Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 19

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By ashly_madriz

FANTASMAS DEL PASADO:

Le hablo al espejo como si lo hubiera visto antes en algún lugar. ¿Ya nos conocimos la otra noche? Alguien me dijo una vez que la vida tiene dos lados y creo que podría haber dejado que la oscuridad se comiera mi luz. 


¿Alguna vez despertaste en medio de la madrugada creyendo que no volverías a hacerlo de nuevo? En mí era algo recurrente. Por aquel entonces, creía que quizá todo estaba mejor, que iría mejorando poco a poco, aunque realmente; no era así. Mi cabello húmedo, mi cuerpo tambaleante y mi mandíbula castañeando eran la mayor evidencia de mis delirios.

Esa sensación había sido mi pan de cada día en la abadía, cuando el miedo me invadía y no tenía escapatoria alguna.

Luego de una pesadilla, me despertaba en un estado paralítico, creyendo que estaba en medio de la nada. Se sentía como si la muralla que separaba la fantasía de la realidad se derrumbaba; el infierno se desataba... duendes, brujas y otras criaturas míticas repentinamente parecían reales y amenazantes.

Algunas veces, tomaban forma de lo que más odiaba: la forma de Amanda, de mi padre o inclusive de mi madre. Siempre estando dispuestas a asesinarme.

La madrugada previa al primer partido de la temporada sentía que algo no andaba bien. Incluso, casi lograba apreciar que el aire se había vuelto más denso y condensado, quitándome poco a poco el oxígeno, haciéndome pensar si todo estaba en mi mente o de verdad la sensación era real.

La habitación zumbaba a mi alrededor, haciendo que me diera cuenta que podía ver y escuchar, pero no moverme.

Unos sonidos comenzaron a recorrer por toda la estancia, era parecido al sonido que hacía el agua a punto de desbordarse o del chorro de la ducha al permanecer abierto.

Luego de ese momento, escuché una voz susurrándome al oído, era la de mi madre, sus palabras —aunque inentendibles— se parecían más a la advertencia de que tuviera cuidado que a otra cosa.

«¿Esto es real o imaginario?» Era lo único que podía preguntarme en esas repetidas ocasiones en las que se presentaban esos escenarios tan parecidos, pero con situaciones diferentes entre ellos.

Siempre ocurrían cuando yo permanecía tendida en mi cama.

Debajo de mí todo se sentía húmedo, desde la funda de mis almohadas hasta la colcha sobre mi cama. «Tal vez es agua» supuse, puesto que no podía percibir ningún olor proveniente de donde estaba acostada.

Por el rabillo del ojo observé atentamente a una mujer sentada en un rincón; sus ojos estaban fijos en mí, hundidos e inyectados en sangre, oscuros cuál carbón. Parecían vacíos. Sin vida; aun así, siempre expectantes a mi presencia.

Poseía el semblante de una muñeca desaliñada, con el cabello castaño, largo, cayendo liso sobre sus hombros. Llevaba un vestido de color blanco inmaculado, con un fino encaje que se deslizaba por las mangas; estaba tan limpio y perfecto que te hacía pensar que si lo mirabas mucho, iba a ensuciarse, pero como siempre, había una excepción, el atuendo no podía ser tan perfecto, porque en el suelo se encontraba un detalle gigante. Una sustancia, se deslizaba por los ojales del mismo y se metía por sus hombros, todo el espacio siendo corroído por una sustancia de un color carmesí oscuro y de aspecto seco.

Su imagen era demasiado familiar, como si en un tiempo pasado el espectro y yo nos hubiéramos conocido, y que por supuesto, no era así, lo había creado mi propia mente. Incluso creía que podía sentir que aquella imagen tenía un espíritu propio, un alma y una esencia completamente única y real, casi como si fuera un humano mismo.

De carne y hueso.

De alguna forma, sabía que la chica del rincón y yo teníamos una extraña e inexplicable conexión. Medité por un momento si era el producto de mi reflejo, aquella imagen karmática que me perseguía por mis pecados, pero tampoco era eso. No tenía el rostro de alguien que pudiera conocer o adivinar, pero si de algo estaba segura era de que no estaba hecha a mi imagen y semejanza, había algo más.

Con extremidades desgarbadas y movimientos torpes, se puso de pie. A pesar de que sus miembros lucían frágiles, sus pasos se mantuvieron firmes, mientras se dirigía a nuestro encuentro. No le temía, pero aun así estaba paralizada, sabía perfectamente que era otra mala jugada producto de la parálisis del sueño que usaba mi cerebro para hacerme sentir remordimiento de conciencia por mis acciones.

El cuerpo errante se acercó, colocándose cerca de mí; tomó asiento a orillas de mi colchón. Su cabello era tan largo que casi me rozaba el rostro. Toda ella olía a humo, hierro. Una mezcla nauseabunda, porque era el mismo olor que tenía mi padre cada vez que fumaba tabaco.

A esa distancia su cabello dejó de parecer oscuro para tornarse de un rubio cenizo, con una ausencia máxima de brillo en el.

Intenté hablar, pero no pude.

Sus manos de aspecto huesudo y largo se acercaron a mi cabeza, tomando unos de mis mechones entre sus dedos, enroscándolo para hacer un rizo. Era algo que siempre hacía yo cuando estaba nerviosa. Jugaba con mi pelo.

Estaba tan cerca que una brisa fría me hizo helar la sangre y un escalofrío punzante recorrió mi columna vertebral. ¿Así se sentía el miedo?, hacía mucho tiempo que no había experimentado tal sentimiento y casi podía darlo como olvidado.

Me sonrió entre dientes, luciendo siniestra. Si pudiese hablar, rápidamente la hubiera mandado a la mierda, o hubiese soltado una carcajada en su cara por joderme la existencia.

Sus uñas largas y manos manchadas de rojo rozaron mi mentón. No estaban secas como había pensado antes, más bien se sintieron húmedas al tacto, y de seguro había dejado un largo camino, porque luego se deslizaron a mis mejillas.

A eso se debía el olor a penetrante hierro. A la sangre que emanaba de la herida que se traslucía en su vestido.

El encaje era tan fino que se lograba divisar un inciso grande y profundo. No era reciente, lo necrosado que estaba y el olor nauseabundo que desprendía de ahí eran una clara evidencia de ello. Era la imagen de un cadáver, la forma en la que lucía alguien a quien le habían arrebatado su último aliento de vida.

—¿Le gustaba estrangularte cuando te besaba? —me susurró al oído. Su voz no era de ultratumba, más bien se escuchaba femenina y con una coquetería casi evidente.

En su momento no capté lo que me decía, pero luego comprendí el significado real de su oración. Esas mismas palabras habían salido de mi boca unas semanas atrás, cuando estuve con Stacy. Era el llamado y la pregunta de la muerte misma.

Intenté respirar y concentrarme, sabía que si lograba hacerle ver al espectro que le tenía miedo, él estaría ganando terreno.

No se despegó de mi oído, cuando volví a sentir su gélido aliento rozándome la piel.

—Esa es la mejor venganza que podría recibir. Tú también mereces morir, justo como me mataste, mi querida y hermosa Kira.

No lo vi venir, y aún no creo poder hacerlo, porque cuando menos lo esperé, un puñal se encontraba firmemente agarrado por una de sus manos, mientras que la otra descendió por mi cuello.

Intenté gritar a todo pulmón, pero los gritos no salieron de mi garganta hasta que la gruesa hoja metálica había sido clavada contra mi pecho. La espesa sangre caliente bañó mi camisón y una fuerte risa ensordecedora retumbó contra mis oídos, todos esos factores hicieron darme cuenta que aún podía sentir miedo y que el miedo era el mayor indicio de que seguía estando viva.

Y lo que seguía de la vida era la muerte.

***

Había sangre, demasiada sangre sobre mí.

Un gemido ahogado escapó de mi garganta cuando logré recobrar totalmente la conciencia.

Fue instintivo llevarme las manos al pecho para poder entender que no había nada, y que mi ropa de dormir seguía en el mismo estado en el que se encontraba antes de ir a la cama.

Me acurruqué entre mis brazos, sin lograr salir de mi estado de shock. En medio de la desesperación, jalé mi camisón y me llevé las manos al cuello. Aunque mis ojos me estaban informando de que no había herida alguna, tenía la impresión grabada del ardor sobre mi piel.

Escuché que alguien me habló, pero no pude procesar lo que me estaban diciendo.

Me encontraba bañada en un sudor frió y asqueroso; era la primera vez que tenía una pesadilla luego de huir, antes incluso eran recurrentes. A pesar de que sabía que rodeada de gente no me importó el espectáculo que les estaba dando, por muy vergonzosa que fuera la situación no lograba conectar con mi cerebro.

Tal vez había gritado demasiado, porque la garganta me escocía y mis manos no dejaban de temblar contra mi cuerpo, aunque tocaba mi piel buscando algún rastro de una posible herida, no había nada.

Uno de mis secretos luego del incidente era que le tenía miedo a la oscuridad. Siempre debía dormir con una lámpara encendida en mi mesa de noche, porque no toleraba ver todo oscuro al momento de dormir. Mi mente se ponía a reproducir imágenes que no quería recordar.

La primera lágrima corrió por mi rostro y luego otra. No era esa clase de chica que se pone toda emocional cuando le suceden cosas, ni siquiera sabía llorar al enojarme, pero en ese momento estaba aterrada. Aterrada con mi madre, con mi padre y con mi vida.

Así que, si, así es como se siente la muerte.

Tal vez mis gritos fue lo que alarmó a mis compañeras de fraternidad, cuando por fin logré recomponerme un poco para lograr salir de mi estado estupor, ya estaba rodeada por todas ellas.

—¿Estás bien? —Katherine fue la primera en preguntar, mientras empujaba mi cuerpo hacia un lado del colchón para tomar asiento a mi lado.

—¿Eh? —le inquirí mirándola, puesto a que estaba intentando recuperar un poco mi juicio.

Las chicas dirigieron sus miradas expectantes, con ceños fruncidos hacia mí. Esperaban que hablara. Katherine podía conseguir que le contara algunas cosas, muy sin embargo, lo había hecho para recurrir a su lastima y vaga empatía, ganándome su favor, así que podía quedarme con ella y contarle un par de cosas más.

Samantha alzó una ceja en mi dirección, como preguntando qué coño me sucedía. Unas grandes gafas negras Gucci cubrían sus ojos cafés. Nunca antes la había visto con lentes.

—Sidney, ¿puedes hacer el favor de buscar una taza de té caliente? Hay que calmar sus nervios. —Más que una petición el tono de Katherine había sonado más como una orden.

Observé a Sidney dudar, no le gustaban las órdenes e incluso estuvo a punto de quejarse, pero debió suponer que no era el momento para ello, porque me dirigió una mirada compasiva y luego camino hacia la puerta.

Toqué la mano de Kate, para que dirigiera su atención hacia mí, cuando por fin me miró, le dije:

—Oye, eso no era necesario.

No hubo respuesta, solo me ignoró.

Tal vez me estaba aplicando la ley del hielo por no responder anteriormente a sus preguntas.

Ponerme en el ojo del huracán no era lo que quería, pero era lo que había hecho inconscientemente al tener una parálisis del sueño a mitad de la noche. Si es que aún era de noche.

Algunos minutos después, Sidney regresó con una taza de té inglés humeante, me la entregó y asentí con agradecimiento. Las chicas no se habían movido, pero Samantha parecía tan hostil que daba la impresión de que si preguntaban algo o se mostraban compasivas, iba a clavarle las uñas en el cuello a cada una.

Ella iba a hablar primero que las otras, no era una suposición, era un hecho.

—¿Y a qué se deben tus gemidos nocturnos a las putas cuatro de la mañana? ¿Crees que merecemos tal escándalo en una noche previa a la primera presentación de la temporada? —reclamó Samantha, apuntándome con el dedo. Tal como había esperado, siempre quería ser la primera en tener la última palabra—. Solo estas causando jodidos problemas, y no deseo tener unas feas bolsas mañana.

No le veía en realidad tan mal aspecto, lo contrario. Ella no llevaba pijama e incluso iba de gafas. Lo estaba utilizando como excusa para llevarme a la lista negra. No le había hecho nada, pero si quería ser una perra total conmigo yo la cogería el triple cuando pisara su cráneo en el asfalto. Lo que me hizo Samantha, no lo podía olvidar, tampoco podía devolvérselo, pero si le daría algo mucho peor.

—Lárgate —espeté.

Samantha me miró con confusión. Los pájaros no le tiraban a las escopetas.

—¿Qué dijiste? —bramó, vi un destello de ira en sus ojos, y los disfruté. Había disfrutado como la mierda perturbarla.

—Que te largues —le repetí, aunque realmente lo hubiera querido decir se parecía más a «lárgate antes de que te mate».

La mandíbula de todas casi llego al suelo. Nadie desafiaba su autoridad, Samantha era la abeja reina, le tenían miedo, pero alto, yo sí lo haría.

—¿Te estás echando? —replicó, acercándose a mí.

Bufé por un instante y le sonreí con vehemencia, iba a necesitar más que eso para asustarme.

—¿Qué crees? Es mi habitación y puedo echarte cuando quiera —solté tajante, al tiempo que me encogía de hombros—. Sobre todo si estás siendo una perra total conmigo.

Se acercó a mí, hasta que estuvo a orillas de la cama. Katherine a mi lado no salía de su estupor; tal vez estaba demasiado sorprendida, pero yo no tenía en ese momento la paciencia, ni me encontraba en condiciones, para tolerar el modo perra de Samatha.

Sidney siempre le daba por su lado y no se metía en sus líos, a menos de que fuera necesario. Ella prefería ignorar los hechos que dedicarle atención, solo intervenía cuando las cosas se realmente ponían feas.

—Tú. —Me señaló acusatoriamente, apuntándome con el dedo—. No sabes con quien te acabas de meter.

«Ni tú tampoco» pensé. Si quisiera desaparecerla de la faz de la tierra, lo haría en un segundo. En cinco años nadie recordaría a la pobre y deprimente Samantha.

—¡Ya para! —La voz de Sidney nos interrumpió, pero se estaba dirigiendo a prima, no hacia mí. Lo había esperado, obviamente no quería un espectáculo—. Déjala descansar. Ten un poco de empatía, por el amor de Dios.

Al principio había fingido ser buena conmigo, luego y sin razón se había convertido en una perra total.

—Lo siento, Sid. Es mi culpa. —La miré, buscando su aprobación e intentando parecer genuina.

La escuché aclarándose la garganta, dirigiendo una mirada reprobatoria a Samantha.

—No te preocupes. Sea lo que sea, espero que te sientas mejor. No es tu culpa.

No fueron necesarias más palabras para que todas se fueran. Lo que dijera la reina era un decreto real. Para todos, lo que dijera Sidney era amén.

Samantha se mostró renuente a salir a diferencia de las otras, pero aún así, no podía desautorizar a Sidney delante de todas, por lo que a regañadientes salió azotando la puerta, dejándonos a Katherine y a mí a solas con la capitana.

Era increíble como Katherine podía convivir con ella en sana paz, cuando por dentro la odiaba. Delante de ella podía disimular muy bien.

—Me disculpo por lo de ella —se excusó, refiriéndose a lo que había pasado con Samantha anteriormente—. Solo intenta cuidar tus palabras la próxima vez. No quieres hacerla enojar. —Asentí con la cabeza mientras ella hacía una pausa—. No busques pelea.

Iba a protestar, pero Katherine lo hizo primero interviniendo:

—Ella comenzó. Tú eres quien debería poner orden. Kira acaba de llegar y ya está teniendo rollos con Samantha.

Escuché atentamente sus palabras, y sí, estaba teniendo problemas para lidiar con Samantha, pero no era algo nuevo, tampoco lo sería por mucho más tiempo.

—No me importa quien haya comenzado, Katherine. Lo que me importa realmente es quien lo va a terminar. —Sidney hizo ademán de reproche, mientras soltaba una exhalación profunda. Estaba tomando impulso para continuar—. Ya se terminó, ya podemos volver a dormir. Eso también va para ti.

Le señaló

—Pero...

Sidney interrumpió a Katherine, quitándole la palabra.

—Pero nada —completó—. Solo diez minutos, Katherine; no tientes mi genio. No quiero tener que explicarle a Félix porque tengo ojeras mañana.

Estaba siendo condescendiente, dejándola quedarse un rato más conmigo. Katherine quiso protestar, pero no tuvo la oportunidad, porque Sidney se despidió de nosotras con dos besos en las mejillas de cada una. Era la advertencia que nos estaba dando para no desautorizarla. Luego salió sin más.

Pude jurar haber escuchado en ese momento un —perra—, proveniente de Katherine a espaldas de la morena, que me hizo sonreír entre dientes. Típico.

Sidney no era tan mala conmigo, debía admitirlo.

Me recompuse para sentarme mejor en la cama, sin rodar. De la mesita de noche, tome mi teléfono y ciertamente, era cerca de la cuatro y cuarto de la madrugada. No es como si antes hubiera querido despertarlas de su sueño embellecedor.

—Pregunté si estás bien —me recordó Kate, no había esperado mucho tiempo a que las demás salieran para abordarme a cambio de respuestas.

—Sí, estoy bien. —Asentí con la cabeza en dirección a Katherine. Mentira. No estaba bien, solo que intentaba disimularlo lo mejor que podía.

No iba a darle esa clase de respuesta, ya estaba lo suficientemente hastiada y asfixiada como para continuar con sus líos.

—Voy a arriesgarme aquí y a decir que estás mintiendo, ¿por qué? —exigió, al ajustar el nudo de su bata de dormir.

La mía estaba en el suelo, a los pies de mi cama, se debía haber caído en algún momento de la noche.

—Solo estoy cansada —fue lo que respondí.

—Kira, no me entrometo en tu vida, pero cuando entré parecía que estabas teniendo un ataque de nervios y estabas arañándote el cuerpo o algo así. Estabas en un horrible estado de shock, que por más que te hablara no respondías. Incluso pensé en llamar a tu noviecito... tal vez él sepa controlar el demonio que tenías.

¿Demonio? No me había poseído ningún demonio, por lo menos no uno de esos espíritus de los que hablan en las iglesias.

Nunca hacía esas cosas, pero debió haber sido realmente feo, puesto a que no podía recordar que me hubiese hablado antes o notado su presencia hasta que me preguntó si estaba bien.

—No es mi noviecito —le corregí.

Resopló.

—Pero sabes que puedes hablarme, ¿verdad? Sé que soy tu única amiga y todo. —Le empujé el hombro—. Eso fue genial, debo admitirlo, pero Samantha ya te odia lo suficiente como para que ahora lo haga más. La sentaste de culo, pero en serio, si necesitas hablar con alguien puedes hacerlo conmigo... a menos que quieras que llame a tu novio. No veo que hables con más personas aquí.

—Eso no es cierto.

Aunque sí lo era. En este lugar estaba completamente sola y no podía contarle estas cosas Aiden. Sería como comenzar a cavar mi propia tumba. Se daría cuenta de que le estaba dando una verdad a medias.

Katherine arqueó unas de sus cejas morrones hacia mí, se veía demasiado perfecta para no llevar una gota de maquillaje en ella.

—Nombra otra persona —me dijo.

Me mordí el labio inferior y dejé escapar un suspiro.

—Bien —gruñí.

Me lanzó una sonrisa ganadora.

—Ves. Soy tú única amiga en esta pocilga.

—Estoy pensando en reemplazarte —le dije en broma.

Echó la cabeza hacia atrás y rio.

—Bueno, buena suerte con eso. La mayoría de las chicas ya te odian, te vieron salir y llegar con Aiden Jackson. Ninguno de los chicos se acercaría a ti por él, lo respetan demasiado. Aunque de seguro hablaran a tus espaldas y sentirán una absurda curiosidad de meterse en tus pantalones para saber que tienes.

Puse los ojos en blanco.

—Supongo que puedo resumirlo como una porrista con una vida social arruinada. ¿Si lo llamo me contestara?

Me miró con sorpresa. Se enderezó y el aire que nos rodea cambió.

—¡De eso estoy hablando! —jadeó, mientras aplaudía entre risas—. Tú no cuentas el chisme, pero llegaste como con el cabello destrozado y la blusa mal abotonada. Pero pueden continuar con el trabajo si haces que venga.

Tenía un gesto pícaro, que me incomodaba, pero que a fin de cuentas era divertido.

Me pasó una mano por el cabello. ¿Qué haría si supiera que hablábamos de asesinatos y no otras cosas?

—Está bien, Kate. De verdad. Gracias por preocuparte por mí, pero estaré bien —enfaticé con tranquilidad, para así desviar el tema, ya que no quería darle más vueltas al asunto.

Katherine pareció entender que no quería hablar de más, porque no esperó a que le dijera que fuera a descansar, simplemente se retiró con una expresión de rendición en el rostro.

No quería preguntas innecesarias.

Es absurdo y curioso, pero por desgracia sabía la verdad. Sin cuerpo, no hay crimen y yo estaba limpia de todo remordimiento.

X

Este cap si es el real, lo siento por la broma, pero creo que estuvo buena, ¿cierto? Recibí comentarios de ustedes que de verdad se lo creyeron. ¿Alcanzaron a leer el cap por el día de los inocentes? 

Aich, estoy muy feliz y se lo debo ustedes porque cada día somos más. Me he creado una cuenta de tiktok para subir cosas de la historia. Vayan a seguir, al igual que en Wattpad me encuentran allí como ashly_madriz.

¿Qué les pareció el cap? Prepárese para lo sangriento y turbio.

¿Teorías? ¿Del uno al diez que tan loca está  Kira? 

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