Tú, Yo y El Mal

By MabelPazAvalos

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Dicen que todos tienen un hilo rojo conectado con otra persona. Bueno, pues yo creo que mi hilo es más bien d... More

PRÓLOGO
• CAPÍTULO 1 •
• CAPÍTULO 2 •
• CAPÍTULO 3 •
• CAPÍTULO 4 •
• CAPÍTULO 5 •
• CAPÍTULO 6 •
• CAPÍTULO 7 •
• CAPÍTULO 8 •
• CAPÍTULO 9 •
• CAPÍTULO 10 •
• CAPÍTULO 11 •
• CAPÍTULO 12 •
• CAPÍTULO 13 •
• CAPÍTULO 14 •
• CAPÍTULO 15 •
• CAPÌTULO 16 •
• CAPÍTULO 17 •
• CAPÍTULO 18 •
• CAPÍTULO 19 •
• CAPÍTULO 20 •
• CAPÍTULO 21 •
• CAPÍTULO 22 •
• CAPÍTULO 23 •
• CAPÍTULO 24 •
• CAPÍTULO 25 •
• CAPÍTULO 26 •
• CAPÍTULO 27 •
• CAPÍTULO 28 •
• CAPÍTULO 29 •
• CAPÍTULO 30 •
• CAPÍTULO 31 •
• CAPÍTULO 32 •
• CAPÍTULO 33 •
• CAPÍTULO 34 •
• CAPÍTULO 35 •
• CAPÍTULO 36 •
• CAPÍTULO 37 •
• CAPÍTULO 38 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 39 •
• CAPÍTULO 40 •
• CAPÍTULO 41 •
• CAPÍTULO 42 •
• CAPÍTULO 43 •
Hermes Sevilla
• CAPÍTULO 44 •
• CAPÍTULO 45 •
• CAPÍTULO 46 •
• CAPÍTULO 47 •
• CAPÍTULO 48 •
• CAPÍTULO 49 •
• CAPÍTULO 50 •
• CAPÍTULO 51 •
• CAPÍTULO 52 •
Antonella Pasquarelli
Maxon Lee
Bratt Smith
• CAPÍTULO 53 •
• CAPÍTULO 54 •
• CAPÍTULO 55 •
• CAPÍTULO 56 •
• CAPÍTULO 57 •
• CAPÍTULO 58 •
• CAPÍTULO 59 •
• CAPÍTULO 60 •
• CAPÍTULO 61 •
• CAPÍTULO 62 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 63 •
• CAPÍTULO 64 •
• CAPÍTULO 65 •
Bratt Smith
• CAPÍTULO 66 •
• CAPÍTULO 67 •
• CAPÍTULO 68 •
• CAPÍTULO 69 •
• CAPÍTULO 70 •
Lily Brooks
Lily Brooks
Lily Brooks
• CAPÍTULO 71 •
• CAPÍTULO 72 •
• CAPÍTULO 73 •
• CAPÍTULO 74 •
• CAPÍTULO 75 •
• CAPÍTULO 76 •
• CAPÍTULO 77 •
• CAPÍTULO 78 •
• CAPÍTULO 79 •
• CAPÍTULO 80 •
• CAPÍTULO 82•
• CAPÍTULO 83 •
• CAPÍTULO 84 •
• CAPÍTULO 85 •
• CAPÍTULO 86 •
• CAPÍTULO 87 •
• CAPÍTULO 88 •
• CAPÍTULO 89 •
• CAPÍTULO 90 •
• CAPÍTULO 91 •
• CAPÍTULO 92 •
• CAPÍTULO 93 •
• CAPÍTULO 94 •
• CAPÍTULO 95 •
• CAPÍTULO 96 •
• CAPÍTULO 97 •
• CAPÍTULO 98 •
FINAL
REPORTAJE POLICIAL
MARILIA

• CAPÍTULO 81 •

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By MabelPazAvalos

Karol Sevilla

—Gracias por hacer eso por Simón, princesa. Has hecho que Ruggero se cansara un poco para cuando le tocase la pelea con él.

—No hay de qué. Cuando se trata de golpear a Ruggero me es muy fácil hacerlo.

Lily y yo. Simplemente nosotras en la cocina con un bote de helado cada una platicando de lo que acababa de suceder apenas hace poco.
Vemos a Madison entrar también, pero no tarda nada para que llegue Agustin con varias maletas en manos y se besan frente a nosotras en forma de despedida.
Si, Ruggero había echado a Agustín de la casa si quería ser novio de Madison formalmente.
El pobre también tiene el rostro con moretones y puntadas porque le rompió la ceja.

—No entenderé el por qué le dijiste lo de nosotros a tu padre, pero no significa que te dejaré de querer.

—Yo también quería tener una relación normal. Así podríamos salir a citas sin estar a escondidas.

—Si, pero ahora ya no nos veremos por las noches o en los desayunos.

—Estoy segura de que conseguirás un buen departamento cerca de aquí.

Madison lo vuelve a besar, pero se aleja cuando Ruggero entra con los brazos cruzados y los fulmina.

—Podrás regresar cuando ustedes dos terminen —dice en voz alta—No me conviene dejarte ir, pero es lo mejor.

—Como quiera nos veremos en las tardes, suegrito.

—Me vuelves a decir así y te juro que...

—¡Papá! —aprieta el puño—Te acompaño a la salida Agustín, vamos.

—Vale. Adiós suegrito.

Ruggero no hace nada hasta que lo ve desaparecer con sus maletas.
Suspira agotado. Ya se ha metido a tomar una larga ducha conmigo. Me sonrojo de solo acordarme de lo que hicimos hace rato cuando nos bañábamos.

Lo vemos ir al refrigerador para tomar un bote de helado, no dice nada, simplemente se sienta en su sitio y comienza a comer en silencio con nosotras.
Tras varios minutos llega Madison, y al igual que su padre también hace lo mismo.

Es extraño. Digo, estoy sentada a solas con ¿mi novio? ¿Mi quedante? No sé lo que es de mi, pero estoy sentada también con sus hijas.
Es como si fuéramos, ¿familia?
Uhh, qué asco. Odiaría que estas niñas me llamaran "mamá" o "mami".

—Papá.

—Mande Lily.

—¿Seguimos castigadas hasta el resto de nuestras vidas?

—Si.

Las niñas agachan la cabeza con tristeza. Entonces yo carraspeo la garganta para que él me vea y le digo con frialdad:

—Si ellas están castigadas, entonces tú también lo estarás.

—¿Yo? ¿Y yo por qué?

—No se me olvida la discusión que tuvimos anoche.

—¿Donde rompiste una silla y estrellaste la pared por el enojo?

—Si. Así que estarás castigado por reclamarme.

—¿En qué momento te volviste la voz mayor de la casa y no yo?

—Desde que regresé.

Lo fulmino, y se queda pensando por un rato debatiendo en su cabeza y averiguando si hablo en serio o no. Pero sabe perfectamente que sí lo hago.
Suspira rendido.

—Bien, no estarán castigadas.

—Y les comprarás un auto.

—Eso sí que no.

—Bueno, lo intenté niñas —ambas exclaman felicidad. Madison abraza a Ruggero porque está a su lado y yo me incomodo cuando Lily me abraza a mi.

—Gracias Karol —me susurra—¡Tenemos que festejar!

—Pero será mañana, ahora ya es muy tarde y necesitan irse a la cama.

—¡Pero...!

—A la cama.

Madison y Lily saben que es mejor no contradecir a Ruggero, así que se llevan sus helados a sus habitaciones después de despedirse de su padre con un beso en la mejilla.
Por otro lado, él y yo nos encaminamos por los pasillos repletos de seguridad armada -ya que después de que sus hijas tuvieron romances a escondidas, no dejaría que otra cosa se le escapase de la mira- y subimos tomados de las manos por las largas escaleras que tenían un gran ventanal que daba al patio trasero.

Me dió un ligero escalofrío al pasar por la puerta de Natalia. No ha salido de su recámara desde que llegué, todo es silencio allá adentro y la única que puede entrar es una de las criadas para dejarle las comidas.
¿Ruggero aceptará echarla de la casa por mi?
Ahora mismo la está pasando mal, probablemente ha caído en depresión por la pérdida de Leila, pero vamos, a mi no me importa ni un poco lo que le pase.

—Ruggero —hablo, sentándome y metiéndome debajo de las sábanas de la cama—Quiero que Natalia se vaya ya mismo de la casa, me molesta su presencia.

Estuve a la espera de su respuesta, la cual tardó mucho en llegar porque es como si lo hubiera estado debatiendo en su cabeza.
Después se sentó junto a mi.

—Natalia se encuentra muy grave, Karol. Se enteró que fuiste tú la que metió a los Marsden a prisión. La tiraste por las escaleras, perdió al bebé por eso. Y además ahora estoy contigo en lugar de estar consolándola...

—¿Quieres consolarla? —cruzo los brazos enfadada—Yo no te lo estoy impidiendo. Anda, vete, tu amante te necesita.

—Karol, no es eso...

—Claro que lo es. "Pobrecita Natalia" "por tu culpa perdió el bebé" "por tu culpa los Marsden fueron a prisión" "por tu culpa está en un estado crítico" "por tu culpa tiene depresión"

—Tú más que nadie debería de saber que la depresión no es un juego.

Y eso, sus simples palabras, fueron las suficientes para que mi enfado aumentara.

—Escúchame bien, Pasquarelli. No hay ni una maldita sola persona aparte de mis amigos, que me importe. Así que no vengas a decirme que debo de entenderla, porque no lo haré, porque me cae mal, porque estuvo apunto de tener una hija contigo y eso no lo voy a permitir.

—Tú te ibas a casar con Harry.

—Y no lo hice. Así que es válido que tú tampoco tengas nada con nadie, sólo conmigo, sólo yo te debo de importar, sólo yo debo de ser la mujer de tus ojos porque en dado caso de que no sea así, dímelo ahora porque no me interesa estar con alguien que tiene ojos para todas.

—Karol, tranquila yo nunca dije...

—¿Sabes qué? Lárgate con Natalia.

—Karol, espera no me estás escuchando.

—Lárgate con ella que yo ya me voy. No pienso vivir bajo el mismo techo que ella.

—¿Karol?

—Así que decídete. O se va ella, o me voy yo.

—Princesa, siempre te escogeré a ti, amor.

—Pues quiero que se vaya lo antes posible.

—Eso no se puede... —lo fulmino—Lo intentaré, pero dame tiempo por favor, Natalia es mi amiga y la está pasando mal.

—No quiero que sea tu amiga. Y no lo será —me muevo de lugar, paso mi pierna al otro lado de su cuerpo para quedar a horcajadas. Pone sus manos en mi trasero, yo pongo las mías en su cabello para que me mire a los ojos y sepa que hablo muy en serio—Dime desde ahora si estás dispuesto a ser mío en todos los sentidos. Dímelo para no andar perdiendo el tiempo en querer cuidar lo que siento que me pertenece.

—¿Lo que sientes que te pertenece?

—Tú.

Traga saliva, sus ojos demuestran confusión y a la vez terror. Pero no me importa que me tenga miedo.

—Karol, soy tuyo, siempre lo he sido y siempre lo seré. Lo único que te pido es tiempo para decirle que se vaya.

—Una semana. Es lo único que te doy. Si en una semana ella todavía no se ha ido, entonces seré yo la que me vaya, ¿entendido?

—Entendido.

—Así me gusta —sonrío, acercándome para besarlo—Soy la única para ti —no dice nada—¡Dilo! ¡Di que soy la única para ti! ¡Que no tienes a nadie más y no quieres a nadie más que a mi!

—Eres la única, princesa, jamás tendría a alguien más, nadie se te igualaría.

Vuelvo a sonreír. De nuevo, le doy otro beso y me bajo de su regazo para acostarme.
Él también se acuesta y me apego a su cuerpo rígido para abrazarlo.

Ruggero Pasquarelli

Al levantarme, noté que Karol ya no se encontraba a mi lado. Me extrañó totalmente aquello, era demasiado temprano como para que estuviese despierta o como para que se hubiese ido a hacer ejercicio. El sol apenas se estaba asomando.

Intrigado por saber lo que hacía a estas horas, me coloqué ropa decente para salir y recorrí los pasillos con los guardias del turno nocturno que todavía no habían hecho relevo con los matutinos.

—Señor —me saludaban cordialmente al pasar a sus lados.

—¿Gusta algo de desayuno señor Pasquarelli?

—Quisiera saber dónde está la señorita Sevilla, ¿la han visto en el gimnasio?

—La señorita se ha levantado muy temprano para hacer ejercicio y después de ducharse ha recibido a personal que acababa de llegar, señor. Ella se está encargando de todo.

—¿De todo?

Frunzo el ceño al verla en el patio trasero.
No está sola, está rodeada de mi personal de seguridad que le duplican la estatura pero ella no se deja intimidar porque su carácter no se lo permite.
No recuerdo el haberle visto aquella ropa en su armario, yo mismo he mandado a que se lo llenasen ya que ahora estaría aquí. 
»Se ve preciosa, pero aterradora«

Todavía recuerdo lo intensa que se puso en la noche. Debo admitir que me dió un poco de terror. Es tan... tan posesiva, tan celosa o insegura. No, insegura no es la palabra, tal vez posesiva es la que le describe perfectamente.
»Ha cambiado mucho«

—Ramírez.

—¿Sí señor?

—¿Qué hace la señorita Sevilla?

El hombre a mi lado se encarga de mostrarme en su tableta la imagen de un hombre e información abajo de esta.

—Nájera. Es un simple traficante de mercancía que sirve para usted, señor.

—¿Ajá?

—Ésta mañana hemos descubierto que ha estado robándole dinero a sus espaldas, lo hemos traído aquí para que hablase con usted pero nos encontramos con la señorita Sevilla en la entrada y dijo que ella se haría cargo.

—¿Ella? ¿Por qué le dicen las cosas a ella y a mi no? ¿Acaso se les olvida a quién mierda le sirven? ¿Quién manda? ¡Respóndeme!

—Lo sentimos señor, pero nosotros solo acatamos las órdenes que usted nos ha dado de complacer en todo lo que quiera la señorita.

Suspiro irritado, estas cosas se me van a empezar a salir de las manos si no las sé controlar.

Observo de nuevo el patio trasero y veo como Karol le tira un puñetazo al hombre que está de rodillas a ella. Uno tras otro tras otro tras otro.

—Qué carácter, alguien se ha levantado de malas —miro de nuevo a Ramírez—Quiero que te hagas cargo de algo.

—Lo que sea.

—La señorita Karol como primer mandato ha ordenado que se vaya la señorita Marsden de la casa. Ya sabrás que Marsden ha perdido a Leila y ahora mismo se encuentra mal psicológicamente.

—Si señor.

—Quiero que con ayuda de un abogado liberen a Maia Marsden lo antes posible con una fianza. Se tenga que pagar lo que se tenga que pagar. Pero quiero que esto sea un trabajo en secreto, no me gustaría que la señorita Sevilla se enterase de lo que voy a hacer pero si Natalia se irá de la casa, sería buena idea de que se vaya con alguien que sí conoce.
Tengo entendido de que Maia es la hermana menor de los Marsden y que no tiene delitos que la hagan tener años de cárcel como los de su familia.
Probablemente la fianza sea por millones.

—Claro que sí señor, contactaré lo antes a posible a su abogado de confianza para que la libere.

—Perfecto.

—Me retiro, con su permiso.

Lo veo irse y voy camino a Morris, otro de mi personal de mucha confianza al cual recientemente le he pedido que me haga un trabajo.

—Morris, ¿supiste algo sobre la familia Cooper?

—Si señor, sus datos fueron registrados el día que entró a trabajar para usted hace ya tantos años. Anoche he dado la orden de que busquen y traigan hacia acá a sus parientes cercanos.

—¿Cuánto demorará? Me urge que aquellos infelices estén aquí.

—Me avisaron esta mañana que no se encontraba nadie en la residencia que venía en los documentos. Pero los vecinos de ahí informan que se mudaron hace ya tiempo, fueron a buscarlos.

—Bien, avísame cualquier cosa.

—Si señor.

Cooper había cometido el grave error de haberse metido íntimamente con mi princesa, pues ahora se cargaría una deuda muy grande hasta la muerte, deuda que tendrá que cumplir su familia.
No permitiré que nadie venga aquí para verme la cara de imbécil.

—Repite conmigo.

—No, por favor señorita, por favor piedad.

—Repite: "No, volveré a robar, porque si lo hago, esto me pasará de nuevo"

—Señorita...

—¡Repite!

Al acercarme a ellos, veo como Karol azota las manos del señor con un alambre delgado. Ya no tiene algunos dedos.

—No... no volveré a robar, porque... porque si lo hago, esto me pasará de nuevo —lloriquea.

Karol le da otro latigazo, le sangra, y me asombro al verle la espalda al señor. Parece que también le dió latigazos ahí, ¿en qué momento?

—Muy bien señor Nájera, está aprendiendo mucho. Ya sabe que con la mafia no se debe de meter, ¿cierto?

—...Si señorita, si..., lo lamento mucho.

—Ahora como buen hombre tendrás que regresar todo lo que has robado con una cuota extra. El señor Stewart te dirá la cifra total que tendrás que dar este mismo fin de semana.

—...Si, si...

—Buen chico.

—¿Todo bien? —hablo, llamando su atención y posándome delante del ratero—Señor Nájera, me da gusto ver que coopera con las órdenes de mi amada.

El hombre no me dice nada, al contrario, parece que después de verme es como si fuese el mismísimo diablo porque agacha la cabeza en el pasto y lloriquea más fuerte.

—Si, todo bien, tengo todo bajo control —habla—Chicos llévense al señor Nájera por favor.

—Si señorita.

Le entrega el alambre a Stewart y ya no tenemos a nadie más frente a nosotros más que a los hombres de seguridad que cuidan las cosas en el patio trasero.

—No me levantaste.

—No —me besa—No quería despertarte a estas horas. El sol apenas se está poniendo.

—Te ves muy sexy, ¿de dónde sacaste esa ropa? —sonríe al mirársela.

—¿Te gusta?

—Mucho.

—En el mes que me tomé para disfrutar de mi libertad con la señora Carmen, he podido comprar mucha ropa lujosa. Tengo un abrigo evaluado a un millón de dólares, valió cada centavo.

—Ya veo —comenzamos a caminar, pero entonces Collins se acerca a nosotros con las manos detrás de su espalda.

—Buenos días señor Pasquarelli —asiento—Señorita Sevilla, le he traído los documentos que me ha pedido.

—Gracias señor Collins, se puede retirar.

—Con su permiso.

—¿Documentos? ¿Qué es eso?

Abre la carpeta delgada y encuentra varías fotografías e información sobre acerca de varias personas.

»"Moore" sus apellidos son Moore«

—Familia familia familia —suspira—Es triste saber que por un crimen que cometió un integrante de la familia todos tengan que verse perjudicados a causa de eso. Pero es con el simple propósito de dar lecciones, ¿no?

—Ya veo.

—Haré unos viajes para verlos —o sea matarlos—Espero que no te molestes y que te portes bien mientras yo no esté. Sabes perfectamente lo que pienso en cuanto lo de que veas a otras mujeres mientras no estoy, ¿verdad?

—No irás sola, te acompañaré.

—No es necesario.

—No quiero separarme de ti de vuelta, hace unos días que has llegado y no quiero que te vayas. Prometiste quedarte para siempre.

Karol, con una aterradora sonrisa me acaricia la mejilla con suavidad. Puedo sentir como los pelos se me ponen de punta porque no sé si su sonrisa es sincera.

—Rulitos, no me iré de tu lado. Eres mío.

—Podrías posponer aquellas búsquedas. Mereces tomarte un tiempo después de todo lo que has tenido que pasar. Todavía es verano.

—He tenido ya muchas vacaciones Ruggero, ahora lo que necesito es ponerme a trabajar de nuevo.

—Pero no has tenido vacaciones conmigo —intenta hablar pero no la dejo—Te propongo irnos un fin de semana al yate.

—¿Un fin de semana? Hoy es sábado.

—¡Pues vamos hoy! Regresamos el lunes por la mañana, son las cinco de la mañana y si nos vamos lo antes posible nos rendirá el día.

—Ruggero, no sé si...

—Por favor —tomo su mano—No te he aprovechado el tiempo suficiente. Recuerdo que nos la vivíamos en la cama teniendo sexo y ahora que estás aquí solo lo hemos hecho una vez y apenas nos tocamos en la ducha.

—No lo hicimos porque no traías protección, ese no fue mi problema.

—Vale, por favor.

Se me queda mirando un poco dudosa de mi petición. Pero al final me sonrío con sinceridad y no con maldad, y dijo:

—Si eso te hace feliz, pues adelante.

—Eso sí que me haría muy feliz.

—Pero tienes que llevar a las niñas. Ya mero entran a la escuela, seguro que no las has sacado a pasear.

¿Será que se está encariñando con ellas?
Eso espero.

—Si, les diré ya mismo.

—Bien.

—Bien.

Nos quedamos así, mirándonos a los ojos sin decir más y simplemente sonriéndonos.
Bendito sea el día que me enamoré totalmente de ella. Y maldito sea el día en que ella se enamoró de otro hombre, sigue sin quitarse su anillo.

*•*•*•*•*•*•*•*

Para las siete de la mañana, las maletas de los cuatro ya estaban listas en el living y quedamos en ir a desayunar afuera todos.
Pero entonces, una cosa tenía que salir mal como siempre.

—Papi, ¿te he dicho que te ves muy elegante hoy? —Lily habla antes de salir de la casa. Karol está entretenida mirándose al espejo y retocando su maquillaje pero le presta cierta atención a las niñas.

—No necesito que me digan mis verdades.

—¡Amo tu reloj! ¿Dónde lo compraste? —Madison—Parece muy lujoso, como todo lo que tienes, papi.

—Jamás me habían llamado papi, pero debo de supongo que es porque quieren algo en particular, ¿verdad?

—¡Papi es que invitamos a Simón y Agustín!

—¿¡Qué!?

—¡Y ya han llegado! ¡Por favor no te enojes! —Karol se ríe, pero yo no, todo lo contrario, me enfado por lo que han hecho—¡Padre por favor!

—¡No!

—Papá, ya no podemos cancelarles. Ya están aquí.

—No me importa, ellos no van. Este fin de semana es para pasarla bien con mis hijas y mi novia, ningún otro sujeto irá y menos sus asquerosos e irritantes novios.

Diez minutos fueron los que bastaron para que me convencieran de aceptarlos. Eran muy convincentes cuando se lo proponían.

—No irán al desayuno, los vemos en el puerto —les digo a ellos, gruño al pasar alado de ambos y no entienden lo que pasa, pero las niñas se los explican.

Me subo al asiento trasero de una camioneta blindada alado de Karol que sonríe como si esto fuese el chiste más gracioso del mundo.
Se acerca a mi para besar mi mejilla con delicadeza.

—Eres un buen padre.

—No podré dormir tranquilo en el yate sabiendo que mis hijas están bajo el mismo techo que sus novios adultos. Querrán tener relaciones sexuales.

—No eres muy ingenuo como para no saber que tus hijas y ellos ya...

—Karol, no por favor —se ríe—Hay tres recamaras en el yate. Una para ti y para mi, una para Madison, otra para Lily y los otros dos se pueden dormir con los tiburones. Suena bien, ¿verdad?

—O las niñas pueden dormir en una recámara y los chicos en otra, ¿ves qué tan fácil es?

Las veo despedirse de los inútiles científicos y se suben a los asientos de atrás para que el chofer nos lleve.
La idea principal de habérmelas quedado y no matarlas era para que sirvieran a mi élite, por eso Agustin les enseñó cosas. Quería que ambas fuesen un as bajo la manga en algún futuro contra Carlo, pero jamás creí que me encariñaría con mis mascotas y las adoptase.

Al llegar al restaurante cerca del puerto me bajé tomado de la mano de Karol. El viento hacía que su cabello saliese volando y me daba ternura ver cómo se entretenía con las personas que pescaban.

Nuestros guardaespaldas se quedaron a una cierta distancia para cuidarnos, las niñas escogieron un lugar en el aire libre en una azotea con vista al mar.
Nos sentamos, y no tardaron nada en traernos las cartas.

—¡Hamburguesa!

—¡Papas fritas!

—¡Coca-cola!

—¡Extra queso en las hamburguesas!

Las niñas gritoneaban lo que querían, pero yo me quedé vagando en mis pensamientos.
Quería que fuese un fin de semana agradable, ahora no sé si lo sea. Y vale, sé que yo tengo la voz mayor en este lugar y que yo puedo hacer y deshacer lo que quiera porque soy el rey, ¿¡pero discutir con mis hijas!? ¿¡Llevarle la contraria a Karol!? ¿¡Cuándo mierda se convirtió esto en "ustedes mandan y al rey de la mafia que se lo lleven por un tubo"!?

—¿Qué haces?

—¿Qué?

—Estás mirando a la mesera, ¿verdad? —miro a la dirección que me señaló y palidezco al ver que estaba en un transe mental pero sin querer mi vista estaba hacia la mesera sexy, oh no—¡Contéstame! ¿¡La mirabas!?

Miro de reojo a las niñas, se han quedado calladas al ver que me gritó. ¿¡Permitiré que me griten!?

—No mi amor, no veía a nadie te lo juro.

Si, permití que me dominara. Pero es por una buena causa y para que no se ponga más histérica.

—Pues deja de mirar hacia aquel lado porque eso es lo que me das a entender. No es posible que unas simples piernas flacas y flácidas te llamen la atención.

—Las únicas piernas que me gustan son las tuyas.

Segundos después, esa misma mesera viene a atendernos. Karol está que echa humo por lo enojada. Tanto que su mano se posa en mi pierna para marcar territorio como lo dijo la señora Carmen.

—¿Gustan ordenar?

—Si, ordeno de que te avientes por la terraza y te mueras.

¡Karol!

—¿Disculpe?

—Lo que escuchó —¿Lily?—Se nos hace una terrible falta de respeto que ande aquí con ropa tan diminuta y sin cumplir los estándares de vestimenta adecuados.

—Nosotras no somos personas vulgares, para mujeres vulgares en ese caso nos vamos al bar de alado —¿¡Madison!?—Queremos que el joven nos atienda por favor, si es mucho pedir.

Pero, ¿¡qué!?

—Oh, yo...

—Ya las escuchó, mejor no lo pude haber dicho.

—Perdone, pero es un restaurante junto al puerto y mi vestimenta es muy adecuada a...

—¿Ve a esos hombres de negro allá afuera? —Karol los señala con la mirada—Si no hace lo que les pedimos, yo misma me encargo de hacer que ellos vuelen este lugar en pedazos —y entonces, saca su pistola y la pone sobre la mesa. La mujer palidece—Ahora lárguese.

—...Si, lo lamento mucho.

En dos segundos llega el hombre para pedirnos la orden.

—¡Una hamburguesa con papas y queso!

Todo volvió a la normalidad.
Creo que era yo el que se quiere tirar de la azotea, ¿de verdad mis hijas le acaban de seguir el ataque de celos a Karol? ¿Cómo por qué?

Pude haber hecho muchas cosas, las pude haber regañado pero no podía.
Yo había convertido a Karol así, o bueno, más bien fue la traición de Harry la que la hace posesiva y celosa.
Sabía que con medicamentos podía hacer que sus ataques de enojo se controlasen un poco, pero me aterraba la idea de decirle a Karol que se tenía que medicar.

»Acéptalo Ruggero, una parte muy en el fondo de ti te dice que te gusta que sea así contigo. Si te cela, siente algo por ti, ¿verdad?«

Volteé a verla después de unos minutos y ella me sonrió como si nada hubiese pasado. Sujetó mi mejilla y me besó en los labios con ternura.

—Tú y yo tendremos una plática acerca de la chica a la que miraste —susurra amenazándome—Pero ahora no, ahora almorcemos tranquilos.

—No lo hice a propósito, yo estaba pensando y ella simplemente estaba en mi campo de visión...

—Hablaremos luego, Ruggero. Ahora no.

Okay, Karol me empezaba a aterrar un poco.
Ella no era así, ella no se molestaba en celarme, y ahora que lo hace puedo sentir que es capaz incluso de matar a toda aquella que se cruce en su camino.

El almuerzo fue tranquilo después del incidente. Después de pagar no tuvimos que caminar mucho para llegar al yate más grande y lujoso entre todos.
Las niñas corrieron a los brazos de sus asquerosos novios, Agustín cargó en los aires a Madison pero Simón no, Simón fue diferente porque sólo la saludó con un beso en la mejilla, después me saludó a mi y le sonrío a Karol.

—¡Es enorme! ¡Corre Agustín!

Si, estaba totalmente orgulloso de que mi yate fuese lo suficientemente grande como para hacer una fiesta con docenas de invitados.
La parte de enfrente, en la punta, tenía muchos camastros y cojines finos. No muy lejos de ahí estaba un mini bar con suficientes bebidas para preparar.
La parte de atrás era más tranquilo, más para relajarse. Esto es sólo la parte de arriba, porque la parte de abajo donde están los dormitorios es todavía más bonito.

—Señor Pasquarelli, el yate está listo para zarpar —el encargado me saluda y le sonríe a Karol—Todo está en su lugar.

—Gracias Arturo, veo que lo has mantenido bonito. Espero que tenga todas las afinaciones.

—Por supuesto señor. Que disfrute su estancia.

—Gracias.

—¿Sabes navegar estas cosas? —cuestiona Karol cuando nos adentramos—Dime Ruggero, ¿qué otra cosa sabes hacer bien?

—Pilotear helicópteros y aviones.

—¿De verdad? Estaría encantada de verte pilotear.

—Y yo estaría encantado de enseñarte —sonrío coqueto, tomando su cintura y queriéndola besar pero no pude, ya que Lily nos interrumpió.

—¿¡Ya nos vamos papá!?

»Papá« jamás creí que me sentiría cómodo de que me dijeran así, pero parece que a ellas no les importa mucho.

—Ya voy Lily.

Intento irme, pero Karol me sujeta con un poco de fuerza más de lo normal y me besa. Un beso que lo sentí totalmente lleno de posesión a mi persona.

—Eres mío, recuérdalo hoy y siempre —oh mierda.

Mabel Paz

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