LILY'S BOY

Par jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... Plus

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 18

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Par jenifersiza

A pesar del agitado comienzo, el resto de la estancia de Harry en la Madriguera fue más o menos igual que siempre. El señor Weasley y Percy apenas estuvieron presentes durante la semana que siguió al Mundial, ahogados en trabajo y aullidos y más artículos mordaces de Rita Skeeter. Harry se sentía mal por ellos; ni siquiera Percy se merecía eso.

Tener a los dos mayores de los Weasley cerca también era un buen cambio en la dinámica. No siempre estaban en casa, ya que aprovechaban para visitar a los amigos británicos a los que no habían visto en mucho tiempo, pero cuando estaban cerca solían estar dispuestos a hacer cualquier travesura que los adolescentes tuvieran planeada. Harry se aseguró de pasar mucho tiempo hablando con ellos, recordando lo que Hannah había dicho el año anterior acerca de que los dos podrían ser los próximos herederos de los asientos Weasley y Prewett. Nunca consiguió sacar el tema con ellos, pero llegó a conocerlos lo suficiente como para saber que probablemente eran de fiar.

Lo único a lo que Harry no podía acostumbrarse era a no usar su varita. Se había acostumbrado tanto a poder lanzar hechizos sin vacilar en Seren Du, que siempre se encontraba con la varita en la mano antes de poder coger el hábito. Esto le valió algunas miradas extrañas de Ron y Hermione, pero Harry sospechó que sólo pensaban que estaba nervioso después de la Copa.

El tiempo que Ron y Hermione habían pasado juntos antes de que Harry llegara a la Madriguera, lo habían utilizado claramente para hablar de los últimos problemas que habían tenido el año anterior, cuando Ron había acusado al gato de Hermione de comerse a Scabbers y se había portado mal con ella durante medio curso. Por otra parte, descubrir que la rata era en realidad un mortífago disfrazado probablemente había contribuido en gran medida a aliviar esa discusión. Las cosas habían vuelto casi a la normalidad entre el trío, excepto que Harry seguía guardando secretos, y Ron y Hermione no parecían darse cuenta de que había crecido un poco en el último año mientras ellos estaban ocupados discutiendo. A Ron no le gustaba que Harry rechazara todos sus comentarios despectivos sobre los Slytherin, y Hermione había estado a punto de explotar cuando Harry había rechazado su oferta de ayudarle a terminar sus deberes de verano.

-Lo tengo todo hecho en casa de los Dursley-, insistió. -Gracias, pero vayan ustedes-. El ofrecimiento había surgido cuando Ron se había dado cuenta de que aún tenía una pila de redacciones que completar, y Hermione le había molestado para que las terminara antes de que estuvieran en el tren hacia el colegio.

-Puedo repasarlos por ti, entonces-, respondió Hermione con desprecio. Harry se enfureció ante la insinuación de que su trabajo no era lo suficientemente bueno.

-No necesito que los repases por mí, Hermione, pero gracias-. Intentó ser cortés. Aunque ella no supiera que ya había hecho que Remus revisara sus deberes de verano, ¿quién era ella para suponer que su trabajo necesitaría ser revisado y corregido?.

-No seas tonto, Harry, realmente no me importa. Serás mejor por ello-.

-Estoy contento con mi trabajo tal y como está-, respondió Harry entre dientes apretados. -Voy a buscar a los gemelos-. Se escabulló de la habitación antes de que ella pudiera seguir discutiendo con él, poniendo los ojos en blanco cuando Ron se quejó de tener que estudiar cuando Harry no lo hacía.

El año pasado, Hermione había estado demasiado ocupada con su sobrecargado horario y el atractivo de Buckbeak como para preocuparse mucho por las notas de Harry. Si iba a pasar todo el año siguiente insistiendo en que él necesitaba su ayuda, ignorando el hecho de que era claramente capaz por sí mismo, iban a tener problemas.

Una tarde, un par de días antes de que tuvieran que volver al colegio, estaban todos en el jardín, disfrutando de los últimos restos del sol del verano. Hermione y Ginny estaban tumbadas en una manta junto al estanque, hablando en voz baja y soltando risitas de vez en cuando; las dos chicas eran uña y carne este verano, y Harry se preguntaba de qué hablaban todo el tiempo. Por algunas de las miradas que le enviaban antes de estallar en risas, probablemente no quería saberlo.

Harry y los otros chicos estaban, como a menudo, en lo alto de sus escobas. Bill se había traído una vieja quaffle a casa y la estaban lanzando entre ellos, pensando en ridículas multas para quien la dejara caer. Harry tenía que sentarse de lado en su escoba, lo que hacía aún más difícil atrapar futuros pases. Sin embargo, lo estaba haciendo bien; Charlie estaba trabajando con una mano hechizada a la espalda, y eso no le estaba haciendo ningún favor.

-Esto es ridículo-, se quejó el domador de dragones cuando la quaffle cayó al suelo debajo de él. -¡Por algo nunca fui un buscador!-. Bajó en picado para cogerla, volviendo a acercarse al mismo nivel que el resto. -Nos están poniendo a prueba a los buscadores, ¿eh?-, añadió a Harry con una sonrisa. -Si tuviéramos una snitch, podríamos enseñársela-.

Harry recordó la cajita de madera guardada en su baúl. -Tengo una snitch de práctica-, se ofreció. Charlie lo miró fijamente.

-¿Y lo mencionas ahora? Pobre espectáculo, Potter!- Sacudió la cabeza con exasperación. Luego sonrió, con los ojos brillando como un desafío. -¿Te apetece un partido de buscadores?-.

Harry, que -aparte del glorioso día en que Draco lo visitó- había estado persiguiendo la snitch todo el verano sin ninguna competencia real por ella, sonrió. -Ya está-. Aterrizó y subió corriendo al dormitorio de Ron, escurriéndose entre las camas supletorias y los montones de ropa para llegar a su baúl, rebuscando hasta encontrar la caja que contenía su snitch de prácticas. Cuando volvió a salir al jardín, todos los chicos habían aterrizado, e incluso Ginny y Hermione habían abandonado su manta, interesadas en el proceso.

Bill extendió una mano y Harry le pasó la caja. -Muy bien, buscadores-, anunció, tomándose todo el asunto increíblemente en serio, aunque había una curva en sus labios que no podía ocultar del todo. -Estas son las reglas. La snitch tiene diez segundos de ventaja, con los ojos cerrados. Si sobrepasa el límite de la propiedad, tendremos que convocarla de nuevo; no quiero que los muggles vean nada que no deban. Y quiero un partido bueno y limpio, ¿de acuerdo?- Estaba canalizando a Madam Hooch, e hizo que ambos buscadores se rieran.

Harry y Charlie se estrecharon la mano y luego montaron sus escobas, pero mantuvieron los pies en el suelo. Bill abrió la tapa de la caja, y los ojos de Harry se fijaron en la pequeña bola dorada que desplegó sus alas y salió disparada hacia el aire. Bill se aclaró la garganta y Harry cerró los ojos. Los otros hermanos Weasley iniciaron una ruidosa cuenta atrás, e incluso Hermione se involucró a mitad de camino. -Tres... dos... uno... ¡Adelante!-.

Ambos buscadores salieron como un cohete, Harry mucho más rápido que Charlie. El mayor de los buscadores iba en una de las Cleansweeps más nuevas; una escoba excelente, pero que no era rival para la Saeta de fuego. Hizo una amplia vuelta alrededor del patio trasero, manteniendo los ojos bien abiertos en busca de un destello de oro.

Sin poder evitarlo, Harry hizo algunos de los trucos y giros en los que había estado trabajando durante el verano, ganándose los gritos y vítores de su pequeño público. Charlie se rió mientras seguía a Harry en un Wollongong Shimmy particularmente agudo. -¡Tendrás que esforzarte más que eso para perderme, Potter!-.

Sonriendo ante el desafío, Harry salió disparado hacia arriba y Charlie le siguió. De repente, Harry vislumbró la snitch abajo, y su sonrisa se amplió. Es hora de lucirse un poco. Girando el morro de su escoba hacia el suelo, se lanzó a toda velocidad hacia abajo, Charlie le siguió con una maldición gritada. Harry siguió avanzando, aumentando la velocidad, acercándose cada vez más a la hierba. El resto del mundo se desvaneció, su atención se centró por completo en su escoba y en la snitch que flotaba sobre el suelo. Fue vagamente consciente de que Charlie se retiró de la zambullida, sin querer arriesgar su cuello, pero Harry esperó hasta el último segundo, desviándose de la trayectoria y extendiendo los dedos de los pies para rozar la hierba, agarrando la snitch al pasar.

Se detuvo y sostuvo la bola dorada ante un Charlie boquiabierto, guiñando un ojo. -La encontré-, dijo. El pelirrojo se quedó boquiabierto.

-Ciertamente lo hiciste, ¿no?-, aceptó débilmente, acercándose. -Caramba, Harry. Creo que Oliver podría haberte subestimado un poco en sus cartas. Eso sí que era volar-. Le revolvió el pelo a Harry y éste le sonrió. Volvieron al suelo, donde el público aplaudía, e incluso vio cómo se intercambiaba dinero entre Fred y Ron, este último con aspecto de estar desanimado.

-¿Apostaste contra mí?- preguntó Harry en tono de burla, viendo cómo las orejas de Ron se enrojecían.

-Bueno, no te ofendas amigo, pero Charlie era muy bueno, y...- Tartamudeó algunas excusas a medias, y Harry se rió.

-Podrías haber dicho simplemente que estabas mostrando solidaridad familiar-. Todavía estaba un poco sin aliento, exaltado por el tenso vuelo. Se volvió hacia el domador de dragones. -¿Quieres ir de nuevo? ¿Intercambiamos las escobas esta vez?- Quería asegurarse de que no dependía demasiado de su elegante escoba para avanzar. Los ojos de Charlie se iluminaron.

-¿Me dejarás montar en tu Saeta de Fuego?-, jadeó. Harry asintió. -¡Te toca! ¿Al mejor de tres de cinco?-.

-¿Qué me toca por ganar?- preguntó Harry con descaro, haciendo que Charlie soltara una carcajada.

-Pequeño engreído. Si ganas, te deberé un favor. Que me llames cuando quieras, sin hacer preguntas, aunque sea para embrujar a uno de mis hermanos. Además, te dejaré llevar el resto de esa botella de whisky de fuego a la escuela-, añadió como una idea tardía. -Si gano, me deberás un favor, sin hacer preguntas. Y podré usar tu Saeta de Fuego todo lo que quiera antes de que vuelvas al colegio-.

Harry le habría prestado a Charlie su Saeta de Fuego de todos modos, así que aceptó las condiciones. Aunque se preguntó qué clase de favor le pediría el domador de dragones. No planeaba perder, así que era un punto discutible.

-Así que estamos a uno contra Harry. La Saeta de Fuego cambia de mano en cada ronda, y si parece que quien lo monta va ganando por eso, Harry puede tomar mi escoba-, declaró Bill, todavía en modo árbitro. -¿Listos?-.

Intercambiaron las escobas y el partido comenzó de nuevo. Charlie se lo estaba pasando en grande con la Saeta de Fuego, dando vueltas y gritando de alegría. Harry le seguía el ritmo bastante bien en la Cleansweep, acostumbrándose a su velocidad y radio de giro. En los primeros minutos, ya tenía la vista puesta en la snitch y estaba en marcha. Charlie le pisaba los talones y le adelantaba rápidamente, pero Harry hizo una pequeña maniobra que le permitió volver a ponerse por delante y rodear la snitch con la mano. Se detuvieron y Charlie lo miró fijamente. -Joder-, murmuró. Harry resopló.

Pero no se acabó tan fácilmente. Charlie ganó la tercera ronda, la snitch pasó a su lado mientras él y Harry estaban en extremos opuestos del jardín. El cuarto asalto estuvo muy reñido, pero Harry se las arregló para salir airoso.

-¡Y eso es 3-1 para el señor Harry Potter!- anunció Bill por encima de los vítores de sus espectadores. Charlie maldijo, pero sonreía al aterrizar.

-Maldita sea, Harry. Eso es realmente impresionante-. Se estrecharon las manos.

-¡Pero me lo has puesto difícil!- insistió Harry. -Teniendo en cuenta que no has jugado un partido en condiciones desde que te graduaste, vaya-.

Charlie se rió. -Me halagas, pero gracias. Supongo que entonces esperaré a que me pidas tu favor, ¿eh?-.

Harry no tenía ni idea de para qué podría necesitar al hermano Weasley, pero siempre era bueno tener opciones a las que recurrir. Volvió a guardar la snitch con cuidado en su caja, y le devolvió su escoba a Charlie.

Poco después les llamaron para cenar, y Harry dejó su escoba en el pasillo con los demás, dirigiéndose al delicioso aroma de la comida que salía de la cocina.

-Oh, espero que lleguen pronto a casa-, se preocupó la señora Weasley, mirando desde los dos puestos vacíos de la mesa hasta el reloj de la esquina que declaraba que estaban trabajando. -Arthur no ha tenido que trabajar tanto desde la guerra-.

Todos los chicos compartieron miradas incómodas. -Estoy seguro de que volverán a casa dentro de un rato, mamá-, tranquilizó Bill. -Probablemente se hayan entretenido charlando, ya sabes cómo es papá-.

Por suerte, en ese momento las manecillas pasaron de "trabajo" a "viaje", y un par de chasquidos silenciosos anunciaron la llegada de los dos últimos miembros de la familia. El señor Weasley parecía agotado, saludó a su esposa con un beso en la mejilla y se hundió cansado en su silla. -Merlín, qué semana-, suspiró, sacudiendo la cabeza. -Me alegraré cuando todo esto termine. Lo habría hecho hace años si Skeeter no siguiera insistiendo en esos horribles artículos-.

-Al menos está consiguiendo que la gente se tome en serio la búsqueda de Bertha Jorkins-, señaló Percy. -El señor Crouch lleva semanas diciendo que alguien tenía que buscarla-. A sus espaldas, los gemelos agitaron las pestañas y se desmayaron de forma fingida, pronunciando -señor Crouch- de forma exagerada. Harry soltó una risita dentro de su guiso.

-Crouch tiene mucha suerte de que Rita no se haya enterado de lo de Winky-, replicó irritado el señor Weasley. -Y probablemente esté esperando que siga así-.

Eso hizo que Hermione hablara de los elfos domésticos, y Harry hizo una mueca. Apreciaba el sentimiento, pero ella tenía que aprender a investigar bien antes de formarse una opinión y hablar con cualquiera que quisiera.

-¿Por qué no suben y terminan de hacer la maleta?-, interrumpió la señora Weasley antes de que Hermione pudiera ponerse a hablar. -He puesto todas sus nuevas cosas del colegio en sus habitaciones. Hermione, querida, tengo el libro que me pediste. Y he terminado la colada-.

-Gracias, señora Weasley-, dijo Hermione automáticamente, desviada de su diatriba. Por ahora.

Todos los de la edad de Hogwarts subieron a duras penas las escaleras, y Harry oyó cómo la lluvia tronaba contra las ventanas. -Parece que hemos terminado de volar justo a tiempo-, reflexionó, dirigiéndose a la habitación de Ron. Todas las cosas de los gemelos seguían en su habitación, que por ahora albergaba a Bill y Charlie. Excepto, por supuesto, la bolsa llena de Gusanos Weasley escondida en el baúl de Harry, por si la señora Weasley decidía hacer una última búsqueda.

Harry no había desempacado desde que llegó, así que volver a empacar sus cosas no le tomó mucho tiempo una vez que se agachó en las escaleras para ir por su escoba, tratando de no escuchar la conversación que los adultos tenían en la cocina. Sirius le había dicho que se mantuviera al margen y que dejara que los adultos se encargaran de las cosas, y él iba a hacer lo posible por seguirlo.

Cuando volvió a la habitación de Ron, el chico pelirrojo sostenía lo que parecía un vestido largo de terciopelo granate, con encaje de aspecto mohoso en los puños y el cuello. Su rostro era una clara máscara de disgusto. -¿Qué demonios es esto?-.

Harry tuvo una fuerte sensación de presentimiento cuando la respuesta apareció en su mente. Todos tenían túnicas de gala en su lista de requisitos escolares este año; Snape había dicho que siempre había algún tipo de evento formal en el Torneo de los Tres Magos. Harry, con la ayuda de Remus, había elegido un conjunto de túnicas verde oscuro con detalles dorados. En realidad, pensó que se veía muy elegante con ellas.

Seguro que la señora Weasley no esperaba que Ron se pusiera eso.

La mujer en cuestión llamó a la puerta y entró con un montón de túnicas escolares recién lavadas colgadas del brazo. -Aquí tienes, Ron, querido. Harry, ¿estás absolutamente seguro de que no quieres que te haga la tuya también? Puedo hacerlas esta noche-.

-Está bien, gracias, señora Weasley-, aseguró Harry. Ceri se había encargado de toda su ropa antes de salir, incluidas sus túnicas y su nueva capa.

-Mamá, me has regalado el vestido nuevo de Ginny-, dijo Ron, tendiéndole la prenda ofensiva.

La señora Weasley confirmó que, efectivamente, se trataba de la túnica de Ron, y Harry se debatió entre la risa y la compasión al ver la cara del pelirrojo. -Tuve que comprarlas de segunda mano, no había muchas opciones-, espetó ella, sonrojada.

-¡No me los voy a poner!- insistió Ron acaloradamente. -Prefiero ir en pelotas-.

-Bien. Harry, asegúrate de sacar una foto; me vendría bien una buena carcajada-. La señora Weasley salió de la habitación dando un portazo. Ron arrojó la túnica de gala a su baúl abierto, haciendo un ruido de enfado.

Harry lo dejó enfurruñado, escabulléndose de la habitación y bajando las escaleras para ver qué hacían los gemelos. -¿Qué está pasando arriba, entonces?- preguntó Fred mientras Harry cerraba la puerta tras de sí. Harry hizo una mueca.

$Ron acaba de encontrar su nueva túnica de gala. No son... bonitas-. Miró hacia el armario, donde colgaban dos conjuntos de túnicas que debían pertenecer a los gemelos, listas para ser empaquetadas. Eran claramente de segunda mano, pero aún así eran más bonitas que las de Ron. Ambas en tonos similares de púrpura oscuro, una con bordados plateados alrededor de los puños y el dobladillo, la otra con ribetes de bronce en el borde. Ni un trozo de encaje a la vista.

-Pobre Ronnikins-, suspiró George, sacudiendo la cabeza. -Tan maltratado. Tendría que haberse tragado su orgullo y haber aceptado tomar prestadas las viejas batas de Bill, como le ofreció mamá antes de que llegaras. Dijo que eran demasiado femeninas-.

-Tenían un poco de rosa-, elaboró Fred, poniendo los ojos en blanco. -Por lo demás, muy elegantes, en mi opinión. Me los habría puesto si Bill no fuera tan jodidamente alto-.

Harry se rió; tal vez la señora Weasley había comprado las túnicas con volantes a propósito, después de todo.

Llovía a cántaros la mañana en que tenían que coger el Expreso de Hogwarts. Mientras esperaban en el pasillo los taxis que la señora Weasley había dispuesto, Harry miró la flota de enormes baúles de Hogwarts apilados junto a la puerta. -Señora Weasley-, dijo tímidamente. -¿Deberíamos usar encantamientos encogedores en los baúles? Los taxis muggles podrían no tener suficiente espacio para todo esto-. Ya sería bastante malo viajar con Pig y Crookshanks; Hedwig estaba fuera entregando una carta a Gorrak, con el pretexto de que Harry le escribía a Sirius. La señora Weasley, ya nerviosa por la inesperada desaparición de su marido para ocuparse de Ojo-Loco Moody, levantó la vista con una expresión de preocupación en el rostro.

-Probablemente Harry tenga razón-, convino Bill, sacando su varita del bolsillo de la chaqueta. En poco tiempo, él y Charlie hicieron encoger los baúles, que acabaron en el enorme bolso de la señora Weasley.

Como Harry sospechaba, los tres taxistas parecían totalmente desconcertados ante la lechuza en la jaula; Pig no ayudaba, pues hacía mucho ruido al estar encajado en el asiento trasero sobre el regazo de Ron. A Crookshanks tampoco le hacía ninguna gracia y, para cuando llegaron a King's Cross, Harry, Ron y Hermione estaban cubiertos de arañazos.

-Lo siento mucho-, dijo Hermione por enésima vez mientras atravesaban la barrera hacia el andén 9 y 3/4, con su gato bien metido bajo el brazo. Se hicieron a un lado y Charlie comenzó a redimensionar los baúles de todos.

Cuando encontraron un compartimento y guardaron su equipaje, todos volvieron al andén para despedirse de la señora Weasley, Bill y Charlie. -Sigue en contacto-, instó Bill con una sonrisa, tirando de Ron en un abrazo una vez que terminó con los gemelos. -Les espera un año de lo más interesante, quiero que me lo cuenten todo. Tú también, Harry-, añadió, abrazando con fuerza al adolescente de pelo oscuro.

-Puede que los vea a todos antes de lo que piensan-, confesó Charlie, soltando a Ginny con un beso en la frente.

-¿Y eso por qué?- Preguntó Fred rápidamente. Charlie se dio unos golpecitos en la nariz de forma conspiradora, guiñando un ojo.

-Secreto-, insistió. -No le digas a Percy que lo he mencionado. Es "información clasificada hasta que el Ministerio considere oportuno hacerla pública"-, zumbó poniendo los ojos en blanco. La mirada de Harry se entrecerró pensativa; ¿significaba eso que Charlie estaba involucrado en el Torneo de alguna manera?.

Los dos mayores de los Weasley se deleitaron en burlarse de sus hermanos con referencias veladas a la sorpresa secreta hasta que sonó el silbato y tuvieron que darse prisa en coger el tren. Harry vio a Neville deambulando con su baúl mientras se dirigían a su compartimento. -¡Eh, Neville!-, llamó, agitando un brazo. El chico de cara redonda levantó la vista. -¿Quieres sentarte con nosotros?-.

Neville sonrió, asintiendo, y los cuatro tomaron asiento, metiendo el baúl de Neville en el portaequipajes con el suyo propio y cerrando la puerta del compartimento. -¿Por qué no nos dicen lo que va a pasar este año?- gruñó Ron. -No se lo diríamos a nadie-.

-Por lo que parece, nos enteraremos esta noche de todos modos-, aplacó Harry, como si no supiera ya el secreto. -¿Qué tal tu verano, Neville?- Actuó como si no hubiera estado escribiendo al otro chico regularmente, y Neville le sonrió.

-¡Fue genial! La abuela me dejó poner toda una sección para plantas acuáticas en el invernadero-. Mientras se entusiasmaba con todos los nuevos especímenes que tenía, la mente de Harry se dirigió al destartalado invernadero de Seren Du. Había tenido la intención de empezar a limpiarlo durante el verano, tal vez cultivar algunos ingredientes de pociones -en realidad disfrutaba de la jardinería en casa de los Dursley-, pero había resultado ser un proyecto mucho más grande de lo que cualquiera de ellos había previsto. Remus y Sirius habían prometido vaciarla para el próximo verano. Tal vez para entonces Harry podría contárselo a Neville y pedirle algún consejo. Neville aún no sabía la verdad sobre Sirius.

Varias caras conocidas se detuvieron a verlos durante el viaje, y con cada una de ellas Ron relataba los acontecimientos del Mundial de Quidditch de forma cada vez más elaborada. Mientras que a Neville le hizo un recuento bastante preciso, para cuando Seamus y Dean llegaron a ellos estaba describiendo su estrecha huida de una manada de mortífagos, que aparentemente casi lo hechizaron varias veces. Harry y Hermione se limitaron a compartir una mirada exasperada.

En un momento dado, consiguieron desviar la conversación hacia el partido en sí y no hacia el caos posterior, Neville escuchaba con envidia cómo Harry y Ron lo describían todo.

-La abuela no quería ir-, dijo Neville miserablemente. -No le gusta el quidditch. Sin embargo, suena increíble-.

Ron se levantó de un salto para rebuscar en su baúl, sacando su pequeña figura de Viktor Krum. -¡Mira esto! Nosotros también lo vimos de cerca. Estábamos en el palco superior...-

-Por primera y última vez en tu vida, Weasley-. El familiar acento hizo que Harry levantara la cabeza, y se alegró de su piel más oscura cuando sintió que sus mejillas se calentaban ligeramente. El pelo de Draco estaba un poco más largo que en la Copa, cayendo sobre sus ojos grises plateados. Tenía buen aspecto. Detrás de él estaban Crabbe y Goyle, con un aspecto apropiadamente amenazante.

-No recuerdo haberte pedido que te unieras a nosotros, Malfoy-, dijo Harry con frialdad, con la esperanza de evitar cualquier discusión realmente explosiva antes de que Ron pudiera decir una palabra. Todos tenían su papel, por supuesto, pero no quería meterse en una pelea antes de que empezara el curso.

Lamentablemente, no fue así. Por mucho que Draco y Harry fueran amigos ahora, no se podía decir lo mismo de él y Ron, y Draco aprovechaba cualquier oportunidad para burlarse del pelirrojo. -Weasley, ¿qué es eso?-.

Una manga de la túnica de Ron sobresalía de su baúl, obviamente desprendida cuando Ron había agarrado la estatuilla de Krum. Se balanceaba con el movimiento de la cola, el puño de encaje muy evidente. Ron hizo lo posible por apartarla de la vista, pero Draco fue demasiado rápido y pronto estaba sosteniendo la túnica frente a él.

-¡Bueno, Merlín!-, exclamó. -Weasley, no estabas pensando en ponerte estas, ¿verdad?-. Las miró con consideración. -Estoy seguro de que eran el colmo de la moda en, oh, alrededor de 1890...- se interrumpió con una carcajada, Crabbe y Goyle riendo junto a él. La cara de Ron se puso muy roja. Harry trató de ofenderse por su amigo, pero no pudo hacerlo; las túnicas eran horribles. Ron debería haber cogido las viejas de Bill, fueran rosas o no.

-Lárgate, Malfoy-, frunció Ron, arrebatando las túnicas y arrojándolas a un rincón del compartimento. Incluso Neville las miraba con una mueca.

-Tal vez deberías pensar en entrar. Hay dinero de por medio, ya sabes; entonces podrías comprarte unas túnicas decentes-. Harry sabía que Draco sabía que los magos menores de edad no podrían entrar; sólo intentaba sacar de quicio al pelirrojo. El Slytherin se rió ante la confusión de Ron. -¿Quieres decir que no lo sabes?- Lanzó una mirada a Harry, que negó ligeramente con la cabeza. La sonrisa de Draco se amplió. -¡Oh, eso es precioso! Mi padre me lo dijo hace años. Supongo que el tuyo no es lo suficientemente mayor como para que te lo cuenten-.

-O el padre de Ron simplemente respeta cuando las cosas deben permanecer en secreto-, dijo Hermione con frialdad. Draco se rió.

-Como si los padres de todos los demás no se lo hubieran dicho inmediatamente. Probablemente no hablan de las cosas importantes delante de él-. Contento con su burla anual previa a Ron Weasley, Draco lo dejó pasar, y sus ojos se volvieron a dirigir a Harry. Harry deseaba poder arreglar de alguna manera una forma de hablar con el rubio en privado, pero eso tendría que esperar hasta que llegaran al colegio. El tren estaba demasiado lleno para arriesgarse. En su lugar, se limitó a esbozar una breve sonrisa, que se convirtió en una mirada fulminante cuando descubrió que Ron lo estaba mirando. Cuando Draco se fue, Ron cerró la puerta del compartimento con tanta fuerza que la ventana se resquebrajó.

-Oh, sinceramente, Ron-, murmuró Hermione, sacando su varita para arreglarla. -No deberías dejar que te afecte así-.

Ron, que había estado enfadado de vez en cuando por diversas razones desde que le habían dado las túnicas de gala, se limitó a fruncir el ceño y aplastó entre sus manos el último pastel de caldero que le quedaba. Harry compartió una mirada incómoda con Neville. Alojarse con Ron en ese estado de ánimo iba a ser interesante; con suerte, se animaría cuando se anunciara el Torneo.

Cuando llegaron a la estación de Hogsmeade, se apresuraron a subir a los carruajes, pues no querían estar en el diluvio de lluvia más tiempo del necesario. -¿Alguna vez ha hecho tan mal tiempo que no pueden llevar a los de primer año en botes?-. se preguntó Harry en voz alta, viendo cómo Hagrid guiaba al grupo de pequeños y desaliñados niños de once años hacia el lago.

-No lo creo-, respondió Hermione. -Desde luego, nunca he leído nada al respecto. Siempre encuentran una manera-.

Harry lanzó un rápido encantamiento secante sobre sí mismo, aunque sabía que acabaría empapándose de nuevo al llegar al castillo. Era mejor que tener que sentarse en el carruaje con la túnica empapada.

Por suerte, al final llegó a la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor, seco por tercera vez -gracias a Peeves y sus globos de agua- y esperando ansiosamente el comienzo del banquete. Mientras los empapados alumnos de primer año eran conducidos, dejando un auténtico reguero de agua a su paso, Harry se dio cuenta de que era la primera clasificación a la que realmente asistía desde la suya. Se sorprendió cuando la canción del Sombrero Seleccionador fue completamente diferente, imprimiendo en ellos las virtudes de cada casa individualmente. Harry recordó las palabras de Sirius la noche antes de dejar Seren Du, su insistencia en que la guerra sólo se ganaría si las casas trabajaban juntas. Tal vez el sombrero estaba tratando de decirles algo.

Parecía haber un millar de primeros años que clasificar mientras el estómago de Harry rugía expectante, los platos dorados frente a él permanecían frustrantemente vacíos. Intentó prestar atención, estar atento a cualquier nombre que le sonara de todos sus libros sobre el Wizengamot, pero aparte de los gemelos Carrow -ambos iban a Slytherin- no había ninguno que reconociera.

Por fin llegó la hora de comer, y Harry se llenó el plato vorazmente, sin prestar atención a la mayor parte de la conversación a su alrededor. Hizo una mueca cuando Nick Casi Descabezado soltó que en Hogwarts trabajaban elfos domésticos, lo que hizo que Hermione volviera a ponerse nerviosa. Eso iba a ser un problema este año, ¿no?.

Al final del banquete, Dumbledore se puso de pie para dar su discurso de inicio de curso. Harry no se había dado cuenta de que el Torneo de los Tres Magos iba a significar la cancelación del quidditch, y su indignación fue secundada por otras personas de todas las casas. Vio a Cedric Diggory al otro lado de la sala, el chico parecía molesto por la noticia. Demasiado para esa revancha.

La interrupción de ojo-loco Moody fue inesperada. Harry se sintió incómodo cuando el ojo mágico del hombre se posó en él, de un azul antinaturalmente brillante. Sintió como si le atravesara el alma; hizo una nota mental para preguntarle a Sirius de qué era capaz ese ojo exactamente.

No sabía mucho del hombre, sólo lo que el señor Weasley les había contado esa mañana, pero estaba claro que al menos era amigo de Dumbledore. Eso no inspiraba precisamente confianza a Harry. Tendría que tener cuidado con Moody hasta que le tomara la medida.

Harry fingió estar tan sorprendido por el anuncio del Torneo como todos los demás. Los gemelos, como era de esperar, se encontraban entre los que no estaban contentos con la noticia de que sólo podrían participar los magos que tuvieran edad para finales de octubre. -¡Estamos tan cerca que prácticamente tenemos diecisiete años!- insistió Fred mientras subían a la Torre Gryffindor.

-Tiene que haber una forma de evitarlo-, convino George. -Una vez que nuestros nombres estén en la carrera, no podrán rechazarnos-.

Harry dudaba de que fuera tan sencillo, pero se quedó callado mientras la pareja planeaba la forma de engañar al juez imparcial. Cuando extendieron la oferta a Ron y Harry, éste resopló. -Creo que ya me meto en bastantes problemas en un año escolar normal sin tener que buscarlos, ¿no?-, señaló secamente. Fred se encogió de hombros.

-Sí, amigo, probablemente tengas razón. Ah, bueno, ¡más gloria para nosotros!-.

Se fueron a sus respectivos dormitorios después de dar las buenas noches a todos, y Harry sonrió ante el nuevo póster de Viktor Krum de Dean. Quizá debería haber traído su póster de las Arpías de Holyhead en lugar de dejarlo en su habitación. Podría explicarlo como un regalo de cumpleaños, o algo así. Aunque tendría que encontrar una explicación razonable de por qué eran las Arpías. Tal vez podría comprar un póster de Puddlemere para apoyar a Oliver.

Se puso el pijama y se quitó de la cabeza todos los pensamientos sobre el quidditch y los pósters, corriendo las cortinas alrededor de la cama y poniendo los encantos de privacidad habituales. Ahora que estaba de vuelta en el colegio, todos sus planes para el año volvieron a la cabeza. Quería acercar a los herederos, incluso a los de Slytherin; si conseguía que todos trabajaran juntos antes de que Dumbledore o Voldemort consiguieran llegar a ellos, podrían tener una oportunidad de arreglar el caos del mundo mágico una vez terminada la guerra. Estaba muy bien planificar la batalla, pero alguien tenía que tener una buena idea de lo que vendría después, o acabarían haciendo exactamente lo que habían hecho después de las dos últimas guerras: meter la cabeza en la arena y dejar que Albus Dumbledore se encargara de todo.

Además, tenía que agachar la cabeza y apartarse del camino de Dumbledore, y averiguar en quién podía confiar dentro del castillo. En este momento, era una lista bastante corta.

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