Outsiders (en español)

By RobledaIsabel

7.5K 525 286

Un extraño meteorito cae a la tierra, haciendo que el mundo de Alex cambie por completo. Atormentada desde en... More

Capítulo 1 - El visitante nocturno
Capítulo 2 - La chica misteriosa
Capítulo 3 - La camioneta
Capítulo 4 - El doctor Foster
Capítulo 5 - El viaje inesperado
Capítulo 6 - Oh, Canadá
Capítulo 8 - Nuevas caras y nuevos amigos
Capítulo 9 - Hacer lo correcto
Capítulo 10 - Algo a tener en cuenta
Capítulo 11 - Sorpresa navideña
Capítulo 12 - Cuestión de confianza
Capítulo 13 - El rescate
Capítulo 14 - Revelaciones
Capítulo 15 - Nada es lo que parece

Capítulo 7 - Un lugar donde quedarse

354 41 23
By RobledaIsabel

"El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones" - Oliver Wendell Holmes

Leonard ya se había enterado de la traición de Alice. Tras colgar, Luna me explica que ese falso taxista intentaba rescatarnos, esperaba acercarnos lo máximo posible a un punto en concreto donde habían quedado para tendernos una emboscada; cuando Alice descubriese que aquello era una trampa ya sería demasiado tarde. Su plan había fallado fundamentalmente por un error: el subestimar a su enemiga.

–        Dice que esperemos aquí dentro, que alguien vendrá a buscarnos – añade Luna al final, más tranquila tras la llamada.

Asiento y me dejo caer sobre el mostrador, mirando de reojo al dependiente, perdido en una especie de limbo en el que Luna le ha sumido. Ojalá estuviese en su lugar. Suspiro y empiezo a leer una revista, esperando que el tiempo pase más rápido, pero está en francés y lo único que puedo hacer es suponer lo que dicen y admirar las fotos.

Media hora más tarde, un todoterreno oscuro aparca y el sonido del potente motor rompe la monotonía y el aburrimiento al que nos habíamos acostumbrado. De dentro, una mujer alta y esbelta hace su aparición, seguida de dos hombres con pinta de guardaespaldas. Nos ponemos en guardia al verla entrar, sin saber si es amiga o enemiga.

Sus zapatos de tacón de aguja resuenan sobre el mármol blanco, produciendo un sonido que se me antoja parecido al de las agujas de un reloj; tic, tac, los segundos pasan, peligrosamente lentos. Se sitúa a unos pocos centímetros de distancia y nos observa durante varios minutos, en completo silencio.

Es una mujer impactante, me recuerda a una ninfa del agua. Su cabello rubio, que cae en cascada sobre su espalda, parece brillar con luz propia, y sus ojos son dos esmeraldas perfectas. Finalmente sonríe, mostrando unos dientes perlados y perfectamente alineados. Unas pequeñas arrugas aparecen entonces, delatando el paso de los años por su rostro.

–        Siento haberos hecho esperar. Mi nombre es Ariadna y soy quién dirige la Institución Eneas. Veo que habéis tenido serios problemas en vuestro viaje, lo lamento.

Estamos tan sorprendidas que ninguna de las dos sabemos qué decir.

–        No os preocupéis. Ya estáis a salvo –. Nuestra desconfianza no pasa desapercibida.

–        También se suponía que estábamos a salvo con Alice –. Las palabras salen de mi boca antes de que pueda pararme a pensarlas.

Ariadna sonríe de nuevo y, como si fuese una más, se sienta entre nosotras en el mostrador, dejando los pies en el aire, sin rozar el suelo.

–        No me extraña que dudéis, sinceramente. Si yo estuviera en vuestro lugar haría lo mismo – Su tono de voz adquiere una repentina seriedad –. Pero hemos gastado mucho dinero para traeros hasta aquí, hemos perdido al pobre Rodrigo, que murió intentando salvaros... Sería muy grosero por vuestra parte si no nos acompañaseis ahora.

Rodrigo debe de ser el falso taxista. Qué extraña es la vida, que pone en nuestro camino a personas que creemos conocer y terminan traicionándonos y gente que no nos conoce pero es capaz de dar la vida por nosotros. Me pregunto si Rodrigo tendrá familia, si hoy unos hijos esperarán toda la noche a que aparezca un padre que ya no volverá, si hoy por primera vez en muchas noches una mujer dormirá en una cama vacía y fría sabiendo que tardará años en acostumbrarse a ese espacio, a ese hueco que ha quedado sin llenar por un malvado giro del destino. No quiero pensar que la muerte de ese hombre ha sido en vano, pero no puedo evitar pensar que así es.

–        ¿Por qué deberíamos creer lo que dices? –. La voz de Luna termina con el hilo de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad.

–        Es muy simple: me estoy jugando la vida al venir hasta aquí. Yo también tengo el mismo problema que vosotras.

Y, con un simple movimiento de su mano, todas las revistas del mostrador quedan suspendidas en el aire.

Tres minutos más tarde estamos subiendo al todoterreno, que arranca y se pone en marcha con una fiereza sorprendente. El camino es largo, pero por lo menos la calefacción funciona. Desde la ventanilla, Luna se despide de su pobre víctima: un pobre dependiente de gasolinera que se preguntará seriamente qué ha tomado para no acordarse de lo que ha hecho esa tarde.

Ariadna se ha sentado entre nosotras, dejando que uno de sus guardaespaldas conduzca y otro haga de copiloto. Empieza a tocarnos el pelo y a hacernos cosquillas con sus largas uñas, haciendo que poco a poco empecemos a relajarnos y a dejarnos llevar. Mis párpados se cierran, ni siquiera la repugnante sensación de estar atravesando a Yokaidomachi puede evitar que me sumerja en el mundo de los sueños.

Horas más tarde, despertamos para descubrir que hemos atravesado una enormes puertas de hierro y estamos llegado a un edificio enorme pero acogedor; me vagamente a mi escuela de primaria, pero mucho más grande y mejor cuidada. Al bajar del coche, no puedo evitar sentirme nerviosa sobre lo que nos espera ahí dentro. Los guardaespaldas se despiden con una leve inclinación de cabeza y vuelven a salir por las puertas de hierro, convirtiéndose en un pequeño punto en la lejanía en minutos; no puedo evitar preguntarme a dónde irán.

Atravesamos unos jardines perfectamente cuidados donde las flores empiezan a desfallecer por la llegada del otoño.

–        Ya veréis cuando llegue el verano, el jardín está precioso – comenta Ariadna.

No me había parado a pensar si para el verano seguiría estando aquí, a tantos kilómetros de mi hogar, pero mi problema no parece que vaya a solucionarse en un par de días. Por enésima vez en esos días pienso en mi familia, me hubiese gustado pasar por la tumba de mi padre antes de irme.

Llegamos a la puerta, que se abre al instante. De dentro, una pequeña cabeza calva hace su aparición. Es un hombre de poblado y rubio bigote, bajito y de cara amable, vestido con una camisa blanca y unos vaqueros negros que parecen de la mejor calidad.

–        Buenas noches, señoritas.

–        Buenas noches, Arnold – Entrando alegremente, Ariadna continúa hablando –. Él se encarga del cuidado de esta casa, podéis pedirle lo que queráis.

Vaya. Al pensar en la Institución Eneas me imaginaba un laboratorio frío y pulcro, no una mansión con mayordomo.

–        ¿Por qué no les preparas algún tentempié? Deben de estar hambrientas...

Quince minutos más tarde, Luna y yo estamos saboreando con ganas un bocata de carne y queso en una amplia cocina. Para ser algo tan simple, es lo mejor que he comido en días.

Al terminar, Ariadna nos guía por la casa, que se mantiene en la semioscuridad para no despertar a los demás inquilinos.

–        Os hemos preparado vuestras habitaciones. Espero que las encontréis de vuestro gusto – dice Arnold, que también nos acompaña.

–        Hoy ya es muy tarde, pero mañana os explicaremos todo tranquilamente y podréis conocer al resto – interviene nuestra salvadora.

No puedo evitar preguntarme cómo serán los demás, esas personas que son igual a nosotras, que también tienen a un extraño ser junto a ellas. Sumida en mis pensamientos, tardo en darme cuenta de que hemos entrado en lo que parece ser mi habitación y que todos ya se están despidiendo de mí, dándome las buenas noches amigablemente.

–        Bu... buenas noches – digo, antes de que cierren la puerta y me dejen completamente sola. Sin contar con Yokai, por supuesto.

La habitación es espaciosa y muy acogedora, decorada cariñosamente. Me sorprende encontrar en la pequeña estantería de madera todos mis libros favoritos, pero más aún que entre las sábanas descanse un enorme peluche con forma de león; lo reconozco instantáneamente: es Don, el peluche que me regaló mi padre y del que nunca me he desprendido. Esas personas se han tomado muchas molestias para que yo me sienta a gusto.

Sentada en el cómodo colchón, me pregunto cómo habrán hecho para entrar en mi casa sin que mi madre se dé cuenta. Mi madre... ¿qué estará haciendo en ese momento? Conociéndola, no dejará de buscarme. No puedo evitar sentirme mal por haberme ido de esa manera, sin avisar.

Yokai me observa silencioso, sin decirme nada.

–        ¿Tú no tienes nadie a quién echar de menos? – pregunto.

"Si es así, no lo recuerdo."

Esa respuesta no me sorprende, Luna me comentó que Negurumi no recordaba su vida pasada.

–        ¿No recuerdas nada?

"Pocas cosas... pero no tienen mucho sentido."

–        Vaya... –. No sé qué más decir, así que simplemente callo y me recuesto en la cama.

Pocos segundos después, Yokai se tumba a mi lado y me mira con curiosidad, atravesándome con sus ojos oscuros.

–        ¿Qué? – pregunto, un tanto irritada.

"Ella está bien, no te preocupes."

Entrecierra los ojos, casi parece que esté un poco nervioso.

"Tu madre, digo."

–        Gracias... – murmuro, sorprendida de su repentina amabilidad.

Sin darme cuenta, mis párpados empiezan a cerrarse por el cansancio. Antes de poder decir nada más me quedo dormida, con mi demonio personal velándome los sueños.

Continue Reading

You'll Also Like

22.4K 1.2K 19
Alguna vez sentiste lo que es perderlo todo, que te culpen de algo que no cometiste, que las personas que supuestamente te querían te dieran la espal...
156K 7K 41
Creó que no necesito decir de que se trata.
6.1K 455 11
-PERO QUE!? EN DONDE ESTAMOS!- (Gritaba el cuarto planeta). -AHHHH!- (Gritaba otro). -_-__-__-_-_--_-_-__--__-_-_--_-_-_-_-_-_-__-_-_-_--__--_-_- ¡Ho...
22.8K 1.2K 22
- Freddy trucazo Portada By: @Jester21__