundo. Claro, era difícil y no todo el mundo podía, pero ¿por qué tanta gente ni siquiera lo intentaba?.

-Cuando supe lo que habían hecho los Merodeadores, preparé la poción para descubrir mi forma-, admitió Snape. -Es un cuervo. La forma no era adecuada para lo que esperaba usarla, y estaba increíblemente ocupado, así que nunca continué aprendiendo la transformación. Sólo parecía estar más ocupado a medida que pasaba el tiempo-.

Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Harry al interpretar el lenguaje de Snape: un cuervo no podía correr con un hombre lobo en luna llena, por lo tanto no tenía interés en ser un animago. Empezaba a saber por qué Remus insistía en que Snape era un romántico, en el fondo. -Creo que sería genial ser un cuervo. Volar sin escoba y todo eso. ¿Le gusta volar, señor?-.

-Sí, aunque últimamente no suelo volar por placer-.

-Podrías venir a volar conmigo alguna vez si quieres-, sugirió Harry, apenas capaz de creer lo que decía. Snape hizo una pausa y volvió a mirar su libro.

-Tal vez-.

Harry sonrió, volviendo al capítulo que estaba leyendo sobre la evolución de los zorros.

Esa noche, tuvo un sueño sobre Voldemort. No, no un sueño, sino una visión. Harry no recordaba los detalles, sólo que le dolía la cicatriz cuando se despertó, y que sentía náuseas, pero extrañamente triunfante. Se lo contó a Snape cuando bajó a desayunar. -¿Sabes lo que podría haber estado haciendo?-.

-No lo sé-, respondió Snape, con los labios afilados. -No me han llamado desde aquel primer encuentro. Aunque sospecho que pronto lo haré. Sobre todo si el Señor Tenebroso ha avanzado en lo que sea que esté planeando-.

-Estos sueños no se detendrán aunque refuerce mis escudos de Oclumancia, ¿verdad?- Preguntó Harry con desazón. Snape negó con la cabeza.

-Podemos suponer que la conexión existe debido al fragmento de alma que hay dentro de tu cicatriz. Eso lo sitúa ya dentro de tus defensas. Sin embargo, creo que el hecho de mantener tus escudos levantados mantiene la conexión en un solo sentido: puedes ser arrastrado a su mente, pero si él mismo intentara llegar a la tuya, chocaría con tus escudos. Puede llegar a tus sueños, pero no a tus pensamientos, ni a tus acciones-. Harry no preguntó cómo sabía Snape que eso era una preocupación suya, cuando ni siquiera había sabido que le preocupaba de verdad hasta que el hombre sacó el tema. -No creo que pueda poseerte a través de esta conexión. Desde luego, no hay pruebas de que lo haya intentado-.

-¿Aunque a veces sienta sentimientos que no son míos?-.

-La transferencia emocional no es posesión-, le dijo Snape. -Ahora termina de desayunar y vístete, nos vemos en la biblioteca-.

Harry se sorprendió de que no estuvieran en la sala de duelos, pero lo agradeció. Siempre estaba cansado después de una noche en la cabeza de Voldemort.

En todo el caos que había rodeado la visita a Gringotts, Harry casi se había olvidado de la otra parte del viaje; hasta que cogió su bolsa mientras ordenaba su habitación y recordó los cuatro libros que había dentro. Los sacó con cuidado, poniéndolos uno al lado del otro sobre el escritorio. Sus cuatro líneas familiares. Su herencia, en papel.

Cogió primero el libro de Potter. Los otros tres debían ser fascinantes, especialmente el de Slytherin. Pero Potter era el nombre que conocía desde hacía mucho tiempo, el nombre que asociaba con la familia.

Al igual que con el libro de Peverell, la primera página era el árbol genealógico. Harry estudió detenidamente los nombres: sus abuelos, bisabuelos, personas que se remontaban a mucho, mucho antes de la colonización de la India. Se desvaneció en una serie de signos de interrogación alrededor del siglo X, pero Harry seguía asombrado de poder rastrear su linaje hasta ese punto.

El libro se abría con varios capítulos escritos a mano sobre la historia de la familia, en los que se detallaba el papel que desempeñaron en la primera cultura de los magos y cómo habían llegado originalmente a Gran Bretaña con una incursión mongola a principios del siglo XI, y cómo los miembros de la familia habían ido zigzagueando por toda Europa y la India, casándose con todo tipo de familias antes de establecerse sobre todo en la India cuando ésta fue colonizada. Finalmente, regresaron a Gran Bretaña cuando se formó el Ministerio, para ocupar un lugar en el Wizengamot y tener voz en la fundación de la Gran Bretaña mágica, pero la magia india siguió siendo fuerte en la línea.

Después de la historia venían los Rasgos Familiares Registrados: Harry enarcó las cejas al ver que la parselmagia era un rasgo registrado en al menos treinta miembros anteriores de la familia Potter, aunque cada vez menos con el paso del tiempo. El último había sido en 1883. Después de todo, ¡quizá no lo había heredado del lado de Slytherin!.

Había todo tipo de cosas que aparecían en la línea, aunque varias de ellas tenían notas en las que podían haber aparecido por una magia familiar conflictiva o una herencia de criaturas. A Harry le divertía ver la frecuencia con la que su familia se cruzaba con los Black a lo largo de los años.

El resto del libro trataba de las tradiciones y la etiqueta propias de la casa. Al cabo de unos pocos párrafos, Harry tuvo muy claro que iba a necesitar la ayuda de Sirius para todo ello. Era imposible que la mitad de esas cosas siguieran siendo aplicables. Para empezar, ¡ya nadie llevaba una espada!.

De todos modos, sonrió para sí mismo y volvió al árbol genealógico, desenrollando el aparentemente interminable rollo de pergamino hasta llegar a su propio nombre.

Los Potter tenían una larga y variada historia mágica, con un montón de grandes nombres y hazañas. Harry solo esperaba estar a la altura de ese legado.

Para sorpresa de Harry, seguía siendo perfectamente feliz pasando tiempo sólo con Snape, incluso después de que Remus se hubiera ido durante cinco días. Había habido algunas discusiones -(después de todo, no habían tenido trasplantes de personalidad por arte de magia)-, pero estaba bastante seguro de que habían llegado a algo tal vez cercano a la amistad.

Harry estaba en el suelo de la sala de estar, rodeado de pergaminos y libros, como hacía a menudo estos días. De hecho, Snape tuvo que pasar por encima de él para llegar al sofá. -¿Tienes que hacerlo?-, suspiró, y Harry soltó una risita.

-Es más fácil así-, insistió, revisando algo en un libro cercano antes de tachar algo en uno de los pergaminos.

-¿Me atrevo a preguntar qué estás haciendo?- dijo Snape con las cejas alzadas. Harry se retorció hasta quedar sentado.

-Estoy tratando de averiguar el origen de los asientos de poder de Dumbledore-, explicó. -Tiene que haber herederos para al menos algunos de ellos, y si no la línea debería ser declarada extinta. Obviamente tiene el mío, y el de los Fundadores, pero están estos otros dos y no puedo averiguar de dónde vienen. ¿A menos que uno de ellos sea el suyo? Pero no creí que tuviera derecho de sangre a ningún asiento, Blaise dice que por eso se convirtió en director-.

-El señor Zabini tiene razón-, le dijo Snape. -La familia Dumbledore sólo se remonta a cuatro generaciones, a un nacido de muggle. ¿Cuáles son los dos asientos que no puede identificar?-.

-Está el puesto de Ross, del que tengo algo de historia en algunos de los viejos libros del Wizengamot, pero nada particularmente reciente. Y el asiento Prince, del que apenas puedo encontrar nada-, dijo Harry con frustración. Una mirada extraña pasó por el rostro de Snape.

-Creo que el asiento de Ross pertenece a Minerva McGonagall-, declaró el hombre, -y el asiento de Prince es mío-.

Harry se quedó boquiabierto. -¿Qué?- ¿Cómo era posible? -¡Pero si en todo este tiempo no lo has dicho! ¿Cómo?-.

-Mi padre era muggle. Mi madre era Eileen Prince; tercera hija de Octavius Prince, y no se esperaba que heredara nada. Pero sus dos hermanas mayores murieron sin hijos, así que la línea pasó a mí. Cuando mi madre falleció, yo ya trabajaba en Hogwarts. Albus no permite que sus profesores ocupen puestos en el Wizengamot; insiste en que eso nos distrae de nuestras tareas docentes. Desde entonces, él ocupa mi puesto de apoderado, y el de Minerva desde mucho antes-. Los labios de Snape se curvaron con desagrado. Harry seguía con la boca abierta.

-¿Así que técnicamente eres Lord Prince?- preguntó, asombrado.

-Si alguna vez me hubieran dado la oportunidad de pisar el Wizengamot, lo sería-, respondió Snape. -Pero como eso no ha ocurrido, sigo siendo sólo el heredero de la línea. Creo que a Minerva le ocurre lo mismo; su hermano ostentó el título antes que ella, pero sus hijos eran ambos squibs, así que cuando él falleció pasó a ella-.

-Pero la regla de que los profesores no ocupen los asientos, es de Dumbledore, ¿no? ¿No es una regla de la escuela?- Si los propios Fundadores podían hacer ambas cosas, Harry no veía cómo no podían hacerlo otros profesores.

-Efectivamente-, confirmó Snape en tono sombrío. -Albus puso la regla cuando contrató por primera vez al profesor Horace Slughorn. Dice que es para asegurarse de que toda nuestra atención está en el bienestar de los alumnos-.

-¿Para compensar el hecho de que la suya no lo es?- comentó Harry con amargura. Luego, se animó. -¡Pero esto es brillante! Lo único que tenemos que hacer es destituir a Dumbledore como director, ¡y estará fuera del Wizengamot para siempre! Cambiaré mi apoderamiento por otro, los asientos de los Fundadores serán para el nuevo jefe, ¡y tú y la profesora McGonagall podrán recuperar sus asientos!-.

-Sacar a Albus Dumbledore de Hogwarts es una hazaña que muchos han intentado y no han conseguido-, señaló Snape. Harry se encogió de hombros.

-Sigo pensando que es factible-, dijo despreocupado. -Lo encajaré en algún lugar cerca de matar a un Señor Oscuro-.

Los ojos oscuros de Snape se encontraron con los suyos durante un largo momento, llenos de una mezcla de exasperación y absoluta resignación. Harry se limitó a sonreír.

Por fin, Remus volvió a casa. Llevaba poco más de una semana fuera, y Ceri apareció para anunciar su regreso mientras Snape y Harry se enfrentaban. Se detuvieron inmediatamente, y Harry sonrió. -Podemos terminar antes, ¿verdad, profesor?- Sólo eran las cuatro, pero ellos también habían estado trabajando toda la mañana. Y era imposible que Snape pudiera negar que había echado de menos a Remus.

-Creo que podemos terminar aquí por hoy, sí-, aceptó Snape. Harry se animó, enfundando su varita.

Se encontraron con Remus en el vestíbulo. El hombre lobo estaba algo desmejorado, con ojeras y un rasguño curativo a lo largo de la línea de su mandíbula rameada, pero sonreía. Sus ojos se iluminaron cuando los vio. -Mis chicos-, respiró con cariño. Snape hizo una mueca.

-Apenas soy un chico-, señaló, haciendo que Remus se riera. Se inclinó cerca de Snape, sonriendo.

-Eres mi chico desde los trece años. Acostúmbrate-. Su nariz rozó el pómulo de Snape en un movimiento muy lobuno, su mano en la nuca del hombre. Cuando estuvo satisfecho, envolvió a Harry en un fuerte abrazo. -¡Oh, me alegro tanto de ver que no se han matado!-.

-¡Oi!- argumentó Harry juguetonamente. -No nos mataríamos el uno al otro. Te enfadarías-. El hombre canoso soltó una carcajada.

-Te he echado de menos, cachorro-, declaró, alisando el desordenado pelo de Harry. -¿Cómo han estado los dos? Sean sinceros. Le pediré a Ceri que me diga si están mintiendo-.

-Hemos estado bien, en realidad-, insistió Harry. -No ha estado gruñón ni nada. Bueno, un poco en los últimos días. Creo que te ha echado de menos-. Esquivó el maleficio de tropiezo que le envió Snape, pero no fue lo suficientemente rápido como para no ver el maleficio de picadura que le siguió inmediatamente. -¡Grosero!-.

-Ha estado gruñón, ¿eh?- dijo Remus, dirigiendo una mirada divertida a su compañero. -Harry, ve a ver qué golosinas tiene Ceri en la nevera, ¿quieres? Se me antoja algo dulce-.

-No puedes ser menos sutil, oh Dios mío-, dijo Harry rotundamente, girando sobre sus talones. -¡Bien, bien, me voy para que puedan besuquearse en paz!- Eso le valió otro maleficio de picadura al salir, y chilló.

De hecho, había varios eclairs caseros en la nevera, y Harry mordisqueó uno mientras estaba sentado en la encimera, tratando de no escuchar ningún ruido que pudiera venir del pasillo. Ceri entró en la habitación, frunciendo el ceño. -El señorito Harry debería sentarse en las sillas, no en la bonita y limpia encimera de Ceri-, le regañó ligeramente. Harry se bajó de un salto, sacando una silla.

-Lo siento, Ceri. Pero estos eclairs están buenísimos-. El ceño de la elfa se desvaneció, y con un chasquido de dedos había una bandeja en la mesa con varios eclairs más, y algunas mini tartas de chocolate.

-Los llevaré al salón para los maestros-, le dijo, y luego desapareció. Harry miró la puerta de la cocina con recelo.

-¿Han terminado ya?-, dijo dudoso. La risa de Remus lo saludó.

-¡Sí, es seguro!-, aseguró. Cuando Harry regresó, la pareja estaba de pie, muy juntos, y el pelo de Remus estaba un poco más desordenado que antes, pero aparte de eso parecían imperturbables.

-Ceri tiene eclairs y tartas de chocolate en el salón-, informó. La cara de Remus se iluminó.

-¡Qué bien se está en casa!- Empezó a subir las escaleras, Snape le seguía de cerca.

-¿Qué tal el viaje? ¿Cómo es la manada de hombres lobo?- preguntó Harry mientras caminaban, curioso por saber de una verdadera manada de hombres lobo. Sólo había oído historias antes, y estaba bastante seguro de que las historias de la mayoría de los libros de texto eran tremendamente inexactas. Dudaba que sacrificaran a un pequeño hijo de muggles cada luna llena. Alguien lo habría notado.

-Me ha abierto los ojos-, declaró Remus. Cuando llegaron al salón, Ceri también tenía el juego de té preparado. -He estado en manadas de hombres lobo antes: Albus me envió en la primera guerra, y pasé un poco de tiempo con ellos en el medio cuando estaba realmente desesperado. Nunca me sentí cómodo con ellos. Esta vez... ¡Merlín, la diferencia en Moony ahora que ya no estoy bajo esa maldición!- Se pasó una mano por el pelo. -No sé cómo Albus esperaba que fuera capaz de negociar con ellos mientras seguía sufriendo sus efectos. Nunca me aceptaron del todo en el pasado, y creo que es por eso. Se daban cuenta de que mi lobo y mi yo estaban desarticulados, sin armonía. Esta vez... fue mucho, mucho más fácil encajar en la manada. Todavía no lo llamaría cómodo-, añadió con pesar. -Pero fue mejor. Esta vez sí podían respetarme-.

-Quizá ése era el plan de Dumbledore-, sugirió Harry. -Que fracasaras en la negociación porque no estabas en contacto con tu lobo-.

-Ciertamente se lo pondría más fácil-, convino Remus. -Aunque me lleve mejor con ellos, no están precisamente entusiasmados con la perspectiva de unirse a Dumbledore. Lleva décadas prometiendo revisar la legislación sobre los hombres lobo, pero nunca ha hecho nada. Pensaron que podría cambiar cuando se enteraron de que había permitido que un hombre lobo -(yo)- asistiera a Hogwarts, pero creo que se dieron cuenta de que eso fue algo puntual y no el comienzo de una nueva tendencia-. Cogió un eclair y frunció el ceño. -Por suerte, tampoco confían mucho en Voldemort. Creo que preferirían mantenerse al margen, la verdad, pero saben que si llega la guerra eso no va a ser una opción. Si luchan y pierden, morirán; si luchan y ganan, puede que ganen algunos derechos más, pero seguirán muriendo probablemente; y si no luchan en absoluto, seguramente también morirán al final-.

-Siempre hay otra opción-, señaló Harry. Las cejas de Remus se alzaron. -Luchan conmigo -(con nosotros)- y cuando recuperemos el Wizengamot les damos los derechos que se merecen-. Ya había encontrado varias leyes escandalosas relacionadas con las criaturas en su sección del libro de Reglamentos del Ministerio que pensaba poner en conocimiento de Susan.

-¿De verdad piensas ser tan abierto contra Dumbledore y Voldemort?- cuestionó Remus.

-Creo que tendré que serlo, ¿no crees?-. Harry no se imaginaba poder conseguir nada de lo que necesitaba mientras se mantenía bajo la sombra de Dumbledore. -Seguiré haciéndome el tonto mientras pueda, pero se me acaba el tiempo. Supongo que para fin de año, Dumbledore estará tras de mí, así que más vale que empiece a jugar contra él ahora-.

-Podría ser útil tener a las manadas de hombres lobo de nuestro lado-, convino Snape, pensativo. -Si están dispuestos a aceptarlo. Un chico de quince años no es el líder más inspirador, aunque sea el Niño que Vivió-.

-Sí, de acuerdo, es un punto justo-, aceptó Harry. -Pero no está de más ofrecerse, ¿no? Hazles saber que vamos a trabajar en la legislación a pesar de todo, así que si quieren mantenerse al margen está totalmente bien, pero agradeceríamos la ayuda si quieren-.

Remus guardó silencio mientras comía su eclair. -Merece la pena intentarlo-, aceptó finalmente. -Lo tendré en cuenta la próxima vez que me envíen allí. Tendré que informar a Albus en la próxima reunión de la Orden de que esto no ha sido precisamente un éxito, así que probablemente me enviará de nuevo al cabo de unos meses. Diablos, la mitad de los lobos ni siquiera están dispuestos a creer que Voldemort ha vuelto-. Tomó un sorbo de su té, con los ojos clavados en una de las tartas de chocolate. -En fin, ¿cómo han ido las cosas por aquí? ¿Qué han hecho ustedes dos?-.

Harry sonrió, rebotando un poco en su asiento. -¡El otro día me puse la punta de la nariz negra mientras meditaba!-, anunció con orgullo. Era su primer signo visible de la transformación en animago. Remus le sonrió.

-¡Harry, eso es brillante! Cuéntamelo todo-. Se quitó los zapatos y encajó los pies bajo el muslo de Snape, lo que le valió una media vuelta de ojos. Harry le contó alegremente al hombre lo de la pequeña transformación, y cómo había tardado unas horas en deshacerla.

Sí, la casa estaba demasiado tranquila sin Remus.

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🎉 ㅤㅤㅤ Ronarry. Twitter AU. Julio 2023 / mayo 2024. No sé, por el cumpleaños de Harry.