-De verdad papá, no hace falta que recojas nada - le dije por décima vez.
- No, Alex, ahora es tu despacho. Mis cosas ya no hacen nada aquí.
-¿Y si quiero alardear de padre?
-Cariño - rió-, echaba de menos tus comentarios. Pero la verdad es que he habilitado una zona de la casa para ellos, además a partir de ahora tendrás que colgar tus logros,no los de otros.
-¿Qué logros? Si no boxeo profesionalmente ni hago nada que merezca la pena colgar en estas paredes. No hago nada.
-Ya sabrás cuando llegue. Además todavía es tu primer día aquí.
-Mi primer día y ya hay uno que se ha largado- reí amargamente - un buen comienzo, sin duda.
- No te preocupes por Gregory Dinamita, además todos los meses montaba algún escándalo. Y no creo que muchos gimnasios le quieran tener... Y respecto a eso...
-No me gusta ese tono - suspiré.
-No dejes que Wade te intimide. En el fondo es buena persona.
-Y cual es su sobrenombre, si se puede saber...
-Nadie se ha atrevido a ponerle otro nombre y el tampoco quiere. Según él no necesita otro nombre para que le teman y cosas así. Ya te iras acostumbrando a todas sus manías .
-Perfecto, un maniático boxeador. Mi día está mejorando por momentos.
-Confío en ti, mi pequeña boxeadora. Pero si te da muchos problemas me llamas y ya me encargo yo de él - dijo haciéndose crujir los nudillos.
-Dame unos días y te digo.
-Vale y por cierto, ¿cuando vienen las dos terremotos?
-En un mes - dije entusiasmada.
Mi padre bautizo a mis amigas Toria y Beth como terremotos el verano que vinieron a pasar un mes de las vacaciones con nosotros. La verdad es que ese mes no pase ni un día quieta, tendríamos 16 años y solo pensábamos en ir de fiesta y en chicos, vamos, como hora pero con las hormonas en estado imperativo. Y la casa se llenó con nuestros gritos y carcajadas histéricas. Pero sobre todo recuerdo el día que Toria le quitó el móvil a Beth cuando recibió el mensaje que tanto estaba esperando y empezó a contestar por ella, y al fin y al cabo en una persecución por la casa y un jarrón destrozado. Y nos alegramos por ello, porque era la cosa más fea de mirar que había en la casa, regalo de mi tía Antonieth. Sólo de pensar en ella un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Que pasa?
- Me he acordado de la tía Antonieth.
-Calla, calla - dijo rápidamente al escuchar su nombre - es lo único malo que tenia tu madre y por suerte no la tenemos que ver a menudo.
-Ya está, la ultima fotografía - dije con pesar.
-¡Y ahora...- dijo entusiasmado mientras se dirigía a unos de los archivadores y sacaba un paquete envuelto -, mi regalo!
El paquete tenía forma rectangular, bastante plano y grande.
-No hacia falta - dije ilusionada mientras lo abría. Me emocioné a ver lo que era - ¡Muchas gracias, pa! - dije dándole un abrazo. En mis manos tenía un marco con dos fotos de mi último entrenamiento que tuve en mi universidad. En una salía con mis dos amigas, ellas bien vestidas y yo sudada, con mi top y pantalón corto negro y mi pelo pareciéndose a un nido de pájaros. En la otra salía con mi padre, el detrás de mí, sacándome una cabeza y con los brazos estirados a los lados mostrando sus bíceps y yo delante suyo con la misma pose. No pude evitar reírme al verla, siempre me hacia gracia la diferencia de musculatura y estatura entre nosotros. - Es perfecto - dije colocándolo sobre mi nuevo escritorio.
-Es para que no olvides que siempre nos tendrás para apoyarte, decidas lo que decidas - dijo volviéndome a abrazar - y ahora es mejor que me vaya antes de que me ponga muy sentimental, llore y mi reputación quede por los suelos - dijo dándome un guiño y saliendo de allí.
Vi como su gran espalda se alejaba, es una tontería, le vería todas las semanas unas cuantas veces, pero era como si cerrásemos una etapa y empezáramos otra, una que no sabemos donde nos llevará. Miré otra vez las fotos. Mis ganas de que las dos locas viniesen a verme eran enormes, desde que terminamos el internado habíamos decidido estudiar diferentes cosas, eso si, todo en la misma universidad. Toria se ha convertido en una increíble chef y Beth en una de las más prestigiosas relaciones publicas del fútbol americano. Y yo ahora tenia mi propio gimnasio lleno de testosterona. Y como era difícil que todas coincidiéramos en un mismo sitio, una oportunidad así sólo se podía celebrar. Porque por mucho que digan, la vídeo llamada a tres bandas no era ni parecido a una conversación en persona. Y eso es lo que podríamos hacer dentro de un mes.
Toc toc.
El sonido de unos nudillos golpeando mi puerta me sacaron de mis pensamientos.
-Pase - dije alto.
La puerta se abrió para dar paso a Skull, unos de los boxeadores que he conocido. Es un tipo alto, con una espalda ancha y todos los músculos marcados. Calvo y con una calavera con toda precisión tatuada en la parte posterior de la cabeza. La verdad es que su cara de mala uva imponía un poco.
-Srta. Wulk...
-Llámame mejor Alex, Skull.
-Vale. Alex - dijo entrando - se ha roto otra vez el saco grande.
-¿Otra vez?
-Si, la cuarta esta semana. Hemos intentado solucionarlo nosotros, pero se está quedando sin relleno y...
-Ahora le digo a Bob que ponga uno nuevo, grac..
-No es eso - me interrumpió - Es que es el saco que suele utilizar Wade y no le va a hacer gracia que se le cambien, es muy quisquilloso con esas cosas...
No creo que en su mirada haya miedo... O eso creo. Además no creo que un saco pueda ocasionar tanto pánico a estos tíos.
-Yo me encargo, gracias, Skull.
-De verdad, que...
-Si tiene algún problema me lo mandas y punto - dije levantándome -. De aquí en adelante me encargo yo.
Salí detrás de él de mi oficina y me dirigí donde Bob.
-Hey, Bob - le llamé la atención - necesitamos un saco grande nuevo, el que tienen está destruido. ¿Cuanto tardas en colgar uno nuevo?
-Dame diez minutos, ¿Sabes qué saco es?
-Me han dicho que es el que utiliza Wade - me encogí de hombros - y no digas nada.
-Sólo voy a decir que esto se va a poner interesante - rió.
¿Estamos todos locos o qué? Uno avisándome de problemas y otro riéndose. Después se quejan de que a las mujeres no hay quien nos entienda...
-Lo que digas, sólo era eso.
El resto de la mañana pasó sin problemas. El saco fue cambiado y acabó en la basura. Solo me interrumpió el sonido del móvil a media mañana.
-Aleeeeex - dijo una voz cantarina al otro lado de la linea.
-Beth - la dije imitándola.
-¿Que tal tu primer día rodeada de macizorros?
-Normal y ¿el tuyo, rodeada de estrellas del fútbol?
-Puff, desearía patear la cabeza de algunos... Son tan... tannnn... ¡Ugh!
-Respira -reí.
- El caso que llamo porque he hablado antes con Toria y queríamos saber si hay espacio en tu nueva casa o nos vamos a un hotel...
-Hay sitio tranquila, falta que me traigan los muebles nuevos y todo listo - Sonreí, aunque ella no me pueda ver.
-¡Perfecto! Ahora que me acuerdo... He visto al hombre de mis sueños...
-Si te has olvidado de él, no es el hombre de tus sueños...
-¡Cállate! Soñar es gratis, ¿no?
-Sí, por ahora sí - reí.
-Pues eso. Es que tu no te puedes imaginar que bombón de hom...
No la oí terminar la frase porque mi puerta se abrió estrellándose contra la pared con un golpe. Dejando entrar al espécimen de hombre mas caliente que he visto en mis 25 años de vida. Eso sí, su mirada enloquecida no era un buen augurio.
-Beth, ahora no puedo. Después te cuento - dije colgándola sin darla tiempo a contestar.