Bendecida Por Los Dioses (Lib...

By Chopy090

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Una lucha por la salvación del mundo, a eso se acerca Elizabeth Thompson luego de perderlo todo. Su vida está... More

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Epílogo
Agradecimientos
Libro 2

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By Chopy090

Rosalía Thompson. 11 de noviembre del 2006, Portugal.

Hacía unos meses atrás, más específicamente tres, Elizabeth y Diana habían cumplido sus ocho años, Diana vivía feliz, ignorante de la hermana que tenía a tan solo dos horas de su casa.

Mientras que Elizabeth cada vez se daba más cuenta de la situación en la que ella y su madre se encontraban. La comida escaseaba la mayor parte del tiempo, sumándole el hecho de que sus clases eran en una escuela de muy bajos recursos por lo que la educación no era la mejor. Pero algo era algo.

Rosalía y la albina descansaban tranquilamente en su cama, eran alrededor de las siete de la mañana y los rayos del sol recién empezaban a intensificarse.

La puerta del pequeño departamento empezó a ser golpeada con insistencia, la castaña gruñó levemente soltando una maldición por lo temprano que empezaban a molestar los que ella creía eran los vecinos.

Caminó hasta la puerta principal arrastrando los pies y tallándose los ojos.

—¿Qué mierda quieren? —murmuró adormilada cuando abrió la puerta.

—¿Señorita Rosalía Thompson? —preguntó un hombre de traje negro y elegante.

Era alto, cabellos negros, ojos oscuros, piel tostada y de cuerpo musculoso, el traje que portaba parecía hecho a la medida y sus brillantes y limpios zapatos negros lo hacían ver millonario.

Ese hombre no combinaba con ese edificio, cuyas paredes estaban desgastadas y húmedas por las continuas lluvias de la zona, el elevador que no funcionaba desde hacía varios años ya y el piso de por el que caminaban ratas y cucarachas con frecuencia casi crujía bajo el peso de cualquiera.

—Sí, soy yo, ¿quién me busca? —cuestionó más despierta.

—Soy Oliver, el guardaespaldas de la señora Thompson. Su madre —la castaña quedó en blanco.

Esa mujer llevaba sin hablarle durante nueve años, ¿porqué la buscaría ahora? No se había tomado la molestia de preguntar por su nieta, por preocuparse por el estado en el que su familia se encontraba y mucho menos por ayudarla en esa situación tan difícil.

—¿Qué diablos quiere esa mujer? Ella ya no es mi madre —su ceño se frunció.

—Bueno... —el hombre se vio un tanto incómodo y desvió la mirada momentáneamente—... la señora Thompson se encuentra enferma, no le queda mucho tiempo y quiere conocer a su nieta antes de partir —explicó recobrando su seriedad.

Eso había sido muy rápido, no se esperaba que los resultados fueran...

—Que se joda.

Intentó cerrar la puerta pero el hombre fue más rápido y la detuvo.

—Tiene una gran herencia —comentó como último recurso—. El señor Thompson murió el año pasado por lo que no hay nadie más aparte de usted que reciba toda la herencia de los Thompson. Viendo el entorno en el que vive, creo yo que necesita del dinero, ¿acaso no quiere lo mejor para su hija?

Rosalía desvió la vista mirando al suelo, pensativa. Era verdad que sus padres tenían mucho dinero, no por nada habían manejado una de las mejores empresas, tenían mucho dinero en la cartera y ese dinero le vendría muy bien.

No había mucho que pensar, había planeado muchas cosas desde seis meses atrás, este sería el segundo paso.

No sólo podría comprarse una gran casa y vivir rodeada de lujos, también podría tomarse un tiempo para ella y... eso que llevaba tanto tiempo queriendo hacer.

Sin lugar a dudas, necesitaba ese dinero.

Volvió a ver al hombre frente a ella con decisión.

—Bien, llévanos con ella.

Pocos minutos después, el tipo se encontraba dentro de la casa con una taza de café barato en las manos. Les había dicho que empacaran algo de ropa ya que se iban a quedar en la mansión Thompson en lo que... bueno, la señora fallecía.

Tenía cáncer, y con la muerte de su esposo había recaído aún más llevando su estado a otro nivel y haciendo que los medicamentos y las consultas con los doctores más reconocidos del mundo no pudieran hacer nada por ella.

Salió de su habitación con dos maletas medianas, vestida con ropa cómoda. Por el contrario de Elizabeth que llevaba un pequeño vestido color palo de rosa ya que quería verse bonita cuando conociera a su abuela. De la cual no sabía nada hasta ese momento.

Aunque claro que sus ropas estaban un poco desgastadas por el tiempo, y un tanto incómodas por la falta de uso.

Oliver ayudó a ambas a bajar las maletas por las escaleras. Estaban en el quinto y último piso así que Rosalía agradeció inmensamente la ayuda.

Elizabeth Thompson. 11 de noviembre del 2006, Portugal.

Después de una hora de estar en el elegante y costoso auto negro, al fin habían llegado al hospital, y como era costumbre no podía ser nada más ni nada menos que el hospital más caro y prestigioso de Portugal.

Entraron dejando las maletas en el vehículo, la albina se aferraba a la mano de su madre al sentirse examinada por algunos doctores, enfermeras y pacientes que pasaban por su lado.

Y era de esperarse, no solo era lo que muchos llamarían "la hija perdida de Afrodita", sino que su belleza contrastaba con su vestido viejo y sus zapatos sucios. Más cuando una mujer con ropas más desgastadas que las suyas la agarraba de la mano.

No se parecían en nada y fácilmente podría pasar por un secuestro, claro que si así fuera, la peliblanca no se escondería detrás de la mujer y se aferraría a ella hasta con sus dientes si hiciera falta.

Pronto, bajo la atenta y discriminadora mirada de algunos, llegaron a la habitación de la señora Thompson, Marta.

La pequeña niña mantenía su cabeza baja y sus largos cabellos blancos cubrían su rostro, empezó a jugar con sus dedos evitando mirar al frente.

—Hija, cuánto tiempo —una voz un tanto débil interrumpió el silencio incómodo que se había formado.

—Madre, veo que solo en tu lecho de muerte puedes ser capaz de llamarme —recriminó.

—¿Esa es... mi nieta? —la mujer ignoró olímpicamente las palabras de la castaña.

La mujer que se encontraba recostada en la camilla era pálida, por la medicina y su condición, ya no tenía más de tres cabellos rojos en la cabeza y sus ojos verdes se encontraban apagados, como si la vida se estuviera escurriendo de su cuerpo cada vez que exhalaba.

No duraría más de dos días con vida.

—Sí.

Con un pequeño empujón, Rosalía le indicó a la niña que fuera hasta la mujer que la observaba atentamente con las cejas alzadas.

Elizabeth caminó hasta la camilla, y una vez que estuvo junto a ella, elevó la cabeza mostrando su expresión nerviosa.

—Pero mira qué bonita eres —dijo la mujer.

—M-muchas... gracias.

Un pequeño sonrojo adornó las mejillas de la niña haciéndola bajar el rostro nuevamente.

—¿Cómo te llamas?

—... Elizabeth —respondió, no sin antes ver a su madre pidiendo permiso.

Siempre la había educado para nunca hablar con extraños, o revelar datos privados o personales a otros. Por precaución. Al menos hacía caso.

[ EDITADO ☑️ ]

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