Tú, Yo y El Mal

By MabelPazAvalos

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Dicen que todos tienen un hilo rojo conectado con otra persona. Bueno, pues yo creo que mi hilo es más bien d... More

PRÓLOGO
• CAPÍTULO 1 •
• CAPÍTULO 2 •
• CAPÍTULO 3 •
• CAPÍTULO 4 •
• CAPÍTULO 5 •
• CAPÍTULO 6 •
• CAPÍTULO 7 •
• CAPÍTULO 8 •
• CAPÍTULO 9 •
• CAPÍTULO 10 •
• CAPÍTULO 11 •
• CAPÍTULO 12 •
• CAPÍTULO 13 •
• CAPÍTULO 14 •
• CAPÍTULO 15 •
• CAPÌTULO 16 •
• CAPÍTULO 17 •
• CAPÍTULO 18 •
• CAPÍTULO 19 •
• CAPÍTULO 20 •
• CAPÍTULO 21 •
• CAPÍTULO 22 •
• CAPÍTULO 23 •
• CAPÍTULO 24 •
• CAPÍTULO 25 •
• CAPÍTULO 26 •
• CAPÍTULO 27 •
• CAPÍTULO 28 •
• CAPÍTULO 29 •
• CAPÍTULO 30 •
• CAPÍTULO 31 •
• CAPÍTULO 32 •
• CAPÍTULO 33 •
• CAPÍTULO 34 •
• CAPÍTULO 35 •
• CAPÍTULO 36 •
• CAPÍTULO 37 •
• CAPÍTULO 38 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 39 •
• CAPÍTULO 40 •
• CAPÍTULO 41 •
• CAPÍTULO 42 •
• CAPÍTULO 43 •
Hermes Sevilla
• CAPÍTULO 44 •
• CAPÍTULO 45 •
• CAPÍTULO 46 •
• CAPÍTULO 47 •
• CAPÍTULO 48 •
• CAPÍTULO 49 •
• CAPÍTULO 50 •
• CAPÍTULO 52 •
Antonella Pasquarelli
Maxon Lee
Bratt Smith
• CAPÍTULO 53 •
• CAPÍTULO 54 •
• CAPÍTULO 55 •
• CAPÍTULO 56 •
• CAPÍTULO 57 •
• CAPÍTULO 58 •
• CAPÍTULO 59 •
• CAPÍTULO 60 •
• CAPÍTULO 61 •
• CAPÍTULO 62 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 63 •
• CAPÍTULO 64 •
• CAPÍTULO 65 •
Bratt Smith
• CAPÍTULO 66 •
• CAPÍTULO 67 •
• CAPÍTULO 68 •
• CAPÍTULO 69 •
• CAPÍTULO 70 •
Lily Brooks
Lily Brooks
Lily Brooks
• CAPÍTULO 71 •
• CAPÍTULO 72 •
• CAPÍTULO 73 •
• CAPÍTULO 74 •
• CAPÍTULO 75 •
• CAPÍTULO 76 •
• CAPÍTULO 77 •
• CAPÍTULO 78 •
• CAPÍTULO 79 •
• CAPÍTULO 80 •
• CAPÍTULO 81 •
• CAPÍTULO 82•
• CAPÍTULO 83 •
• CAPÍTULO 84 •
• CAPÍTULO 85 •
• CAPÍTULO 86 •
• CAPÍTULO 87 •
• CAPÍTULO 88 •
• CAPÍTULO 89 •
• CAPÍTULO 90 •
• CAPÍTULO 91 •
• CAPÍTULO 92 •
• CAPÍTULO 93 •
• CAPÍTULO 94 •
• CAPÍTULO 95 •
• CAPÍTULO 96 •
• CAPÍTULO 97 •
• CAPÍTULO 98 •
FINAL
REPORTAJE POLICIAL
MARILIA

• CAPÍTULO 51 •

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By MabelPazAvalos

Tres meses después

La mujer lloraba aterrorizada cuando aquellos hombres entraron a su celda. Todos ahí lloraban pero los lamentos que más se escuchan en el sótano eran los de la mujer que estaba siendo abruptamente violada por esos sujetos.
La pobre mujer ya no tenía siquiera ropa puesta porque era diariamente las violaciones por parte de diferentes sujetos.
Uno la tomó de los brazos con fuerza, ella trataba de luchar como de costumbre pero lo hacía en vano porque siempre era golpeada hasta que caía inconsciente y la seguían follando así.
Los gritos dejaron de escucharse, esa era la señal de que ya había caído al piso inconsciente.

Eso era lo que veía todos los días. A todas las mujeres ahí las violaban y a los hombres les metían palos por el ano. Palos a veces con puntas filosas que los destrozaban. Y estoy cien por ciento segura que la mayoría de aquí ya no tiene testículos.

La mujer a mi lado grita a todo pulmón cuando le toca a ella y decido ya no mírala; hace ya dos meses que deje de hacerlo.
Esa pobre mujer que ya no cuenta con pezones porque se los han arrancado frente a mi.

El sujeto al que tengo a mi lado le llegan con un bote de ácido sulfúrico y prefiero tener perdida la vista en un punto fijo donde no miro a nadie.
Los gritos invaden todo el lugar de nuevo. Se escuchan los azotes con látigos de hierro como los que usan conmigo.
Bajo mi mirada a mis manos y observo las cicatrices que me han salido. Horrorosas cicatrices.

No tarda nada para que las puertas de mi celda se abran y el grandulón de apellido Cooper se asome.
Juro por mi puta vida que él está en mi lista de asesinar cuando salga. Se ha encargado de hacerme la vida espantosa porque muere por escucharme gritar.

Sonríe con malicia como todos los días pero noto que su ojo está morado y su labio ensangrentado así que supongo que ha de haber tenido alguna pelea allá afuera.

—Mi reina, ¿qué castigo quiere ahora?—lo fulmino—¿No hablas? Entonces adivinaré que quieres tu favorito.

Me toma de la raíz de mi cabello y arrima mi cara en el charco de su orina. Si. Justo como lo dije.
Volteo y miro otro punto para no ver como se saca su pene y me mea encima.
Su risa me llena de furia y lo único que quiero hacer es matarlo.

Lo intenté, hace mucho que lo intenté. Le había quitado la vara de hierro y le había dado un latigazo en la cara. Por eso su cicatriz a lo largo de su ojo y aunque no lo admita, sé que ya no ve bien gracias a mi.

Cooper me levanta, me suelta una cachetada y como si fuera un muñeco de trapo me cuelga de las cadenas desde las barras de arriba.
Pero me las deja un poco flojas, eso porque esparce vidrios en el piso y para no cortarme tengo que hacer mucha fuerza para no tocar nada.

Se sigue burlando de mi y con otra cadena me enrolla el cuello dejándome casi sin respiración.
No grito, no gesticulo dolor y no agacho la mirada porque aunque haya caído en lo más bajo, nadie conseguirá que Karol Sevilla admita que la han vencido.

Al contrario. Mientras este hombre le prende fuego al piso para que suba más los pies, yo sigo armando mi maldita venganza.

Todos. Todos y cada uno de los que me hacen daño los voy a matar.
A Cooper, Agustín, Dalton, Natalia, Joder Sophia y el maldito de Ruggero será mi postre.
Los mataré a cada uno. Pero antes tendrán que sufrir lo que yo he sufrido aquí abajo y ya después tendrán una muerte lenta y dolorosa.

¿Derek? Mi maldito traicionero.
He pensado seriamente en entregarme y darle los paraderos de todos los negocios de Ruggero.
Pero ya no se si fiarme del todo con él. Se que me quiere, su amor es sincero así como el mío hacia él pero el amor no hará que me quiten de encima todos los delitos que he cometido y mínimo iría unos treinta años a la cárcel. Mínimo.

Así que cuando salga de aquí, tendré que usar mi arma secreta.


Duro colgada por cinco horas. Si. Cuento cada segundo en mi cabeza y aparte ya me he aprendido el horario de este lugar. Sé las horas específicas de cuando bajan y violan. De cuando bajan y torturan. De cuando bajan y dan de comer. Sé todo de este lugar y sólo con observar.

_______________

Un día cualquiera, sentada en orina y mierda de muchas personas incluyendo la mía, algo distinto cambia.

Las puertas se abren pero no entran los hombres de costumbre, sino que me remuevo en el piso y veo a mis dos Ángeles guardianes.

—Joder, hueles a mierda.

—Te veo y no te conozco, ¿dónde quedó la belleza de los Sevilla?

»Maxon y Bratt. Pero no parece como si se la estuvieran pasando bien; están llenos de moretones por todo el rostro y los brazos«

—Hola.

—Das pena.

—Ustedes tampoco se ven tan bien.

—Si...—se recargan en las rejas y siento en sus miradas un toque de desesperación.

—¿Qué ha pasado?

—Karol, las cosas han cambiado desde aquel día.

—¿Qué cosas?—ambos se miran sin saber cómo empezar a hablar—Chicos, ¿qué está ocurriendo haya afuera?

—Ruggero se volvió loco.

—Ya lo era.

—No Karol —dice Maxon—Se ha vuelto loco hasta el tope —trago saliva preocupada y me remuevo una vez más en el piso.

—La primera semana nos dejó encadenados en nuestros salones de trabajo. Después llegó y nos dijo que tenía una misión para nosotros y que si lo hacíamos bien nos perdonaría.

—Pero su trato tenía letras pequeñas. —cierra los ojos y sé que ha hecho algo tan mal como para que los haya asustado—Nos mandó a entregar un cargamento en Asia... pero no nos dijo que esa ciudad estaba teniendo una guerra fuerte.

—¿¡Los mandó a la guerra!?

—Nos mandó a morir.

—¡Está loco! Llegamos apenas hace unos días y al querer venir a verte no nos dejaron así que tuvimos que golpear a Cooper —Eso explica mucho—Todo ha cambiado.

—¿Y mi hermano?

—En coma. Agustín se hace cargo de él.

—¿Y Derek?

—Ruggero masacra a todos los policías que se le cruzan en el camino. La cabeza de Derek es el premio más grande y da una recompensa de millones.

—Karol —Bratt parece alterado—Karol, ha mandado a matar a los Davis.

Me pongo de pie al instante, alterada con el corazón acelerado por esa noticia.
Es un verdadero hijo de puta.

—¿Liam? ¿Mató a Liam? ¿Lo mató?

—No. Sólo a sus padres.

—Fue Sophia.

—Golpearon a tu madre. Esta desesperada buscándote y Ruggero no la dejó entrar, así que como insistió la fueron a golpear y arrojar a su casa.

—Tu padre está como loco buscándote también. Ruggero no lo deja entrar ni a ver a Hermes.

—Nadie puede entrar a verlo, está prohibido. Nadie. Literalmente ni a su novia ni a sus hijos.

—Mueren policías todos los días. Quiere matarnos también a nosotros por defenderte.

—¡Joder Karol! ¡Todo es una mierda!

»Maldito, maldito, maldito, maldito. Te odio con toda mi vida y tan sólo salga de aquí te voy a matar«

—Está dolido. Le ha afectado que digas que amas a otro hombre y no a él.

—Dice que es mentira, ¡pero dejaron de buscar a Ana para buscar a Derek! ¡Toda su gente armada está vuelta loca por la recompensa!

—Necesito salir de aquí, ya.

—No podemos hacer nada para ayudarte, nos tienen en la mira.

—¡Imagínate qué tan loco debe de estar como para que estemos nosotros en la mira! ¡Nos detesta! ¡Nos mandó a la puta guerra a morir!—la voz de Maxon se quiebra y el ver eso se suma a la lista de las cosas por las cuales voy a matar a Ruggero—Estuve cerca... estuve cerca de morir, Karol. Estuve a nada.
Bratt tiene experiencia porque él era militar; pero yo no joder, ¡Yo no!

Camino hacia ellos y tomo las barras de la celda.
Los miro a ambos. Mi amigo ya está apunto de llorar.

—El sol volverá a brillar para nosotros, lo prometo. Les doy mi palabra como que me llamo Karol Sevilla.

—Lo veo imposible.

—¿Sabes que ha soltado bombas en centros comerciales? ¿Sabes que lo hace sin motivo alguno? Lo hace porque está enojado. Lo hace para relajarse.

—Hoy empezó el operativo de búsqueda hacia Liam. Lo quiere matar. Pero es tan cruel que quiere que Sophia lo mate así como mató a sus ex's suegros.

—¿Sabes dónde está?

—Si —se miran, después a mi—Está oculto en la mansión Zenere. Ahí se han tenido que ir también Valentina y los niños porque si Ruggero quiere, los puede matar.

—¡Hijo de puta! —La adrenalina me invade. Golpeo los barrotes con fuerza asustando a los demás a mis alrededores—¡Es un hijo de puta!

—Nos tenemos que ir, Cooper puede darse cuenta de que hemos entrado.

—Ese tal Cooper me tiene hasta la madre.

—Es la mano derecha de Ruggero.

—Toma —Bratt se rebusca algo en el bolsillo y me lo da. Es el brazalete que me dio Derek—Karol, nosotros no le tenemos miedo a nadie pero esta vez Ruggero nos está asustando.

—Es hora de irnos. Vendremos a visitarte cuando podamos.

—Les prometo, que esto no se quedará así. Adiós.

—Adiós.

—Adiós.

Los veo escabullirse hasta la salida y maldigo a mis adentros.

»Golpearon a mi madre«
»Mataron a los padres de Liam«
»No dejan que mis sobrinos vean a su papá«
»Están buscando a Liam para matarlo«
»Ofrece millones por la cabeza de Derek«
»Mandó a la guerra a mis dos amigos«
»Mis amigos le tienen miedo«
»Me tiene aquí retenida, me torturan«
»Me rebajó de nivel«
»No me creyó cuando le dije que no los había traicionado«

Todas esas y más cosas se me juntan en la cabeza.
Me siento desesperada, quiero golpear cosas, quiero ahorcarlo, quiero que él sufra como lo estoy haciendo yo.

—¡Te odio!—grito, brincando y tomándome de las barras de arriba de la jaula y empiezo a hacer fuerza, subiendo y bajando.

Necesito recuperar mi complexión física.
Necesito mis músculos y necesito olvídarme del boxeo e irme a la pelea callejera.

Me pierdo ahí, subiendo y bajando, hasta que hago mil seguidas y caigo. Pero me tropiezo con algo en el suelo; es el brazalete.

Maldito Derek, juro que a ti nadie te va a tocar porque tú también eres mío así como Ruggero, soy yo la única que los puede matar a los dos.
No dejaré que Pasquarelli te atrape. Eso si jamás.

____________________

Dos meses después

Una noche como cualquiera, Cooper entra con otro hombre y me trueno el cuello para mi castigo.

—Hola, ¿todo bien?—me pregunta con su estúpida sonrisa—La verdad no me interesa. Hoy te toca baño.

Me preparo cuando toma una larga manguera y la abre. Es de presión. El agua me golpea en la piel con fuerza pero me tengo que aguantar porque como lo dije, no me voy a quejar.

Me moja de pies a cabeza. Me indica que de la vuelta y el dolor es más insoportable en las cicatrices por los latigazos.

Cooper le entrega la manguera al otro sujeto y por unos segundos se pierden.
Después vuelven a aparecer. Pero ahora con una banca larga de madera. Entran, la ponen en una esquina y después salen.

Comprendo lo que sucede cuando lo veo entrar.
Como siempre transmitiendo aquel porte de maldad y superioridad; ahora lo único que me da es asco y repugnancia.

Entra a la celda, y me mira de arriba abajo.
Mantengo el ceño fruncido y las ganas de matarlo me las guardo porque este no es el momento.

Sus ojos se detienen en mi brazalete y fue suficiente para que también me frunciera el ceño.
Yo seguía sin bajar la mirada, retándolo en todos los sentidos.

—Hasta que te dignas a bajar, ¿acaso me tenías miedo?

—Me das asco, te ves horrible.

—A qué viniste.

—A platicar —se sienta en la banca y me deja el espacio libre—Siéntate, es tiempo de hablar.


...

Sin palabras

Mabel Paz

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