—¡Sois unos gilipollas!— gritó Ally a los jugadores que no paraban de reírse del pobre Andrew.
—Shh, Ally, que te van a oír— dijo Trish, sabiendo que la mayoría de esos chicos medía el doble que su amiga.
Andrew intentaba sacudirse el pringue verde pero por muchos esfuerzos que hacía el líquido había penetrado por completo en su pelo y su disfraz.
—Vamos a tu piso para que te duches.
Ally intentó consolar a su amigo pero cuando estaba apunto de poner una mano en su hombro la retiró, por nada del mundo quería tocar esa masa viscosa. El chico notó su gesto y se sintió completamente decepcionado.
—No, estoy bien, de verdad— murmuró el británico.
—No seas ridículo, no puedes seguir así— le contradijo Dez.
—¿Por qué no quieres que vayamos a tu casa?
Austin cada vez sospechaba más y más de que el británico les estaba ocultando algo, desde el día que le conoció había notado algo raro y tenía la sensación de que estaba a punto de descubrir qué era.
—Venga, como haga más frío te vas a quedar helado— dijo Carrie preocupada.
—¡He dicho que no!— Andrew empezó a alzar la voz.
—¡Eh! ¡A mi novia no le hablas así!
—Vamos a calmarnos todos un poquito ¿vale?— dijo Trish evitando así que la situación se pusiera más tensa.
—Te repito la pregunta— Austin fue el primero en hablar —¿por qué no quieres que vayamos a tu casa?
Todos se quedaron espectantes, Ally recordó el primer día de universidad, cuando le habían acompañado hasta ese maravilloso edificio ¿por qué querría alejarles de allí?
—¡Porque no vivo donde os dije! ¿¡Contentos?!— Andrew estalló de repente, su cara se convirtió en una mueca de odio y asco como si no quisiera contarles la verdad —¡Vivo en North River Drive! Es el único lugar en el que me puedo permitir un pequeño cuchitril que comparto con las pulgas, pero claro, ¿cómo iba a contaros la verdad?— miró a Austin y a Ally —¡Vosotros sois ricos y famosos y no seríais capaces de entenderlo ni en un millón de vidas! Pero tranquilos, ya me vuelvo a mi casa a ducharme, con suerte hoy el agua saldrá menos sucia que este asqueroso pringue verde.
Tras su pequeño monólogo los demás no sabían que decir, Andrew se dio la vuelta y empezó a caminar mientras resoplaba intentando calmar su cólera. Se sentía como un estúpido al que habían acorralado pero con suerte no les vería nunca más, así al menos se ahorraba la vergüenza.
—¡Espera!— Ally corrió detrás de él —¿de verdad te crees que somos así de superficiales? Me da igual donde vivas o el dinero que tengas, lo que importa eres tú.
La joven dio un abrazo a su amigo antes de que pudiera contestar, lo que hizo que inevitablemente se llenase el vestido de líquido verde, aunque ya no le importaba mancharse. El británico se destensó completamente mientras sentía un hormigueo en el estómago al notar ese abrazo.
Andrew había pasado de estar furioso con el mundo a estarlo consigo mismo, desde que había puesto un pie en Miami había intentado ser otra persona, pero debería saber que eso nunca salía bien.
—La verdad es que si piensas eso quizás deberías irte— dijo Austin, que se había acercado con los demás sin que Ally y Andrew se dieran cuenta.
La mirada que le lanzó su novia fue suficiente para que el rubio se sintiera mal por sus palabras. Pensaba que se iba a sentir bien al desenmascarar al mentiroso que había engañado a su novia con su carisma y elegancia inglesas pero al darse cuenta de lo avergonzado que parecía ahora el joven empezó a sentir más bien pena y unas ganas inmensas de ayudarle.
Recorrieron el largo camino que les separaba de North River Drive, una de las zonas más peligrosas de Miami. El asfaltado de las calles estaba lleno de agujeros, por todos lados había coches desvalijados a los que les faltaban las ruedas e incluso algunas puertas y cuando ya pensaban que la situación no podía ser más tensa escucharon lo que a todas luces era un tiro.
—Los chicos del equipo de fútbol deberían venir aquí, esto sí que da miedo y no su ridícula casa del terror— dijo Trish sin poder ocultar un toque de nerviosismo en la voz.
—No debería haberos traído aquí— se quejó el británico —pero tranquilos, ya casi estamos
Andrew señaló un pequeño bloque de pisos al final de la calle, solo tenía dos plantas y aún así parecía que estuviese a punto de derrumbarse.
Cuando llegaron Andrew tuvo que forcejear con la cerradura unos minutos, la llave giraba, pero por mucho que empujaba la puerta no se movía ni un milímetro. Pero gracias a la ayuda, y a los empujones, de Dez lograron abrirla.
—Hogar dulce hogar— murmuró el joven.
Cuando sus amigos entraron casi no podían creer que allí fuese capaz de vivir una persona, era una mezcla perfecta entre un taller abandonado de metanfetaminas y el refugio provisional de un vagabundo. Un sofá tan viejo que se le salían los muelles quedaba a un lado de la estancia, al otro una mesa con un hornillo eléctrico hacía las veces de cocina. Había dos puertas entreabiertas, tras la primera solo se podía ver un colchón y cajas con ropa, tras la segunda una ducha, un lavavo y un vater. Las paredes de la habitación principal estaban negras, como si en algún momento ese lugar hubiera sufrido un incendio y la única ventana de toda la casa estaba rota. A pesar de ello se notaba que todo estaba limpio y cuidado.
Andrew no se atrevió a darse la vuelta, tenía miedo de lo que sus nuevos amigos pudieran decir y también temía que saliesen corriendo.
—Pero... pero...— Carrie empezó a titubear —no puedes vivir así.
—Esto es Miami, si quieres vivir aquí por menos de mil dólares al mes esto es lo que tienes— contestó él encogiéndose de hombros.
Ally no se podía creer lo que estaba viendo, no es que le conociera desde hace mucho pero en ese momento veía a Andrew como un completo extraño, como si estos meses siendo compañeros de universidad, hablando todos los días y acercándose más el uno al otro, hubiera sido otra persona y no el chico amable y encantador que había llevado a tomar cupcakes el primer día de clase.
—Yo... preferiría estar sólo la verdad— murmuró Andrew cabizbajo.
Sin saber que decir los cinco amigos se fueron, dejando al joven en su pequeño piso y meditando sobre la manera de ayudarle.
•••
Al día siguiente, aunque casi no se le podía llamar día porque acababa de empezar a amanecer, Andrew escuchó unos golpes en su puerta. «Día 1, seguro que es el casero» pensó frustrado, le tendría que decir que esperase un par de semanas más y sabía que no le iba a hacer ninguna gracia al viejo y egoísta dueño del edificio.
—¡Ábrenos de una vez!— exclamó una voz mucho más dulce que la de su casero.
Somnoliento caminó los pocos pasos que le separaban de la puerta y cuando la abrió, como si de un tornado de alegría y color se tratase entraron Ally, Trish, Dez y Austin.
—No evitar que vivas aquí, pero al menos conseguiremos que este sitio sea mucho más acogedor— dijo Ally mientras mostraba los botes de pintura que llevaba en cada mano.
—¡Pero tendríais que estar preparando la venganza de Trent!
—Eso es esta tarde, nos deja tiempo suficiente para venir a ayudar— le interrumpió Austin.
Sacaron a la calle los pocos muebles que había y prepararon todo para empezar a pintar, Trish puso un altavoz en medio de la sala y la música empezó a salir inundándolo todo de buen humor.
And break down the walls
Whoa-oh
Don't be afraid to let them fall
Break down the walls
Whoa-oh
And you can dare to have it all
Come on and give it
Everything you can
Take a chance
Make a stand
And break
Break
Break down the walls
Pronto se dieron cuenta de que la habitación era demasiado pequeña para que estuvieran todos allí y tuvieron que dividirse las tareas.
Austin y Ally decidieron seguir con la pintura. Trish se ocupó del baño, había que arreglar la presión de la ducha y el lavabo goteaba día y noche; aseguró a los demás que esa tarea era pan comido, su padre había sido fontanero y ella le había ayudado en multitud de ocasiones. Dez y Andrew fueron a buscar muebles, cuando estaban viniendo vieron un cartel de una venta de garaje y parecía una buena oportunidad para que el británico tuviera un hogar decente.
•••
—¡Austin Monica Moon! ¡Cómo vuelvas a salpicarme de pintura te mato!— chilló Ally intentando sin éxito no romper a reír.
—¿Entonces no quieres que haga esto?
Austin cogió uno de los pinceles pequeños que usaban para los bordes de las puertas y los interruptores y pintó un diminuto punto azul en la nariz de su novia.
Ally se dio la vuelta, metió la mano en uno de los botes de pintura y miró al rubio que justo empezaba a darse cuenta de lo que hacía.
—Tienes tres segundos para correr— sonrió maliciosamente —uno... dos...
Antes de llegar al tres la chica salió corriendo detrás de su novio, este empezó a chillar con esa voz aguda que tanto le caracterizaba cuando se ponía nervioso o se asustaba. La persecución no duró mucho, Austin se dejó capturar y la mano azul de Ally se posó en su culo dejando una huella para nada inocente en su pantalón.
Casi sin aliento por la breve carrera y la risa que no habían podido aguantar en ningún momento dejaron que la luz del sol y la suave brisa otoñal les acariciase el rostro. De pie en mitad de la calle, con el rostro vuelto hacia el cielo y dados de la mano se sintieron en profunda conexión con el mundo, de pronto fue como si no pudieran moverse, como si al igual que un árbol hubieran echado raíces y estuvieran destinados a quedarse en ese lugar para siempre. La misma imagen se posó en las dos cabezas y ambos pensaron lo mismo, si estaban juntos, daba igual dónde o qué hicieran, serían felices.
Un claxon consiguió sacarlos de su trance, desde la vieja Chevy de JJ, Dez les gritó para que se apartasen.
—¿¡Pero qué hacéis ahí en medio!?
Trish salió también del pequeño piso en ese momento.
—Yo ya he terminado, creo que ahora debería funcionar todo perfectamente— dijo secándose las manos en los pantalones.
—¡Mirad todo lo que hemos conseguido! ¡Y solo por doscientos dólares!— exclamó contento Andrew mientras iba hasta la parte trasera de la camioneta.
—Menos mal que se me ha ocurrido llamar a JJ, en mi coche habríamos tenido que hacer un montón de viajes— contó Dez.
Empezaron a descargar los muebles y a meterlos en el apartamento, un sofá, una mesa con dos sillas, un pequeño armario para el baño, uno más grande para la habitación y hasta un somier para que Andrew no tuviese que dormir en el suelo nunca más. Aunque todo se veía algo gastado por el uso estaba en un estado relativamente bueno. De hecho, era infinitamente mejor que los muebles cochambrosos que el casero le había dejado.
•••
—Esto es increíble chicos— susurró el británico una vez todo estuvo terminado.
No quería levantar la voz porque tenía miedo de despertar de un sueño y volver a la pesadilla que era su vida real. Cuando entró al piso le parecía un lugar completamente distinto y miró agradecido a sus amigos.
—No podíamos dejar que vivieras como antes— dijo Trish.
—Gracias, mil gracias de verdad, gracias— parecía que el joven había entrado en bucle, solo miraba a todos lados extasiado, sintiéndose como un niño en Navidad.
—No tienes nada que agradecer— dijo Ally —y no te preocupes por el dinero de los muebles, tómalo como un regalo de bienvenida.
—Parece que has venido a ser mi ángel de la guarda— murmuró emocionado mirando a la chica.
Al ver el brillo en los ojos con el que Andrew miraba a su novia Austin sintió la necesidad de romper ese momento.
—Bueno, creo que deberíamos ir a cambiarnos para la inauguración de Trent— dijo mirando su ropa llena de pintura —estoy deseando ver que cara pone cuando todo el mundo descubra la verdad.
Continuará...