HOUSE OF MEMORIES โ–ฌ attack...

By onlytbrave

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ใ€Œ ๐‡๐Ž๐”๐’๐„ ๐Ž๐… ๐Œ๐„๐Œ๐Ž๐‘๐ˆ๐„๐’ ใ€. . . soulmates never die. โš” โ € โ›โ›Que tus fantasรญas โ €... More

๐ˆ๐๐“๐‘๐Ž๐ƒ๐”๐‚๐‚๐ˆ๐Ž๐
๐๐‹๐€๐˜๐‹๐ˆ๐’๐“
ii. ser una soldado
iii. la graduaciรณn
iv. demuestra tu valor
v. sangre inocente
vi. defensa de trost
vii. pelea
viii. cenizas sin nombre
ix. experimentos perdidos
x. la legiรณn
xi. inicio de la expediciรณn
xii. sacrificio
xiii. captura de la titรกn hembra
xiv. invasiรณn
xv. bienvenida a casa
xvi. ataque al castillo
xvii. los guerreros
xviii. el secuestro
xix. grito
๐€๐‚๐“๐Ž ๐ƒ๐Ž๐’: Ashes on the Fire
xx. seรฑal de humo
xxi. reencuentro
xxii. secretos desvelados
xxiii. un รบltimo adiรณs
xxiv. la niรฑa desamparada
xxv. la noche de la reconquista
xxvi. retorno a shiganshina
xxvii. la รบltima esperanza
xxviii. en la cuerda floja
xxix. volverte a ver
xxx. el mundo exterior
xxxi. parte de vivir
xxxii. el plan
xxxiii. infiltrada
xxxiv. la otra cara de la moneda
xxxv. la triste verdad
xxxvi. los demonios de paradis
xxxvii. la bala asesina
xxxviii. carril de recuerdos
xxxix. al momento sรณlido
xl. esclavos
xli. ataque sorpresa
xlii. el juicio
xliii. la รบltima noche
xliv. mientras el mundo se derumba
xlvii. huesos hechos cenizas
xlvi. el puerto
xlvii. arrebol
xlviii. las alas de la libertad
xlix. en la profundidad
l. la batalla final
li. bengala
lii. hacia el รกrbol en aquella colina
๐„๐๐ˆ๐‹๐Ž๐†๐Ž
๐„๐—๐“๐‘๐€ ๐ˆ: leyna & armin
๐„๐—๐“๐‘๐€ ๐ˆ๐ˆ: la tropa 104
Agradecimientos
๐‹๐Ž๐’๐“ ๐Ž๐ ๐˜๐Ž๐”: segundo libro

oi. huye, leyna

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By onlytbrave


capítulo uno:
huye, leyna.


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     ⠀ Aquella suave brisa era algo más fría de lo que acostumbraba, pero era tan familiar, como si alguna vez hubiera estado en ese sitio, a pesar de no haber tenido encuentros con ese enorme manto azul ni en sus sueños más salvajes. El cantar de aves jamás escuchadas acompañaba al sonido de las olas enormes chocar entre sí.

Los ojos caoba de Leyna jamás habrían podido imaginar lo que yacía frente a ella, no podía comprender de que se trataba, no entendía si tenía un significado, o si solo era una mala jugada de su mente.

Solamente podía pensar en una cosa, el sentimiento que se apoderó de su cuerpo, ¿esa era la anhelada libertad?
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Año 847, muro Rose,
Jinae.

Leyna abrió los ojos soltando un corto grito ahogado, al despertar pudo notar sus puños cerrados y el sudor frío recorriendo su frente, no tardo en asimilar que estaba en su habitación, todo había sido parte de un sueño.

El mismo de siempre.

—Pasó... otra vez—la pelirroja susurró para ella misma, paseó su vista por el lugar, hasta chocar con la ventana, el sonido del pueblo en movimiento hizo que diera un brinco inmediato de su cama—. ¡Mierda! ¿¡Ya amaneció!?

A la mayor velocidad posible, la niña tomó el vestido más cómodo que tenía, lavó su rostro con gran entusiasmo, y con suma cautela, tomó la bolsa preparada bajo su cama.

El día había llegado.

De forma sigilosa, Becker bajó las escaleras encontrándose a sus padres listos para vender el pan de la mañana. Anton miró a su hija regalándole una corta sonrisa, por otro lado, Erika Becker, la matriarca de la familia, acomodaba los sacos de harina con gran decisión.

—Leyna, hija, ponte el delantal y recoge tu canasta, irás a la plaza a ofrecer los postres—ordenó la pelirroja mayor, notando la decepción reflejada en el rostro de su hija—. ¡Vamos niña, van a enfriarse!

—Debo ver a Marco—mintió rápidamente.

—De acuerdo pero apresúrate ¿Quieres?—regañó la mujer sin prestar la suficiente atención.

Cosa que para Leyna fue una ventaja.

Dando una mirada más a sus padres, la pelirroja tomó impulso para correr lo más rápido que podía permitirse, si tenía suerte, aún alcanzaría el carruaje.  Preocupado por dicha actitud, Anton volteó hacia Erika.

—Cielo, quizás lo olvidaste, pero los jóvenes postulantes al ejército partirán hoy.

—Ya lo sé, créeme que insistí a la madre de Marco para que no le permitiera irse pero...—al darse cuenta de la situación, la madre paró en seco—. Leyna llevaba una bolsa consigo ¿Verdad?

—Me parece que así es—respondió, notando como el miedo se apoderó del rostro de Erika.

—¡Anton, la niña!

Inmediatamente, Erika Becker salió disparada fuera de su hogar, cegada por la molestia y preocupación por las acciones de su hija.

—¡Leyna, obedece!—gritó un hombre correteando a su hija.

—¡NIÑA DEL DEMONIO, REGRESA AQUÍ AHORA MISMO!—gritó la madre.

La niña de cabellos rojos corría por el pueblo de Jinae, aquel rincón de la muralla Rose tan pequeño y olvidado, pero próspero. El pueblo no era lo suficientemente grande para escapar de sus miradas, todos conocían a la pequeña Leyna Becker, también apodada con distintos sobrenombres, ya sea por el color de su cabello o su actitud problemática.

Una vez más, todos los que la vieron pasar a gran velocidad pusieron una mueca de descontento, pues detrás de ella iba Erika, ardiendo de la ira.

Leyna trató de ignorar los llamados de los habitates y esquivó todo intento por ser detenida. Nada sería capaz de atarla a ese lugar. Continuó corriendo  sin parar hasta llegar a las afueras del pueblo, donde un carruaje comenzaba a partir.

—¡Esperen, les dije que vendría!—dijo uno de los muchachos dentro del  carruaje.

—¡Marco!

—¡Apresúrate Leyna!

—¡LEYNA!—gritó nuevamente su madre, alargando la última letra de su nombre.

—Mierda, mierda, mierda—exclamó la niña Becker, jamás había visto a su madre tan furiosa.

Era suficiente motivo para escapar por su salvación, huir del pueblo. Leyna corrió tras el carruaje a toda velocidad con una pequeña bolsa en su espalda llena de sus pertenencias, el vestido era algo molesto a la hora de huir, pero eso no la detendría, no era momento de rendirse.

El día de dejar Jinae había llegado, por años planeó irse para unirse al cuerpo de exploración, sus planes casi se vieron frustrados cuando sus padres tuvieron la idea de mandarla al distrito Stohess a continuar con el negocio familiar.

¡Pero por favor! ¿Leyna Becker siendo panadera en el distrito de la aristocracia? Hasta para su propia familia sonaba una mala idea, pero era lo necesario para evitar que saliera como exploradora.

—¡Leyna, sujétate!—Marco Bodt extendió su mano que su amiga subiera al carruaje.

La pequeña niña continuó corriendo, todo a su alrededor comenzó a moverse con lentitud, los gritos de sus padres se convirtieron en ecos, y los latidos de su corazón era lo único que retumbaba en su mente.

La duda se apoderó de su mente, jamás había salido de Jinae, no se sentía capaz de hacerlo, hasta que aquel sueño golpeó sus recuerdos nuevamente.

Tenía pequeños flashes al respecto, lo único que podía recordar era el sentimiento que la invadió, necesitaba volver a sentir aquella soñada libertad.

Y es así, como un pequeño fragmento borroso de su sueño fue el último gran impulso.

Con la fuerza suficiente para que Leyna sintiera un impulso de aumentar la velocidad ee sus piernas.

Por un instante, aquel sueño fugaz que tuvo repetidas veces invadió el recuerdo de Leyna, una vez más pudo imaginar lo que era el mundo fuera de las murallas, todo lo que esperaba por ella.

Becker tomó la mano de su amigo, el chico de las pecas jaló con todas sus fuerzas hasta lograr subirla.

—¡Sabía que llegarías!—exclamó Bodt lleno de alegría al ver que su plan resultó todo un éxito, después de todo él fue cómplice.

—Era eso o preparar pan por el resto de mi vida—dijo Becker recuperando el aliento, apenas sentía las piernas y su garganta ardía, pero valió la pena, lo habían conseguido, levantó la mirada con una sonrisa eufórica—. Ya nos vamos, Marco.

A las afueras del pueblo de Jinae, la señora Becker contenía las lágrimas de rabia y desesperación.

—Debemos ir tras ella, cuándo regrese la ataré a la casa, no pondrá un pie fuera...—decía la mujer, antes de sentir la mano de su esposo en su hombro.

—Cielo, ambos sabemos que incluso yendo hasta Trost no lograremos que regrese—explicó el padre de Leyna–. Tiene un alma rebelde.

La madre de Leyna soltó un sollozo, las lágrimas salieron de sus ojos sin control—La presioné tanto... ni siquiera me pude despedir.

—Ella volverá algún día, confía—el padre abrazó a su esposa, esperando que sus palabras fueran ciertas.











El día del reclutamiento en el campo de entrenamiento tenía al distrito en un absoluto caos. Los familiares se despedían de postulantes, algunos entre lágrimas y otros con una gran sonrisa dibujada en sus jóvenes rostros. Todos parecían ignorar lo que estaba por venir.

Leyna y Marco lograron subir a la siguiente carreta que los trasladaría hasta el campo de entrenamiento, un lugar alejado de cualquier posible distracción. En cuanto llegó el momento de la formación, todos adoptaron posición de descanso.

El sol estaba en su punto más alto, lo suficientemente para dejar agotado a cualquiera, Leyna maldijo que el día decidiera ser tan brillante, ya que eso solo significaba una cosa: pronto comenzaría a picarle la piel.

Aún con esa comezón inquiétandola, su mirada estaba fija al frente, sin expresión alguna dibujada en su rostro, aunque por dentro estallaba de la emoción de finalmente haber entrado al entrenamiento para ser parte de los soldados.

Era lo que siempre había querido, no volvería a permitir que alguien le dijera que no lo lograría.

Los pensamientos de Leyna salieron volando de forma abrupta al escuchar el grito de Keith Shadis, el hombre que se encargaría de darle instrucción.

Sus ojos se entrecerraron para analizarlo mejor; era bastante alto, sin un solo pelo en la cabeza y una mirada espeluznante.

—¡SEGUNDA LÍNEA, MEDIA VUELTA!—volvió a gritar el instructor, antes de dirigirse al nuevo recluta al que le haría el conocido rito de iniciación—. ¡Tú, imbecil!

—¡Señor!

—¿¡Quién demonios eres!?

Leyna pudo observar de reojo a algunas filas adelante de ella, era un chico no mucho más bajito que ella. Tenía una melena rubia y parecía alguien de complexión delgada, eso no quitaba el hecho que gritaba tan fuerte como sus cuerdas vocales se lo permitían.

—¡Vengo de Shiganshina, Armin Arlert!

—¡Ese nombre es de idiotas! ¿¡Lo eligieron tus padres!?

—¡Fue mi abuelo, señor!

—¡Ahora dime por que estás aquí!

—¡Por que quiero proteger a la humanidad, señor!

—¡Excelente respuesta Arlert, aunque seas mejor como carnada! ¡TERCERA FILA, MEDIA VUELTA!—gritó el hombre, tomando a Armin por la cabeza para voltearlo.

Fue en ese instante que Leyna quitó la mirada.

—Parece alguien estricto...—murmuró Marco a su lado.

—Da igual, me recuerda al granjero que nos persiguió por liberar a sus gallinas—dijo la pelirroja recordando una de las travesuras que cometieron antes de huir.

—Tienes razón ¿Podrás con él?

—¿Y tú?—respondió Leyna mirándolo de reojo con una suave sonrisa, Marco se la devolvió antes de volver a dirigir su mirada al frente.

Antes de que siquiera lo hayan notado, Shadis se encontraba a tan solo una persona de ellos, esto causó un pequeño escalofrío en Leyna.

—¡DI TU MALDITO NOMBRE!

—¡Señor, vengo de Trost, Jean Kirschtein!

—¿¡Por qué estás aquí!?

La mirada de Jean se relajó, al igual que su voz mientras esbozaba una sonrisa—Quiero unirme a la policía militar, para vivir en el interior.

—Comprendo, así que lo único que quieres es vivir en el interior...—Shadis habló con burla en su tono antes de lanzar un cabezazo al pobre muchacho, haciendo que cayera—. ¡Nadie te dijo que podías descansar, si no puedes aguantar un simple golpe olvídate de la policía militar!

Ese golpe tomó a Becker desprevenida, incluso logró causarle un espasmo del susto. La pelirroja solamente miró al frente, rezando que aquel hombre tan imponente la ignorara.

—¡QUIÉN CARAJOS ERES TÚ Y QUÉ HACES AQUÍ!

—¡Soy del pueblo de Jinae, Marco Bodt!—exclamó su amigo, mostrando la euforia en su rostro—. ¡Quiero ser policía militar y estar al servicio del rey, señor!

—Muy bien, planeaste bien tus objetivos, sin embargo...—la sonrisa de Marco fue desapareciendo en cuanto el instructor se acercó a su oído—. El rey no necesita de débiles como tú.

Cuando Leyna lo escuchó, no pudo evitar sentir como el enojo recorría su cuerpo. En otra situación, quizás habría saltado a defenderlo sin duda alguna, pero el miedo logró vencerla a penas tuvo al instructor parado delante suyo.

El hombre ni siquiera parpadeó mientras la miraba fijamente. Leyna no quitó su expresión de enojo, creyó que si lo hacía mostraría debilidad. El instructor la observó en silencio por unos minutos, esperando lograr cambiar esa expresión por una de temor.

Becker no se inmutó, ni siquiera cuándo la luz del sol desapareció en cuanto Keith se paró frente a ella.

—¿Y tú?

—Yo...

—¡NO TE ESCUCHO, CABEZA DE CERILLO BUENA PARA NADA!

Aquél grito logró estremecerla lo suficiente para reaccionar. Cegada por su determinación y el enojo aún presente, Leyna hizo el saludo golpeando fuertemente su pecho.

—¡VENGO DE JINAE, AL SUR DE LA MURALLA ROSE! ¡LEYNA BECKER!—gritó con todas sus fuerzas, manteniendo el contacto visual con el instructor.

—¡A PARTIR DE HOY ERES CABEZA DE CERILLO! ¡¿QUEDÓ CLARO?!

—¡SÍ, SEÑOR!

"¿Cerillo?" Se preguntó a si misma, con el mismo aburrimiento de siempre, pues de todos los apodos que pudieron ponerle, ese era uno de los más genéricos. En el fondo, Leyna no veía la hora de graduarse y patearlo con toda la rabia que le causaba.

—¿¡QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ CERILLO!?

—¡Vengo a unirme a la legión de reconocimiento, quiero ser exploradora!

—¡Una respuesta bien pensada cerillín! ¡Lástima que los inservibles cómo tu no podrían poner un pie fuera del muro sin morir!

—¡LE DEMOSTRARÉ QUE PUEDO SER MÁS QUE ESO, SEÑOR!

Los cadetes observaron temerosos ante la respuesta de la muchacha, en especial Marco, quien conocía hasta donde podían llegar las palabras de Leyna, y estaba seguro que no quería que Shadis escuchar lo que era capaz de decir.

Pero una oración llamó la atención de cierto muchacho en la tercera fila, ella quería conocer el mundo, al igual que Armin.

Y lo dijo sin temor a ser juzgada.

Shadis observó en silencio por unos segundos más a la muchacha pelirroja, antes de dirigirse al siguiente recluta.

Leyna quería soltar un suspiro de alivio, pero ni siquiera quería respirar teniendo a Shadis a lado. El ritual de iniciación continuó, considerando como le fue a Connie Springer y a Sasha Blouse o ahora, la chica patata, ella había tenido suerte.

Aún así supo que Shadis no le quitaría la mirada de encima, pues lo había desafiado, y pensaba cerrarle la boca a toda costa.


Durante la cena, todos los cadetes estaban concentrados en una persona en específico. Se trataba de un joven moreno, cabello castaño y unos grandes ojos verdes, uno de los sobrevivientes al ataque en Shiganshina años atrás, Eren Jaeger.


Leyna prefería escuchar desde la mesa donde ella, Marco y Jean habían estado sentados al principio de la comida, al parecer Jean llamó la atención de Marco, lo suficiente para invitarlo a comer con ellos.

—¿Escuchas lo que dice este tipo? Parece que habla de cosas que no entiende—dijo Kirschtein escuchando como Eren hablaba de asesinar titanes como si fuera pan comido.

Leyna solo rodó los ojos, sin entender cómo ese sujeto le agradó tanto a Marco—¿Por qué no se lo dices? Quizás logres callarlo.

—Lo haré–dijo Jean, consiguiendo una mirada de sorpresa por parte de Leyna, quién no lo creyó capaz—. ¡Oye tú, eres tonto o qué!

Todos los presentes dirigieron su atención a Jean. Al sentir todas esas miradas sobre la mesa, la pelirroja apartó la vista, pretendiendo que no tenía nada que ver con el asunto.

—¿En serio quieres unirte a la legión de reconocimiento?

—¿Tú no eres el tipo qué dijo que quería unirse a la policía militar y vivir en el interior?

–Me gusta ser franco–continuó Kirschtein—. No es mi estilo fingir ser un héroe cuándo en realidad me muero de miedo.

Eren se puso de pie, mostrando su molestia—¿Qué quieres decir?

—Chicos, es suficiente—trató de intervenir Marco.

La joven Becker suspiró, cansada de escuchar a dos cretinos creerse superiores el uno del otro optó por salir del lugar.

Marco pensó por un instante en seguirla, pero tuvo que seguir interviniendo en la pelea.

A medida que dejaba el comedor la pelirroja notó como habían varios reclutas afuera manteniendo charlas, todos parecían haber hecho nuevos amigos, conocer a sus compañeros.

Todos, excepto ella.

Lo cierto era que Leyna jamás fue una experta en hacer nuevos amigos, los niños en su pueblo llegaban a ser muy crueles, por lo que la única verdadera amistad que tuvo durante toda su vida fue Marco, por muchos años no tuvo problema con ello, ya que en su pensamiento, Marco Bodt valía por mil amigos.

Pero finalmente había dejado Jinae, las personas no eran las mismas, quería pensar que no viviría las mismas malas experiencias, fue cuándo finalmente se armó de valor para conocer nuevas personas.

Después de todo ¿Qué tan difícil podía ser? Sus ojos se posaron en la muchacha rubia apartada del resto, Annie Leonhardt, tenía un rostro de pocos amigos, aún así se había mostrado indiferente ante todo, era aterradora. Por otro lado se encontraban personas como Connie, un chico de un pueblo cercano al suyo que no pensaba las cosas antes de decirlas, y Leyna no contaba con la paciencia para soportar ese tipo de actitudes después de haber lidiando con Jean.

Apretando su brazo con incomodidad, Becker estuvo a punto de resignarse a volver adentro y verse obligada a seguir conviviendo con Kirschtein, hasta que su vista se posó en el fondo del lugar.

Sentado en las gradas de la cabaña, el muchacho rubio, Armin, tenía toda su concentración en la libreta sobre la que escribía, se lo veía bastante a gusto a pesar de estar completamente solo, cosa que causó curiosidad en Leyna, y uno de sus mayores defectos era dejarse llevar por la misma.

La pelirroja se acercó dispuesta a ver disimuladamente de que se trataba, el chico no había notado su presencia hasta que sintió una mirada sobre él, causando un pequeño susto rayó parte de la hoja sin querer.

—¡Lo siento!—Becker se alejó un par de pasos para darle su espacio, completamente arrepentida.

Los ojos azules de Arlert chocaron hasta aquella voz que lo sacó abruptamente de sus pensamientos, al notar que Becker tenía una expresión de vergüenza ante lo ocurrido, el chico le dedicó una corta sonrisa.

—No hay cuidado, debería estar más atento a mi entorno, después de todo entrenamos para ser soldados—dijo Armin en un tono suave—. Es un diario, para poder mejorar mis habilidades como soldado.

—¿Eh?

—Tomaré consejos de los mejores y aprenderé sus técnicas, quizás pueda sacar algo bueno de eso ¿Quieres ver?

Tras un segundo de silencio, Leyna asintió algo apenada, acto seguido tomó asiento junto al chico para ver todo lo que había anotado. Habían cosas un tanto obvias, y otras que ni ella misma hubiera podido apreciar.

—Que buena idea—contestó ella.

—¿Eso crees?

—Sí, te tomaste el tiempo de anotar hasta el más mínimo detalle, es estupendo—continuó la joven.

Armin se impresionó ante la opinión de la chica, no tardó en reconocerla, era la muchacha que Shadis confrontó antes de Connie y Sasha, aquella que no temía ser juzgada por sus ideales, o eso parecía.

Leyna parecía agradable, ya que no había criticado su forma de aprendizaje, eso era una buena señal para él.

—Ah, discúlpame—el rubio extendió su mano para estrechar la de la joven—. Soy Armin.

Al notar la pacífica personalidad del muchacho, Leyna sintió algo completamente distinto a lo que usualmente sentía cuándo debía convivir con otros.

—Leyna.

Ambos niños estrecharon sus manos por un corto instante, la sonrisa de Armin continuó a pesar de que él hablara sobre lo que había aprendido ese día, por otro lado, Becker olvidó por completo la primera impresión que le dio y se dedicó a escucharlo por un tiempo más.

Armin conoció a Leyna cuándo tenía doce años, sin saber con que clase de torbellino acababa de meterse.











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