LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 28

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By jenifersiza

Después de la pequeña celebración de Navidad con su familia (y su novio) el día anterior, el día de Navidad en sí fue algo decepcionante para Harry, aunque apreció la visita de Dobby, logrando encontrar un par de calcetines de tío Vernon para regalar al elfo. Ron estaba de mal humor, pero Harry se alegró de dejarlo, bajando a desayunar con los otros tres chicos de su dormitorio. Charlaron animadamente sobre los planes de la noche. El rumor que corría por el colegio era que las Hermanas Extrañas habían sido contratadas para ello, y Harry -(que había adquirido la costumbre de poner su Wireless de fondo mientras leía en el dormitorio)- esperaba que fuera cierto.

-Todavía no puedo creer que vayas con Susan Bones, Harry-, dijo Seamus sacudiendo la cabeza. -Esa sí que es una chica con curvas de verdad-. Hizo un gesto lascivo a la altura del pecho para enfatizar su punto, moviendo las cejas.

Harry no se había dado cuenta, y se encogió de hombros torpemente. -Es agradable-, dijo. -Y no le importa tener que bailar delante de todo el mundo-. Le había asegurado que había recibido clases, y que no iba a hacer el ridículo con ninguno de los dos. Susan estaba siendo muy confiada al creer en su palabra. -Además, Lavender también es bonita-.

-No sé cómo me las arreglé para eso-, coincidió Seamus. -Pensé que seguramente se iría con ese chico de Slytherin del curso superior, pero pensé que podría arriesgarme-. Sonrió con malicia. -Ha sido muy reservada con sus túnicas, no me ha dicho cómo son. Me pregunto si podré ver lo que lleva debajo-. Se rió, y Dean le dio un puñetazo en el brazo.

-No, si te oye hablar así de ella, no lo harás-, le reprendió. Seamus se encogió de hombros.

-No puedes decir que no esperas una pequeña noche privada con Lisa-, se burló, hablando de la cita de Dean con Ravenclaw, Lisa Turpin. El chico de piel oscura agachó la cabeza tímidamente.

-Quiero decir que no diré que no-, redactó, ganándose una risa y un puñetazo de Seamus.

-¡Exactamente! ¿Y ustedes dos, eh? ¿Van a esconderse en los arbustos en el patio?- Seamus movió las cejas y Harry hizo una mueca.

-Susan y yo sólo somos amigos-, dijo por lo que pareció la centésima vez.

-Ginny tiene demasiados hermanos mayores a su alrededor como para pensar en algo así-, dijo Neville con temor. Dean hizo una mueca.

-Sí, amigo, no querrás meterte en el lado equivocado de los gemelos. No con todas esas cosas que han estado inventando últimamente-. A los gemelos les encantaba tener a todo el mundo en el colegio durante las vacaciones; mucha gente desprevenida alrededor para probar sus inventos. Todos los de Gryffindor habían aprendido a ser muy cautelosos a la hora de aceptar comida de los demás.

La conversación se tornó menos cruda cuando entraron a desayunar, y Harry sonrió al ver que Snape estaba notoriamente ausente de la mesa principal. Dean y Seamus se separaron para ir a sentarse con Parvati y Lavender, mientras Harry y Neville se dirigían hacia los gemelos. -¡Buenos días, chicos!- saludaron los pelirrojos, arrastrando los pies para hacer sitio. -¡Feliz Navidad!-.

-Feliz Navidad-, respondió Harry. -¡Gracias por el regalo!- Le habían dado una caja de selección de algunos de sus últimos inventos, con una nota en la que le animaban a usarlos con su hermano menor cuando se portara como un imbécil.

-¡Tú también, amigo!- dijo George, sonriendo. El regalo de Harry para los gemelos era un vale para la botica de Slug y Jigger, ya que sabía la cantidad de ingredientes de pociones que gastaban para hacer sus productos y bromas.

-Todo listo para el baile, ¿no?- preguntó Fred, pasando el zumo de naranja hacia Harry. -¿Preparado para bailar tus pequeños calcetines delante de todos, campeón?-.

-Tan listo como lo estaré siempre-, dijo Harry, encogiéndose de hombros. -Me imaginé que una vez que el primer baile esté fuera del camino, no será tan malo-. La profesora McGonagall le había prometido que los campeones sólo tenían que abrir el baile solos; una canción, y luego todos los demás estarían bailando y él no tenía que volver a pisar la pista de baile si lo odiaba. No creía que Susan le dejara salirse con la suya, pero era una bonita esperanza.

A Harry se le ocurrió una idea y se volvió hacia George. -¿Con quién vas a ir al baile?-, preguntó, dándose cuenta de que no tenía ni idea. Había visto a Fred preguntarle a Angelina, pero George había estado sorprendentemente callado al respecto.

La cara de George se puso casi tan roja como su pelo, y la de Fred se iluminó con una sonrisa. -Nuestro querido hermano está cruzando las líneas enemigas-, se burló. -Se va con ese tipo de Durmstrang, el que arbitró tu partido de quidditch-.

-¿Boris?- Comprobó Harry, tarareando pensativo. El chico de Durmstrang era muy guapo, y parecía tener suficiente sentido del humor como para seguirle el ritmo a George durante una noche. -Muy bueno, bien hecho-. George sonrió, aunque todavía estaba rosado.

-Pensé en aportar mi granito de arena a la cooperación internacional-.

-Oh, estoy seguro de que vas a cooperar mucho con él-, le espetó Fred, dándole un codazo a su hermano en el costado.

-¿Es cierto que te lo pidió Adrian Pucey?- interrumpió Neville, sin pestañear ante la noticia de que George se iba con otro chico. George resopló.

-Sí. Probablemente habría dicho que sí si no se lo hubiera pedido ya a Boris-, admitió. -Me sentí un poco mal por rechazarlo, en realidad-.

Harry abrió la boca para discutir instintivamente, y luego la volvió a cerrar; Pucey nunca había intentado realmente hacer una falta a nadie del equipo de Gryffindor cuando jugaban entre ellos, a diferencia de la mayoría del resto de su equipo. Incluso Draco. Desde luego, Harry no tenía margen para juzgarlo. Recordó lo que George dijo sobre que los Slytherin eran atractivos, y se preguntó si el Weasley tenía un tipo. -Creí que habías dicho que no te gustaban los guapos-, dijo irreflexivamente, y George sonrió.

-He dicho que no me gusta el mismo tipo de guapo que a ti. Adrian no es bonito, sólo tiene pómulos-.

Neville miró a Harry de forma un poco extraña ante eso, y el estómago de Harry se retorció. Realmente tenía que decírselo a Neville pronto.

Después de desayunar volvieron a subir a la torre de Gryffindor, donde los gemelos intentaron animar un poco a Ron con varios juegos de Snap explosivos. Eso no funcionó, pero el menor de los hermanos Weasley se animó cuando bajaron para la comida de Navidad. Las mesas gemían con el peso de toda la comida, las galletas navideñas explotaban por todo el salón, todos hablaban y reían y estaban emocionados por la noche que se avecinaba. Los echaron a todos de la sala en cuanto terminó la comida, para que los elfos domésticos pudieran volver a decorar para el baile, y Fred y George se las arreglaron para reunir a una multitud para una pelea de bolas de nieve en los terrenos.

Lo que empezó como Hogwarts VS las otras escuelas pronto se convirtió en una caótica batalla campal en la que se formaron y rompieron alianzas y se hicieron sacrificios. Hermione tenía la intención de limitarse a observar, pero eso se esfumó cuando una de las bolas de nieve de Viktor se desvió "accidentalmente" y la golpeó en el hombro. Harry se rió cuando un movimiento de la varita de Hermione hizo que toda una serie de bolas de nieve persiguieran al búlgaro.

-¡Harry, agáchate!- Siguió la instrucción instintivamente, levantando la vista justo a tiempo para ver cómo Blaise Zabini era golpeado de lleno en la cara con una bola de nieve. Harry no se había dado cuenta de que Blaise estaba ahí fuera con ellos. El chico de Slytherin frunció el ceño, buscando a su atacante: Cassius, escondido detrás de un banco de nieve que Cedric y Cho habían construido y del que luego habían salido corriendo.

-Estás muerto, Warrington-, declaró Blaise, alejándose a toda prisa del lado de Daphne y metiendo la mano en la nieve.

A medida que avanzaba la noche y el baile se acercaba cada vez más, la gente empezó a abandonar poco a poco la lucha de bolas de nieve para prepararse. Ron pareció totalmente desconcertado cuando Hermione declaró que se dirigía a su habitación a las cinco, y aún más cuando otras chicas le siguieron. -¿Cómo pueden tardar tres horas en vestirse?-, preguntó, y Harry suspiró, compartiendo una mirada divertida con Ginny.

-No entiendes a las chicas en absoluto, ¿verdad?-, dijo la pelirroja con tristeza. Se puso en pie de un salto, enviando una última bola de nieve hacia George. -Me voy, los veré más tarde, chicos. Ron, no pierdas la noción del tiempo; se supone que debes encontrarte con Luna en el Salón de Entrada al cuarto de hora-. Todavía no parecía emocionada por dejar que su mejor amiga fuera al baile con su hermano, pero Luna estaba tan emocionada por tener la oportunidad de ir Ginny sabiamente mantuvo la boca cerrada. Harry sospechaba que estaba esperando a que Ron hiciera algo que le diera la excusa para hechizarlo.

A las seis, estaba oscureciendo demasiado para ver bien de dónde venían las bolas de nieve, así que los combatientes que quedaban dieron por terminada la pelea y volvieron a entrar en el castillo después de unos cuantos encantos de secado, desapareciendo en sus respectivas salas comunes. Cuanto más se acercaba a la Torre de Gryffindor, más empezaba Harry a sentir sus nervios. -¿Y si me congelo?-, se inquietaba. -¿Y si me tropiezo y me caigo delante de todos y Susan me odia y no me vuelve a hablar y lo he estropeado todo?-.

Neville resopló. -Susan no dejaría que te cayeras-, aseguró. -Te hechizaría para que bailaras bien antes de llegar a eso-. A Harry no le pareció tan mal trato, y así lo dijo, haciendo reír a Seamus.

-Estarás bien, amigo-, insistió el chico irlandés. -Simplemente no le mires las tetas y estarás genial-. Dean le dio un golpe en la nuca.

Harry dudaba que eso fuera a ser un problema para él, pero se lo guardó para sí mismo.

La túnica estaba bien doblada en el baúl y Harry la sacó, encontrando la camisa y los pantalones que iban debajo. La camisa era una túnica de color dorado apagado, con cuello alto y botones dorados brillantes en la parte delantera. Los pantalones eran de un verde tan oscuro que casi parecían negros, y se ajustaban sin resultar incómodos. Eran sorprendentemente cómodos, y Harry se miró en el espejo antes de ponerse la túnica encima. Había elegido esa camisa en particular porque estaba vagamente inspirada en la India, y se quedó sin aliento al verse con ella. Nunca se había puesto nada remotamente parecido; le preocupaba parecer tonto, pero lo cierto es que le quedaba bien.

Se encogió de hombros y se abotonó la parte delantera de la túnica, y se volvió hacia el espejo para comprobar el efecto. La túnica era de color verde esmeralda oscuro, con bordados dorados alrededor de los puños y el dobladillo, también de inspiración india, a juego con la camisa.

-¡Vaya, Harry!- El silbido apreciativo de Seamus cortó su aturdimiento, y Harry se sonrojó. El otro Gryffindor llevaba una túnica azul claro con una camisa púrpura brillante debajo.

-¿No es demasiado?- preguntó Harry, que no estaba acostumbrado a la ropa de mago en absoluto, y mucho menos a la ropa formal.

-Te ves muy bien-, insistió Neville en voz baja desde donde se abotonaba su propia túnica. Eran de un estilo mucho más tradicional, de un color rojo oscuro que hacía brillar sus ojos avellana. Le hacía parecer mayor, y sorprendentemente guapo. Ginny era una chica afortunada.

Se lo dijo Harry, viendo cómo las orejas del chico se volvían casi tan rojas como su túnica. Al otro lado de la habitación, se oyó una maldición en voz baja.

Ron estaba de pie en medio del dormitorio, mirándose en el espejo con una expresión de total asco en su rostro. Harry intentó no reírse. Su túnica de gala tenía un aspecto horrible. Harry se preguntó hasta qué punto se arrepentía de no haber cogido el viejo conjunto de Bill. -No puedo salir así-, gimió Ron. -¡Seré el hazmerreír del colegio!-.

-No es tan malo-, intentó Dean, manteniendo una cara notablemente seria. Ron lo fulminó con la mirada.

-¡Es horrible! Mira este encaje-. Las túnicas no se veían mucho mejor puestas que en la percha, como Ginny le había asegurado entre risas a su hermano que harían. No eran terribles por sí mismas -(anticuadas, claro, pero no lo peor)-, pero el encaje deshilachado... no tenía buena pinta.

-Ven aquí un segundo-, dijo Harry, apiadándose del pelirrojo. Luna lo pasaría muy mal si su cita se pasaba la noche frunciendo el ceño y enfadado.

Unos cuantos encantos de corte más tarde, y hubo una mejora... marginal. Harry consiguió deshacerse del encaje, pero había algunos bordes deshilachados, y no pudo hacer nada con el estilo anticuado de las túnicas en sí. Para Ron, no era suficiente. -Me veo ridículo-, murmuró, frunciendo el ceño ante su reflejo. Harry se encogió de hombros.

-Bueno, lo he intentado-, dijo, dirigiéndose a su propia cama. Sirius le había dado una poción capilar que insistía en que domaría el salvaje cabello de los Potter; al parecer, James juraba por ella. Harry estaba decidido a intentarlo al menos.

Veinte minutos después, Harry apenas reconocía su propio reflejo. Con un peine, la poción y un poco de ayuda de Dean, el pelo de Harry estaba más bien "despeinado con gusto" que "arrastrado por un seto hacia atrás". No estaba ni mucho menos arreglado -(Harry pensó que eso era pedir demasiado)-, pero estaba mejor.

-Creo que estamos listos-, declaró Neville, apareciendo en el hombro de Harry. -Aunque no lo estemos, tenemos que irnos. McGonagall te matará si llegas tarde-.

Tenía razón, así que Harry se despidió del resto de sus compañeros y siguió a Neville hasta la sala común. Ginny estaba esperando, y al verla, Neville casi se tropieza en las escaleras. Harry lo sostuvo, sonriendo.

La chica Weasley llevaba una túnica azul pastel con escote corazón, y las mangas eran de un material azul vaporoso. Llevaba un colgante de oro en el hueco de la garganta y llevaba el pelo de fuego semirecogido en una elaborada trenza, mientras que el resto le colgaba por la espalda. Estaba maquillada por primera vez en la vida de Harry, y sus ojos marrones brillaban cuando se volvió para mirar a Neville. -Hola-, saludó tímidamente, con las manos en la espalda.

-Hola-. La voz de Neville estaba un poco sin aliento, y tosió. -Estás muy guapa, Ginny-. Ella sonrió, dando una pequeña vuelta.

-¡Gracias! Te ves muy bien. Tú también, Harry ¡Me gusta el pelo!-.

Harry resistió el impulso de pasarse una mano por el pelo, deshaciendo todo el trabajo que habían hecho Dean y él. -Gracias, Gin. Será mejor que vaya a ver a Susan, pero los veré en el baile...- Acercó a Neville a Ginny, dándole una palmada en el hombro. -Cuida de ella-. Se inclinó, besando la mejilla de Ginny. -Cuida de él-. Luego, con un guiño, se apresuró a salir de la sala común.

Había acordado reunirse con Susan en las escaleras del vestíbulo, y pasó a toda velocidad junto a varias personas con túnicas de gala que se dirigían a sus propias citas. Cuando la vio, sonrió. La túnica era de un color dorado intenso, ceñida por debajo del busto y que se abría sobre la curva del estómago y la anchura de las caderas. Brillaba a la luz de las velas, con una falda que llegaba hasta el suelo y cuentas brillantes bordadas como constelaciones. Llevaba el pelo recogido como una cascada de cobre brillante y los pendientes que Harry le había regalado por Navidad brillaban en sus orejas. -No está mal, Potter-, dijo a modo de saludo, mirándolo de arriba abajo. -Creo que puedo soportar que me vean contigo esta noche-.

-Me alegro de oírlo-, respondió Harry secamente. -Por cierto, estás preciosa-. Si estuviera remotamente interesado en las chicas, probablemente estaría teniendo unos sentimientos muy confusos ahora mismo. -¿Vamos?- Le ofreció un brazo, y ella pasó el suyo por él, cayendo a su lado para ir a buscar a McGonagall y al resto de los campeones.

Los encontraron frente a las puertas principales del Gran Comedor, reunidos en un pequeño grupo, y Cho soltó un juguetón silbido de lobo cuando Harry se acercó. -¡No te limpiaste bien!-.

Tenía la mano de Cedric entre las suyas, y llevaba una preciosa túnica azul y plateada de estilo definitivamente asiático, con el pelo recogido con un par de horquillas plateadas. La túnica azul oscuro de Cedric era sencilla pero estaba impecablemente confeccionada, y al mirarlo a él el pulso de Harry se aceleró un poco.

A su lado estaban Fleur y Cassius. Fleur lucía cada centímetro de su herencia veela en un vestido de satén plateado con un corpiño que abrazaba sus curvas y se ensanchaba en la cintura, con el cabello suelto y liso como una cortina de seda. La túnica gris pizarra de Cassius tenía un ligero brillo en el material que complementaba muy bien la túnica de Fleur, y debajo llevaba una camisa verde oscura un poco abierta en el cuello. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado, y el corazón de Harry revoloteó cuando el Slytherin le sonrió. ¿Cómo había acabado rodeado de tanta gente condenadamente atractiva?.

-¡Todos estan increíbles!-, dijo entusiasmado. -¿Dónde está Viktor?-.

-Allí, esperando su cita-, dijo Fleur, señalando al otro lado del pasillo. Viktor estaba en la base de la escalera, vestido con una túnica roja con adornos de piel. Parecía un poco incómodo con un atuendo tan formal, pero seguía siendo distraídamente guapo. Alcanzó a ver algo -(o más bien a alguien)- que le hizo ponerse un poco más erguido, ofreciendo el brazo con una sonrisa. Harry se quedó boquiabierto ante la chica que lo cogió.

Hermione no parecía en absoluto ella misma. Llevaba una túnica de un material azul bígaro flotante que brillaba con cada movimiento, resaltando sobre su piel morena, y tenía el pelo liso y brillante, peinado en un recogido de aspecto muy complejo que la hacía parecer mucho mayor de quince años. Estaba radiante, mostrando sus dientes recién corregidos, sus labios pintados de rosa y su sombra de ojos azul pálido brillando en la escasa luz de la sala. Viktor se inclinó sobre su mano y la besó, luego pasó su brazo por el suyo y la acompañó hacia el grupo, pareciendo muy satisfecho de sí mismo. Harry tenía que admitir que Hermione estaba impresionante.

-Hola Harry, Susan-, saludó ella, sonriendo ampliamente. -¡Estás estupenda!-.

Todo lo que Susan parecía poder hacer era mirar fijamente. Harry le devolvió la sonrisa a su amiga. -Estás preciosa, Hermione. Viktor, pórtate bien, ¿de acuerdo?-, añadió burlonamente, haciendo reír al búlgaro.

-No me cabe duda de que Hermy-own me hechizará si pongo un pie en falso-, señaló. Todavía le costaba decir el nombre de Hermione, pero a ella no parecía importarle.

McGonagall llegó vestida con una túnica de tartán rojo, y los observó a todos con una mirada de leve orgullo. -Excelente, ya están todos aquí. ¿Están listos?-.

Se pusieron en fila, Harry al fondo con el brazo de Susan entre los suyos, y siguieron a la subdirectora al vestíbulo.

Los elfos domésticos se habían superado a sí mismos con la decoración; apenas era reconocible como el mismo salón en el que habían almorzado, parecía un verdadero país de las maravillas invernales. Harry se alegró de que las mesas de las casas se hubieran cambiado por otras más pequeñas y redondas, con una mesa principal en la cabecera de la sala, donde se sentaban los jueces, y asientos vacíos para los campeones. Harry enarcó las cejas cuando vio a Percy Weasley sentado donde debería estar el señor Crouch, con una túnica azul marino que parecía nueva. ¿Qué estaba haciendo allí?.

Mientras se colocaban en la pista de baile, Harry dejó que sus ojos recorrieran la multitud durante un minuto. Ron miraba a Hermione como si nunca la hubiera visto antes, e incluso Ginny -(que definitivamente sabía quién era la cita de Hermione antes de esta noche)- parecía aturdida. Lejos de ellos, con Pansy Parkinson del brazo en un conjunto de túnicas de vestido rosa pálido con volantes, estaba Draco. Con una túnica de terciopelo negro que le abrazaba el pecho y los hombros, y que hizo que Harry deseara inmediatamente arrancársela al chico rubio. ¿Cómo se atrevía a estar tan bien cuando estaban en público y Harry tenía que fingir que lo odiaba?.

Susan se aclaró la garganta para llamar su atención, poniendo su mano en la cintura. -Me prometiste que serías bueno en esto, Potter-, le recordó, con la mirada aguda. Harry le sonrió.

-No te preocupes, yo me encargo de esto-.

La música comenzó, y se pusieron en marcha.

Draco había acertado al decir que Susan sería mucho más alta que él con sus tacones, pero eso no molestó a Harry en lo más mínimo mientras daban pasos y giros. Vio la leve expresión de sorpresa en la cara de ella cuando resultó ser bastante capaz, antes de que fuera sustituida por una sonrisa de júbilo; estaba claro que a Susan le encantaba bailar. Definitivamente, Harry no se iba a librar de bailar una sola vez. Eso no le importaba tanto: él también se estaba divirtiendo.

La primera canción terminó, y tras una breve ronda de aplausos comenzó la segunda, la pista de baile se llenó de gente. -¿Quién te ha enseñado?- preguntó Susan con suspicacia, acomodándose en un vals más fácil. -Eres mejor de lo que pensaba-.

Harry pensó en las noches en aulas vacías con la mano de Draco en la suya, repasando los pasos una y otra vez, recompensándole con besos cada vez que conseguía hacerlo bien. Sonrió para sí mismo.

-No me creerías si te lo dijera-.

Sólo hubo un puñado de bailes antes de que se sugiriera ampliamente que todo el mundo se sentara a comer, y Harry se encontró con que se le sacaba de la pista de baile y se le llevaba a la mesa superior con el resto de los campeones y sus parejas. Acabó sentado junto a Percy Weasley, que rezumaba orgullo. -Me han ascendido-, declaró en cuanto Harry se sentó. -Ahora soy el asistente personal del señor Crouch, y estoy aquí representándolo-.

-Enhorabuena-, respondió Harry con agrado, contento de que a Percy pareciera irle bien en el trabajo. Era un poco engreído, pero no era del todo malo. Ciertamente no era el hermano Weasley menos favorito de Harry en el momento actual.

Hablando de eso, Harry pudo ver a Ron sentado con Luna, Ginny y Neville a unas cuantas mesas de distancia. Los ignoraba por completo, demasiado ocupado mirando a Viktor Krum. Eso hizo que Harry suspirara para sí mismo; esa era una explosión que le encantaría evitar.

La cena fue sorprendentemente agradable, a pesar de la presencia de los jueces en su mesa. Harry pasó la mayor parte de ella hablando con Susan, Fleur y Cassius, ya que estaban sentados al otro lado de Susan. -Realmente nos las hemos arreglado para hacer una buena representación escolar aquí-, comentó Susan en un momento dado. -Uno de cada colegio extranjero, y al menos uno de cada casa de Hogwarts. ¿Fue a propósito?-.

Harry se negó a admitir que conseguir que Cassius se fuera con Fleur había sido en parte porque era un Slytherin, insistiendo en que simplemente había salido así. Simplemente no había querido que la casa de las serpientes se quedara fuera.

Susan apenas le dejó sentarse y digerir la comida antes de que volvieran a salir a la pista de baile, pero no se quedó mucho tiempo en sus brazos. -¿Te importa si cambiamos?- Eran Cedric y Cho, que bailaban un vals sin esfuerzo hacia ellos, y antes de que Harry se diera cuenta tenía a Cho en brazos, y Susan se había adentrado en la multitud con Cedric. Cho soltó una risita, ajustando el agarre de Harry y empujándolo a la acción.

Eso inició una serie de cambios de pareja a mitad del baile, hasta que Harry había bailado con todos y cada uno de los campeones y sus citas, así como con Ginny, Neville, los dos gemelos Weasley, Anthony Goldstein, las dos gemelas Patil, Luna, Daphne Greengrass y, en un momento dado, la profesora McGonagall, que parecía igualmente confundida sobre cómo había acabado allí. -Espero que no estés pensando en sacar a bailar al profesor Snape-, dijo con una mirada dubitativa hacia el moreno Slytherin, que estaba al acecho en la esquina trasera de la sala, con un aspecto sorprendentemente apuesto en su túnica negra. Harry esperaba que Remus llegara a verlo con la túnica antes de que terminara la noche, si es que no lo había hecho ya.

-No se preocupe, profesora-, aseguró Harry con una sonrisa mientras giraban entre la multitud. -Contrariamente a la creencia popular, en realidad no tengo deseos de morir-. Eso provocó una risa reticente de la profesora, y cuando la música terminó Harry la soltó con una reverencia exagerada.  Ella sacudió la cabeza con exasperación.

-Igual que tu padre-, murmuró, el cariño se coló en su tono. -No te metas en líos, Potter-.

Harry saludó riendo y se dio la vuelta para dirigirse a la mesa, ya que le empezaban a doler las piernas de tanto bailar. Cogió su vaso de agua y lo vació con sed. A los pocos instantes, Luna apareció a su lado, robándole el asiento a Susan. -Hola, Harry- dijo ella con aire de superioridad, sonriendo. Su túnica era de un bonito color lavanda, con extrañas criaturas bordadas en ella. Sus pendientes parecían estar hechos de pequeñas plumas moradas. -Bonita noche, ¿verdad?-.

-Brillante-, aceptó, sorprendido de lo bien que se lo estaba pasando. -¿Dónde está Ron?-.

-Oh, no le gustaba mucho bailar, así que lo dejé por allí-, respondió Luna, señalando el otro lado de la pista de baile. Harry pudo distinguir a Ron sentado solo en una mesa, con el ceño fruncido sobre su vaso de zumo de calabaza. Se lo merecía.

-Probablemente sea lo mejor-, dijo Harry, mientras observaba la abarrotada pista de baile. Susan estaba con Ernie, riendo mientras bailaban juntos. El pecho de Harry dio una pequeña punzada al ver a Draco y Millicent bailando juntos, la tímida chica luciendo un bonito vestido negro y plateado. Draco sonreía, con el cuello de la túnica desabrochado un par de botones. Era tan guapo que a Harry le dolía físicamente mirarlo. Apartó la mirada, sonriendo al ver a los gemelos metiéndose con Boris, cambiando de pareja con él y Angelina tan rápidamente que le costaba saber con qué gemelo estaba bailando. Angelina se reía tanto que apenas podía mantenerse en pie, lo que hacía que todo el asunto fuera aún más divertido.

-Creo que pronto van a cambiar de banda-, comentó Luna distraídamente, con los ojos puestos en el cuarteto de cuerda que estaba tocando. Harry enarcó una ceja.

-¿Bandas?-.

-Oh, sí. No habrá baile formal en toda la noche. Creo que todo el mundo está harto de eso. Las Weird Sisters tocarán pronto-. Lo dijo con una extraña confianza que Harry notó que Luna sólo tenía a veces, pero nunca se equivocaba cuando lo hacía. Ginny se había preguntado si Luna era una especie de vidente, y Harry empezaba a pensar que no estaba muy lejos de la realidad.

-¿De verdad? Brillante!- Harry estaba aún menos preparado para los bailes informales que para los formales, pero no podía ser muy difícil de entender.

Efectivamente, el cuarteto anunció su última canción, y Susan recuperó a Harry de la mesa para arrastrarlo de nuevo al exterior. -¿Lo llevas bien?-, le preguntó preocupada, y él sonrió.

-Mejor de lo que pensaba-, admitió. -Pero con ganas de algo un poco menos estirado-. Susan asintió con la cabeza y, cuando terminó la canción, le hizo una reverencia.

-Ha sido un placer, heredero Potter-, dijo en voz baja, sonriendo. Él le devolvió la reverencia.

-El placer ha sido todo mio, Heredera Bones-. Hizo una pausa, mirándola de reojo. -Pero aún así bailarás conmigo a las Weird Sisters , ¿verdad?-.

Susan se rió, enlazando su brazo con el de él mientras se dirigían a su mesa. -Sí, seguiré bailando contigo-, prometió, dándole una palmadita en la mano.

Todos los campeones volvieron a las mesas, y Viktor y Cassius se ofrecieron para ir a buscar bebidas a la barra, que servía cosas más interesantes que agua o zumo de calabaza. Nada de alcohol, por supuesto, sino bebidas afrutadas de colores brillantes que echaban chispas y humo.

-¿Te diviertes?- le preguntó Harry a Hermione, que llevaba toda la noche con una sonrisa de oreja a oreja que tenía que dolerle la cara.

-El mejor momento-, dijo ella con una risita. -¡Harry, esto es ridículo! Estoy aquí, en este castillo, con este increíble vestido y bailando con una estrella internacional del quidditch. Es como algo sacado de una película-.

Harry se rió, contento de que ella estuviera disfrutando. Tal vez eso aliviara algo de la tensión entre ellos. Siempre y cuando ella no pensara demasiado en Ron.

Aceptando algo verde brillante y burbujeante de Cassius, Harry tomó un sorbo vacilante para descubrir que era dulce y sabía a manzanas. -¡No está mal!-.

El Slytherin robó la bebida de la mano de Harry, tomando un sorbo con una mirada contemplativa. -No tan bueno como el mío, puedes quedártelo-, declaró finalmente, levantando su bebida azul neón. Harry resopló.

-Vaya, gracias-.

Susan le robó la bebida a Harry, ofreciéndole a cambio su propio brebaje violentamente rosado. Harry se encogió de hombros, y bebió un sorbo, recibiendo una ráfaga de cereza. -Está muy bueno, en realidad-, dijo mientras se lo ofrecía a Susan, que negó con la cabeza.

-Me quedo con el tuyo-, le dijo ella. -Puedes quedarte con ese-.

Harry se encogió de hombros y siguió bebiendo.

Tal y como había prometido Luna, tras un interludio de quince minutos en el que la gente se sirvió bebidas, charló y descansó los pies, las Weird Sisters llegaron al escenario y los estudiantes se volvieron locos. Harry se divirtió al ver que la mayoría de los adultos se habían retirado al fondo de la sala; lo suficientemente lejos como para seguir haciendo de carabineros, pero bien alejados de la multitud de adolescentes gritones.

Harry miró a su alrededor para ver que todos los demás habían terminado sus bebidas, y se encontró con la mirada de Fleur. Ella estaba sonriendo, observando al grupo. -Vamos a bailar-.

Se dirigieron a la pista de baile, encontrando fácilmente un grupo de caras conocidas; Neville y Ginny, los gemelos y sus citas, y Luna. Ron seguía sin acercarse a la pista de baile. Harry ni siquiera sabía si seguía en la sala. -¡Ahí estás, amigo!- vitoreó George, con la mano en la de Boris y los labios ya hinchados por el beso. Eso explicaba dónde habían desaparecido esos dos durante el interludio.

La primera canción empezó con un alboroto de gritos, y Harry pronto descubrió que el baile informal consistía sobre todo en saltar y sacudir las caderas, con algún que otro movimiento de baile ridículo y excesivamente dramático, normalmente cortesía de los gemelos Weasley. No era un baile en pareja, así que Harry se encontraba en medio de una multitud de personas, sonriendo mientras Susan se movía a su lado.

Se estaba divirtiendo como nunca.

En un momento dado, Susan fue robada durante un rato por sus compañeros de Hufflepuff, pero volvió rápidamente con ellos y sus citas a cuestas. Harry se apartó alegremente para hacer sitio a las nuevas incorporaciones, y se sorprendió cuando Blaise y Daphne se unieron a ellos, arrastrando a Millicent Bulstrode y Theodore Nott. Por un breve momento, Harry tuvo la esperanza de que Draco se uniera a ellos, pero desechó la idea; independientemente de los avances que habían hecho hacia la unidad de las casas, no había forma de que Draco fuera visto confraternizando con Gryffindors y Hufflepuffs. Su padre lo mataría. A Harry le sorprendió incluso que Nott estuviera allí; por lo que sabía, el padre del chico era bastante estricto con la pureza de sangre y había sido uno de los más devotos seguidores de Voldemort.

Efectivamente, Draco y Pansy estaban al otro lado de la habitación con un grupo de Slytherins mayores y estudiantes de Durmstrang. Harry vio a Adrian Pucey muy acaramelado con un chico de Beauxbatons; evidentemente no estaba muy molesto por el rechazo de George.

Una mano le tiró del brazo y Cho le dio un empujón para que bailara algo muy distinto al vals, riéndose de la cara que ponía. -¡Afloja, Harry!-, se burló ella, colocando las manos en las caderas de él y obligándolas a moverse al compás. Las mejillas de Harry ardían, especialmente cuando Cedric silbó como un lobo.

-¡Tu novia me está manoseando, Diggory!- gritó Harry. -¿No vas a hacer algo al respecto?-.

-¿Siempre podría manosearte a ti en su lugar?- ofreció Cedric, riéndose cuando la cara de Harry se puso aún más roja.

Después de un par de minutos, Cho pareció satisfecha con su baile y se retiró de nuevo al lado de Cedric, abrazándolo de una forma mucho más cómoda -(y más inapropiada)- que la que había estado abrazando a Harry.

Fred se acercó a Harry, bailando todo el tiempo, y abrió su túnica para revelar una simple petaca de plata en el bolsillo interior. -¿Whisky de fuego?-, ofreció con una sonrisa de satisfacción. Harry miró a su alrededor y luego se encogió de hombros; a la mierda, tenía catorce años y probablemente moriría al final del año si este maldito torneo se salía con la suya. Metió la mano en la túnica de Fred, abrió la tapa de la petaca y bebió un trago, tosiendo porque le quemaba la garganta al bajar. Fred le dio una palmada en la espalda, riéndose. -¡Ese es mi chico! Avísame si quieres más, tengo bastante-.

Fred se alejó para ir a bailar entre Angelina y Lee, y Harry se preguntó cuántas otras personas habían bebido de la petaca esa noche. Luego decidió que no le importaba y siguió bailando.

A Harry le dolían las extremidades y la cabeza le latía con el bajo de la música, pero no le importaba ni un poco mientras bailaba, haciendo girar a Hermione con una sonrisa. Ella era una persona completamente diferente esta noche, y eso hacía que a Harry le doliera el corazón por las grietas en su amistad, grietas que empezaba a pensar que eran irreparables. Bailar con ella, reír con ella y con Viktor, se sentía... desarticulado. Como si hubieran sido amigos alguna vez, y estuvieran volviendo a ser lo que solían ser, pero no coincidía con las personas que eran ahora. Sospechaba que Hermione también lo notaba; de vez en cuando la sorprendía mirándolo con algo de tristeza y conocimiento en su mirada.

Eran casi las once, pero la banda no daba señales de detenerse. Muchos de los alumnos se habían ido a la cama -o se habían ido a buscar un rincón apartado del castillo-, pero todavía había un buen número de ellos bailando. Harry estaba encajado entre Ginny y Luna haciendo un movimiento que parecía algo que había visto en los vídeos musicales de los años 70 cuando fue empujado hacia los gemelos Weasley, las dos chicas se encogieron de hombros y se limitaron a coger a Neville en el lugar de Harry. Harry frunció el ceño cuando Fred y George empezaron a apartarlo lentamente de la multitud que bailaba. -¿Qué pasa?-.

-Patio, esquina oeste, detrás del rosal-, le susurró George al oído, empujándolo hacia las puertas. -¡Puedes agradecérnoslo después!-.

Totalmente perplejo, Harry salió al patio, temblando un poco por el aire de la tarde después de haber estado tanto tiempo en el amontonamiento de bailarines. Había parejas repartidas por los lugares, algunas mal escondidas entre los rosales mientras que otras no hacían ningún intento de esconderse. Levantó una ceja al ver a Seamus y Lavender, sentados en un banco con las manos en lugares muy inapropiados para estar en público. Rodeándolos, se apresuró a ir a la esquina oeste, acercándose vacilante al rosal. Una mano se alzó, agarrándolo por la solapa y tirando de él.

Una voz familiar murmuró un encantamiento de intimidad, y Harry se relajó al instante, apenas teniendo un segundo para registrar la compañía antes de que los labios se apretaran frenéticamente contra los suyos. -Me vas a matar, Potter-, dijo Draco, deslizando las manos dentro de la túnica de Harry hasta llegar a la parte baja de su espalda. -Tú, con esas malditas túnicas de gala-.

-Como si pudieras hablar-, murmuró Harry, tratando de averiguar cómo poner las manos en la piel lo antes posible. La túnica de Draco tenía tantos malditos botones. -Llevo toda la noche queriendo hacer esto-.

Harry perdió la cuenta de la cantidad de tiempo que permanecieron allí besándose apasionadamente, pero nunca dejaron que fuera más allá de eso, a pesar de la mano de Harry en el culo cubierto de terciopelo de Draco y la de Draco en la parte trasera de la camisa de Harry. Ninguno de los dos quería arriesgarse a hacer nada más en un lugar tan público; ya era bastante peligroso el simple hecho de estar cerca el uno del otro. -Estamos muertos si nos pillan-, dijo Harry finalmente, apoyando su frente en la clavícula de Draco, deslizando su mano hasta la cadera del rubio.

-Vale la pena-, declaró Draco, haciendo que Harry sonriera. -Ten un poco de fe en mi trabajo de varita, Potter. No nos van a pillar-.

-Oh, estoy seguro de que tu trabajo de varita es ejemplar-, dijo Harry en voz baja, con los ojos verdes brillantes. -Pero no creo que eso sea algo que quieras mostrarme ahora mismo-.

Las pálidas mejillas de Draco se tornaron rosadas, y carraspeó, tratando de poner un poco de distancia entre ellos para que pudieran calmarse. No llegó muy lejos. -Veo que todas tus lecciones de baile dieron resultado-, dijo finalmente, respirando un poco más tranquilo. -Parece que has tenido éxito-.

-Todo gracias a ti-, dijo Harry, jugando con el pelo de Draco. -Aunque todavía me gustaría haber bailado contigo-.

-¿Por qué no puedes?- Draco devolvió, cambiando su agarre sobre Harry hasta que se encontraban en una sujeción de baile. -¿Puedo?-.

La risa de Harry se quedó sin aliento cuando tomó la mano de Draco entre las suyas, encontrándose con unos divertidos ojos gris plata. -Supongo-.

No necesitaron música, balanceándose el uno con el otro al ritmo que Draco tarareaba suavemente. No era ni mucho menos un vals propiamente dicho, sino más bien el tipo de movimiento de lado a lado que la gente hacía cuando sonaban canciones lentas, pero era perfecto. Draco inclinó la cabeza hacia abajo y acercó a Harry, hasta que sus labios se apretaron contra la frente de Harry.

Harry podría haber permanecido allí durante horas, en los brazos de Draco en el pequeño espacio que había detrás del rosal, el resto del mundo desapareciendo mientras se balanceaban suavemente. Finalmente, Draco dejó de tararear y se apartó un poco, llevándose la mano de Harry a los labios y besando los nudillos. -Gracias-.

-Gracias-, devolvió Harry, sonriendo tímidamente. -¿Cómo has conseguido que los gemelos me traigan aquí?-.

-Fácil-, respondió Draco encogiéndose de hombros. -Les dije que quería besuquearte y que esperaría aquí fuera hasta que lo hiciera. Fueron notablemente complacientes. Creo que en realidad no me odian-.

-No lo hacen-. Harry aún no había presentado adecuadamente a los gemelos y a Draco, pero eran las únicas dos personas del colegio que sabían la verdad sobre la relación; y por lo tanto, las únicas personas a las que podía halagar a Draco. Había algunas cosas de las que no se sentía cómodo hablando con Sirius. -Saben que me haces feliz y eso es lo único que les importa-. Los gemelos eran de las pocas personas que confiaban en el criterio de Harry sin cuestionarlo. Si él decía que Draco era un buen tipo, entonces estaban de acuerdo con ello. Era refrescante no ser cuestionado.

-Oh-. Los labios de Draco se curvaron en las esquinas en una sonrisa reticente. Harry estaba bastante seguro de que a Draco también le gustarían los gemelos, si tuviera la oportunidad.

La pareja permaneció detrás del rosal durante un rato más, simplemente abrazándose e intercambiando besos de vez en cuando, antes de que Harry suspirara. -Debería irme antes de que alguien se dé cuenta de que he desaparecido-.

-Sí, supongo que debería ir a darle las buenas noches a Pansy-, suspiró Draco. Harry, recordando la charla de Seamus sobre las -buenas noches privadas-, frunció el ceño. -Oh, no me mires así-, reprendió Draco. -Me refiero a que literalmente le des las buenas noches, la acompañes de vuelta a Slytherin y te asegures de que llega bien a la cama. Ya te he dicho que a ella no le interesa nada de eso. Y ciertamente no estoy interesado en ella-.

Harry ofreció una sonrisa tímida a modo de disculpa. -Sólo odio no poder ser el que te dé las buenas noches-.

-Estoy bastante seguro de que eso es lo que estoy haciendo ahora mismo-, replicó Draco divertido. Harry resopló; el Slytherin tenía razón.

Con un último beso, acordaron separarse, Harry yendo primero para evitar sospechas. Echó un vistazo al rosal, y luego salió de detrás de él, con la intención de volver al camino y dirigirse al interior. En lugar de eso, se topó con el profesor Snape. -Potter-, dijo Snape, y sus ojos pasaron de Harry al rosal y viceversa. Su rostro se volvió exasperado y se pellizcó el puente de la nariz. -Por el amor de Merlín, aprende algo de discreción-.

Harry sonrió, dándose la vuelta para alejarse. -¡Y diez puntos de Gryffindor!- llamó Snape tras él. Oyó al hombre murmurar mientras caminaba en la dirección opuesta, haciendo estallar un rosal con un hechizo para revelar un par de sextos años de Ravenclaw en un apasionado abrazo. -¡Veinte puntos de Ravenclaw!-.

Harry se rió en voz baja; al menos Snape se estaba divirtiendo.

Oyó voces alzadas cuando llegó al Vestíbulo, e hizo una mueca cuando se acercó lo suficiente como para reconocerlas.

-¡Estás confraternizando con el enemigo!-.

-¿El enemigo? Tú eres el que tiene una maldita estatuilla de él en tu habitación-.

-¡Sólo te está utilizando para acercarse a Harry!-.

-¡Es más amigo de Harry que de mí!-.

Ron y Hermione estaban parados al pie de la escalera, los ojos de Hermione rojos por las lágrimas. Ron la fulminaba con la mirada. -No puedes confiar en él, Hermione. Es de Durmstrang-.

-¡Uf!- El ruido de frustración de Hermione resonó en el pasillo. -¡Si no te gusta, ya sabes cuál es la solución!-.

-Oh sí, ¿cuál es?-.

-La próxima vez que haya un baile, pregúntame antes de que lo haga otro, ¡y no como último recurso!-. Hermione se dio la vuelta, sobresaltándose al ver a Harry. -Harry. ¿Dónde has estado?-.

-Necesitaba un poco de aire. ¿Vuelves a entrar?- Sacudió la cabeza hacia el Gran Comedor, y Hermione miró a Ron por un momento, luego asintió con decisión.

-Vamos-. Ignoró a Ron mientras enlazaba un brazo con el de Harry, dirigiéndose de nuevo al vestíbulo.

-Ignóralo-, murmuró Harry. -Es un imbécil celoso que no te merece. Vuelve con Viktor-. El campeón de Durmstrang estaba bailando con Fleur y Cho, y parecía encantado de ver que Hermione había vuelto, y luego se preocupó inmediatamente cuando notó que lloraba. Hermione resopló, limpiándose cuidadosamente los ojos sin manchar el maquillaje.

-Gracias, Harry-. Se acercó a Viktor, desechando su preocupación y arrastrándolo de nuevo al baile.

Harry se deslizó de nuevo hacia el grupo, con la música aún a todo volumen. -¿Dónde has estado?- Preguntó Susan, mirándolo críticamente. -No, no, he cambiado de opinión, no quiero saberlo. Eres una vergüenza, Potter-. Sus ojos eran burlones, y lo tomó de la mano para arrastrarlo a un baile.

Un rato después, se oyó un fuerte gemido cuando la banda anunció que la siguiente sería la última canción, pero por mucho que Harry no quisiera que la noche terminara, también estaba desesperado por irse a la cama. Le iba a doler mucho por la mañana.

Por fin la música llegó a su fin, y los oídos de Harry resonaron en el silencio que siguió. -Muy bien, todos ustedes-, declaró Cedric, con el brazo alrededor de la cintura de Cho. -Vayan a la cama. Órdenes del prefecto-. Le guiñó un ojo.

-Sí, sí, lo que sea. ¿Estás en Ravenclaw o en Hufflepuff esta noche?- preguntó Susan. Las mejillas de Cedric enrojecieron, pero después de una mirada a Cho, volvió a mirar al cuarto año.

-Hufflepuff. Vamos, los acompañaremos de vuelta. Buenas noches a todos-.

Siguiendo las indicaciones de Cedric, todos empezaron a despedirse, Susan le dio un picotazo a Harry en la mejilla y le agradeció la gran velada antes de salir corriendo detrás del campeón de Hufflepuff. Harry se dio cuenta, tardíamente, de que no se podía encontrar a ninguno de los gemelos, ni a sus citas; debían de haber desaparecido después de enviar a Harry con Draco.

Harry, Neville y Ginny esperaron junto a las puertas a que Hermione se despidiera de Viktor en privado; cuando por fin se unió a ellos, su lápiz de labios estaba manchado y parecía mucho más feliz que cuando Harry la había arrastrado al vestíbulo. Se alegró; ella no merecía que su noche terminara en un punto tan bajo por culpa de Ron.

Los cuatro arrastraron sus cansados cuerpos hasta la Torre de Gryffindor, los tacones de Ginny en la mano de Neville y los zapatos demasiado grandes de él en los pies de ella, mientras él caminaba sólo con sus calcetines. Eso hizo que Harry sonriera; siempre tan caballeroso. -Fue divertido-, dijo Ginny con una sonrisa, rozando el hombro de Neville mientras caminaba. -Gracias por invitarme-.

-Gracias por decir que sí-, devolvió Neville, sonrojado. -Yo... me lo he pasado muy bien-.

-Yo diría que esta noche ha sido un éxito rotundo-, comentó Harry. Lo único que podría haberlo hecho mejor era más tiempo con Draco.

-Sólo será un éxito si me dices con quién te desapareciste para besuquearte-, se burló Ginny, dejándose caer para lanzarle una sonrisa, riéndose cuando se sonrojó.

-Eso no es de tu incumbencia-, dijo con altanería.

-Así que eso es lo que estabas haciendo fuera-, se dio cuenta Hermione, alzando las cejas. -¿Quién es ella?-.

-Ya te he dicho que no es de tu incumbencia. Yo no beso y cuento-.

-No eres divertido, Potter-, declaró Ginny. Llegaron al hueco del retrato, y los chicos se despidieron de las chicas, empezando a subir las escaleras. Antes de que llegaran al dormitorio, Neville puso una mano en el brazo de Harry, mordiéndose el labio con vacilación.

-Harry, esa persona con la que te estabas besuqueando-, empezó, y Harry, por reflejo, puso una barrera de privacidad. -¿Era Malfoy?-.

Harry sintió que la sangre se le escurría de la cara. -¿Qué?- Forzó una carcajada. -¿Qué te hace decir eso?-.

-Bueno, dijiste que eras amigo de él. Y en todo el interrogatorio de Hermione, nunca has dicho que estabas saliendo con una chica-.

-¡Sí, pero Malfoy!-.

-Al principio pensé que era Cassius-, continuó Neville. -Especialmente cuando dijo que estaba viendo a alguien. Pero todavía estaba en el salón bailando con Fleur cuando tú te fuiste, así que no pudo ser. Y, bueno, siempre ha habido algo entre tú y Malfoy. Me imaginé que si fuera otra persona, ya me lo habrías dicho-. Neville hizo una pausa y luego sonrió un poco. -Además, parecía que querías comértelo vivo cuando lo viste con la túnica de gala. Pero no creo que nadie más se haya dado cuenta-, añadió rápidamente. -Es que... te conozco, Harry. Y si es Malfoy, está bien. Creo que tienes razón en que no es tan malo como la gente cree-.

Harry suspiró, pasándose una mano por el pelo. -No puedes decírselo a nadie Neville-, dijo seriamente. -Podría estar en serio peligro si se sabe. Su padre...- Se interrumpió, y Neville asintió, con los ojos bien abiertos.

-Tu secreto está a salvo conmigo-. Entonces Neville sonrió. -Tal vez quieras mirarle el culo un poco menos cuando estés en público-.

Harry se rió, dejando caer su protector de privacidad y continuando por las escaleras. -Eso es pedirme demasiado, Nev-, insistió, bostezando. Neville resopló, empujando la puerta del dormitorio y entrando de puntillas. Todas las luces estaban apagadas y las cortinas estaban corridas en las otras tres camas.

-Buenas noches, Harry-, susurró Neville con una sonrisa.

-Buenas noches, Nev-. Harry apenas consiguió ponerse el pijama y cepillarse los dientes antes de caer en la cama, escapándosele un silencioso suspiro de alivio. Se alegró mucho de no tener que estar en ningún sitio por la mañana; iba a dormir por lo menos hasta el mediodía.

Severus dejó escapar un largo suspiro al salir del floo de Seren Du. Era casi la una de la madrugada, pero el maldito baile por fin había terminado. -Señor Severus, señor-, saludó Ceri en voz baja. -¿Necesita algo?-.

-Agua, por favor-. Dos chasquidos silenciosos después, el elfo le pasaba un gran vaso de agua. Severus bebió sediento, con la cabeza palpitante. -Gracias, Ceri. Eso es todo-. El elfo asintió y desapareció, y Severus se quitó las botas y empezó a subir la escalera, pensando con nostalgia en la cama. Aquella noche había visto más piel de sus alumnos de la que quería volver a ver, Igor había empezado a sentir pánico por la Marca Tenebrosa en un lugar donde los niños podían oír, y su maldita túnica de gala le resultaba incómoda después de varias horas con ella puesta. Sí, definitivamente estaba listo para que el día terminara.

Caminó en silencio por el pasillo, abriendo la puerta de la habitación tan silenciosamente como pudo, sin querer despertar a Remus. Eso resultó ser un punto discutible; la luz de la cabecera estaba encendida, y el hombre lobo estaba sentado en la cama, con el pecho desnudo y leyendo un libro. Sonrió al ver a Severus, y entonces sus ojos se abrieron de par en par, cayendo el libro en su regazo. -Bueno, hola precioso-, saludó, con la voz un poco ronca. El pulso de Severus se aceleró instintivamente. -No había visto esas túnicas antes. ¿Son nuevas?-.

-Relativamente-, contestó Severus, alcanzando los pequeños botones del cuello. Remus se levantó de la cama y se acercó a él sin más ropa que un pantalón de pijama de tela escocesa. Detuvo las manos de Severus con las suyas, con los ojos miel oscuros en la poca luz.

-Déjalo por un segundo-, le pidió. Severus suspiró.

-Remus, ha sido un día muy largo y sólo quiero ir a la cama-.

-Pues yo quiero arrancarte esas túnicas con los dientes-, respondió Remus en tono de conversación. Severus se atragantó. Su traje se volvió abruptamente mucho más apretado en toda una zona diferente.

-¡Remus!-.

El Gryffindor se inclinó hacia él, acariciando la mandíbula de Severus, con los dedos deslizándose hacia arriba para desabrochar los primeros botones. Severus no pudo evitar inclinar la cabeza hacia atrás y suspirar cuando la lengua de Remus recorrió su manzana de Adams, aflojando algunos botones más. -Las cosas que te haría con esta túnica si no fuera la una de la madrugada-, suspiró Remus, pasando una mano por el pecho de Severus. -Dioses, eres sexy-.

Severus se preguntó si alguien le creería alguna vez si les dijera que el apacible, estudioso y antiguo Remus Lupin era un absoluto descarado en privado. Luego se dio cuenta de que no quería que nadie más que él supiera eso del Gryffindor; su lobo a puerta cerrada era una criatura completamente diferente, y le pertenecía sólo a él.

-No son tan diferentes de mis túnicas habituales-, señaló Severus, dejando que Remus desabrochara lentamente un botón a la vez, revelando la pálida piel que había debajo. Ese estilo de túnica no permitía llevar una camisa debajo.

-Oh, pero lo son-, insistió Remus sin aliento, llegando finalmente al final de la fila de botones. Se echó hacia atrás, lanzando una mirada de admiración a Severus, con la túnica abierta sobre el pecho desnudo. Severus nunca se acostumbraría a que lo miraran de esa manera. Como si fuera deseable. -Merlín-.

Remus lo hizo girar, empujándolo suavemente hasta que estuvo de espaldas en su cama, con la túnica aún sobre los hombros pero abierta por lo demás, con los pantalones negros colgando de la bragueta. La mirada del Gryffindor lo recorrió con avidez. -Sé que estás cansadocansado-, dijo rasposamente. -Es que... Merlín, Severus. No puedo evitarlo-.

Había un poco de lobo en sus ojos mientras hablaba: sólo faltaban dos noches para la luna. No es de extrañar que fuera tan malditamente excitable, pensó Severus con un giro mental de sus ojos. Enganchó los tobillos alrededor de las caderas de Remus, atrayéndolo rápidamente. -Ya estoy despierto, desalmado-, murmuró, como si le resultara tan difícil tener a un hombre guapísimo mirándolo como si quisiera que Severus fuera el desayuno, el almuerzo y la cena. -Eso sí, no esperes nada dramático-.

Remus le sonrió, deslizándose sobre la cama y poniéndose a horcajadas sobre los muslos de Severus, trabajando los botones de sus pantalones con una lentitud frustrante. Severus dejó escapar un sonido que se negó a clasificar como gemido. -Sigue con ello-, le suplicó, aspirando un fuerte suspiro cuando la mano de Remus se deslizó finalmente por debajo de sus pantalones, cerrando los dedos en torno a la carne rígida.

El hombre lobo ni siquiera se molestó en quitarle los pantalones a Severus, sino que se limitó a bajar y abrir la bragueta lo suficiente como para rodearlo con la boca. Severus se arqueó ante el contacto, gimiendo en silencio. -Remus-, respiró, con los dedos agarrando las sábanas. -Remus, por favor-.

Remus zumbó alrededor de su longitud, con la lengua trabajando con pericia para enviar ondas de placer que se disparaban por el cuerpo de Severus. Iba a ser rápido y sucio, y Severus estaba agradecido; Remus sabía exactamente cómo jugar con su cuerpo, y si el hombre lobo hubiera querido alargar las cosas, Severus habría sido incapaz de resistirse. Después de todos estos años, incluso con más de una década de diferencia, seguían conociéndose tan bien como a sí mismos.

Un minuto más, y Severus se corría en la boca de Remus con un grito mordido, desplomándose contra el colchón. Cuando pudo volver a respirar, miró a su amante con los ojos dilatados. -¿Qué necesitas?-, preguntó suavemente. Remus se movió, bajándose el pantalón del pijama lo suficiente como para liberar su polla de los confines, con las pupilas dilatadas mientras miraba a Severus.

-Necesito que sigas ahí tumbado, con ese mismo aspecto-, le dijo Remus, con la voz ronca mientras se rodeaba con la mano, masturbándose rápidamente. Severus no parpadeó, viendo cómo el hombre se acercaba al borde, cambiando una mano para envolver posesivamente el muslo de Remus. Pequeños jadeos se escapaban de los labios de Remus, y era uno de los mejores sonidos que Severus había escuchado.

Remus se corrió con un gruñido sobre el estómago de Severus, sus ojos brillaban con un color dorado mientras miraba al hombre que estaba debajo de él en la cama. Años atrás, Severus se habría asustado al ver a su amante con el lobo tan cerca mientras estaban en la cama. Ahora, Severus sólo se encontraba deseando tener la resistencia de su juventud... y que no fuera la una de la maldita mañana.

La tensión se filtró por los hombros de Remus, que se desplomó sobre Severus, ignorando el lío que había entre ellos. -Lo siento-, murmuró en el cuello de Severus. -Me dejé llevar un poco-.

-No tienes que disculparte por eso, Merlín-, aseguró Severus, pasando una mano por el pelo canoso. -Ha sido un largo día, pero si alguna vez te veo con esa mirada y no termina en esto, llévame atrás y dispárame; estoy oficialmente acabado-. Remus soltó una risita, presionando un beso en la clavícula de Severus.

-Y dicen que no eres un romántico-, se burló. -¿Qué tal el baile?-.

-Pillé demasiadas parejas en los arbustos-, dijo Severus con el ceño fruncido. -Siendo tu ahijado mocoso uno de ellos-.

-Si mi ahijado mocoso estaba allí, eso significa que tu ahijado mocoso estaba con él-, replicó Remus. -A menos que Harry tenga que dar muchas explicaciones-.

-Estaba allí, sólo que tuvo el buen tino de no dejarse atrapar-. Severus lo había visto, dos minutos después de que Harry se fuera, arrastrándose entre las sombras con el pelo revuelto y los botones desiguales. Una vergüenza.

-O tuviste la amabilidad de dejarlo pasar-, corrigió Remus. Murmuró un encantamiento de limpieza sin varita para deshacerse del desorden entre ellos, sentándose y tirando de Severus con él. -Realmente me encantan estas túnicas en ti-, reflexionó, empujándolas de los hombros de Severus para que se acumularan en la cama. -Aunque a ti te queden mucho mejor-. Le guiñó un ojo y Severus puso los ojos en blanco.

-Lobo incorregible-, murmuró, juntando sus labios antes de bajarse de la cama, quitarse los pantalones y cruzar desnudo la habitación a grandes zancadas en busca de su pijama. Remus silbó en silencio, con los ojos bailando.

-Serpiente sexy-, le devolvió, subiéndose el pantalón del pijama y recostándose en la cama con una sonrisa. -Date prisa-.

Severus hizo su rutina nocturna en el baño rápidamente, y cuando volvió al dormitorio Remus tenía los ojos apenas abiertos, la lámpara aún encendida. Se deslizó bajo las sábanas, dando la bienvenida al otro hombre mientras se desperezaba sobre Severus. Se estaba volviendo difícil dormir estos días, sin el peso de Remus sobre su pecho. -Nox-, murmuró, sumiéndolos en la oscuridad. La mejilla rameada de Remus se arrimó a su cuello.

-Te amo-, murmuró, ya medio dormido. Severus colocó una mano en la parte baja de la espalda del hombre, poniéndose cómodo.

-Y yo a ti-, dijo, tan suavemente que habría creído que Remus se había perdido, de no ser por la curva de los labios del hombre contra su garganta.

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