When Future Becomes Past.

By ClaraLeeRatliff

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¿Qué pasa cuando le enseñas a tus hijos el lugar donde comenzó tu historia de amor? 2011 -Vale, tenemos 18 ho... More

Capítulo 1. Donde todo empezó
Capítulo 2. La vuelta al mundo en un verano
Capítulo 3. La dolce vita
Capítulo 4. Todo conlleva un sacrificio
Capítulo 5. Fantasmas del pasado
Capítulo 6. Lo que bien empieza bien acaba
Capítulo 7. Respuestas que nunca se dieron
Capítulo 8. Una gran oportunidad
Capítulo 9. En la sombra
Capítulo 10. Llegó la hora
Capítulo 11. Eres lo único que importa
Capítulo 12. Todas las razones para hacerlo
Capítulo 13. Requisitos para salir con mi novia
Capítulo 14. Es demasiado esfuerzo
Capítulo 15. Solo pido que me digas la verdad
Capítulo 16. El culpable debe pagar
Capítulo 17. Nunca bajes la guardia
Capítulo 18. Que no entre ni salga nadie
Capítulo 19. Bloqueados
Capítulo 21. Entre la gente
Capítulo 22. La verdad sale a la luz
Capítulo 23. Verde de envidia y de otras cosas
Capítulo 24. No puede ser cierto
Capítulo 25. Como una flor marchita
Capítulo 26. Cuando fueron allí
Capítulo 27. Viva Las Vegas
Capítulo 28. Tan sólo una palabra
Capítulo 29. Un clásico
Capítulo 30. Todo vale en el juego y el amor
Capítulo 31. Unos entrantes para comenzar
Capítulo 32. Cierra los ojos
Capítulo 33. Reescribiendo la historia
Capítulo 34. Por fin un día tranquilo
Capítulo 35. Lo difícil de ser padres
Capítulo 36. Verdades como puños
Capítulo 37. Entre la espada y la pared.
Capítulo 38. En una habitación diminuta
Capítulo 39. Pierna y media
Capítulo 40. No quiero saber nada de ti
Capítulo 41. Todo se derrumba
Capítulo 42. Apoyo moral
Capítulo 43. Con el estómago cerrado
Capítulo 44. Volvamos a casa
Capítulo 45. Distancia
Capítulo 46. Manta y peli
Capítulo 47. Es que es él
Capítulo 48. Un paseo con los pájaros
Capítulo 49. Tu voz en mi cabeza
Capítulo 50. Llega la Navidad
Capítulo 51. Mensajes de amor
Capítulo 52. En la madrugada
Capítulo 53. Cuando estamos juntos
Capítulo 54. Luces y purpurina
Capítulo 55. En problemas
Capítulo 56. Todo a una carta
Capítulo 57. Estupideces como de adolescentes
Capítulo 58. El fin de una amistad
Capítulo 59. Alejándose
Capítulo 60. No todo es tan malo
Capítulo 61. Cuentos del abuelo
Capítulo 62. Fuera de aquí
Capítulo 63. Un reencuentro inesperado
Capítulo 64. Rabia
Capítulo 65. Quisiera entender qué está pasando
Capítulo 66. Para los dos
Capítulo 67. Realmente increíble
Capítulo 68. En el lugar menos esperado
Capítulo 69. En el momento menos esperado
Capítulo 70. La confianza merece la pena
Capítulo 71. Ensayando
Capítulo 72. Los indeseables
Capítulo 73. Una y otra vez
Capítulo 74. Gracias por todo
Capítulo 75. Cartas del olvido
Capítulo 76. Pase lo que pase, amigos
Capítulo 77. Así es el mundo del espectáculo nena
Capítulo 78. Cada día será mejor
Capitulo 79. Un fracaso y dos exitos
Capítulo 80. La magia del cine
Capítulo 81. Manos a la obra
Capítulo 82. Miedo a la gente
Capítulo 83. 911 ¿Cuál es su emergencia?
Capítulo 84. El peor día en el mejor día
Capítulo 85. Oscuro casi negro
Capítulo 86. Tortas por todas partes
Capítulo 87. Arcoiris
Capítulo 88. No me gusta como pinta esto

Capítulo 20. Un error que salió muy caro

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By ClaraLeeRatliff

Al día siguiente Dez fue a la zona de profesores, se fijó en que allí las instalaciones eran mucho mejores que en el resto de la universidad y bufó resignado. Salas con sofás y ordenadores de última generación, máquinas de café en las que no hacía falta meter dinero y desayunos de todo tipo recién traídos de la panadería más cercana.

El joven empezó a pasearse por allí tranquilamente, eran las ocho de la mañana y la mayoría de los profesores o estaban en clase o no habían llegado aún. Aprovechó para tomarse un cappuccino, al que tuvo que echar tres azucarillos por lo amargo que estaba, cogió un par de napolitanas de chocolate y se sentó en uno de los enormes sillones con la esperanza de que no viniese nadie. Estaba tan cómodo que por un momento casi se olvidó de que hacía allí.

Cuando terminó se dirigió mucho más relajado a la zona de almacenaje, donde taquillas, estanterías y cajas de seguridad compartían todo el espacio disponible en la pared. Buscó la número seis con la mirada, mientras introducía el número secreto, 1234, pensó «que poco seguro, parece la contraseña que viene de fábrica», abrió la puerta con un chirrido y sacó del interior un abultado sobre amarillo del tamaño de un libro, lo miró intentando averiguar que llevaba dentro ¿qué sería el regalo del profesor Rossenblach? Miró la hora y al darse cuenta de que llegaba tarde a clase, Dez guardó el sobre en su mochila sin molestarse en abrirlo.

Cerró de nuevo dando un sonoro golpe y al hacerlo, la pequeña placa con el número seis se tambaleó. Si tan solo Dez se hubiera dado cuenta de que las cajas fuertes de al lado eran la ocho y la diez, muchas cosas habrían sido diferentes.

•••

Por fin esa misma noche en su pequeño apartamento el pelirrojo decidió abrir el obsequio de Rossenbach, le había sorprendido el hecho de que tras sólo un mes en la facultad un profesor decidiera hacerle un regalo, pero se había dado cuenta de que casi desde el primer día había desarrollado una predilección por él.

Se sentó en su incómodo sofá echando de menos por primera vez los sillones del ala de profesores, y con unas tijeras rasgó la solapa superior del sobre. Cuando miró dentro casi no se cree lo que sus ojos están viendo, había unos 50.000 dólares perfectamente colocados en fajos de billetes de 500. A pesar de que estos fueran retirados de la circulación en 1969 algunas personas los guardaban ya que al ser tan escasos su valor ascendería con el tiempo.

Se quedó mirando el dinero más de media hora sin saber como proseguir, una parte de él le decía que se lo quedara, pero otra le mandaba avisos diciendo que hacer eso no podía ser bueno; finalmente suspiró y lo volvió a guardar en el sobre. No tenía ni idea de por qué el viejo profesor Rossenblach le daba tanto dinero pero no lo iba a aceptar. Decidió muy a su pesar que al día siguiente iría a hablar con él y a devolverlo.

•••

A la mañana siguiente unos golpes a la puerta muy insistentes le despertaron ¿sería el casero? Imposible, aún no tenía que pagar el alquiler, no era día uno. ¿Pero entonces que estaba pasando?

Dez se estiró lentamente y se puso unas zapatillas, aún medio dormido se tambaleó hasta la puerta y pasándose la mano por la cara para intentar no parecer tan cansado abrió.

—¿Dezmond Hatefield Wade?— preguntó una figura alta y vestida de negro.

—¿Eh?— dijo el pelirrojo tratando de enfocar la vista —si, soy yo, ¿qué pasa?

Esa persona alta resultó ser un policía que tras inmovilizarle contra la pared colocó sus manos atrás y le puso unas esposas.

—Queda usted arrestado por robo a una institución educativa— dijo empujándole hacia la salida —Tiene usted derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede ser utilizada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho a hablar con un abogado y que un abogado esté presente durante...

—¡Pero espere! ¡Yo no he hecho nada!— le interrumpió Dez, a lo que el policía le asestó una patada en la rodilla.

—...durante cualquier interrogatorio.— prosiguió el hombre ignorándole —Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno de oficio. ¿Le quedado claro?

Dez asintió sin atreverse a volver a abrir la boca por miedo a represalias, no entendía que estaba pasando ¡el no había robado nada! A lo mejor alguien le vio coger el sobre ¡pero eso era un regalo del profesor Rossenblach! Estaba claro que era un malentendido, abrió la boca para quejarse e intentar explicar que estaban cometiendo un error, pero justo salieron a la calle y la luz cegadora le hizo tanto daño que olvidó todo lo demás.

Hasta que no fue empujado a la parte de atrás de un coche de policía no se dio cuenta de las pintas que llevaba, le habían detenido recién levantado e iba solo con unos calzoncillos, una camiseta y unas ridículas y gigantescas zapatillas en forma de pie de dinosaurio. Pero no pasaba nada, en cuanto llegase a comisaría lo explicaría todo y le dejarían libre; si mantenía una actitud positiva nada iba a salir mal.

•••

En cuanto llegaron a la comisaría Dez empezó a explicar lo que había pasado, las palabras salían de su boca a borbotones y el viejo policía que estaba sentado al otro lado de la mesa tuvo que pedirle que repitiera todo más despacio.

—¿Seguro que no quieres un abogado?

—¡No! Solo los culpables contratan abogados.

—Está bien— contestó el policía encogiendose de hombros.

—Yo no he robado nada— explicó el pelirrojo algo más calmado —hace dos días estuve en el despacho del profesor Fritz Rossenblach, da la asignatura de «Introducción al Cine Europeo», él me dijo que tenía un regalo para mi y que el código de la caja era 1234. Si lo hubiera robado no sabría el código— añadió finalmente algo asustado de nuevo.

—El profesor Rossenblach falleció anoche.

Dez se quedó boquiabierto, no se podía creer estar atrapado en mitad de esa historia, además dos días atrás había estado con él y parecía rebosar salud.

Según el informe médico había sido un infarto, pero el policía le miró suspicaz y a pesar de que su reacción parecía completamente genuina, la coartada de ese joven se basaba en un anciano que casualmente había muerto. Tomó nota mental de mandar hacer una nueva autopsia, ese caso parecía haberse resuelto por si mismo.

•Miami, 2023•

—¡Pero mirad la hora que es!— exclamó Ally súbitamente.

La historia de Dez era tan intrigante que a pesar de que la mayor parte de ellos conocía el resultado se habían quedado escuchando como niños a los que se les lee un cuento antes de dormir.

—Tenemos que ir a recoger a Alex y Ava— explicó ella —les habíamos dejado con mi madre y tiene un acto muy importante.

Los cinco se despidieron y mientras Austin y Ally iban corriendo hacia el coche los demás se quedaron rezagados recogiendo las cosas.

—Yo también debería irme— dijo Dez —he dejado a Carrie sola con Piper y temo volver y que se hayan matado la una a la otra.

—¿Piper está aquí?— preguntó Trish curiosa.

—Llegó anoche, resulta que su nuevo marido la ha pillado siéndole infiel y...

—Si— contestó Trish de forma sombría —me lo puedo imaginar...

•••

Austin y Ally se dirigían al zoo, donde los niños estaban ayudando a su abuela a cuidar de los nuevos gemelos de gorila que habían nacido, esa tarde era su presentación al público y Penny Dawson, como su madrina oficial, estaba muy nerviosa.

Por el camino Ally no paraba de darle vueltas a un asunto, temía escuchar la respuesta pero al mismo tiempo esa incertidumbre estaba consumiéndola por dentro. Jugueteó con su llavero, del que colgaban los primeros chupetes de sus hijos ¿y si pronto había un tercero?

—Austin... ¿te gustaría tener otro hijo?

—¿A qué viene eso ahora?— preguntó su marido al que la pregunta había sorprendido tanto que casi da un volantazo.

—No se, he pensado que si nos vamos a quedar en Miami nuestra vida será mucho más tranquila, y me gustaría criar un niño aquí— explicó Ally —Alex y Ava nacieron en Los Ángeles y la vida es algo distinta.

Austin dudó unos segundos, ¿quería tener otro hijo? No había una respuesta que fuera del todo acertada a esa pregunta. Por un lado sí, aún eran jóvenes y la idea de un miembro más en la familia le llenaba de ternura, sus hijos estaban creciendo tan rápido que temía que de un momento a otro se fueran a la universidad y no volviera a verlos nada más que cuando necesitaban dinero o se les acumulaba la ropa sucia. Pero por otro lado ya tenía 36 años, la vida resulta y empezaba a acomodarse, un bebé sería un completo caos.

—¿Tú quieres?— preguntó a su mujer.

Ally se quedó parada, la respuesta de Austin era tan poco esclarecedora que no sabía que contestar. Le miró intentando averiguar algo en la expresión de su cara y su pelo rubio, brillando bajo el sol hizo que cualquier otro pensamiento que no fuera acariciarle la nuca lentamente abandonase su mente.

•••

—¡Mamá! ¡La abuela nos ha dejado ponerles el nombre a los bebés gorila!— gritó Ava emocionada.

Austin y Ally abrazaron a sus hijos y tras intentar calmar su infinita energía consiguieron que les contaran lo que habían hecho ese día.

—El más pequeño se llama Dexter— contó Alex —es mi favorito.

—El otro se llama Chester Jr— añadió la niña —la abuela nos ha contado tantas historias de su Dexter que tenía que ponerle ese nombre.

—Pero no se lo digas a tu abuelo— dijo su abuela entre risas.

Chester era uno de los primates con los que Penny trabajó en África, un gorila egoísta que no compartía su comida con el resto del grupo. Su exmarido se lo había tomado como algo personal ya que pensaba que su nombre estaba inspirado en él.

—Venid a verlos con nosotros, son súper adorables.

Ava tiró de sus padres hasta la puerta en la que se veía un cartel en el que ponía «sólo personal autorizado». Penny tecleó rápidamente un código de acceso y la puerta se abrió con un chasquido, al otro lado en lo que parecía una guardería había dos bebés de gorila en una cuna.

—Su madre los ha rechazado al nacer— explicó Penny —por eso me han puesto a mi a su cargo, ahora solo tienen dos semanas y hasta que no sean más mayores no podemos introducirlos en el hábitat con los demás.

—¿Puedo cogerlos?— preguntó Austin con un brillo de emoción en los ojos.

Penny levantó a uno de los dos pequeños y se lo entregó a su yerno. Austin lo sujetó con la mayor delicadeza que pudo y al ver cómo ese pequeñín jugueteaba con sus dedos recordó la pregunta de su mujer ¿quería tener otro hijo? Ese momento le estaba recordando tantos a sus primeros días como padre que ignorando a su familia se había quedado absorto mirando al animal.

El pequeño gorila le empezó a tocar la cara y Austin rió, a su vez el bebé hizo una mueca como si lo estuviera disfrutando también; empezó a pasar su diminuta mano completamente igual a la de una persona por el pelo rubio de Austin y sin previo aviso dió un fuerte tirón. El momento de paz se rompió y el hombre soltó al animal de nuevo en la cuna, ¿quería tener otro hijo? La pregunta volvió a su mente pero demasiado difícil darle una respuesta.

—La presentación de los gorilas empieza en veinte minutos— dijo Penny nerviosa.

La improvisada guardería tenía unos ventanales a un lado, en ese momento estaban tapados pero la bióloga explicó que desde ahí era donde el público podría ver a los pequeños crecer.

Unos encargados del zoo prepararon todo bajo la atenta mirada de Penny y a la hora prevista Austin y Ally apartaron a sus hijos a un lado para que pudieran ver a su abuela y escuchar su discurso en primera fila. Las cortinas que tapaban las ventanas se descorrieron y una nube de flashes inundaron a la anciana que con un gorila en cada brazo sonreía a los visitantes y a los periodistas.

Ally vió a toda la gente que había venido y entre ellos alguien que parecía estar decepcionado por no ver a nadie más con Penny y miraba entre la gente, como si supiera que la persona que buscaba tenía que estar allí. Era Dallas, y Ally sabía que la buscaba a ella.

Ooooooh, que bonito :')

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