LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 36

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By jenifersiza

Harry se despertó después de ocho horas de sueño reparador y sin sueños. Su cuerpo se sentía mucho mejor: todas las heridas de la noche anterior se habían curado y las sacudidas Cruciatus habían desaparecido. Pero su corazón seguía teniendo un agujero abierto, del tipo que hace que le duela respirar, que le duela pensar.

Sirius y Remus seguían allí, pero no podían quedarse mucho tiempo. -Albus no nos dejará quedarnos mucho tiempo-, dijo Remus con tristeza. -Ya ha pasado tres veces esta mañana para ver si ya te has despertado-.

-Merlín no permita que haya gente que se preocupe más por mí que por el esfuerzo de la guerra-, replicó Harry secamente. Remus se inclinó para besar su frente, justo sobre su cicatriz.

-No lo olvides, cachorro-, respiró. -Nuestra primera prioridad siempre eres tú. Siempre-.

A Harry le dolió el corazón por una razón totalmente distinta. Nunca había sido la prioridad de alguien.

Sirius se transformó lo suficiente como para darle a Harry un abrazo y prometerle que se pondría en contacto pronto. -Esto cambia nuestros planes, pero lo resolveremos. No estarás con esos muggles más tiempo del necesario-, aseguró. -Te quiero, cachorro-.

-Yo también te quiero-, respondió Harry, recibiendo un último abrazo de ambos antes de que Sirius se convirtiera en perro una vez más, y la pareja saliera del Ala Hospitalaria.

Solo por primera vez desde que todo había sucedido, Harry dejó escapar una respiración temblorosa, apretando las rodillas contra el pecho. Quería llamar a sus amigos del dormitorio, rodearse de ruido y gente para no tener que intentar pensar. Quería no volver a ver a otro ser humano, no hasta que el agujero de su corazón se cerrara. Quería que todo terminara.

La puerta se abrió y Madam Pomfrey entró con dificultad, dedicando a Harry una sonrisa suave y cómplice. -Si hubiera una poción que pudiera darle para que todo desapareciera, señor Potter, lo haría-, le dijo con suavidad. -Lamentablemente, la magia no puede hacer mucho. El tiempo tendrá que encargarse del resto-.

Con un movimiento de su varita invocó un pijama de rayas azul pálido y se lo tendió a Harry. -Quiero que te mantengas hasta por lo menos la cena. Dúchate, puede que te ayude. Tendré el desayuno esperando cuando salgas-.

Apartó las cortinas de una cama situada unas filas más abajo, y las cejas de Harry se alzaron al ver al verdadero Alastor Moody despatarrado e inconsciente en la cama. -¿Está bien?-.

-Lo estará-, aseguró Pomfrey. -Ha tenido un año bastante complicado, pero no es nada permanente. Anda, vete, quítate esa horrible ropa-.

Cuando se puso en pie, Harry se miró a sí mismo, haciendo una mueca ante la suciedad y la sangre que cubrían su ropa. Sí, el pijama parecía una excelente idea.

Intentó no tardar demasiado en la ducha, aunque la mitad del tiempo lo pasó tratando de respirar, deseando que las lágrimas salieran y se rompiera el dique para poder acabar con todo. Todavía no había llorado de verdad. Estuvo a punto de hacerlo, la noche anterior se le escaparon algunas lágrimas sobre la camisa de Draco, pero sentía que todo se acumulaba en su interior y que sólo necesitaba liberar la presión, pero no se iba. Finalmente se rindió, cerrando el agua y secándose con un hechizo, mirándose al espejo durante un largo rato. Ahora tenía una cicatriz en el antebrazo, donde Colagusano le había cortado, irregular y punzante. Podría unirse a su cicatriz del basilisco, a sus cicatrices del cuidado de los Dursley. Marcas de un chico que era más arma que niño. Al menos a los ojos de algunos.

Como había prometido, había un tazón de gachas humeantes esperándole en la mesilla de noche, y un juego de sábanas nuevo en la cama. Pomfrey se había marchado y las cortinas que rodeaban la cama de Moody se habían vuelto a correr.

Mientras comía, Harry se obligó a dejar de lado sus emociones para empezar a pensar con el lado más racional de su cerebro. Voldemort había vuelto. Tenía que prepararse para lo peor. Deseó tener su cuaderno, o al menos una pluma y un pergamino; su cerebro bullía de pensamientos, planes, ideas y preguntas. Recordó las palabras de Remus de la noche anterior: podemos hacer planes en cuanto tengas la oportunidad de recuperarte.

No estaba solo en esto. En cuanto pudiera llegar a Seren Du, podrían resolverlo todo. Sin duda, para entonces todos tendrían una mejor idea de la situación. Lo que Voldemort estaba planeando.

Llamaron a la puerta y ésta se abrió tímidamente. El trío al otro lado hizo que el agujero en el corazón de Harry se abriera un poco más. Fleur, Viktor y... -Cho-.

La cara de la chica de Ravenclaw se arrugó, y se precipitó hacia delante, lanzando sus brazos alrededor del cuello de Harry. -¡Oh, Harry!- Sus ojos estaban rojos e hinchados, haciendo que Harry se preguntara si había pasado toda la noche llorando.

-Lo siento mucho-, se atragantó, abrazándola con fuerza. -Cho, lo siento mucho, todo es culpa mía-.

-No sé qué pasó anoche, pero sé que eso no es cierto-, insistió Cho, apartándose para mirarle a los ojos. -Cedric se preocupaba mucho por ti, Harry. Si murió ayudándote, o protegiéndote, o lo que sea que estuviera haciendo... habría querido que fuera así-.

Eso retorció el cuchillo más profundamente en el pecho de Harry. -¡Pero eso es todo!-, estalló enfadado. -¡No fue nada de eso! Simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, ¡y lo mataron por ello!-.

-Creo que deberías contarnos lo que ocurrió-, interrumpió Fleur con suavidad, poniendo una mano en el hombro de Harry. -Zen podemos darle sentido a este lío, ¿no?-.

Cho se sentó en el borde de la cama de Harry, rodeando sus dedos con los de él. Fleur ocupó la silla vacía de Remus y Viktor se apoyó en la cama de enfrente. -Cuando estés listo, Harry-, murmuró.

Harry respiró profundamente y comenzó a hablar.

No les contó los detalles. No sentía la necesidad de entrar en los detalles del ritual, ni de los mortífagos, ni del extraño Priori Incantatem, como lo había llamado Dumbledore. No estaban allí para eso. Estaban allí por Cedric. -Si hubiera cogido la Copa yo solo, Cedric seguiría vivo. Si lo hubiera escuchado...-

-Sí, y si te hubiera hecho caso, Quien-tú-sabes no estaría vivo ahora, pero Cedric seguiría m-muerto-, señaló Cho, titubeando en la última palabra. -Si hubiera dejado de ser un maldito Hufflepuff durante cinco minutos-. Ahogó una risa que era más bien un sollozo, sacudiendo la cabeza. -Todo en ese laberinto estaba diseñado para que llegaras primero. Dijiste que Crouch lo estaba configurando todo. Cedric ni siquiera debería haber estado allí, pero lo estaba, porque ambos se importaban más que una estúpida competición. No había manera de que pudieras saber lo que iba a pasar, y Cedric te golpearía si estuviera aquí para escuchar cómo te culpas-.

-¿Cómo puedes decir eso?- Preguntó Harry lastimeramente. -¿Cómo puedes sentarte aquí y consolarme y sostener mi mano cuando soy la razón por la que tu novio está muerto?-.

-¡Voldemort es la razón por la que mi novio está muerto!- Los ojos oscuros de Cho ardían, y parecía haberse sorprendido incluso a sí misma al decir el nombre. -No rebajes su muerte convirtiéndola en tu propia carga, Harry. No es justo para ninguno de los dos-.

Harry deseaba poder creer las palabras de Cho, pero eso no impedía que la culpa le constriñera el corazón, así que mantuvo la boca cerrada. -¿Qué le dijo Dumbledore al resto del colegio?-.

Fleur y Viktor compartieron una mirada. -Dijo que la muerte de Cedric era la primera baja de una nueva guerra-, relató Viktor. -Dijo que explicaría más cosas cuando pasara el tiempo, y que permitiría un período de luto-.

Eso fue apropiadamente vago y dramático para Dumbledore. -Y... ¿los padres de Cedric? ¿Qué les dijeron?-.

-La verdad, principalmente-, dijo Cho. -Que su hijo fue asesinado por los seguidores de Quien Tú Sabes, porque se interpuso en su camino para resucitar a su maestro. Les... les gustaría ir a verte antes de irse, si te parece bien-.

A Harry no se le ocurrían muchas cosas peores que tener que mirar a los Diggorys a los ojos y disculparse por estar vivo cuando su hijo no lo estaba. Pero no creía tener derecho a rechazarlos, dadas las circunstancias, así que dijo que sí.

-¿Cuándo se van todos a casa?- Dirigió su pregunta a Viktor y Fleur.

-Después de la fiesta de despedida-, le dijo Fleur. -Madame Maxime quería que nos fuéramos antes, pero... habló con el profesor Dumbledore y la convenció de quedarse-. Harry recordó que Dumbledore había dicho algo sobre hablar con Hagrid y Maxime sobre un trabajo, y se preguntó si se debía a eso.

-No tenemos director-, añadió Viktor encogiéndose de hombros. -Pero somos los que dirigimos el barco de todos modos. Nos iremos a casa cuando termine el curso-. Ante la mirada de confusión de Harry, explicó lo de la desaparición de Karkaroff. -Todos sabíamos que era un mortífago. Supongo que estaba demasiado asustado para enfrentarse a su antiguo amo-.

-¿Y qué pasará con Durmstrang?-.

-Nuestro subdirector es un buen hombre-, aseguró Viktor. -Se hará cargo-.

La puerta se abrió detrás de ellos, y un pequeño grupo de Gryffindors se detuvo en la entrada. -Oh, tienes compañía. Volveremos más tarde-, dijo Neville disculpándose, pero Cho negó con la cabeza.

-No, no, está bien. De todas formas ya habíamos terminado-. Saltó de la cama, volviéndose hacia Harry con cara solemne. -Gracias, por traerlo de vuelta. Le... le diré a Amos y a Caroline que pueden subir a verte en un rato-.

-Nos veremos en la cena, 'Arry'-, dijo Fleur, besando suavemente su mejilla. -Descansa un poco-.

Los campeones y Cho se fueron, y Neville, Ginny y los gemelos ocuparon su lugar junto a la cama de Harry.

-¿Cómo te sientes?- preguntó Ginny. Harry dejó escapar un largo suspiro.

-Esa... esa es una muy buena pregunta, Gin-. Se sentía simultáneamente mil cosas y también abrumadoramente entumecido.

-¿Hay algo que podamos hacer para ayudar?- Neville parecía serio, y Harry logró una pequeña sonrisa.

-¿Devolver el tiempo veinticuatro horas y hacer que todo desaparezca?-, bromeó. ¿Dónde estaba el gira tiempo de Hermione cuando lo necesitaba?.

-Mamá se ha ido a casa, pero te manda recuerdos-, relató Fred. -Intentó convencer a Dumbledore de que te dejara venir directamente a la nuestra durante el verano, pero él le dijo que tenías que ir con los muggles durante un tiempo-.

Harry hizo una mueca. -Eso no sucederá-.

-¿Es ahí donde te quedaste el verano pasado? ¿Con Sirius y Lupin?- Ginny no era tonta, sabía que Harry no había estado con sus parientes muggles. Harry asintió.

-No puedo decir dónde. Pero espero volver allí pronto-. No podía esperar a estar de vuelta en su habitación de Seren Du, en su pequeña burbuja de seguridad.

-Bien-. La voz de Ginny era firme. -Me alegro de que alguien haya conseguido alejarte de esa horrible gente. Por cierto, Neville me puso al corriente de todo el asunto de Sirius Black. Espero que no te importe-.

-Me ahorra tener que hacerlo-, dijo Harry encogiéndose de hombros, feliz de tener a Ginny al tanto.

-Entonces... si no te importa que preguntemos... ¿qué pasó realmente anoche?-. La pregunta de George fue tentativa. -Si no estás preparado para contárnoslo, no pasa nada-, añadió apresuradamente.

-No, no, puedo-. Decírselo a los otros campeones había sido ligeramente más fácil que decírselo a Dumbledore. Tal vez fuera mejor cuantas más veces lo dijera; calara un poco más hondo, para que pudiera creer realmente que había sucedido. Para que no fuera una horrible pesadilla.

A diferencia de los campeones, esta vez Harry trató de no omitir nada. Ginny enterró la cara en el hombro de Neville cuando éste describió cómo Colagusano metía al bebé retorcido en el caldero y lo veía emerger como Voldemort. Incluso los gemelos estaban pálidos y con cara de asco cuando describió la forma en que sus varitas se habían conectado, y había aprovechado la distracción para huir.

-Maldita sea-, dijo George al final. -Así que es eso, entonces. Ha vuelto de verdad-.

-Ha vuelto de verdad-, confirmó Harry con dulzura. -Y tiene a la mayoría de sus seguidores con él-.

-Entonces, ¿cuál es el plan ahora?- preguntó Fred sin dudar. Harry le parpadeó. -Amigo, vas a estar en el meollo de la cuestión, te guste o no, y si crees que vamos a quedarnos de brazos cruzados viendo cómo te juegas el cuello, te espera otra cosa-.

-Tiene razón. Hagas lo que hagas, queremos ayudar-, dijo Ginny con vehemencia. -Y si me dices que soy demasiado joven te hechizo-.

-Demonios, todos somos demasiado jóvenes para esto-, señaló Harry con un irónico movimiento de labios. -Yo... gracias, chicos. Todavía no tenemos un plan. Tenemos que hablar con algunas personas primero. Pero una vez que sepa lo que pasa, se los haré saber-.

-Cualquier cosa que podamos hacer para ayudar, avísanos-, dijo Neville. -La abuela también. Ella no cree mucho en Dumbledore, pero está de tu lado-.

Cuando Harry pensó en toda la gente con la que tendría que hablar, en todas las decisiones que tendría que tomar en las próximas semanas, se le apretó el pecho de forma incómoda. Lo apartó. Ya habría tiempo para todo eso más tarde.

Ginny se aclaró la garganta, llamando su atención. -¿Qué... qué pasa con Ron y Hermione?- Ante la ceja alzada de Harry, continuó. -Ellos también estuvieron aquí anoche. Saben algo de lo que pasó. Pero no estoy ciega; está claro que ya no confías en ellos. ¿Qué se supone que debemos decirles, si preguntan?-.

-Tengo bastantes pruebas de que Ron y Hermione me están espiando para Dumbledore-, admitió Harry, odiando las palabras incluso mientras las decía. -Si preguntan, hazte el tonto, actúa como si no supieras más que ellos. Y ten cuidado; si me están vigilando a mí, puede que te estén vigilando a ti también-.

Ginny asintió, sin mostrar ningún signo de tristeza o decepción por el hecho de que su hermano estuviera haciendo algo así. Harry se preguntó si los gemelos le habrían hablado ya de su madre.

Harry bostezó y Ginny lo empujó de inmediato a la cama. -Deberías dormir un poco más. Te dejaremos con ello. Saldrás a cenar, ¿sí?-.

Se despidieron y dejaron a Harry solo una vez más. Se pasó una mano por el pelo, mordiéndose el labio contra una nueva oleada de dolor, y se dio la vuelta para enterrar la cara en la almohada.

El encuentro con los padres de Cedric había sido nada menos que horrible, pero Harry lo había superado. Les había explicado lo sucedido -(la verdad, en caso de que Dumbledore hubiera considerado oportuno mentirles)- y se había disculpado una y otra vez. Amos Diggory se quedó callado, pero Caroline Diggory lo abrazó con fuerza e insistió en que no era su culpa, que había hecho todo lo posible.

Desde luego, no lo parecía.

Intentó ofrecerles las ganancias de los Triwizard, pero se negaron a aceptarlas. Harry se quedó mirando el saco lleno de galeones, preguntándose qué demonios debía hacer con él. ¿Enviarlo a Gringotts y tirarlo con el resto de su dinero? Eso parecía un desperdicio. ¿Existen organizaciones benéficas en el mundo de los magos?.

Veinte minutos antes de la cena, Madam Pomfrey lo revisó y lo declaró apto para salir. -Sólo si quiere, señor Potter-, añadió con preocupación en sus ojos. -No es ningún problema para mí si quiere quedarse otra noche-.

Por mucho que Harry temiera tener que enfrentarse al resto del colegio, la perspectiva de pasar una noche solo en el Ala Hospitalaria era peor. Dumbledore había venido de visita no mucho después de los Diggory, y estar a solas con el director le había puesto de los nervios. La noche anterior había estado bien, ya que Remus y Sirius habían hecho guardia, pero ahora no tenía eso. Prefería estar en su dormitorio.

Pensó en saltarse la cena, pero su estómago ruidoso lo decidió por él. Se sacudió la breve idea de ir a las cocinas en su lugar; al final tendría que enfrentarse a todos. Más le valdría acabar de una vez por todas.

Mientras caminaba desde el ala del hospital hasta el Gran Comedor, vestido con un uniforme escolar nuevo que los elfos domésticos le habían traído, varias personas se detuvieron y lo miraron al pasar. Él los ignoró, agachando la cabeza mientras entraba en el vestíbulo, con los susurros resonando a su paso.

-¡Harry!- Levantó la vista ante la llamada que llegó más fuerte que todos los demás murmullos de su nombre, viendo a Cho saludándolo desde la mesa de Ravenclaw. No estaba sola; Viktor y Fleur estaban con ella, y los gemelos, y Ginny y Luna, y Neville y Susan y Hannah, y una docena de personas más que se habían convertido en una presencia habitual en su heterogéneo grupo social durante los últimos meses, incluyendo a varios de los amigos de Hufflepuff de Cedric. Entre Cho y Viktor había un asiento vacío, y Harry se dirigió hacia él, dejándose caer en el banco. Cho se apoyó en su hombro durante un breve instante, apretándole el brazo. -¿Cómo lo llevas?-.

-Eso debería preguntártelo yo-, replicó Harry en voz baja. Miró alrededor del grupo, todos los cuales le dedicaban sonrisas alentadoras. -Ustedes no tenían que hacer esto-.

-Sí que tenemos-, insistió Cho. -Así que déjanos hacerlo. Eres nuestro amigo, y eras amigo de Cedric, y él volvería y nos perseguiría a todos si te dejáramos a los lobos-.

Había varias personas en la sala que tenían miradas oscuras mientras miraban a Harry, incluso desde la mesa de Gryffindor. Era un tipo de mirada familiar; la mirada de la gente que pensaba que Harry era peligroso, trastornado, el próximo Señor Oscuro en ciernes. Probablemente pensaban que había asesinado al propio Cedric.

-Gracias-.

Cho le sonrió, y se acercó para empezar a apilar el puré de patatas en su plato.

No hubo mucha conversación a lo largo de la comida; algunos intentos de hacer planes para el verano, o alivio por el final de los exámenes, pero nada como el zumbido habitual. Harry miró la mesa, sintiendo que algo iba mal. Faltaba alguien, pero no podía saber quién.

Finalmente, cayó en la cuenta: había la mayoría de los Slytherins habituales en su grupo, pero faltaba Cassius. Agachó el cuello para mirar hacia la mesa de Slytherin, y vio al chico de sexto año comiendo con la cabeza gacha, rodeado de sus compañeros de curso. Parecía pálido y agotado. A Harry se le encogió el corazón. ¿Su tío también había estado en el cementerio? ¿Había trazado ya la línea en nombre de Cassius?.

-Susan-, llamó en voz baja a la chica que estaba sentada a unos cuantos asientos en el lado opuesto de la mesa. Ella levantó la vista y frunció el ceño al ver la expresión sombría de su rostro. Le dirigió una mirada mordaz a Cassius. -Necesitamos una reunión del grupo de estudio-.

La comprensión apareció en sus ojos y negó con la cabeza. -Neville ya nos puso al corriente, antes de la cena-, aseguró. -Te enviaré un mensaje en verano, y resolveremos las cosas-.

Eso no satisfizo a Harry, pero no pudo decir nada más cuando estaban rodeados de tanta gente. Susan le dirigió una mirada mordaz. -No todo depende de ti, Harry. Deja que me ocupe de éste un rato-.

Harry no tenía energía para discutir con ella.

Anunciar el regreso de Voldemort en medio de la fiesta de fin de curso fue un movimiento audaz por parte de Dumbledore, pero a Harry no le sorprendió. El director ya había declarado prácticamente la guerra al Ministerio, amenazando a Fudge con lo inevitable de su continua ignorancia. Era una jugada inteligente, además; los que estaban en contra de Voldemort verían que Dumbledore defendía la verdad y se alinearían con él, animando a todos a poner el Ministerio en sus manos... porque obviamente eran demasiado incompetentes para seguir dirigiendo ellos mismos, con Fudge al mando. Harry se preguntó si habían olvidado quién había apoyado a Cornelius Fudge para empezar.

El juego había comenzado, y Dumbledore estaba colocando sus piezas. Harry tendría que empezar a hacer lo mismo, pronto. La perspectiva hizo que su estómago se retorciera ansiosamente. ¿Realmente iba a enfrentarse a Dumbledore, al Ministerio y a Voldemort?.

En realidad, no tenía otra opción. Alguien tenía que acabar con este ciclo de guerra, muerte y desinformación. Alguien tenía que poner fin a la búsqueda de Dumbledore del Bien Mayor, antes de que pusiera de rodillas al mundo mágico.

Miró a los Slytherins durante el banquete, sus rostros dibujados y sus ojos solemnes. No había tenido la oportunidad de hablar con Draco en la semana transcurrida desde la tarea; todos ellos estaban siendo vigilados, ahora más que nunca. Esperaba que la Casa Slytherin supiera que tenían opciones. Esperaba que no se hubieran rendido ya.

El banquete terminó en silencio y Harry se retiró al dormitorio con Neville. No había hablado con Ron y Hermione desde la noche de la tercera tarea. No parecían saber qué decirles. Harry no tenía prisa por hablar con ninguno de los dos; tal vez, si tenía suerte, Dumbledore no vería la necesidad de que lo espiaran, ahora que Voldemort había vuelto.

Dean y Seamus se habían mantenido al margen durante la última semana; Harry no les había preguntado qué pensaban de Cedric, ni de Voldemort, ni de nada de eso. Estaba demasiado asustado por la respuesta. Así que no dijeron nada cuando Harry se puso el pijama y se refugió tras las cortinas de su cama y sus habituales encantos de privacidad. Estaba a punto de irse a dormir temprano, cuando el espejo comenzó a vibrar debajo de su almohada. Lo sacó, respondiendo a la llamada y sonriendo a la cara de Sirius.

-Hola, cachorro. Me alegro de haberte encontrado. ¿Qué tal el banquete?-.

La sonrisa de Harry vaciló, y le contó a Sirius lo que había dicho Dumbledore. Su padrino tampoco parecía sorprendido. -Sospechábamos que podría hacer lo mismo. Erigirse de nuevo en el líder de la luz-.

-¿Qué has estado haciendo? ¿Dónde estás?- Harry no había conseguido hablar con su padrino desde que había salido del Ala Hospitalaria, el espejo quedó sin respuesta las pocas veces que Harry pudo intentarlo. Sirius hizo una mueca.

-Estoy en un lugar al que nunca pensé que tendría que volver-, dijo, lo que le dio a Harry cero información en absoluto. -Moony y yo hemos estado reuniendo a los antiguos: todos los que lucharon contra Voldemort la primera vez. Y unos cuantos que no tenían la edad suficiente la primera vez, pero que se unirán con gusto a nosotros para la segunda-. Se oyeron voces en el fondo, y Sirius hizo una mueca. -Escucha, cachorro, no tengo mucho tiempo. Hay un pequeño inconveniente en nuestro plan de verano-.

El pavor subió a las tripas de Harry. -¿Qué quieres decir?-.

-Dumbledore quiere que te supervisen este verano-, le dijo Sirius. Harry maldijo. -Sí. Quiere una guardia las 24 horas del día fuera de la casa de los Dursley, lista para seguirte cada vez que salgas de la propiedad-.

-No me voy a quedar con ellos todo el verano-. Si lo dejaban en manos de tío Vernon después de tener a Snape mandando al hombre el verano anterior, no sobreviviría para ver su quinto año.

-Por supuesto que no-, asintió Sirius sin dudar, y algo en Harry comenzó a desentumecerse. -Todavía no lo hemos descubierto, pero tiene que haber una forma de sacarte de allí sin que Dumbledore se entere-.

-El guardia estará fuera de la casa, ¿verdad? ¿Por qué no decimos que me van a encerrar en mi cuarto todo el verano? No sería la primera vez-. Algo oscuro cruzó el rostro de Sirius ante esa admisión, pero desapareció en un instante.

-Eso podría funcionar. Aunque alguien se daría cuenta de que las lechuzas no llegan-.

Harry frunció el ceño; no había pensado en eso. -Hablaré con los gemelos-. Si alguien era capaz de pensar en una forma de burlar la supervisión mágica, eran ellos. -Si se da el caso, puedo decir que los Dursley me han prohibido conseguir cualquier puesto en todo el verano. De nuevo, no es la primera vez. Los gemelos me apoyarán, saben cómo son mis tíos-. Ron también lo sabía, pero no era probable que dijera nada a favor de Harry en estos días.

-Nos da opciones. A ver qué opinan los gemelos y nos avisan. Severus vendrá a recogerlos en cuanto sea seguro hacerlo. Todavía no hemos confirmado lo estricta que va a ser la vigilancia, pero parece que sólo va a ser alguien invisible pasando por tu casa. Tener un montón de amuletos y cosas así sobre tu casa sería un indicio-.

Las voces de fondo se hicieron más fuertes y Sirius maldijo. -Tengo que irme. Habla con los gemelos y nos vemos pronto. Te amo-. No esperó respuesta antes de terminar la llamada, dejando a Harry mirando su propio reflejo cansado.

Si la intromisión de Dumbledore impedía que Harry pasara tiempo con su verdadera familia este verano, habría un infierno que pagar.

El primero de julio amaneció claro y brillante, y la Torre de Gryffindor era un hervidero de actividad mientras todos recogían sus baúles y se dirigían al vestíbulo. Incluso más que de costumbre, todos estaban ansiosos por llegar a casa. Incluso Harry, por una vez, aunque tuvo que ocultar su entusiasmo. Confiaba en Sirius cuando el hombre le prometió que no dejaría a Harry en manos de los Dursley. Ya se las arreglarían.

El vestíbulo estaba mucho más lleno que de costumbre, con los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons preparándose para salir también. Harry estaba mucho más triste de lo que pensaba al verlos partir; había hecho amistad con un número sorprendente de los estudiantes extranjeros en los últimos meses, no sólo con Fleur y Viktor. Por el rabillo del ojo vio a Boris y George besándose, y sonrió con tristeza. Ninguno de los dos iba en serio con el otro, y se separarían en buenos términos, pero seguía siendo lamentable que las cosas tuvieran que terminar.

Rodeado de gente que prometía mantenerse en contacto y enviarse lechuzas, Harry se abrió paso entre la multitud para encontrar a Fleur y Cho abrazándose con fuerza, ambas con lágrimas en los ojos. Fleur le sonrió cuando se acercó. -¡Arry!- Soltó a Cho y lo agarró, besando sus dos mejillas. -Nos volveremos a ver pronto-, prometió. -Estoy intentando conseguir un trabajo aquí, para mejorar mi inglés-.

-Y para ver un poco más de Bill Weasley, también, apuesto-, se burló él, recordando el escandaloso coqueteo antes de la tercera tarea. Dios, parecía que eso había sido hace meses. Las mejillas de Fleur se sonrosaron.

-Eso también ayudaría, sí-, admitió con una sonrisa. Con la cabeza fría, apretó brevemente sus frentes. -Has sido un gran amigo para mí este año, Arry Potter, y espero ser lo mismo para ti. Si alguna vez me necesitas, estaré aquí. Esta lucha es para todos nosotros-. El fuego en sus ojos le recordó a Harry exactamente por qué había sido elegida como campeona de Beauxbatons.

-Gracias-, dijo sinceramente. -Lo tendré en cuenta-. No quería perder el contacto con Fleur, ni con ninguno de sus nuevos amigos.

Se apresuró a despedirse de otra persona, y Cho tocó suavemente el codo de Harry. -¿Puedo escribirte? ¿Durante el verano?-, preguntó. -Yo... me ha gustado conocerte mejor, este año. Ced iba a invitarte a su casa por un tiempo, este verano. Pensó que querrías alejarte de los muggles, ¿sabes? Pero imagino que ya no te permiten visitar a nadie-.

A Harry no se le había permitido visitar a nadie más que a los Weasley antes de que Voldemort regresara, pero no se lo dijo a Cho. Le dolía el corazón por el futuro que podría haber sido. -No sé si me permitirán tener lechuzas-, confesó. Todavía no había tenido la oportunidad de hablar con los gemelos. -Pero si puedo, les escribiré, ¿sí? A mí también me ha gustado conocerte. Me alegro de que seamos amigos, Cho-.

Cho le dedicó una sonrisa acuosa y le abrazó. -No le dejaremos ganar-, declaró con vehemencia, con la voz un poco entrecortada. -Lucharemos contra él. Por Cedric-.

Se apartó, y alguien tocó a Harry en el hombro. Se giró para ver a Viktor sonriéndole. -La nave de Durmstrang está a punto de partir-, declaró. -Pero no quería irme sin despedirme-.

Viktor no era la persona más táctil, pero de todos modos agarró a Harry en un breve y firme abrazo, encontrando su mirada intensamente cuando se separaron. -Buena Mar-, dijo solemnemente. -Y si necesitas la ayuda de Durmstrang, estaré encantado de ayudarte. Como he dicho, nuestro subdirector es un buen hombre-.

Harry asintió. -Me mantendré en contacto-. Sonrió. -Quizá algún día juguemos al quidditch el uno contra el otro-. Viktor se rió, dándole a Harry una palmada en el hombro.

-Me gustaría mucho, Harry. Mucho-. Era una ilusión, una fantasía de una época en la que la guerra había pasado, pero podían aferrarse a ella igualmente.

-¿Qué pasa entre tú y Hermione?- preguntó Harry con curiosidad. No vio a la muchacha de pelo abundante por ninguna parte. La sonrisa de Viktor vaciló.

-Ella ha prometido escribirme, pero las cosas han sido... diferentes, últimamente. Creo que tal vez no sea la chica que yo creía-. Miró a Harry con complicidad. -No es la amiga que creía que era-.

No hacía falta ser un genio para ver que Hermione no se había acercado a Harry desde la tercera tarea. Podía imaginarse cómo lo percibían los demás. -Lo siento-. Fuera lo que fuera Hermione para él, a Viktor le había gustado mucho.

-¿Qué es lo que dicen aquí? Hay otros peces en el mar?- Dijo Viktor, encogiéndose de hombros. -Soy joven, hay tiempo-.

Harry esperaba que Viktor encontrara a alguien que realmente mereciera el hombre fuerte e increíble que se escondía detrás del exterior torpe y hosco.

Los demás alumnos de Durmstrang llamaron a sus rezagados, y Viktor dio una palmada en el hombro a Harry una vez más antes de seguirlo, cayendo a paso firme junto a Boris mientras regresaban a su barco. Poco después, Madame Maxime reunió a sus alumnos, y ellos también se dirigieron a casa. Harry cogió su baúl y se dirigió hacia las puertas, uniéndose a Neville y Ginny en la espera de los carruajes. Los gemelos se unieron a ellos poco después, con el pelo de George despeinado de una forma que hizo que Harry se riera.

-Cállate, Potter-, dijo George con buen humor, dándole un codazo a Harry en el costado. -Te he visto con peor aspecto-.

Los carruajes comenzaron a llegar, y Harry reprimió una mueca cuando terminaron compartiendo uno con Ron y Hermione. Era inevitable, cuando estaba con el resto de los Weasley, pero deseaba que no ocurriera. No sabía qué decirles a ninguno de los dos: ¿le dejarían retirarse de la amistad sin problemas, o seguían intentando retenerlo por orden de Dumbledore? Tenía la impresión de que ya habrían intentado enmendar la situación -(de nuevo)- si querían seguir siendo sus amigos durante el verano. Tal vez reconocían que era una causa perdida, por fin. O simplemente asumieron que Harry se lanzaría con ellos cuando Dumbledore decidiera qué hacer con él. Como si él fuera a aceptar pasivamente algo así.

Pero no podía hacer ningún movimiento hasta que hubiera hablado de sus opciones con Sirius, Remus y Snape. Estaba jugando un juego muy peligroso.

Los siete acabaron juntos en un compartimento del tren, aunque la conversación era, en el mejor de los casos, rebuscada. Harry se pasó todo el viaje buscando una oportunidad para tener a los gemelos a solas, pero no ocurrió hasta el final, cuando fueron los últimos en salir del compartimento en King's Cross. -Oye, espera-, instó Harry, agarrando a George por el brazo. Cerró la puerta rápidamente, levantando una valla de privacidad. Las clases aún no habían terminado. -Necesito tu ayuda con algo-.

Explicó su apuro, y las caras de los gemelos se volvieron contemplativas. -Ya se nos ocurrirá algo-, prometió Fred. -No podemos dejarte con esos muggles todo el verano-.

-Podría ser una buena opción para añadir a nuestra línea de productos-, convino George, sonriendo. -Tengo la sensación de que no eres el único que podría necesitar un señuelo, en estos días-.

De repente, Harry tuvo la idea más brillante que había tenido en mucho tiempo.

Abrió el baúl y metió la mano en el interior, cogiendo el saco de galeones que había echado allí. Se lo tendió a George. -Toma esto-, insistió. Ambos gemelos lo miraron incrédulos.

-Harry, amigo...-

-Hablo en serio. Tómalo-. Harry forzó la bolsa en las manos de George. -No la necesito, no la quiero, y después de que Bagman los jodiera les vendría bien. Considéralo como una inversión en los Productos Weasley. Necesitaremos la risa ahora más que nunca-.

Los miró a los dos hasta que pareció que ya no iban a discutir, y George guardó la bolsa en su baúl. Harry sonrió triunfalmente. -Bien. Pero no le digas a tus padres de dónde lo has sacado, ¿vale?- Lo envolvieron en un aplastante abrazo grupal.

-Esto no se echará a perder, Harry-, prometió Fred, alborotándole el pelo.

A pesar de sus mediocres calificaciones en el OWL, los gemelos Weasley eran dos de las personas más inteligentes que Harry conocía, y no dudaba de que arrasarían en el mundo mágico en la próxima década. Se alegraba de saber que el dinero de los Triwizard se destinaría a algo que valía la pena.

Alcanzaron a los demás en el andén y Harry atravesó con los Weasley la barrera, sin sorprenderse de encontrar a los Dursley esperando al otro lado. Se despidió y se dirigió a sus tíos con el ceño fruncido.

-Vamos, chico-, siseó Vernon, agarrándolo por el cuello y empujándolo hacia el aparcamiento. -Cuanto antes te llevemos a casa, antes podremos deshacernos de ti-.

-No queríamos venir en absoluto, pero ese horrible chico insistió en que siguiéramos con la farsa. Más problemas de los que mereces-, le dijo Petunia. Harry se abstuvo de señalar que ese horrible muchacho era ahora un hombre de más de treinta años, que sonreía ante la jaula de la lechuza vacía sentada encima de su baúl. Había enviado a Hedwig por delante a Seren Du, no queriendo enfadar aún más a sus familiares haciéndoles transportar una lechuza viva.

La promesa de Sirius sonó en sus oídos mientras se veía obligado a entrar en el coche de Vernon. Se iría pronto. No se quedaría con los Dursley.

Pronto podría volver a casa.

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