capítulo veintiocho:
en la cuerda floja.
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—Debemos confiar en que se encargarán del colosal—anunció Jean viendo como Leyna se acoplaba, pudo notar sus ojos llorosos, pero prefirió confiar en la fuerza que reflejaba la mirada de su amiga—. Manténgalo distraído, no se acerquen mucho al acorazado.
El titán los ignoró por completo, Reiner iba directo hacia Eren, la tropa 104 se dirigió hacia el titán acorazado siguiendo el plan elaborado por Kirschtein.
Leyna y Sasha tirarían sus últimas lanzas para abrir la mandíbula del titán, pero en un movimiento de brazo, Reiner logró golpear a las chicas haciendo Sasha caiga inconsciente, y Leyna falle en su objetivo.
—¡Sasha!—gritó Connie socorriéndola.
Leyna cayó en uno de los tejados, raspándose brutalmente el cuerpo mientras veía como su lanza se había quedado atascada muy cerca del cuello del acorazado.
—¡MIERDA!—exclamó la pelirroja intentando ponerse de pie, Jean se apresuró a ayudarla—. ¡Debo explotar la lanza!
—¡Espera, no podremos acercarnos sin morir!
Mikasa no sabía que hacer, Reiner no tenía la boca abierta, todo indicaba que el plan había fallado.
El sonido de un equipo de maniobras aproximándose hizo que la azabache se volteara. A una gran velocidad, Giselle se dirigía titán acorazado, tenía todo el uniforme ensangrentado, cubierta de polvo y cenizas, pero eso no la detendría.
La teniente pudo acercarse a la lanza de Becker, gracias a la fuerza y velocidad implícita logró salir de la explosión.
—¡Teniente Ackerman!—rápidamente Leyna y Jean se aproximaron a socorrerla, antes de poder acercarse la sargento Hange se apareció por encima, apuntando su lanza al otro extremo de la mandíbula, logrando explotarla.
—¡MIKASA, AHORA!
La chica Ackerman cumplió su parte de la misión, incrustando la última lanza en la boca del acorazado.
—Reiner... ¡Sal de ahí!
Tras aquella explosión el cuerpo de Reiner salió disparado, Leyna se aproximó a aprisionarlo.
Los ojos de Eren estaban llorosos, frente a el se encontraba el cuerpo de su mejor amigo, Armin, totalmente calcinado.
—Tú jamás has escapado, Armin ¿por qué nunca escapas del peligro?
A varios metros de ahí, Giselle sostenía su herida cercana al estomago, mientras apoyaba su espalda contra la pared más cercana.
—No puede ser ¿Cómo sigues con vida?—Hange tomó su rostro, la mujer Ackerman estallaba de fiebre.
—Necesitan más que un montón de rocas y escombros para matarme—murmuró tragando con pesadez—. Luego hablamos de como mis vísceras están por salirse, llévame con Braun.
—Pero tu herida...
—Hange, estoy bien, ayúdame—ante su terquedad, la teniente recibió la ayuda de su amada para ponerse de pie, y con la mirada rígida se dirigió hacia Reiner—. Dame una razón para no matarte.
—Teniente, no puedo creer que siga con vida—dijo Reiner—. Ahora mismo estoy ciego, pero podría jurar que se ve como un cadáver viviente.
—Eso es grosero, debe ser por eso que no tienes pareja—la mujer se acercó, mirando un estuche de metal en el pecho de Reiner—. ¿Qué tienes ahí, una bomba? En estas condiciones, eso sí me mataría.
—Es una carta.
—No queremos tus últimas suplicas en papel, quiérete un poco.
—La escribió Ymir, Christa debe recibirla.
Aquellas palabras pararon a Giselle, tomó el estuche para pasárselo a Hange.
—Su nombre es Historia, recuerda eso—la teniente miró a Zöe buscando la orden de matarlo, al no recibirla simplemente suspiró—. Tienes suerte, por ahora vivirás.
Leyna vendaba el brazo de Mikasa, estaba bastante rojizo por la quemadura.
—En cuanto lleguemos a la muralla te atenderán mejor, aguanta un poco—murmuró la pelirroja, mientras Mikasa le miraba el rostro.
—Tú también te lastimaste.
—No es nada—interrumpió Leyna—. Quizás debamos buscar a Armin.
—Leyna—llamó Hange—. ¿Cuánto gas tienes?
—El suficiente para ir por Armin y Eren.
—Bien, entonces ve por ellos, contacta al capitán Levi, dile que necesitaremos la jeringa—ordenó dándole una de las bengalas—. De no poder traerla, arroja la bengala roja, iremos rápidamente.
—Sí señora —Leyna estaba a punto de irse, cuándo Mikasa tocó su hombro.
—Déjame ir contigo, por favor—la chica Becker no pudo negarle la petición, agarrándola ambas se dirigieron al techo donde se encontraban ellos.
Al aterrizar una escena aterradora se reflejó frente a ellas, dejando a Leyna sin respiración, nuevamente, sintió como todo su mundo se le venía abajo, Leyna observó el cuerpo quemado, claramente la primera idea invadió su cabeza.
Armin.
—¿Qué... qué ocurrió?—dijo Mikasa con los ojos cristalizados.
—¡Vamos Armin, sigue respirando!—exclamó Eren—. ¡Capitán, la jeringa!
Leyna reaccionó lanzando aquella bengala roja para llamar a Hange y Giselle.
—¡Rápido, haga que Armin se coma a Bertholdt!—Jaeger tenía al portador del colosal aprisionado, mientras Levi sacaba aquel estuche de metal.
Becker miró el cuerpo inconsciente de Bertholdt Hoover, por un instante sintió un escalofrío, avanzó dos pasos para intentar acercarse a Armin pero fue detenida por los brazos de Mikasa, quién también tenía lágrimas en los ojos, ambas se miraron a los ojos aterradas por lo que pasaría.
Antes de siquiera poder sacar la jeringa, un soldado cayó en el tejado, cargaba en su espalda a otro hombre, todos quedaron sin palabras.
—Capitán Levi... por fin lo encuentro—se trataba de Floch Forster—. Encontré al comandante Erwin, está muy mal.
Becker levantó la vista inmediatamente hasta Levi.
—¿Capitán?
Levi la miró, podía ver el terror asomado en sus ojos cristalizados, y una enorme tristeza a punto de invadirla.
—Necesitamos a Erwin—rápidamente Eren se paró amenazante junto al capitán.
—Dijo que se la daría a Armin.
—¿Comprenden lo qué hacen? Se trata del Comandante, necesito que dejen sus emociones de lado.
Al no obtener respuesta, Levi no tuvo más opción que golpear a Eren, sin dudarlo, Mikasa se aproximó al capitán con un grito para aprisionarlo con su cuchilla. Por un instante, Leyna quedó petrificada, su cuerpo estaba estático, pero las lágrimas se deslizaron por su rostro.
—¿¡Qué acaso no entienden!? ¡Sin Erwin la humanidad no avanzará!
—¡Tiene razón, Mikasa, deja de actuar así!—interrumpió Floch.
—La idea de bloquear Trost, la identidad de Annie, viajar por la noche, buscar dentro de las murallas ¡Todo fue idea de Armin! ¡La humanidad no se salvará por mí o por el comandante, será por Armin! ¡Mikasa, Leyna, díganle!—rogó Eren.
Ante aquél llamado, Leyna sintió nuevamente el impulso recorrer su cuerpo, el amor la había cegado, no podía perder a otra persona tan importante, no estaba lista para renunciar a Armin.
Sin pensarlo un segundo más, Becker corrió hasta Levi, arracándolo de la mano del capitán tomó el estuche, inmediatamente Floch trató de detenerla.
—¡MALDITA SEA, DEJEN DE INTERFERIR!—gritó el soldado dispuesto a agarrarla, el primer instinto de Mikasa fue proteger a Leyna, sin dudarlo dirigió su cuchilla hacia Forster.
Cuando Leyna estaba lo suficientemente cerca de Armin decidió abrir el estuche, estando tan cerca de lograrlo, una mano tomo su muñeca con tal fuerza que no pudo moverla, pronto sintió como un par de brazos la aprisionaban por la espalda.
—¡Giselle!—exclamó Levi, la mujer había luchado contra su propio cuerpo malherido para detenerla.
Al mismo tiempo, Hange llegó para sostener a Mikasa con todas su fuerzas.
—Leyna, suelta eso, no quiero lastimarte—pidió Giselle murmurando.
—Adelante, solo así me la quitará—respondió la pelirroja—. ¡Él es el único que ha ideado los planes que nos trajeron hasta aquí!
—¡Tienes razón, pero el liderazgo, la iniciativa, eso es lo que necesitamos!—exclamó la azabache, en el fondo estaba consciente de la verdadera razón por la qe Leyna peleaba, se acercó al oído de la chica—. Sé que esto te causará un dolor irreparable, he visto la forma en la que se miran.
—Usted no lo entiende—murmuró Leyna entre su llanto.
—Te entiendo, mejor que nadie—respondió —. Sé lo que es amar en una guerra.
—Por favor... dijo que quería ver el mar conmigo—la pelirroja sintió como su voz se convertía en un hilo.
Poco a poco, la fuerza de Leyna fue bajando, haciendo que el agarre de Giselle sea menor.
—También hice promesas que no pude cumplir, pues no siempre puedo salvar a todos, ni siquiera siendo una de las más fuertes—continuó—. Siento tanto tener que pedírtelo... Leyna, déjalo ir.
Los recuerdos comenzaron a invadirla, la primera vez que vio sus hermosos ojos azules, como se sentía un abrazo suyo, aquel beso, no era justo en lo absoluto.
Cansada de forcejear, Becker solamente pudo soltar un sollozo.
—Está bien, haces lo correcto...—susurró la teniente, quitándole la jeringa para extenderla hasta Floch, quien la pasaría hasta Levi.
Leyna volvió a derrumbarse sin tener el valor de levantar la vista, no encontraba valentía para luchar si él no estaba ahí, no quería luchar.
—¿Capitán, alguna vez ha escuchado del mar?—preguntó Eren—. Siempre llega hasta el horizonte es un lago enorme...
—¡Ya es suficiente!—intervino Forster, Giselle le hizo una seña para que callara.
—Armin quería conocerlo, me contó de ese lugar, él no solo piensa en matar, es diferente, tiene un sueño, ama, y puede salvarnos.
—Jean—Giselle tomó a Leyna del brazo para llevarla hasta Kirschtein, quien la abrazó con tal fuerza que no pueda volver a huir.
Poco después todos tuvieron que abandonar la escena, a excepción de Levi y Giselle.
—¿Estás bien, sientes que puedes aguantar?—preguntó Levi al ver aquella enorme herida en el estómago sobresaliente del uniforme ensangrentado de su hermana.
—Sí, no soy yo quien debe pelear por su vida.
Levi comenzó a dudar de su decisión—Maldita sea, todos lloran como estúpidos mocosos.
—Es por que eso son, niños renunciando a su amigo—interrumpió la teniente—. Una de ellos debe dejar ir a su primer amor...
—¿El amor de qué ha servido?
Giselle se mantuvo callada, en un brusco movimiento Erwin levantó brazo como última voluntad, dejando a los Ackerman sin palabras.
—¿Erwin?
—Profesor ¿Cómo saben que allá no hay más humanos...?—soltó el comandante, Levi miró a su prima lleno de confusión.
Giselle se aproximó hasta Erwin, jamás creyó que llegaría a verlo en su lecho de muerte, aun así. La mujer no pudo evitar notar algo peculiar en el uniforme del rubio, por debajo de la chaqueta de Smith, se asomaba un suave reesplandor, con delicadeza, la Ackerman levantó la chaqueta para ver de que se trataba, y al notarlo, sus ojos mostraron una sorpresa inimaginable.
"Capitana Emily Ciprianno, escuadrón
médico de la legión de reconocimiento".
—¿Eso es...?—Levi no pudo completar la oración.
—Mike nunca paró de buscar... Erwin dijo que no había indicios de su medalla, que se fue con ella ese día—afirmó Giselle—. La tuvo consigo todo este tiempo.
Aquella medalla dorada otorgada por Keith Shadis a su difunda amiga, Emily, relucía como si hubiera sido pulida todos los días desde el momento que Ciprianno la dejó.
Giselle miró con frialdad al comandante, por un instante el enojo la invadió, detestaba la idea de que Erwin sacrificó su vida incluso tras la última voluntad de Emily Ciprianno.
Sin embargo, en el fondo no podía culparlo, al final del día, no era el demonio que todos temían, Erwin Smith fue un humano, lleno de errores, tristezas, y un corazón roto.
—El amor no sirve en el campo de batalla, pero todos somos esclavos de algo—Giselle recitó las palabras de su padre, Kenny—. Hay cosas que necesitamos para olvidar que este mundo no está de nuestro lado, y así poder seguir adelante.
En otro tejado, Leyna lloraba sin consuelo en los brazos de Jean quién no la había soltado, Kirschtein se contenía de sollozar mientras abrazaba a la pelirroja, pero era algo casi imposible.
Aquella escena fue interrumpida por un estruendo, un titán de melena rubia se acercaba a Bertholdt Hoover, quien solamente despertó cuando aquella bestia lo tenía entre sus manos.
—¡Amigos, ayuda!—suplicó esperando que la tropa lo ayudara, su mirada se posó en Leyna, quien miraba aún con lágrimas, inmediatamente recordó las palabras de la chica.
"Debes dejar de pensar que Annie o Reiner son superiores a ti" Aquel consejo le había servido más de lo que esperó, pues de alguna forma esa fue la actitud que tomó en la misión desde entonces.
Realmente esperaba algún día agradecerle por ello, pero era obvio que jamás ocurriría.
—¡ANNIE, REINER!
Hoover fue devorado haciendo que el titán cayera al suelo. El primer instinto de Leyna, Eren y Mikasa fue correr hacia la zona, la pelirroja sentía su corazón a una velocidad indescriptible, las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos al ver como Eren y Mikasa sacaban el cuerpo de Armin del titán.
Al tenerlo junto a ella, la chica Becker se quitó la capa para ponersela cubriéndole el torso, y sin poder contenerse un segundo más, abrazó a Arlert llorando sin consuelo.
Su Armin viviría otro poco.