Los hombres de la agencia de mudanzas trasladaban las pertenencias de la familia Harmon dentro de la casa. Mientras la agente de bienes raíces con una triste mirada colocaba el cartel de"vendido" frente al cartel de "en venta".
Cayó la noche en Los Ángeles y la señora Harmon seguía acomodando la cosas.
—Ya amor, hay que dormir, dejalo para mañana—le dijo Ben a su esposa caminando hacia ella en la su habitación. Un lugar grisáceo, con la típica cama matrimonial.
—Estoy preocupada por Violet... ¿tú no? —contó Vivien mientras movía unos cuadros. —Los chicos de aquí son diferentes. No sé si resistirá otro año sin adaptarse.
—¿Tú puedes hacerlo? —respondió Ben con una sonrisa
—No pudo creer que no te asuste esta casa—soltó Vivien —por lo que pasó aquí.
—Mi repulsión se calma por el hecho de que la casa vale cuatro veces lo que pagamos así que... Hay que olvidarlo—explicó el señor Harmon.
—¿Ese es su consejo profesional doctor? La negación —respondió Vivien divertida.
Ben rio colocándose crema en las manos. Se giró hacia Vivien y esparció un poco sobre sus brazos.
—Venir aquí, comprar esta casa. Fue una decisión acertada para nosotros y nuestra familia —explico doctor Harmon —merecemos algo bueno después del infierno que vivimos.
—Hay unas cosas que quiero desempacar en la cocina— dijo Vivien retirando su brazo bruscamente dirigiéndose a la puerta.—Te agradezco que lo intentes... También yo lo hago.
—Sí —contestó Ben en un susurro casi inaudible
—Cuestión de tiempo —agregó ella saliendo de la habitación. Dejando todo en silencio.
Ahí estaba esa pequeña joven paseando en el patio de su escuela... sola como de costumbre. Baja estatura, ojos profundos y cabellera castaña clara. Inhalaba y exhalaba el humo de su cigarrillo.
—¡Oye! El consejo escolar aprobó una regla de no fumar en espacios públicos—Soltó una chica, la típica plástica. Morena, pelo planchado, uñas arregladas, maquillada con su ropa de moda.
—Ese humo mata —agregó una de sus seguidoras.
—Umm, lo siento. Soy nueva —contestó Violet tirando el cigarrillo aplastándolo con su zapato vintage.
—¿Qué es lo que pasa contigo?—gritó la jefa plástica—Muchos comen aquí, se sientan aquí.
—No me conoces.. ¿Porqué lo haces? —le dijo Violet confundida.
—La abuela de Liah murió de cáncer, toma estas cosas muy enserio —contestó la misma seguidora.
—Tragalo—ordenó Liah refiriéndose al cigarro. —Tagalo o sino te acordarás de mi.
Violet la miró confundida, esta tipa estaba loca.
Sus seguidoras trataban de pararla.
—No,no. Que se lo trague —replicó Liah, agarrando a Vi de la nuca. Acercándola al cigarrillo.
Violet no tuvo más opción, la escupió.
—¡Arg! Estás muerta —grito la plástica mientras Violet corría.
Mientras tanto en la casa Vivien traba de sacar el feo tapiz para descubrir lo que había debajo.
Se trataba de una pintura muy siniestra. Ella dejo escapar un grito de asombro
—Vas a morir aquí. —dijo una voz detrás de ella. Muy asustada la mujer de dio vuelta encontrándose con una adolescente ”especial" como llama la gente a niños con ese síndrome.
—¿Quién eres?¿Qué haces aquí?—soltó Vivien asustada.
—¿Addie?—sonó una dulce voz de una mujer llamando.
La mujer entró en la habitación. Era rubia un poco mayor, con un vestido azul floral, un pelo rubio muy ordenado y aretes de perlas.
—Adelaide, te puse Dora La Exploradora para que te sentara a vela —le dijo la mujer a la niña agarrándola del brazo.
—Era Godie el Gogó, no me gusta —replicó ésta, soltándose del agarre de la mujer.
—Son personajes latinos no se nota la diferencia —explicó la señora rubia.
—Disculpen —dijo Vivien haciéndose notar
—Hola —respondió la mujer con una gran sonrisa. —Soy Constance, tu vecina de al lado y ella es mi hija Adelaide. A casa, Addie, ahora.
La niña se retiró obediente.
—Esa chica es un monstruo, la quiero y bueno soy cristiana pero... —contó Constance —¡Jesucristo santo! Si hubieran inventado las pruebas hace unos años habría...
—¿Cómo entraron a mi casa? —interrumpió la señora Harmon confundida.
—Dejaron la puerta trasera abierta — contestó la vecina sonriente. Dejando una caja negra sobre un mueble.—aunque te diré que Addie siempre encuentra un modo de entrar. Tiene una obsesión tremenda por esta casa desde niña... Que hermosas cosas tienes.
—Gracias—dijo Vivien extrañada
—¿Tienes perro?—preguntó Constance.
—Sí, tengo uno —afirmó Vivien.
—Tengo una jaula afuera de mi casa. Como una guardería para perros —contó la señora con su dulce voz.— Prefiero razas puras. Adoro la belleza de un largo linaje. Siempre hay espacio en mi hogar para mezclas.
Viven se dejó la espátula a un lado, mientras Constance se le acercó curiosa.
—¡Oh wow! Que lindos aretes— elogió haciendo que la señora Harmon retrocediera —¿Son diamantes de verdad?¿No esas porquerías baratas?
—No —negó Vivien asustada.
—Yo tenía diamantes así, un par diferente para cada día de la semana —contó Constance —¿Tu esposo te los regaló?
—Así es.—afirmó Viv.
—Siempre lo hacen cuando eres joven y hermosa. —dijo la vecina pasando su mano por los adornos de madera de la pared.
—¿Eres sureña? —preguntó la señora Harmon.
—De Virginia, nací y crecí en el viejo dominio —contó Constance sentándose en un sillón.—Gracias por notarlo. Vine aquí para ser estrella de cine. Hice audiciones y demás pero... Los desnudos eran la moda entonces. La moral comenzaba a colapsar y yo no iba a dejar que mis verdes prados estuvieran a veinte metros de altura para que todas las personas pudieran verlos. Así que tome ese sueño hermoso de juventud y lo puse en un frasco en la repisa. Luego llegó la mongoloide y desde luego ya no pude trabajar después.
—Ha sido un placer conocerte, sólo que no pensaba tener invitados —dijo Vivien mirando las cajas que había por abrir.
—Ya me voy. Oh, te traje esto— respondió levantándose caminando hacia la caja negra— Es un detalle de bienvenida.
—Gracias —contestó Vivien agarrandola.
—Addie quería prepararte un Pie pero tiende a escupir en las cosas así que esto me pareció mucho mejor.—contó Constance —se deshará de los malos hechizos... No sé tu nombre
—Cierto, no tuve oportunidad de decirte mi nombre... Me llamó Vivien Harmon —se presentó la misma.
—Oh en fin, relajate y disfruta—dijo Constance acercándose a la puerta — Avisame si necesitas ayuda con tu perro.
—Lo haré —afirmó Vivien.
—Que bueno que quitaste ese tapiz. Pensé que esas personas eran buenas decorando.—critico la vecina acercándose a la puerta principal— El presente es salvia, para alejar a los espíritus de la casa. Hay muchos malos recuerdos.
La vecina desapareció detrás de la puerta.
Vivien decidió encender ese ramo de salvia. Al hacerlo, encontró la azotea, desplegó la escalera y subió. Estaba todo completamente oscuro. Prendió la luz y soltó un grito.
Todos se alarmaron. Ben corrió hacia su mujer.
—¿Estas bien?— le preguntó, Vivien le señaló lo que ella había visto —Oh creo que esos chicos eran traviesos.. ¿Quieres que lo use?¿cómo me quedaría?
—No es gracioso —respondió ella
—¿Qué pasó?—dijo Violet subiendo las escaleras —No es cierto
Los tres se quedaron mirando el traje de látex, parecía una pieza de sadomasoquismo.
—Hay que tirarlo, vamos abajo —sugirió Vivien.
Ben lo sacó y lo tiró en el bote de basura de la calle.
A la mañana siguiente Vivien se encontraba acomodando cosas. Al terminar sonó el timbre.
—Viv, abre debe ser mi paciente —grito Ben desde su despacho.
La señora Harmon abrió la puerta, se encontró con un joven alto, rubio y apuesto, no más grande que su hija.
—Buenos días, vengo a mi turno con el doctor Harmon.— dijo el chico de sudadera rayada y jeans viejos. Ben apareció detrás de su esposa para guiar a su paciente.—Soy Tate.