xlix. en la profundidad

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capítulo cuarenta y nueve:
en la profundidad.

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Nadie en el avión se atrevía a decir una sola palabra.

Leyna tenía la vista fija en sus manos, no soportaba ver la triste mirada de todos sus compañeros.

Nadie tenía el coraje de mirar a Giselle, ni siquiera su propio hermano. La mujer no había dado señal alguna desde que subió al avión.

Levi jamás vio una expresión parecida, ni cuando Kenny los abandonó, ni cuando Isabel y Farlan murieron.

Era la primera vez que desconocía por completo a quién toda la vida llamó su hermana.

—¿Nuestro combustible será suficiente para llegar al fuerte?—Armin se encontraba en la cabina delantera, donde Onyakopon pilotaba.

A un costado, Giselle estaba parada de brazos cruzados con la vista en la ventana, lo único que su mente podía asimilar era ese paisaje de cielo azul y nubes interminables.

—Te prometo que llegaremos ahí—dijo el hombre—. Este avión que Hange consiguió fue de nuestro comandante, su última esperanza ¡Yo los llevaré! Sin importar qué, así que por favor, prométanme que acabarán con el retumbar.

Armin volteó a ver a Giselle, esperando alguna orden, alguna palabra, pero la mujer no movió un solo músculo, ni siquiera parecía estar escuchando, la Comandante era otra alma perdida.

—Comandante—el rubio se acercó a la Ackerman, quién nuevamente no respondió—. Lamento su pérdida, sé que Hange era...

Comandante, que espantoso suena, ya entiendo por que lo odiaba tanto—soltó, haciendo que Armin levante la vista hacia ella—. ¿Quién lo diría, no? Hace años, ni siquiera tenía un apellido, y ayer lo tenía todo, hace unos años eras un niño asustado que perdió su hogar, hoy tienes a alguien a quién amar, un lugar que proteger, somos la cabeza de aquellos que salvarán a la humanidad.

El chico quedó en silencio pensando en lo que aquella mujer quería decirle, era más que obvio, Giselle no veía una razón para pelear, pues su único motivo había dado la vida por ella.

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