LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 20

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By jenifersiza

Harry debería haber sabido que Ron y Hermione no permanecerían ajenos para siempre.

Al entrar en la sala común después de una rápida reunión con Draco tras la cena -una de sus escasas reuniones antes del toque de queda-, Harry se sorprendió al ver a Ron y Hermione sentados en el sofá junto al fuego. Hermione no estaba haciendo los deberes, lo cual era una novedad en sí misma. -¿Dónde has estado?-, preguntó ella con suspicacia. Harry se encogió de hombros.

-En la biblioteca-, respondió, su respuesta habitual para excusar sus ausencias. Ya sea reuniéndose con Draco o con los otros herederos -habían empezado su propio grupo de estudio antes, porque resultó que había bastante gente inteligente en el grupo, y entre todos tenían casi todas las asignaturas cubiertas. Sullivan dijo que sus notas nunca habían sido mejores.

-No lo fueron. Estuve en la biblioteca y no te vi allí-, argumentó Hermione. Harry se mordió un suspiro.

-Es una biblioteca muy grande, Hermione. Pero estuve allí, y luego terminé mi ensayo de Pociones, así que fui a dar un paseo. Si quieres saberlo-. Se hundió en el sillón, dejando caer su bolsa en el suelo. -¿Qué importa dónde estaba, de todos modos?-.

-Últimamente siempre desapareces de nosotros, amigo-, acusó Ron. -Parece que apenas te vemos ya-.

No se equivocaba, pero Harry no se sentía del todo mal por ello. Había muchas partes de su vida que no podía compartir con ellos, pero muchas de ellas simplemente no las quería compartir. Si se hubiera esforzado, podría haberles hablado de su grupo de estudio entre casas sin decir nada de que eran herederos. Hermione era ajena a toda esa política, y Ron odiaba activamente cualquier cosa que pudiera darle algo en común con Malfoy, así que tampoco era lo suficientemente conocedor como para atar cabos. Pero a Harry le gustaba tener gente en su vida que no fueran ellos. Ron y Hermione querían saberlo todo. Pensó en sus dos primeros años de escuela, cuando actuaban como si fuera una ofensa personal si no compartía todos los secretos con ellos, y se dejó llevar porque no sabía de qué otra manera debía ir la amistad. Incluso ahora le preguntaban constantemente si había tenido noticias de Sirius, como si fuera de su incumbencia. Harry se alegraba de que no supieran nada del sueño que había tenido en verano.

Y aún quedaba esa pequeña voz en el fondo de su mente que le decía que no podía confiar en ellos. La voz que decía que eran más leales a Dumbledore que a él. Esa voz nunca se había equivocado.

-Me gusta tener un poco de tiempo para mí estos días, es todo-.

-Hermione se preguntaba si tenías una novia de la que no nos hablabas-, bromeó Ron, moviendo las cejas hacia Harry. El chico de pelo oscuro se puso muy rojo.

-¿Qué... por qué dices eso? No tengo novia!-, balbuceó. Ron se rió.

-¡Exactamente, eso es lo que he dicho! Dije que nos dirías si la tenías-. Sonó confiado.

-No si es alguien que pensó que no aprobaríamos-, replicó Hermione. Se volvió hacia Harry, dirigiéndole una mirada comprensiva. -Si lo haces, puedes decírnoslo. No te juzgaremos, Harry-.

Tantas respuestas pasaron por la mente de Harry ante eso. He estado saliendo con Slytherins. Me gustan los chicos. Creo que estoy enamorada de Draco Malfoy. Dudaba que entonces lo aceptaran tanto. En cambio, sacudió la cabeza con obstinación.

-No tengo una novia secreta-, prometió.

-'Mione', ¿de verdad creías que alguien podía salir con Harry Potter y mantenerlo en secreto?- Señaló Ron, riendo entre dientes. -Estaría por todo el colegio con la noticia-.

Harry hizo una mueca. Chica o chico, él nunca saldría con alguien que se emocionara por su fama de esa manera. Seguramente lo sabían. -Si alguna vez consigo una novia, ustedes dos serán los primeros en saberlo-, dijo, seguro de que eso nunca ocurriría. Estaba bastante seguro de que las chicas simplemente... no eran lo suyo. Independientemente del rubio Slytherin que parecía estar ocupando demasiado espacio en los pensamientos de Harry.

Ignoró las discusiones de Ron y Hermione sobre el tipo de chica con la que podría salir, y sacó de su bolso uno de los libros de ficción muggle que Remus le había comprado y se dispuso a leer. Era difícil prestar atención con tantas cosas que pasaban por su mente: ¿cuándo había cambiado tanto su amistad con Ron y Hermione como para sentir que ya casi no lo conocían? ¿Y por qué lo seguía intentando?.

Harry salió furioso del aula de Moody en cuanto sonó el timbre, caminando demasiado rápido para que nadie pudiera alcanzarlo. Le dolían las rodillas por haberse golpeado varias veces contra el pupitre y las manos le temblaban tanto que no podía conseguir que dejaran de hacerlo.

¿Cómo diablos podía Dumbledore aprobar eso? Someter a niños menores de edad a la maldición Imperius. No importaba si era bueno para ellos saber lo que se sentía, era tremendamente ilegal, y definitivamente deberían haberles enviado algún tipo de formulario de consentimiento para que sus tutores lo firmaran.

Estaba furioso y adolorido, y su cabeza aún se sentía rara por haber sido imperiado varias veces, y ni siquiera sabía hacia dónde se dirigía, siempre y cuando fuera lejos. Por eso estaba totalmente desconcertado cuando se encontró en las mazmorras, fuera del despacho de Snape. Se mordió el labio; Sirius y Remus habían dicho que podía acudir a Snape si tenía problemas durante el curso. En realidad, el hombre se había portado bastante bien con Harry en la clase de Pociones hasta el momento, teniendo en cuenta todas las cosas.

Harry llamó a la puerta con cautela.

-Entre-, fue la respuesta cortante. Harry abrió la puerta con facilidad, viendo cómo el profesor de Pociones enarcaba las cejas. -Potter-.

Harry abrió la boca para hablar, pero Snape levantó primero una mano, levantando la varita y realizando varios encantamientos de protección. Sólo entonces bajó la mano con un gesto para que Harry hablara. -¿Sabe qué hace el profesor Moody en sus clases, señor?-.

-Sé que recientemente realizó los tres Imperdonables-, dijo Snape con un rizo despectivo en el labio. -No sé si ha ocurrido algo más reciente-.

-Nos está sometiendo a la maldición Imperius-.  Snape dejó caer su pluma. Harry continuó. -Dice que Dumbledore quiere que sepamos lo que se siente, para que aprendamos a combatirla-.

Una de las manos de dedos largos de Snape se levantó para agarrarse el puente de la nariz, y dejó escapar un suspiro frustrado. -Claro que sí-, murmuró con sorna. -Potter, estás temblando-. Se puso en pie rápidamente, instando a Harry a sentarse en la silla frente a su escritorio.

-Casi lo tiré la primera vez-, le dijo Harry. -El profesor Moody me puso debajo de él otras cuatro veces, hasta que pude ignorar completamente sus órdenes-.

Cuando levantó la vista unos instantes después, Snape le estaba empujando un frasco de poción Pepper-Up. -¿Cinco maldiciones Imperius en un período de media hora? Tienes suerte de poder seguir formando frases-, murmuró. -¿A qué demonios está jugando? El Niño de Oro de Dumbledore no le sirve de nada con el cerebro saliéndole por las orejas-.

Después de la poción, Harry se sintió inmediatamente mejor. -Nadie más en la clase fue capaz de lanzarla. Creo que sólo quería sacar lo mejor de mí-.

-Le dije a Albus que era una idea tonta sacar a ese loco de su retiro-, dijo Snape. -Ha recibido demasiadas maldiciones en la cabeza-.

-¿Qué se supone que debo hacer?- preguntó Harry con impotencia. -No puedo acudir a Dumbledore porque fue su idea. Pero no puedo ir a nadie más porque entonces será obvio para Dumbledore que ya no le obedezco-. Se le ocurrió un pensamiento y se quedó helado. -¿Sabrá que me he librado del encantamiento de Compulsión? ¿Desde que fui capaz de deshacerme del Imperius?- Se suponía que el encantamiento lo haría más sugestionable, después de todo.

-En todo caso, esto probablemente juega a nuestro favor. Creerá que su encantamiento de Compulsión es tan fuerte que anula incluso el Imperius de Moody-, le aseguró Snape. -Pero estoy de acuerdo, no puedes decir nada al respecto-. Frunció los labios, en silencio por un momento. -Siento decirte, Potter, que creo que vas a tener que seguir con ello. Con un poco de suerte, una vez que puedas deshacerte de la maldición cada vez, Moody se aburrirá y seguirá adelante. Y es una buena habilidad para tener. Aunque los métodos sean... cuestionables-. Cogió el frasco vacío de los dedos aún temblorosos de Harry, dejándolo a un lado. -Sólo ten cuidado; la exposición repetida a corto plazo a la maldición Imperius puede ser peligrosa. Quiero que vengas a verme si sientes algún síntoma inusual, o si te vuelve a anestesiar más de tres veces seguidas-.

-Sí, señor-. Harry se mordió el labio. -¿No es Madam Pomfrey?- Snape frunció el ceño en respuesta.

-Hasta que no haya averiguado quién del personal está bajo el control de Dumbledore, creo que es mejor que nos guardemos esto-, dijo finalmente. -Independientemente de la lealtad de Poppy, no me gusta la idea de que pases mucho tiempo en el ala hospitalaria. Es mucho más fácil para el director acceder a ti allí, con mucha privacidad en caso de que decida que necesitas un poco más de control mágico-.

La idea de que Dumbledore lo maldijera mientras dormía hizo que a Harry se le revolviera el estómago. -Pasar todo un curso escolar sin ir al ala de hospitalización va a ser una tarea difícil, señor-, comentó con una risa débil. Los labios de Snape se torcieron.

-Te di esas pociones por una razón, Potter. Y si necesitas ayuda, siempre puedes acudir a mí. Supongo que ese mapa tuyo te mostrará el camino a mis aposentos privados-. Harry asintió. -Entonces tienes permiso, en caso de emergencia, para acudir a mí allí si lo necesitas. No abuses de ese permiso, Potter-.

-No lo haré-, prometió Harry, y lo dijo en serio. Snape estaba de su lado. Como dijo Sirius, ahora era básicamente de la familia. Harry no quería hacer nada que alterara la tregua que parecían haber alcanzado.

-Quiero que te sientes ahí durante veinte minutos-, le ordenó Snape. -Lee si es necesario, pero necesito asegurarme de que no vas a tener ninguna réplica. Puedes irte cuando sea la hora de la cena-.

-Sí, señor-. Harry rebuscó en su bolsa el libro, pero no lo abrió, sino que se recostó en la silla y dejó que se le cerraran los ojos. Si alguien le hubiera dicho el año pasado que se sentiría tan relajado en el despacho de Snape, se habría muerto de risa, pero era tan agradable estar en un lugar tranquilo. Un lugar donde nadie esperaba nada de él, ni quería respuestas. Un poco del refugio que había tenido en Seren Du.

Dios, extrañaba ese lugar. Iba a ser un largo, largo año escolar.

Una vez que se anunció la llegada de los colegios extranjeros, era lo único de lo que se hablaba. Incluso Draco, cuando se reunió con Harry unas noches antes de Halloween, mencionó a las dos chicas francesas que había conocido durante el verano y que no vendrían porque eran menores de edad. Harry no pudo encontrar en él la forma de entristecerse por eso.

Por fin estaban todos reunidos en el vestíbulo de entrada, que estaba reluciente tras su pequeña remodelación. -¡Por aquí, afuera! Manténganse en fila-, les ordenó McGonagall, que los regañó hasta que todos los Gryffindors estuvieron en filas ordenadas por grupos de años fuera de la escuela. Las otras casas se organizaron de la misma manera, con sus jefes de casa manteniendo a todos en fila. Esperaron.

Harry se impresionó de mala gana por la llegada de las dos delegaciones. Sobre todo, se alegró de los encantos calentadores que Remus había puesto en su capa escolar antes de hacer la maleta. Cuando los alumnos hubieron salido tanto del carruaje como del barco, todos comenzaron a dirigirse hacia el interior; hasta que la delegación de Durmstrang se acercó lo suficiente como para que todos pudieran ver a su famoso miembro.

-¡Viktor Krum!- El susurro resonó entre la multitud de estudiantes; Harry vio que Krum agachaba la cabeza y seguía adelante, ignorando resueltamente los chillidos y murmullos de su nombre. Harry podía simpatizar con eso.

-¡Harry, es Krum!- siseó Ron, como si Harry no se hubiera dado cuenta.

-Por el amor de Dios, Ron, sólo es un jugador de quidditch-, dijo Hermione poniendo los ojos en blanco. Ron la miró como si se hubiera vuelto loca.

Harry puso los ojos en blanco cuando se pusieron a discutir en silencio, y avanzó un par de pasos hasta situarse entre Neville y Parvati. Parvati seguía con los ojos estrellados, pero estaba un poco más serena al respecto. -¡Sabía que era joven, pero no tenía ni idea de que aún estaba en el colegio!-.

-Imagínate tratar de mantener tus notas junto con una carrera profesional de quidditch-, murmuró Harry con una mueca.

Todos se acomodaron en las mesas de sus casas, y esperaron a que los alumnos extranjeros eligieran sus lugares. Los alumnos de Beauxbatons se decidieron por la mesa de Ravenclaw, mientras que la delegación de Durmstrang -(siguiendo el ejemplo de Krum)- se dirigió a la mesa de Slytherin. Harry no sabía qué era más divertido: ver a Draco tratando de hacerse el interesante mientras Viktor Krum se sentaba a su lado, o ver a Ron enfurecerse en silencio por ello.

Harry estudió las delegaciones extranjeras con curiosidad; estaba claro que cada colegio había enviado sólo a los alumnos mayores de edad, ya que tenían unos quince estudiantes cada uno. Beauxbatons parecía ser una mezcla bastante equilibrada de chicos y chicas, mientras que en el grupo de Durmstrang sólo pudo ver a dos chicas. Dumbledore se paró en su podio, y un silencio cayó sobre la sala.

Lo único que hizo fue saludar a sus invitados y declarar el comienzo del banquete, y Harry se sorprendió de la cantidad de platos extranjeros que se ofrecían. Los elfos domésticos se habían superado a sí mismos.

-Oh, deberían probar esto, chicos-, instó Parvati, señalando una gran olla de barro llena de una especie de guiso. -Es gyuvech, lo comí una vez en Bulgaria con mi familia. Es delicioso-. Harry y Neville compartieron una mirada y luego se encogieron de hombros, sirviendo cada uno un poco del guiso en sus platos. Después de todo, el objetivo del torneo era compartir la cultura.

Ron y Hermione estaban un poco más adelante en la mesa, y Ron parecía haberse dado cuenta por fin de que Harry no estaba sentado con ellos. Desgraciadamente -(o afortunadamente, según se mire)-, se distrajo enseguida al ver que una hermosa chica rubia francesa se acercaba y pedía llevarse uno de los platos. A Ron se le fue la lengua con ella, y Hermione le hizo un gesto de desprecio para que la chica se llevara el plato, mirando al pelirrojo. Harry se dio cuenta de que varios otros chicos miraban boquiabiertos a la rubia mientras ésta volvía a la mesa de Ravenclaw.

-¿Crees que es parte veela o algo así?- preguntó Neville con curiosidad, siguiendo también con la mirada a la chica. Harry enarcó una ceja.

-Podría serlo-. Eso explicaría por qué todos los chicos estaban mirando. ¿Acaso la veela no afectaba a las mujeres?.

-Eh, Harry, aquí arriba hay sitio para ti-, llamó Ron una vez que el postre apareció en la mesa, señalando el asiento vacío a su lado, el que había despejado para Viktor Krum.

-Estoy bien, gracias, Ron-, le dijo Harry con la mano, sirviéndose un pastel. Neville resopló ante la mirada indignada de Ron.

-El Trío de Oro ya no es tan dorado, ¿verdad?-, murmuró con conocimiento de causa. Harry se encogió de hombros.

-Mis prioridades son diferentes ahora. Las suyas... no coinciden del todo-. Esperaba pasar el mayor tiempo posible evitando la inevitable confrontación cuando se dieran cuenta de que, sobre todo, los estaba evitando. Se sentía tan asfixiado con ellos. Ron especialmente, pero si esa amistad se fracturaba no podía garantizar de qué lado caería Hermione.

Cuando se recogieron los platos, Dumbledore se puso de pie una vez más, y Harry se dio cuenta de que las dos sillas vacías de la mesa del personal se habían llenado. ¿Cuándo habían llegado Bagman y Crouch?.

Filch sacó el enorme ataúd, que revelaba el Cáliz de Fuego, un objeto impresionante, sin duda. Harry debería haber sabido que el "juez imparcial" era un artefacto mágico. A los magos les encantaba dar poder de decisión a objetos inanimados.

Cuando todos se reunieron para dirigirse a sus salas comunes, Harry se encontró una vez más rodeado por Ron y Hermione, aunque los gemelos los apartaron rápidamente. -¡Una línea de edad!- cacareó Fred. -¡Eso es fácil de engañar! Y una vez que nuestros nombres estén en el Cáliz, seremos de oro-.

-¿Qué te parece, Harry? ¿Seguro que no quieres intentarlo?- preguntó George. Harry se rió, negando con la cabeza.

-No, no es para mí. Pero buena suerte con eso-. Dudaba que algo tan simple como una Poción de Envejecimiento pudiera engañar a la linea, pero, de nuevo, era Dumbledore. Era todo un aliciente para romper las reglas de manera imprudente.

En la puerta del vestíbulo, se encontraron con un grupo de alumnos de Durmstrang y su director, Karkaroff. Harry se apartó para dejarlos pasar, esperando que Karkaroff no lo hubiera visto, pero era demasiado tarde. El hombre lo estaba mirando. Harry trató de no retorcerse; Snape le había advertido sobre Karkaroff. El hombre era un mortífago, y uno muy escurridizo.

Los ojos de Karkaroff estaban fijos en su cicatriz, y detrás de él sus alumnos también lo miraban, susurrando entre ellos al darse cuenta de quién era Harry. El único que no miraba era Krum. -Si no te importa, Igor-, la voz de Snape se elevó por encima de la silenciosa multitud. -El ego de Potter ya es lo suficientemente grande como para que los extranjeros se queden boquiabiertos también. Puede que no le quepa la cabeza por la puerta si sigues con ello mucho tiempo-.

Karkaroff pareció darse cuenta de que había reunido a una multitud y tosió, dirigiéndose hacia la puerta. Harry lanzó a Snape una mirada de agradecimiento, pero el hombre lo ignoró.

Y así comenzó.

A Harry no se le escapó que el día en que se extraerían los nombres del Cáliz era también Halloween. Se despertó con un mal presentimiento y se escabulló del dormitorio antes de que nadie se despertara, envuelto en un jersey de punto azul oscuro que aún olía ligeramente al detergente que Ceri usaba en Seren Du, y en la capa que le habían regalado por su cumpleaños. Se guardó el espejo de dos vias en el bolsillo al salir, y poco a poco fue trazando un plan en su mente.

A pesar del entusiasmo por el Cáliz de Fuego, Harry se había levantado lo suficientemente temprano como para que sólo hubiera un puñado de personas pululando por el Gran Comedor. Podía acostumbrarse a esto; era agradable desayunar con tranquilidad. Observó cómo Cassius y un par de Slytherins más lanzaban sus nombres a las llamas, y sonrió. ¿Imagina que el campeón de Hogwarts fuera un Slytherin?.

Cuando las cosas se pusieron un poco más concurridas, Harry terminó sus gachas y salió de la sala, justo cuando entraba la delegación de Durmstrang. Cada uno de ellos tenía un trozo de pergamino en la mano. Harry se quedó en la puerta para ver cómo lanzaban sus nombres uno a uno, y luego se escabulló fuera del castillo y hacia el lago, envolviéndose con la capa. Encontró un rincón tranquilo junto a un árbol cerca de la orilla y preparó sus encantos de privacidad habituales antes de sacar el espejo del bolsillo y pronunciar el nombre de Sirius. Al cabo de unos instantes, el rostro de su padrino apareció.

-Te has levantado temprano-, saludó Sirius. Harry ofreció una media sonrisa.

-Tú también-, señaló. -Es uno de esos días-.

Sirius le miró con complicidad. -Lo es, ¿verdad?-, convino. -¿Cómo van las cosas en el colegio? Esta noche se anuncian los campeones, ¿verdad?-.

Harry le contó a Sirius todo lo que había pasado desde que había hablado con el hombre hace unos días, incluyendo su pequeño momento con Karkaroff. La sola mención del hombre hizo que Sirius frunciera el ceño. -Aléjate de él si puedes, Harry-, advirtió. -No es bueno-.

Harry había supuesto eso por sí mismo. -¿Cómo van las cosas en casa? ¿Qué vas a hacer hoy?-.

-Pasar tiempo con Moony. Voy a encender un fuego de Samhain más tarde. Hoy es... difícil, para los dos-. Ninguno de los dos necesitaba decir por qué. La muerte de Lily y James Potter pesaba sobre todos ellos, la herida seguía dolorosamente fresca después de trece años.

-Ojalá pudiera estar allí con ustedes-, suspiró Harry. Odiaba tener que pasar Halloween en el colegio. Todo el mundo era demasiado alegre, y siempre salía algo mal.

-Nosotros también, cachorro. Asegúrate de que alguien te dé un abrazo hoy, ¿sí? Por mí. Te diría que fueras a pedirle uno a Severus, pero creo que podría explotar si se lo pidieras-, bromeó Sirius, haciendo que Harry sonriera.

-Vale. Dale a Moony un abrazo extra de mi parte, ¿no? Por el bien de los dos-. Algún día podrían pasar el día todos juntos, guardando el luto como es debido. Probablemente no hasta después de que Harry se graduara de Hogwarts, pero... era un bonito pensamiento.

Charló con Sirius sobre cosas intrascendentes durante un rato, disfrutando de la cálida sensación que le producía tener un adulto que realmente se preocupaba por las pequeñas cosas de su vida. No sólo queriendo hablar con él cuando estaba en problemas, o en peligro, o necesitaban algo de él; uno de los pocos adultos en la vida de Harry que realmente se preocupaba por él. No el niño que vivió.

Sin embargo, al final Sirius tuvo que irse, y Harry se guardó el espejo con un suspiro, mirando el lago. ¿Y si se quedaba sentado allí todo el día hasta el banquete? ¿Y si ni siquiera iba al banquete? Ya se enteraría de quiénes eran los campeones por la mañana. No le importaba en absoluto.

Sus encantos de privacidad hacían que los ruidos externos fueran un poco confusos, así que los abandonó para dejar que los sonidos de la naturaleza lo invadieran; el suave arrullo de la marea del lago, los pájaros y otras criaturas del bosque parloteando. Muy débilmente, podía oír el ruido de los estudiantes en el castillo, pero estaba lo suficientemente lejos como para fingir que no existían. Hasta que alguien se aclaró la garganta. -¿Te importa si me uno a ti?-.

Era Draco, con la cara pálida medio cubierta por su bufanda de Slytherin. Harry se arrastró un poco, haciendo espacio para el rubio. -¿Qué haces aquí fuera?-.

-Pansy quería intentar ver mejor a Krum-, explicó Draco. -La dejé en ello. ¿Estás bien? Pareces triste-.

-Acabo de hablar con Sirius-. Harry se mordió el labio y luego suspiró, encontrando la mirada de Draco con seriedad. -Le echo de menos. Especialmente hoy-.

-¿Hoy? Oh-. Draco ató cabos rápidamente. -Lo siento-, murmuró. -Debe ser difícil para ti. Ver a todos los demás tan felices-.

-No es sólo eso-, dijo Harry. -Es que... siempre pasa algo malo en Halloween. Todos los años. Siento que este año no será diferente, y estoy tan harto de todo esto. Sólo quiero que el día de hoy termine ya-. Le dolía el corazón, le dolía la cabeza y ya estaba muy cansado. El día apenas había comenzado y estaba listo para que terminara.

-Si te hace sentir mejor, los gemelos Weasley intentaron poner sus nombres en el Cáliz. La línea de edad los escupió de vuelta con barbas más largas y grises que las de Dumbledore-, le informó Draco, sonriendo ligeramente. -Fue divertidísimo. Supongo que se toman en serio lo de asegurarse de que no entre ningún menor de edad-.

Harry se rió. -Ojalá hubiera visto eso-. Se sentía un poco mal por los gemelos, pero en realidad se alegraba de que no fueran a arriesgar el cuello por algo de dinero y gloria.

La pareja se sentó en silencio durante un rato, el hombro de Draco cálido contra el suyo, ambos observando al calamar gigante picar con curiosidad el barco de Durmstrang. -Al menos mañana todo el alboroto habrá terminado-, murmuró Draco. -Se elegirán los campeones y el resto podremos seguir con lo nuestro hasta la primera tarea-.

-Sí-. Harry deseó que el torneo fuera el menor de sus problemas. -Draco, no sé qué hacer. No puedo dejar que Dumbledore sepa que estoy detrás de él, pero no puedo seguir fingiendo que no me importa, me está matando. Intento fingir que los comentarios de Ron sobre los Slytherins no me molestan, que los regaños de Hermione no son prepotentes. Ni siquiera puedo salir con Neville sin que sospechen, y mucho menos con nadie más-. Los otros herederos estaban haciendo bien en iniciar algunas amistades entre casas, pero Harry seguía sintiéndose atrapado. -A veces sólo quiero decir a la mierda y venir a sentarme con ustedes en la mesa de Slytherin, dejar que las piezas caigan donde puedan. ¿Qué importa si Dumbledore sabe que he arruinado su plan? Al final se va a enterar-.

-Enfrentarse a Dumbledore es un juego peligroso-, advirtió Draco. -Es más manipulador que cualquier Slytherin, y es sigiloso al respecto. Si te enfrentas a él exteriormente sin las debidas precauciones, podrías acabar expulsado, o algo peor. Ser el Niño que Vivió no te protegerá de todo-.

-Lo sé-, dijo Harry con un gemido. -Sé que no puedo. Es que... me parece que le estoy dejando ganar-.

-Si le estuvieras dejando ganar, no estarías sentado aquí hablando conmigo-, señaló Draco. -No todas las batallas son un gran enfrentamiento de Gryffindor, ¿sabes? Sigues diciéndome que tienes un lado Slytherin; deja que salga a jugar un rato. Trabaja en las sombras. Sé sigiloso-. Sonrió. -Ganarle en su propio juego-.

Harry dejó que la idea diera vueltas en su cabeza durante un minuto. Tendría que empezar poco a poco. -Creo que tengo que enviar algunas cartas-, dijo finalmente. -Voy a necesitar aliados tanto fuera como dentro del castillo-. Era el momento de empezar a dejar salir algunos de sus secretos; el momento de averiguar en quién podía confiar realmente. Después de todo, no podía desmantelar el control de Dumbledore sobre el mundo mágico sin ayuda. Había estado andando con pies de plomo, temiendo que Dumbledore lo descubriera y estuviera acabado, pero Draco tenía razón. Tenía un lado Slytherin, era hora de usarlo.

-¿Ahora mismo?- preguntó Draco, tensándose. Harry negó con la cabeza.

-Más tarde-. Estaba demasiado cómodo para irse todavía. -Por ahora sólo necesito un poco más de paz y tranquilidad-.

-Oh. Puedo ir, si quieres...-

Harry puso los ojos en blanco, tirando de la mano de Draco antes de que el rubio pudiera ir a ninguna parte. -Tú no cuentas, imbécil-, dijo poniendo los ojos en blanco, con las mejillas rosadas. Definitivamente era por el frío.

Draco volvió a sentarse, con la mano todavía en la de Harry. Con valentía, Harry se inclinó más cerca, dejando caer su cabeza sobre el hombro de Draco. -Odio Halloween-, murmuró en voz baja. La mejilla de Draco se inclinó para presionar su cabello, su cuerpo una línea cálida contra el de Harry.

-Siento lo de tus padres-, dijo suavemente.

La pareja estuvo sentada bajo el árbol durante casi media hora, con la cabeza de Harry sobre el hombro de Draco, respirando tranquilamente en la fría mañana de octubre. Cuando se separaron -(Draco preocupado porque Pansy lo buscara, y Harry pensando lo mismo de Ron y Hermione)-, Harry seguía teniendo el mal presentimiento en las tripas, pero se sentía más tranquilo. Más preparado para afrontar el día.

No era exactamente el abrazo que Sirius había ordenado, pero era suficiente.

Fiel a su palabra, subió a la lechucería después de separarse de Draco, llamando a Hedwig. -Hola, chica-, saludó con cariño, acariciando su cabeza. -No tardaré nada-. Había un escritorio en un rincón de la lechucería, y Harry sacó una pluma y un pergamino de su bolsa, sentándose con el ceño fruncido.

La primera carta en la lista de Harry era para Bill Weasley.

Querido Bill,

Espero que te parezca bien que te escriba. Después de todo, dijiste que nos mantuviéramos en contacto. Supongo que los demás ya te habrán hablado del torneo, pero los campeones se eligen esta noche. Por lo que he oído, los gemelos intentaron inscribirse, pero no pasaron de la línea de edad.

Me preguntaba algo: trabajas para Gringotts, ¿verdad? ¿Conoces a un duende llamado Gorrak? Tuve algunos tratos con él el verano anterior al tercer año, y me preguntaba cómo le iba. ¿Qué hace exactamente un rompedor de maldiciones? Dijiste que traías tesoros a casa, ¿todo tu trabajo consiste en asaltar viejas tumbas egipcias o también rompes maldiciones a la gente?.

Espero que te vaya bien,
Harry.

Ahí tienes. Suficiente pista para que Bill pudiera atar cabos, y suficiente para que, si Bill estaba en el bolsillo de Dumbledore, acudiera al director para contárselo, y Harry lo supiera pronto. Si Dumbledore creía que Harry estaba al tanto de la maldición que pesaba sobre él, sin duda empezaría a husmear.

Cogió un segundo trozo de pergamino, pensando un poco más antes de escribir éste.

Querido Charlie,

El secreto ha salido a la luz; el torneo está casi en marcha. ¿Piensas venir a ver algo? ¿Es por eso que dijiste que podrías vernos antes de lo esperado?.

Es una pena que el torneo signifique la cancelación del quidditch. Tenía ganas de usar algunas de las cosas que he practicado este verano en un partido real. Supongo que tendrá que esperar hasta el año que viene.

Tengo curiosidad: ¿el Ministerio de Rumanía es como el de aquí? Los estudiantes de Durmstang son bastante silenciosos en cuanto a su procedencia y su funcionamiento, y me preguntaba si todas las comunidades de magos europeas son iguales. ¿Tienen un Wizengamot como nosotros? ¿Se heredan los puestos de la misma manera? No te preocupes si no lo sabes, sólo pensé en preguntar. He estado investigando un poco más aquí y me interesaría ver si es muy diferente en otros lugares.

Espero que te vaya bien,
Harry.

Si Bill y Charlie juntaran sus cartas, probablemente podrían hacerse una idea bastante clara de lo que Harry estaba insinuando realmente. Harry selló las cartas y las ató a la pierna de Hedwig, esperando que los dos chicos Weasley siguieran viviendo en la Madriguera por ahora. No quería enviarla accidentalmente a Egipto o a Rumanía.

Se alejó en el horizonte y Harry suspiró para sí mismo, oficialmente sin excusas para evitar a Ron y Hermione. Tenía otras cartas que escribir, pero podían esperar hasta que Hedwig volviera.

Pensó en ir a la biblioteca, fingiendo que hacía los deberes hasta que Hermione acabara encontrándolo, pero fue inútil; a mitad de la escalera principal, oyó que lo llamaban por su nombre. -¡Ahí estás!- La pareja se apresuró hacia él. -Amigo, te lo perdiste -Fred y George intentaron poner sus nombres, pero la línea de edad no fue engañada por la poción. Les salieron unas barbas enormes, ¡fue brillante!- Ron se entusiasmó. -¿Dónde estabas?-.

-En la lechucería-. Que piensen que le estaba escribiendo a Sirius.

-Oh. Bueno, pensamos en ir a visitar a Hagrid, aún no hemos ido a verlo este curso-.

Aunque Harry no tenía muchas ganas de pasar tanto tiempo con Ron y Hermione hoy, no se le ocurría una buena excusa, y además le debía una visita a Hagrid. Así que se encontró fuera una vez más, esta vez en dirección a la cabaña. El carruaje de Beauxbatons estaba aparcado cerca, sin duda para que Hagrid pudiera vigilar de cerca los enormes caballos.

Las visitas con Hagrid eran como en los viejos tiempos, aunque un poco extrañas, ya que Hagrid llevaba su interesante traje. Todo se aclaró cuando fueron a dirigirse al castillo para el banquete, y la directora de Beauxbatons bajó de su carruaje.

-Lo hemos perdido-, declaró Harry cuando Hagrid empezó a caminar junto a la corpulenta mujer, sin prestar atención a sus compañeros de estudios. Hermione soltó una risita.

Los tres se dirigieron al castillo, que bullía de emoción. Encontraron un asiento junto a los gemelos, que no parecían estar peor después de su experiencia con la línea de edad.

-¡Espero que sea Angelina!- dijo Fred con entusiasmo. -Pero cualquier Gryffindor servirá-.

-Mientras no sea el niño bonito Diggory-, murmuró Ron en voz baja. Harry puso los ojos en blanco.

Era el banquete de Hogwarts que más rápido se había celebrado. Todo el mundo devoraba su comida, desesperado por que se anunciaran los campeones, pero en la mesa principal Dumbledore parecía estar saboreando cada bocado.

Después de lo que pareció una eternidad, los platos se retiraron y él se puso de pie.

A Harry se le aceleró el pulso, pero no podía decir si era de alegría o de miedo. Todavía tenía ese mal presentimiento, lo había llevado todo el día, y ahora que los campeones estaban a punto de ser anunciados su estómago burbujeaba con algo que no era del todo emoción.

Viktor Krum, el primer campeón. Si Krum era tan bueno en la magia como en el vuelo, sería un verdadero competidor. Ya había demostrado que podía pensar en movimiento.

Fleur Delacour la chica que parecía una veela. Harry no sabía literalmente nada de ella, pero sus compañeros parecían decepcionados. Aunque quizás eso era sólo porque no habían sido elegidos.

Cuando se anunció el campeón de Hogwarts, Harry casi se cayó de su banco por la fuerza del ruido que provenía de la mesa de Hufflepuff. Sonrió, poniéndose en pie y aplaudiendo. -¡Bien hecho, Cedric!-, llamó, ignorando el ceño fruncido de Ron a su lado. Cedric se volvió y le sonrió al subir. Harry se alegró; Hufflepuff se merecía un poco de gloria.

Al sentarse, Harry se permitió finalmente relajarse, sonriendo cuando los Hufflepuffs tardaron varios minutos en calmarse lo suficiente como para que Dumbledore pudiera hablar. Ya estaba hecho, los campeones habían sido elegidos, él había sobrevivido a otra fiesta de Halloween.

Y entonces el fuego del Cáliz volvió a ponerse rojo.

El corazón de Harry se convirtió en hielo cuando el pergamino salió disparado hacia la mano de Dumbledore. La sala entera se quedó tan silenciosa que se podría haber oído caer un alfiler. Todo el mundo miró a Dumbledore, que se quedó mirando el pergamino. Luego levantó la vista. Sus ojos se fijaron en Harry. Oh, no.

-Harry Potter-.

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