Mátame Sanamente

נכתב על ידי ashly_madriz

304K 23.4K 13.4K

Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... עוד

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 34

2.2K 234 172
נכתב על ידי ashly_madriz

HUYENDO DEL PASADO:

Estaba corriendo muy lejos. ¿Podría huir del mundo algún día? Por ahora llévame a casa; llévame a casa, a casa donde perezco. No tengo otro lugar a donde ir. No puedo soportarlo más.


«—¿Crees que no te pedirá explicaciones? ¿No estás harta de fingir? Él lleva dos años y medio esperándote. Juegas un mal juego donde eres porrista de día y de noche te preguntas que pasara cuando lo busques. Deja el teatro, deja de actuar y termina la historia que un día comenzaste, porque ya yo no lo soporto más». 

***

El sábado por la mañana me desperté dolorida y desorientada en una cama que no me pertenecía. Un par de extremidades pesadas y calientes se entrelazaban con mi cuerpo, evitando así que pudiera moverme de la posición incómoda que había adoptado durante la noche.

Desde donde estaba podía apreciar como la luz comenzaba a filtrarse por las cortinas de la habitación, advirtiendo así que ya era un nuevo día y que también era el momento de chocar con la realidad. En ese instante, mientras observaba a Aiden dormido a mi lado, deseé que el tiempo se detuviera y quedarme para siempre siendo bañada por su presencia.

Sin darle muchas vueltas, ya sabía que ese era el final de un capítulo en nuestras vidas. Un capítulo en el que simplemente debíamos crecer y seguir con nuestro destino. Había demasiadas cosas que nos unían; unas buenas y otras malas.

Pero sí yo, Kira , aún tenía algo bueno en mí, lo había aprendido de él, pero al mismo tiempo, Aiden era la persona que me hacía débil por el simple hecho de hacerme más humana.

Y no, no era por lo que había hecho durante la noche.

No era el asesinato de Miranda o el torrente de lujuria que había venido después, era mucho más que eso. Algo que no podía explicar con palabras, pero que nos había quebrado para siempre a los dos.

Tener emociones y sentimientos te condenaban a una agonía y sufrimiento eterno, porque estamos constantemente buscando la aprobación del mundo, de algo o de alguien.

El ser humanos nos hacía propensos a depender emocionalmente de alguien; ser miserables al sentirnos solos. 

 Y yo no quería ser humana. 

Estaba harta de esos sentimientos con los que luchaba y que Aiden encendía. Prefería mil veces seguir siendo la perra despreciable que era en vez de tener todos esos sentimientos inconexos e inconsistentes que no podía controlar.

Solo que al ver a Aiden, al tenerlo a mi lado, hacía que toda esa determinación se fuera a la mierda, porque él me recordaba quién era en realidad. La niña con sueños y metas absurdas que había sido un día.

Me recordaba a mi lugar feliz, como volver a casa sana y salva luego de una larga temporada estando en la guerra; aunque también me recordaba a las palabras que habían salido de su boca la noche anterior.

«No me follo a las que mienten, menos a las que no están bien de la cabeza». El veneno de sus palabras había golpeado en mi torrente sanguíneo como una inyección letal de toxinas.

Iba a regresar al mismo lugar donde comencé; estando sola, fea y rota, porque me dolía el corazón y no podía dejarlo ir.

La forma en la que me miró me decía que ya no había un lugar para mí. No podía seguir insistiendo cuando no quedaba nada, mucho menos podía seguirlo ni forzarlo a que se aferrara a mí como tantas veces lo había hecho.

Era inevitable, tenía un nudo en la garganta y unas ganas terribles de llorar que no podía controlar, porque el día que se fue Stacy me había dicho que no podía seguir arrastrando a más personas en mi mierda, que suficiente era con él.

Las cartas estaban echadas y era el momento de redimir mis errores. Debía terminar con lo que yo misma había comenzado.

Como pude me puse de pie y caminé de puntillas para salir de la habitación.

Escuché a Aiden quejarse en sueños, pero este parecía incapaz de despertarse, sumergido los brazos de Morfeo. Luego me dirigí hasta el buró, en donde estaba mi bolso de entrenamiento. Siempre tenía un cambio de ropa por lo que me vestí con rapidez, haciendo el mínimo ruido.

—¿Te irás? —Al escuchar su voz me di la vuelta, con la cabeza gacha ya que no quería mirarlo a los ojos por miedo a mostrarle debilidad.

Debía suponer que no iba a durar mucho tiempo dormido, por lo general Aiden era de sueño ligero y un madrugador nato.

—¿En serio te irías? —volvió a preguntar, esta vez con un hilo de voz.

—Creo que es lo mejor para los dos —le respondí con los dientes apretados, mi voz quebrándose al dejar salir cada sílaba dicha por mis labios.

—Lo siento. —susurró este, casi para sí mismo.

Alcé la vista y pude verlo vulnerable, el caparazón en el que se había metido estaba quebrándose con grietas profundas.

Ignoré sus palabras y seguí intentando arreglar mi estado. Ante mi negativa se deslizó hacia la orilla de la cama para primero tomar asiento y luego ponerse de pie.

Se quedó observándome en silencio y yo comencé a buscar mis zapatos por toda la habitación, pero en ningún lugar estaban. Ese era un problema. Estaba harta y no aguantaba un segundo más con él, por lo que me maldije en voz baja ante el recuerdo de que estaban empapados de sangre y que Aiden me había pedido quitármelos antes de entrar a la casa.

Me iría de aquel lugar así fuera descalza.

—¿Por qué te estás disculpando? Nada de lo que pasó es tu culpa —afirmé de repente, para no dejarlo hablando solo.

Al decir aquello me crucé de brazos y lo miré de frente con un ligero desconcierto, pero él solo se llevó las manos a la nuca afligido, como si estuviera debatiéndose si debíamos seguir o no la conversación por el rumbo que esta estaba tomando.

—Descuida, no era importante. —Exhaló con desgana. Ya de pie, en todo su esplendor, al notar mi problema simplemente dijo—: Dame un minuto, iré por tus zapatos.

Ambos nos miramos y las manos me temblaron.

«Soy buena para las despedidas, soy buena para las despedidas». Me repetí.

Aiden se sentía tan cómodo con su cuerpo que me intimidaba y no le molestaba para nada aquello.

La respiración se me detuvo y me fue inevitable quedarme con la mirada perdida en dirección a mis pies meditando qué podía hacer.

El piso se sentía frío y estaba hecha un manojo de nervios; me estaba quemando las neuronas pensando cómo solucionar mi mierda, y no sabía qué esperar. Siempre que algo alteraba mis planes me paralizaba porque había planificado cada uno de mis movimientos de forma perfecta y desde la muerte de Stacy todo se había ido a la mierda.

La maldita perra seguía jodiendo aún después de tiesa. Me hacía comerme la cabeza pensando que era la culpable de dos crímenes, con la diferencia de que del segundo si había estado más que consciente.

Mis palmas sudaron y la garganta la sentí seca, como si hubiera estado horas sin consumir algún tipo líquido, ya que era así. Mientras esperaba por Aiden, el tiempo se convertía en una cruel y desolada eternidad.

Luego de lo que se sintieron como horas escuché la puerta abrirse de nuevo y una sensación de calma me inundo. Era tan consciente de la presencia de este que incluso era capaz de escuchar sus distintivos pasos arrastrados en la distancia al caminar.

Cuando regresó, alcé la vista. Su rostro tenía un aspecto afligido, melancólico y sostenía entre sus manos mi par de zapatillas de deporte, tan intactas como habían estado antes del desastre sangriento.

Al conectar miradas el ambiente se tensó como si fuéramos dos extraños respirando el mismo aire, quienes estaban viviendo un momento incómodo en donde ninguno de los dos sabía que decir para poder comunicarnos.

—Lejía y algo de cloro —aclaró sin mirarme, pero en vez de aligerar la bruma entre nosotros solo se hizo más espesa hasta sentirse asfixiante—. Limpian todo... todo excepto nuestros pecados.

Sabía que se estaba refiriendo a mis zapatos, pero aquello se sentía más como una indirecta que seguía doliendo como una puñalada en el alma. Tal vez sus palabras no habían sido intencionales, nunca lo sabría ni me atrevería a preguntar, por lo que solo asentí con la cabeza.

Le tendí las manos para que entregara lo que había ido a buscar y Aiden enseguida hizo un ademán de negación. Sin decir palabra tocó el colchón de la cama, indicando que tomara asiento en la orilla de la colcha.

Estaba dubitativa si hacerle caso o no, pero al final decidí aceptar su orden sin chistar ya que no tenía nada que perder. Él se inclinó y colocó las zapatillas en el suelo, y luego se puso en posición de cuclillas en mi dirección.

—Tengo calcetines, pero no creo que te queden —habló de pronto.

—Puedo sola, ¿sabes? —murmuré con desgana, ya que estaba agotada de la tensión que había entre nosotros.

Aiden omitió mi advertencia y lo vi tomar una inhalación profunda que me distrajo por un segundo de sus movimientos. No me iba a apresurar a nada y estaba disgustada por lo imperdible de su actitud.

—Sin embargo, quiero y puedo hacerlo —se limitó este responder, zanjando sin derecho a réplica y con los ojos oscuros.

Para mi sorpresa, al escuchar aquello, le indiqué que buscara en mi bolso que se encontraba en la mesita de noche. Se puso de pie y con curiosidad comenzó a rebuscar entre mis cosas.

Parecía fascinado con el montón de chucherías solía cargar para cualquier tipo de situación.

—Algunas cosas no cambian, incluso me recuerdas al gato ensombrerado. —Lo escuche reír al hablar, y reír sincero, no de esa forma sarcástica y felina que usaba generalmente con todos.

Cuando Aiden reía las esquinas de sus ojos se fruncían y la dureza que llevaba constantemente en su entrecejo desaparecía. Eran los únicos momentos donde solía parecer relajado e incluso despreocupado.

—Entonces, gracias por tu ayuda. No es como si no pudiera hacerlo yo sola, soy una adulta al fin y al cabo —resoplé en tono agudo.

Al responderle aquello sus ojos brillaron con satisfacción y triunfo, haciendo que mi pecho brincara con una punzada de melancolía absurda ante su sonrisa.

Pensaba que tal vez se trataba de uno de sus sucios juegos mentales en donde estaba probando para ver cómo reaccionaba. Quería creer que así era y que no se trataba solo de su compasión.

Segundos después se dirigió hacia mí para retomar la misma posición en la que estábamos antes.

Estiré una de mis piernas y tomándola suavemente del tobillo me miró con atención. Estudiando cada de detalle de los dedos de mis pies, como si estuviera intentando descifrar si había algo extraño en ellos. No existía nada de raro, excepto por una pedicura perfecta, con lindas uñas pintadas de color rojo.

—¿Pensaste en volver a bailar? —inquirió con voz baja y ronca, mientras sostenía en un agarre incómodo uno de mis pies.

Aiden alternó la mirada de mis pies a mi rostro, haciendo que señales de advertencia brillaran en mi mente como luces rojas.

Ahí supe cuál era el problema.

A pesar de no ser un acto muy íntimo, podía sentir su pulso temblando y sus palmas sudadas contra mi piel. Todo se estaba poniendo demasiado incómodo, casi como una dolorosa tortura para ver quién de los dos resistía más.

—¿Crees que debería bailar nuevamente? ¿A eso te refieres? —agregué de pronto, incomoda ante la idea.

—No exactamente, me refiero a que tus pies lucen diferentes. Tan... sanos, y es algo que disfrutabas hacer —expresó, a medida que fue extendiendo los blancos calcetines por mis pies, primero un calcetín y luego otro, deteniéndose en cada uno como si estuviera buscando las imperfecciones antes presentes.

Me sorprendió su buena memoria y como aún era capaz de recordar ciertos detalles de mi cuerpo que en mi mente se desdibujaban constantemente.

Aiden se refería a que antes, cuando aún bailaba ballet, mis pies estaban siempre estaban hinchados, llenos de callos, lesiones y magulladuras por las puntas de madera de mis zapatillas. Era algo que no me avergonzaba admitir, puesto a que hablaba de mi esfuerzo como bailarina y que por el contrario me hacía sentir orgullosa.

—Llevo más de tres años sin bailar, creo que perdí el toque y no es como si a mi edad aún tuviera la oportunidad de convertirme en una gran bailarina y el cisne blanco del lugar —le confesé suspirando—. Igual no importa, era solo un hobby.

Él solo se limitó a asentir con la cabeza y se dispuso a deslizar cada uno de los calcetines por mis pies

Quería que cambiara de tema, ya que estábamos cavando en un terreno árido en donde nunca íbamos a lograr sembrar nada más que una semilla sin florecer.

Incomoda, me removí inquieta por su tardanza. Aiden tenía la mirada perpleja sobre mí y parecía dispuesto y entretenido con la tarea que él mismo había querido realizar.

Su pecho desnudo lucía plausible, haciendo que me repitiera a mí misma que debía concentrarme en otra cosa que no fuera su cuerpo para no tener pensamientos fugaces de algo que iba a terminar peor de lo que ya estaba.

Quería creer que si no lo miraba, que si no interactuaba con él las cosas serían diferentes.

Cuando me di cuenta, ya había terminado de atar las agujetas en uno de mis pies, solo que en vez de terminar con el otro zapato se dispuso nuevamente a hablar:

—Recuerdo que la primera vez que me hablaste, luego de tener años viéndome en el patio de la escuela, no quería responder a la pregunta que me hiciste. Por esos días mi padre acababa de morir y mi madre seguía ignorándome por la batalla interna que estaba viviendo. —A pesar de que ya conocía de memoria la historia que Aiden estaba contando no iba a callarlo, ya que no sabía a donde se estaba dirigiendo con todo eso—. Luego te acercaste y me preguntaste que sucedía, fue curioso. Aún me río de lo que te dije después. En realidad, me llamó la atención que tuvieras las agujetas desarregladas, el cabello corto, hecho jirones y revuelto como si te hubieran pasado una podadora por encima. 

La historia del cabello era algo de lo que no quería hablar, me irritaba profundamente.

»Luego quería preguntarte por ello, ya que siempre te había visto con el cabello largo y mi cabeza estaba haciendo una especie de syntax error por el cambio de look. Eras una mocosa demasiado intuitiva para mi gusto y pudiste notarlo, en cambio te adelantaste y me dijiste que no sabías como hacer el nudo de tus zapatos, así que lo hice por ti.

—¿Qué quieres decir? —añadí de golpe, sonando como una advertencia.

—Que en medio de todo eso, me di cuenta que a pesar de que tenías una sonrisa en el rostro y que buscabas consolarme, estabas más rota que yo. Y alguien dañado no puede arreglar a otra persona turbada. —En ningún momento su voz titubeó, en cambio se veía amargo y perpetuo, al igual que sus palabras.

»Tenías esa muñeca Barbie castaña contigo. —Quise interrumpirlo y decirle que era Erika de Barbie como la princesa y la plebeya, pero en vez de cortar el momento lo dejé seguir—: y la dejaste tirada para venir por mí, a pesar de que te traté mal seguiste insistiendo hasta que te confundí como una brillante luz.

Para otras personas sus palabras podían sonar como una declaración de amor. Para mí, la persona que lo había conocido toda su vida, lo interpretaba más como una decisión para darle un cierre a una mala etapa de su vida.

Me deslicé con sumo cuidado cuando este culminó con el otro pie, haciéndome a un lado para levantarme y ponerme de pie.

Sus ojos me observaron, eran fríos, no mentían. Quise contarle mis razones, no era estúpida, pero no podía. No podía porque también estaba él; así que con resignación solté aire por la nariz y conté en mi mente tres veces para no explotar y hacer un conflicto en el cual no iba a terminar bien parada.

Era inevitable.

Él no iba a perdonarme.

Y yo lo odiaba.

—No era eso lo que me decías mientras me follabas, incluso anoche. No seas un imbécil, Aiden.

—Es que no quiero seguir siéndolo, Kira. Era la última vez, ya no quiero seguir en este juego. Ya no quiero seguir actuando más y vivir en el monodrama que tú misma has creado cuando ya sé el final. —Cerró los ojos y se maldijo al hablar, porque era evidente que no quería decir aquello, sin embargo lo había hecho—. Poco a poco me acostumbraré a los días sin ti, solo deja que el tiempo se lo lleve todo, es lo mejor para los dos.

Inclinó su rostro y una agonía miserable hizo endurecer sus facciones. Iba a actuar por mi cuenta porque ya estaba más que harta de todo y todos. No iba a golpear su pecho llorando como él hubiese esperado.

—Ya déjalo —intervine al hablar.

—Es solo que... siento que necesitas ayuda y yo no soy la persona más indicada para ello

—Lo entiendo, Aiden. Claro que lo hago —le concedí en cambio, intentando sonar compasiva, aunque la verdad, era que no entendía una mierda ni tampoco quería hacerlo. Estaba haciendo un trabajo sobrehumano para guardar la calma—. Debo reconocer que parezco una mala mancha en la ropa de todos. Una mancha que, por más que frotes, nunca se ira, y la odias tanto que al final terminas deshaciéndote de la camiseta como un trapo viejo por ello.

—No quería decir eso, Kira. No estamos actuando en un drama, así que deja de aferrarte a la trama de la historia que tú misma construiste

«Deja de aferrarte a esta historia».

—¿Qué me dirás ahora? ¿Qué te diga adiós, que seremos extraños o que respete tu decisión? —le interrumpí, riendo con amargura

—No, maldición. Nada de eso. Te aprecio demasiado para ello, es solo que esto. —Nos señaló a los dos—, ya no funciona, no puedes seguir embarrándome más con tu mierda ni arrastrando a más gente ello.

»Si descubren lo que pasó iremos a la cárcel. No puedo tener manchas en mi historial, no cuando los reclutadores vienen por mí y tengo la oportunidad jugar en los profesionales. No eres tú, es que estoy harto de tus problemas, y alejarme es necesario para salir de este mundo.

En ese momento algo en mi alma se quebró, porque yo era el problema, él estaba harto de mí y no sabía cómo no tomármelo a pecho.

—Tranquilo, no interferiré en tus decisiones. Creo ya fue suficiente por quince años —me apresuré a decir, intentando sonar tranquila. Él levantó las palmas en señal de rendición, pareciendo aún más angustiado que antes por mi reacción calmada.

Hasta a mí me sorprendieron mis palabras, ya que la firmeza con la que las dije no era propia de cómo me estaba sintiendo. Se las había soltado sin más, por desgracia Aiden era una quemadura en mi memoria.

—No quería lastimarte, sabes que siempre tendrás un hombro para llorar.

—Tú también sabes que las malas perras no lloramos, ¿cierto? —le dije, esbozando una sonrisa falsa—. Tranquilo, no tienes por qué preocuparte por mí.

Luego comencé a juntar todas mis cosas con los ojos vidriosos. No podía seguir aguantando ni un minuto más en esa habitación con Aiden.

—¿Dejarás que te lleve? —me preguntó rascándose la nuca.

Apreté los dientes y me mordí la lengua, para así evitar mandarlo a la mismísima mierda, en cambio, actué con la cabeza fría. La Kira que él conocía era explosiva y malcriada, nunca aceptaría nada que viniera de él en una situación como esta, por lo que asentí con la cabeza.

—Claro, no veo el problema. No tengo como regresar y no es como si fuéramos desconocidos, ¿recuerdas? Aún nos toparemos en clases —dije con un ademán de cansancio.

Este me miró sin ocultar su ademán de alivio y comenzó a vestirse sin vergüenza alguna. Nunca íbamos a ser lo que éramos antes, porque realmente nunca habíamos sido amigos. El universo lo había creado para estar conmigo.

Era la otra mitad de mi alma.

Oscuro y siniestro como era, Aiden era mío.

Él me quería y solo estaba en medio de un duelo emocional. Pensaba que podía dejarlo ser por unos días, pero al mismo tiempo caí en cuenta que no podía forzarlo a estar conmigo si no quería. Era él quien había decidido alejarse de mí, sacrificar lo que sea que tuviéramos por sus códigos morales y la promesa absurda que se había hecho de dejar el bajo mundo.

Lo amaba como nunca había amado a nadie. No podía dejarlo ir, ni tampoco podía irme, ya que por desgracia los recuerdos no podían ser borrados.

No sabía vivir sin Aiden, estaba en cada parte de mi memoria y de mi ser.

No hizo falta más palabras para darle final a la historia que compartimos, él me estaba soltando.

Con una última mirada a su rostro, le sonreí, lo tomé en mis brazos y lo estreché en un cálido abrazo melancólico.

Amanda me dijo un día que era como un puente roto, que estaba tan dañada que nada ni nadie iba a poder arreglarme nunca. Era irreparable y que todo el que intentaba cruzarme terminaba en un profundo e interminable abismo.

Había nacido sola y moriría sola, era un error creer que el lazo que tenía con Aiden iba a poder con todo, incluso con sus convicciones.

No me dijo nada más luego de eso, solo pudo envolverme en sus brazos y respirar profundamente en mi cuello, deseando que el tiempo se detuviera y que ese momento no acabara nunca.

Por segunda vez había cavado mi propia tumba. Lo de atarme los zapatos era una mala excusa para un cruel ritual de adiós.

Yo, Kira Becker, siempre tenía una solución para todo, tarde o temprano usaría la carta que aún me quedaba por jugar.

Aiden Jackson podía sacarme de su vida, pero "él" no lo haría nunca. Bien decían, que las cosas siempre terminaban como en un principio habían comenzado.

X

¿Él? ¿Él? ¿Quién es él? Espero haberles dejado un poquito de estabilidad emocional; abróchense los cinturones y suban abordo de este tren, —inserte risa malvada—. Los caps pasados y los que se vienen me tienen muy nerviosa, ya que no sé cómo puedan tomárselo ustedes. Es muy importante para mí saber que opinan.

¿Les gusto el cap?

¿Teorías? En serio, quiero saberlo.

Este cap va dedicado a @HermanasSalgado tus palabras me hicieron muy feliz y me subieron el ánimo en un dio gris que estaba teniendo. Mil gracias por tu apoyo, nunca me habían dicho cosas tan bonitas de mi historia. 

Ni se imaginan lo que significa para mí, muchísimas gracias por leer, los amo. XOXO Ash. 

המשך קריאה

You'll Also Like

2.7M 232K 54
Primer libro de la serie "El color perfecto" A veces, no te das cuenta cuando el amor te golpea. O en el caso de Acacia, cuando ella golpeó al amor. ...
2.8K 147 6
Está historia es mía, leerla
2.1M 96.7K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...
708K 42.8K 119
No hay imposibles para Lana Miller, siempre quiere salirse con la suya, y en muchas ocasiones lo consigue, llegando a ser la excepción a todo si se l...