Mátame Sanamente

ashly_madriz tarafından

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... Daha Fazla

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 25

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ashly_madriz tarafından

 FUNERALES CRUELES:

Hace mucho tiempo, igual que un carro fúnebre; tú moriste para estar nuevamente lejos de mí. Ardiendo, al igual que un fósforo, tú atacas para incinerar las vidas de nuestros conocidos.  


«—Todos tenemos secretos y algo de lo que avergonzarnos. Unos son suaves, otros turbios e incluso, unos pocos, ocultan sus sucios secretos. Hasta Aiden y yo tenemos uno, pero tú, Samantha, ¿de qué tienes tanto miedo?»

***

—Solo se muere quien se olvida. Dios nos da acojo en la nueva vida porque el cielo está lleno de almas puras, buenas e inocentes.

¿Era cierto lo que acababa de decir el predicador?

La vida es muy simple, nacías entre risas y celebraban tu llegada al mundo, pero cuando morías, todos los que te apreciaban te iban a recordar con una tristeza infinita y lamentarían tu partida.

Todo podía apagarse en un segundo y no te darías cuenta.

Esa mañana de otoño, el reverendo se paró frente a los familiares y seres queridos de aquel cuerpo fallecido, que descansaba frío e inerte dentro de un ataúd. El hombre hablaba acerca de cuán buena había sido, cómo había crecido entre las jóvenes de la comunidad y que solo se había perdido por culpa del dolor y la tentación del diablo.

Pobre oveja descarriada, necesitando de oraciones y consuelo. ¿Acercarse a él había sido tan malo para Stacy?

Tal vez sí.

Al llegar al funeral, Aiden se paró junto a mí y entrelazó su mano con la mía, pero no fue el único, porque todo el lugar se encontraba rodeado por nuestros compañeros de clases. Parecía que toda la universidad había sido congregada en un solo lugar para darle el último adiós a aquella chica que había partido desde tan joven.

Según las creencias de su religión, por muy deteriorado que estuviese el cuerpo, no podía ser cremado, ya que necesitaba caminar sobre sus pies para entrar al reino de los cielos.

Ella no había sido una santa; nada que ver, pero todas las personas presentes la estaban dejando como una. Una mártir sufrida, alguien lamentable que no tenía por qué haber partido tan rápido y que debía ser canonizada.

También decían que, los que se suicidaban, no entraban a ese lugar tan sagrado para la iglesia terrenal; su alma se quedaba vagaban en lo profundo del purgatorio, donde contemplaban a los mortales, sin poder interactuar con ellos.

Un mundo cruel donde solo había dolor y frustración, vagando por el más allá.

Según las creencias de la religión de mi madre, aquellos que acababan con su vida, nunca les llegaba la luz eterna.

Las palabras de quien presidía la ceremonia no eran más que: «Nuestra querida niña, Stacy, tan encantadora como inocente. Ella nos amaba a todos, en especial a su madre».

Realmente, en mi cabeza las cosas se asociaban más a que Stacy había sido alguien que si no moría, iba matarme en la primera oportunidad que tuviera para deshacerse de mí. Hacía esto por supervivencia, en un mismo plano nunca íbamos a estar las dos, era una o la otra.

No creía en la reencarnación, pero si existía, tal vez en otra vida si pudiera perdonarla por el daño mutuo que ambas nos habíamos causado, ya que en esta vida, si no había nada más después; las dos íbamos a estar condenadas a quemarnos en el fuego infierno, y por desgracia a mí me encantaba arder de las llamas.

¿Cómo dejarles en claro a todas esas personas que ella había arruinado mi vida? No podía estar triste por su muerte; más bien, me estaba regocijando por ella. Solo que todo era demasiado conveniente y sospechoso; no podía ir y comenzar a inmiscuirme en un supuesto suicidio por sobredosis de metanfetaminas.

También era una casualidad demasiado grande que justo ella cometiera suicidio el mismo mes en el que yo había regresado al pueblo.

—¿No estás aburrido de esta mierda? —le susurré a Aiden, quien estaba a mi lado.

—¿Sería un imbécil si me rio de ellas? —cuestionó él, encogiéndose de hombros, mientras que con un dedo se ajustaba los lentes de sol, que llevaba puestos sobre el puente de su nariz.

Él estaba refiriéndose a Sidney, quien lloraba desconsoladamente al pie del ataúd, mientras Samantha mantenía una expresión neutral debajo de sus gafas oscuras. Era increíble que fuese tan frívola, aún en ese tipo de situaciones. Todos parecían tan elegantes, los hombres en trajes negros y las mujeres en vestidos de talle alto.

Siempre era buena idea ir de etiqueta, pero aún más si se trataba del funeral de tu peor enemigo.

¿Tan querida había sido Stacy como para que todos se preocuparan por venir a darle a el último adiós?

Nunca llegué a pensar que ella y Sidney compartieran una vínculo tan estrecho como para verla destruida y llorando a mares. En la secundaria su amiga siempre había sido Samantha, aunque ciertamente, Sidney y Stacy compartían muchos secretos, oscuros sucios y viciosos.

Era una escena gratificante, en la que yo ganaba y obtenía todo lo que ella siempre había querido. Aun después de muerta y en su propio entierro, Stacy iba a poder presenciar que siempre iba a estar un paso delante de ella. En la vida de Aiden y en la mía, solo iba a ser recordada como una fea y mala mancha.

¿Pero por qué él se veía tan consternado e ido?

Incluso teniendo su mano entrelazada con la mía, en aquel momento, el aspecto de este no era el mejor. Los ojos inyectados en sangre, cubiertos por unos lentes oscuros. Vestido en un traje negro, que lo hacía verse más pálido de lo que ya era, fueron el indicio más claro de que si se encontraba afectado por la pérdida.

Los tres nos habíamos conocido desde pequeños, y en alguna época siempre estábamos juntos, unidos por la cadera; solo que en el camino las cosas se torcieron.

Durante mi encierro me habían obligado a memorizar infinidades de veces la palabra; el asesinato es un pecado capital y en un futuro iba a ser castigada por este. Pero según las creencias católicas, si nos arrepentíamos de nuestros pecados más profundos, Dios nos daría consuelo y encontraríamos la paz eterna, sin tener que caminar con la carga del castigo mortal.

Nada de eso, eran como palabras baratas. Stacy se merecía arder en la quinta paila. Era una perra y de las malas, que no tenía oficio ni beneficio. Una parasito para la sociedad que debía ser erradicado tan rápido como fuera.

—Pues todos somos buenos cuando nos vamos a la tumba, así que no creo que importe en un futuro si te ríes de Sidney, cuando mueras, todos se olvidaran que te burlaste de ella en el funeral de su mejor amiga.  —Le sonreí, en respuesta Aiden alzó una ceja en mi dirección, manteniendo el silencio con un respeto aparente que no sabía que tenía.

Estaba aguantándome en aquel funeral para no explotar a carcajadas delante de todos, porque si lo hacía no solo iba a pasar vergüenza, iba a ser echada del cementerio e iba a ser vista como una sospechosa.

Si la hubiera matado con mis propias manos... eso sería casi como lo mejor que habría hecho en toda mi vida. Por eso, no podía tragarme el cuento de que todo había sido un suicidio, demasiado conveniente, demasiado alarmante.

—Los funerales siempre son tristes, pero, ¿por qué todos somos buenos cuando morimos? —argumentó Aiden de repente, refiriéndose a lo que estaba diciendo el predicador. Sonaba aburrido, casi hastiado—. ¿Le creerán al pastor evangélico que dice tonterías o sabrán que no te importaría una mierda si ardieran por toda la eternidad?

—Crecí como una persona católica, Aiden. Desde niños nos hacen temerle al pecado, pero si de algo tengo la certeza es de que, prefiero ser una pecadora que se ganó el infierno y ser recordada por eso, que fingir ser alguien que no soy —declaré firme y convencida, pero lo suficientemente bajo para que solo él pudiera escuchar lo que le estaba diciendo. Sus labios se curvaron con una mueca de diversión.

Quería decirle que allí, si en verdad existía, me encontraría con Stacy. Ella me recibiría con los brazos abiertos, como las viejas amigas que éramos, junto con una taza de té inglés. Luego la volvería a matar una y otra vez, porque justo en ese momento, parada en medio de su entierro, solo quería caminar a su ataúd, para bailar en su tumba y escupir sobre sus restos.

No descanses en paz Stacy, es lo menos que te mereces, porque si aún siguiéramos en el mismo mundo, te sacaría las entrañas hasta que tuvieras que morir.

Todos habían asistido al funeral: profesores, estudiantes, familiares e incluso los hermanos del infierno. Nunca había visto tantas personas reunidas solo para despedir a alguien.

Muchas veces, solo había deseado que las cosas terminaran de esa forma; con Aiden a mi lado y ella muerta, pero ahora lo lamentaba un poco porque no iba a obtener las respuestas que quería y eso era frustrante.

No se me era difícil poner la mente a volar y pensar que tal vez Heck tenía algo que ver con Sidney, al igual que tuvo sus asuntos con Stacy; sus extrañas llamadas, comportamientos ansiosos y desapariciones regulares. Aunque iba a ser algo demasiado extraño, ninguna mujer se acercaba a ese grupo solo porque sí. Debías tener una conexión directa para mantenerte a flote, ser recurrente en su mundo y que no te desgarraran la garganta.

Rostros curiosos me miraron y pude adivinar porque, me parecía a un jodido fantasma y la verdad es que, realmente si era uno. Era esa adolescente de diecisiete años que desapareció una primavera con su madre para nunca más ser encontrada.

En ese momento, me fue inevitable no pensar en cómo había sido el funeral de mi madre, si es que realmente tuvo uno, ¿qué le habría mi padre sobre mí a los dolientes? ¿Incinerada, asesinada, muerta o secuestrada? Podía reconocerlos; la mujer que vendía flores, el panadero, e incluso algunos más allegados que habían trabajado en la finca donde había crecido.

Era obvia su sorpresa y cuestión. La niña de los Becker había sobrevivido. Me gustaría ver sus caras supieran que no había existido dicho "atentado".

Aiden era tan bueno en lo que hacía que su agarre se reforzó, justo cuando notó las inquietantes miradas de las personas sobre mí y la manera en la que mi cuerpo se retorció por aquel acto.

Quería que me soltara, ir y hablar con cada uno de ellos, pero en especial con Samantha, quien ahora tenía la mirada puesta sobre nosotros. Suponía que él me estaba dando el apoyo emocional que necesitaba, pero tal vez se estaba comiendo la cabeza en cómo solucionar la situación.

Si se le salía de las manos, tal vez podía usar mis artimañas contra Riven para que hiciera las cosas por nosotros, a mi modo. No me molestaba del todo usar su deseo por mí para conseguir lo que quería.

—Ni se te ocurra moverte —volvió a hablar Aiden de repente, estaba vez susurrando contra mi coronilla. Para otros, tal vez parecía que estaba susurrándome palabras dulces al oído, pero no era nada de eso, ni siquiera similar. Me estaba advirtiendo que no hiciera un show.

Su brazo fuerte se envolvió alrededor de mi cintura, para besar la parte superior de mi cabeza. Entre nosotros era algo natural, pero para los presentes podía verse como un irrespeto por lo serio de la situación.

Me volteé para mirarlo y este me sonrió con un gesto ladeado y cínico en sus labios.

—Créeme que lo que menos quiero es hacer un espectáculo —le respondí, mi tono siendo conciso. Enseguida él pudo identificar que, en realidad, le estaba mintiendo con descaro.

—Pues disimula mejor, porque tu amiga Samantha nos está mirando —me dijo con tono desafiante, siempre acompañado de un ademán de suficiencia. Era una suerte que solo entre nosotros pudiéramos escucharnos y entendernos.

Levanté la barbilla para verlo a lo lejos y este me perforó con una mirada. Luego, los labios de Aiden bajaron del costado de mi cabeza a mi rostro, besando el lado de mi cara que se encontraba más cerca de mi oreja; el roce de su mentón produjo una serie de cosquillas en mi cuerpo que me hizo suspirar.

—Y eres tú quien dice que no quiere que dé un show. —Volví a lanzar mis ojos hacia Samantha, dándole una mirada helada, mientras me dirigía hacia Aiden al hablar—. ¿Crees que sospeche algo?

Pero en ese momento, antes de que él pudiera responderme, fue cuando el predicador terminó su ceremonia y anunció a todos que lo mejor sería dejarla partir y bajar el ataúd a la fosa. Era un día sorpresivamente soleado, para ser una mañana de septiembre.

¿Qué diría mi terapeuta si le contara cómo me sentía al respeto? Eso estaba fuera de discusión.

Seguro todas pensaban que me veía como una zorra por estar tomada de la mano de un chico y haber besado a otro tres días atrás. Stacy había sido la chica de Aiden, según el tono mordaz que Samantha había utilizado contra mí cuando intentaba consolar a Sidney por lo devastada que la había dejado la noticia.

—Está más que claro que, si Stacy te odiaba de seguro ella también lo hace, así que mejor mantente fuera de su radar —dijo Aiden, sin rastro de emoción—. Traducción, mantente fuera de problemas que tengan que ver con ella, Kira.

La cara de este se mantuvo impasible al pronunciar aquellas palabras, pero no quitaba que todos tuvieran la mirada fija entre Stacy y nosotros.

Darían incluso algunos días de duelo en la universidad y harían un juego conmemorativo con una presentación en su nombre. Había marcado algo incluso para las chicas del escuadrón, porque hasta Katherine parecía tener la mirada perdida y un semblante de aflicción, y ésta no había sido santa de su devoción.

Luego de las últimas palabras, dejaron caer el cajón de madera en la fosa. La mujer quien había sido la madre de Stacy sollozó, y me estremecí.

Sidney incluso cayó de rodillas al suelo demostrando dolor y pena, gimiendo y preguntándose porque había sido ella.

Aiden apretó su agarre contra mí y algunas miradas reprobatorias se posaron en nosotros, porque claro, no era el momento ni el lugar para los juegos de manos, pero necesitaba su toque para no entrar en un ataque de pánico.

No entendía el dolor de la mujer que acaba de perder a su hija, pero su expresión gritaba que también quería morir con ella y que la amaba. ¿Por qué no podía sentir lastima por la mujer que la había traído al mundo? Me sentí como un monstruo.

No podía sentir culpa. No podía sentir remordimiento. Solo sentía un profundo vacío y una profunda calma. No me alegraba del todo, pero tampoco me estremecía de la tristeza.

Las capas de concreto comenzaron a cubrir la fosa de tierra, guardé silencio por respeto a la mujer, no por su hija. Perder a un hijo era horrible, claro que lo era.

Debía sentirse tan muerta y fría como el cadáver en el que descansaba la parte de sí misma que ya no estaba. No tenía una parte de sí.

Todos teníamos una rosa roja en mano y me sorprendí, normalmente eran blancas pero era irónico y una especie de alegoría. Lo rojo había unido nuestros caminos y la que tenía que sobrevivir, sobrevivió.

Ella un día me había querido muerta. Hizo todo a su alcance para deshacerse de mí, solo que lo había hecho mal. Yo ahora había tenido la oportunidad de resarcirme y redimir mis errores.

La que estaba, bañada en formol, dentro de una caja de madera una como muñeca vieja era ella, no yo.

Quería terminar con esto de una buena vez, por lo que cuando llegó mi turno, no solté la mano de Aiden hasta que la rosa estuvo en el fondo de la fosa junto al cadáver de Stacy.

Mis brazos temblaron e intenté retroceder en un acto instintivo, pero no tenía escapatoria. Había alrededor de sesenta personas y todos notarían que prácticamente iba a escapar huyendo del lugar. Suficiente incómodo era tener escuchar sus cuchicheos y ver sus caras de sorpresa cuando se dieron cuenta de quién era yo.

Aún así, no cerraron en ningún momento sus mandíbulas. Estaban viendo dos muertas y yo necesitaba huir, así que saliendo del campo visual de Aiden comencé a caminar lo más rápido que pude, sin notar que en el trayecto chocaría con algo, o mejor dicho alguien... a alguien que seguramente no le agradaba en nada la idea de tenerme en aquel lugar.

«No descanses en paz, Stacy. Las malas perras siempre tienen un mal fin». Como dirían por ahí, por eso es que las matan. 

X

¡Hola! Estoy muy feliz por este nuevo cap. 

¿Les gustó el cap? ¿Quién mató a Stacy? Ya lo sabrán. 

Tengo unas sorprendas preparadas para el siguiente cap, muchas gracias por leer. Los amo.  Por cierto, vean esta hermosa ilustración que hizo mi amiga Gaby, la consiguen en ig como manzanalectora.  XOXO; Ash versión porrista malvada. 

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