Ally pidió un taxi, agarró a Dallas, que seguía en shock y tras empujarle dentro gritó al conductor «¡Al Mount Sinai Medical Center por favor!»
Mientras Trish y Carrie deshacían el camino andado en busca de los chicos y los niños. Cuando Austin las vió llegar a lo lejos rápidamente notó que algo había pasado, su cara desfigurada por el susto lo decía todo.
—¿Y Ally? ¿Qué ha pasado?— preguntó Austin, que al notar la ausencia de su mujer estaba empezando a ponerse nervioso —no me digáis que no ha pasado nada, lo veo en vuestras miradas.
—Nelson...
Carrie empezó la frase pero no fue capaz de terminarla, la sangre fría que había reinado mientras cuidaba del accidentado ahora parecía haber desaparecido y antes de que pudiera seguir empezó a llorar desconsoladamente.
—Nelson ha tenido un pequeño accidente, Ally y Dallas se lo han llevado al hospital— contestó Trish, que había notado como los tres niños se acercaban al ver llorar a la rubia —¿por qué no os lleváis a los peques a tomar un helado?— preguntó mirando a los Wade.
Dez agradeció con la mirada a su amiga mientras abrazaba a su mujer, que seguía sollozando en silencio. No tenía ni idea de lo que había pasado pero se imaginaba que era algo más que “un pequeño accidente”. A pesar de que Carrie siempre había sido muy fuerte, esta situación había hecho que llegase al límite de sus nervios.
Trish y Austin se subieron al coche del rubio mientras sus amigos se quedaban al cargo de los niños. Al oír la palabra mágica “helado” Alex, Ava y Magnolia habían empezado a recoger mientras discutían sobre qué sabor era el mejor.
•••
—¡Ya estamos aquí!— gritó Trish apunto de saltar del coche en marcha.
Dallas y Ally estaban en la puerta del hospital esperándoles, ella caminaba sin parar de un lado para otro, en su cara se veían claramente señas de que había estado llorando; él se había sentado en el bordillo de la carretera con la cabeza hundida entre las rodillas.
—Los niños están con Carrie y Dez— explicó Austin —¿me vais a contar ya lo que ha pasado?
—Ha sido culpa mía...— murmuró Dallas sin alzar la cabeza —no debería haberle dejado ir solo, ha sido culpa mía...
—No es culpa tuya Dallas, Nelson ha sufrido un ataque de tiburón mientras les echaba de comer— dijo Ally mirando a su marido —ha perdido parte de una pierna.
El rubio se quedó boquiabierto, en ningún momento había imaginado algo así. Ahora entendía la expresión de las chicas cuando habían llegado a la playa.
—Le están operando y...
—¿¡Alguno de ustedes es B negativo!?— un médico que acababa de salir interrumpió a Ally en mitad de la frase —¡Nos estamos quedando sin sangre de su tipo!
Los cuatro adultos se miraron unos a otros mientras negaban con la cabeza.
—Pero... ¿cómo pueden quedarse sin sangre en un hospital?— preguntó Austin.
—El B negativo es el tipo menos corriente y su amigo ya ha recibido tres transfusiones, de momento hemos conseguido estabilizarlo pero va a necesitar más en unas horas.
Ante la mirada atónita de sus oyentes y consciente de que no iban a servirle de ayuda, el médico resopló y tras gritarle algo a un enfermero que estaba fumando volvió corriendo adentro.
Trish se mordía el labio nerviosa una y otra vez, sabía una forma de salvar a Nelson pero no se atrevía a decirla. Se sentía atrapada en un remolino de culpabilidad ¿y si Nelson moría por su culpa? Por muchos años que hubiesen pasado nadie dejaría de ver al fuerte y apuesto joven como el niño patoso que había sido.
—Ally, tengo que decirte una cosa— dijo cogiendo a su amiga del brazo y alejándola de los dos hombres.
—¿Qué ocurre?
—Yo... creo que...— Trish tragó saliva y lo soltó de sopetón —creo que Jace es B negativo.
La otra mujer la miró extrañada, durante unos segundos le pareció que todo era demasiado extraño.
—¿Cómo lo sabes?
—Jace va siempre que puede a donar sangre y alguna vez le he acompañado— contestó ella, y el simple recuerdo de su amante hizo que se olvidase de la horrible situación que estaban viviendo y empezase a soñar despierta —es tan bueno... se preocupa tanto por los demás...
—¡Llámale ahora mismo!— exclamó Ally sin dejarla terminar.
—Ssshhh, baja la voz— susurró moviendo las manos arriba y abajo —no puedo llamarle.
—Dejad de lado vuestro estúpido orgullo, se trata de salvar la vida a una persona por favor.
Hasta que las palabras no salieron de su boca Ally no se dió cuenta de lo directa que había sido. Durante unos instantes enrojeció, ella no era así en absoluto; siempre había tratado de ser complaciente e intentaba evitar las discusiones y los confrontamientos.
—O le llamas tú o le llamo yo— dijo más calmada ante la mirada avergonzada de su amiga.
•••
—¡Ava no toques eso por favor!
Dez se lanzó sobre la niña y le arrebató la delicada figurita que tenía en las manos. Él y Carrie estaban exhaustos después de tan solo dos horas cuidando de los tres niños; Ava quería tocar absolutamente todas las piezas de colección que tenían los Wade, Magnolia había llenado el gigantesco sofá blanco de manchas de helado de chocolate y Alex no paraba de preguntar que quién había tenido un accidente.
—Nada que ver con nuestro Darrie eh— murmuró la mujer al oído de su marido.
El único hijo de los Wade había sido muy tranquilo, desde que con dos años aprendió a leer se pasaba el día estudiando y su personalidad de genio fue siempre muy calmada y ordenada.
—¿Por qué no vamos al sótano y vemos una peli?— propuso el pelirrojo.
Al oírle los niños empezaron a saltar y a gritar ¿es que no sabían hacer otra cosa? Dez les acompañó hasta la planta inferior, allí solo había dos sofás y un proyector así que al menos no podrían romper nada y estarían quietos durante un par de horas.
Pero aunque la teoría era fácil, la práctica no tanto. Tras casi tres cuartos de hora para elegir la película que iban a ver, dos viajes al baño y una llamada infructuosa a los Moon Dez estaba apunto de darle al botón de inicio cuando la voz de su mujer se escuchó escaleras arriba.
—¡Todos a comer!
Los tres niños se abalanzaron escaleras arriba y con un grito ahogado de frustración el pelirrojo se dejó caer sobre uno de los sofás.
•••
—¿Seguro que no quieres que vaya contigo?— preguntó Ally mirando a su mejor amiga.
—No— respondió ella secamente —¡volveré lo antes posible, llamadme si hay algún cambio!— exclamó despidiéndose de Austin y Dallas.
—¿Adónde va?— preguntó el rubio a su mujer.
Ella le miró y no fue capaz de responder mientras pensaba «a bajarse los pantalones».
•••
Trish conducía lo más rápido que podía intentando imaginar que le diría a Jace cuando le viese de nuevo. ¿Querría hablar con ella? ¿Le abriría siquiera la puerta? ¿Y si estaba esa otra mujer en su casa?
Sumida en sus pensamientos el camino hasta la casa de su antiguo amante parecía haber pasado en un abrir y cerrar de ojos. Cuando se encontró a si misma aparcada frente a su jardín las dudas y el miedo volvieron a recorrer cada parte de su cuerpo. Sacudió la cabeza enfadada, Nelson estaba debatiéndose entre la vida y la muerte y ella era su única opción. Bajó del coche cerrando la puerta de golpe, en dos zancadas llegó hasta la puerta y llamó al timbre antes de que ese arrebato de valor la abandonase.
Cuando Jace abrió ambos se quedaron mirándose paralizados, con la boca abierta como si las palabras se negasen a salir, solo podían mirarse a los ojos. Tras unos segundos el hombre carraspeó pero antes de que pudiera decir nada Trish se le adelantó.
—¿Tú eres B negativo verdad?
—¿Eh?
—Ven, es una urgencia— la mujer le cogió de la mano y sin dar más explicaciones le arrastró hasta el coche.
A Jace solo le dio tiempo a cerrar la puerta de su casa mientras balbuceaba preguntas inconexas.
—¿Pero qué...? ¿B negativo? Trish... ¿Qué haces aquí? Yo...
Cuando llegaron a la puerta del vehículo él clavó firmemente los pies en el suelo con la intención de no dar un paso más hasta que recibiera una explicación. Cuando ella vió su ceño fruncido, suspiró y le contó lo que había pasado.
—¿Nelson? ¿Ese pequeñajo que decía todo el rato «¡Que rollo!»?
—Si, solo que ya no es tan pequeñajo.
—¡Entonces vamos! ¡Rápido!
En ese momento ambos se dieron cuenta de que seguían cogidos de la mano, sonrojados se soltaron rápidamente y sin volver a mirarse montaron en el coche y Trish puso rumbo al hospital.
—¡Doctor! ¡Aquí le traemos un B negativo! ¡Doctor!
Al no ver a sus amigos en la puerta, Trish preguntó en recepción donde estaban las zonas de espera de las salas de operaciones. La pareja corría dejando habitaciones, despachos y consultas a un lado y a otro y a su paso una decenas de curiosos alzaba el cuello para intentar ver qué estaba ocurriendo.
—Bajen la voz por favor, aquí hay gente que necesita descansar— la regañó una enfermera que pasaba por allí.
—¡El chico al que están operando! ¿¡Necesitaba sangre no!? ¡Pues él es B negativo! ¡Avise al doctor por favor!
La enfermera tuvo que hablar con otras dos personas hasta que se aclaró el asunto. Pero en menos de un minuto se estaban llevando a Jace a una sala donde le extraerían la sangre que con suerte serviría para salvar a Nelson.
Trish se quedó mirando como ese hombre, al que había amado en su adolescencia y en el fondo no había dejado de hacerlo, se alejaba. Aún notaba en la mano el breve contacto que habían tenido en el jardín de su casa y la apretó intentando sin suerte que esa sensación no se fuera nunca.
—¿Ese era Jace?— preguntó Austin acercándose.
—Si...— respondió ella sin saber que más decir.
—Era un bailarín increíble, no sabía que habíais mantenido el contacto durante todo este tiempo.
Ally fue al rescate de su amiga, no quería que su marido se enterase de su infidelidad hacia Chuck.
—Cariño, ¿por qué no llamas a Alex y Ava? Seguro que Carrie y Dez te agradecen cinco minutos de paz.
—Claro mi vida, ahora mismo les llamo— contestó él con una sonrisa mientras se sacaba el teléfono del bolsillo.
—Gracias— susurró Trish viendo a su amigo alejarse.
—Gracias a ti por traer a Jace, se que no ha sido fácil...— Ally tuvo que carraspear porque cada vez que recordaba que su antiguo alumno había sido atacado por un tiburón notaba un nudo en la garganta que solo se apretaba más y más.
•••
En casa de los Wade todo estaba mucho más calmado, habían conseguido que los niños se durmiesen la siesta y Carrie y Dez disfrutaban de un café y sobretodo del maravilloso silencio que reinaba en su hogar.
Mientras Dez fregaba las tazas en la cocina, Carrie se había tumbado en el sofá y estaba apunto de cerrar los ojos cuando su teléfono empezó a sonar. Rápidamente aceptó la llamada, temiendo que los niños se hubiesen despertado con el ruido, a pesar de estar en el sótano.
—Ah Austin, eres tú […] Están durmiendo, ¿que tal está Nelson? ¿Sabéis algo ya? […] Entiendo... Pues mucho ánimo, ya veréis como sale de esta.
El pelirrojo vio desde el otro extremo de la habitación como su mujer estaba distraída y mirando el reloj se dió cuenta de que era el momento perfecto para irse. Así ella no podría hacerle ninguna pregunta, era lo mejor, no quería que supiera lo que estaba apunto de hacer.
Carrie seguía hablando con Austin cuando Dez se puso las zapatillas, cogió las llaves del coche y se fue cerrando suavemente la puerta. Estaba tan nervioso que no se había dado cuenta de que llevaba una deportiva de cada color.
¿Qué tal estáis?
Perdón por haber tardado tanto.