Tú, Yo y El Mal

By MabelPazAvalos

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Dicen que todos tienen un hilo rojo conectado con otra persona. Bueno, pues yo creo que mi hilo es más bien d... More

PRÓLOGO
• CAPÍTULO 1 •
• CAPÍTULO 2 •
• CAPÍTULO 3 •
• CAPÍTULO 4 •
• CAPÍTULO 5 •
• CAPÍTULO 6 •
• CAPÍTULO 7 •
• CAPÍTULO 8 •
• CAPÍTULO 9 •
• CAPÍTULO 10 •
• CAPÍTULO 11 •
• CAPÍTULO 12 •
• CAPÍTULO 13 •
• CAPÍTULO 14 •
• CAPÍTULO 15 •
• CAPÌTULO 16 •
• CAPÍTULO 17 •
• CAPÍTULO 18 •
• CAPÍTULO 19 •
• CAPÍTULO 20 •
• CAPÍTULO 21 •
• CAPÍTULO 22 •
• CAPÍTULO 23 •
• CAPÍTULO 24 •
• CAPÍTULO 25 •
• CAPÍTULO 26 •
• CAPÍTULO 27 •
• CAPÍTULO 28 •
• CAPÍTULO 30 •
• CAPÍTULO 31 •
• CAPÍTULO 32 •
• CAPÍTULO 33 •
• CAPÍTULO 34 •
• CAPÍTULO 35 •
• CAPÍTULO 36 •
• CAPÍTULO 37 •
• CAPÍTULO 38 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 39 •
• CAPÍTULO 40 •
• CAPÍTULO 41 •
• CAPÍTULO 42 •
• CAPÍTULO 43 •
Hermes Sevilla
• CAPÍTULO 44 •
• CAPÍTULO 45 •
• CAPÍTULO 46 •
• CAPÍTULO 47 •
• CAPÍTULO 48 •
• CAPÍTULO 49 •
• CAPÍTULO 50 •
• CAPÍTULO 51 •
• CAPÍTULO 52 •
Antonella Pasquarelli
Maxon Lee
Bratt Smith
• CAPÍTULO 53 •
• CAPÍTULO 54 •
• CAPÍTULO 55 •
• CAPÍTULO 56 •
• CAPÍTULO 57 •
• CAPÍTULO 58 •
• CAPÍTULO 59 •
• CAPÍTULO 60 •
• CAPÍTULO 61 •
• CAPÍTULO 62 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 63 •
• CAPÍTULO 64 •
• CAPÍTULO 65 •
Bratt Smith
• CAPÍTULO 66 •
• CAPÍTULO 67 •
• CAPÍTULO 68 •
• CAPÍTULO 69 •
• CAPÍTULO 70 •
Lily Brooks
Lily Brooks
Lily Brooks
• CAPÍTULO 71 •
• CAPÍTULO 72 •
• CAPÍTULO 73 •
• CAPÍTULO 74 •
• CAPÍTULO 75 •
• CAPÍTULO 76 •
• CAPÍTULO 77 •
• CAPÍTULO 78 •
• CAPÍTULO 79 •
• CAPÍTULO 80 •
• CAPÍTULO 81 •
• CAPÍTULO 82•
• CAPÍTULO 83 •
• CAPÍTULO 84 •
• CAPÍTULO 85 •
• CAPÍTULO 86 •
• CAPÍTULO 87 •
• CAPÍTULO 88 •
• CAPÍTULO 89 •
• CAPÍTULO 90 •
• CAPÍTULO 91 •
• CAPÍTULO 92 •
• CAPÍTULO 93 •
• CAPÍTULO 94 •
• CAPÍTULO 95 •
• CAPÍTULO 96 •
• CAPÍTULO 97 •
• CAPÍTULO 98 •
FINAL
REPORTAJE POLICIAL
MARILIA

• CAPÍTULO 29 •

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By MabelPazAvalos

12 horas después de la emboscada.

Dalton no ha salido del quirófano. Si, fue arriesgado sacarlo de la mansión y llevarlo a un hospital de verdad pero al final lo hicieron y pareciera como si fuera algún presidente o alguien importante, pues según tengo entendido el edificio está repleto de gente armada y entre ellos está Sophia que lo espera para cuando salgan de la cirugía.

Ruggero convocó a muchos hombres -entre ellos mi hermano y Bratt- para que vayan en busca de Ana, la quieren viva o muerta pero la quieren aquí.

Agustín está inconsciente. Sus heridas ya han sido curadas pero ha sufrido un fuerte golpe en el craneo que nadie explica el cómo es que pudo arrastrar a Dalton hasta la mansión.

No encuentran el cuerpo de Alessandro. Después de la emboscada los hombres de Ruggero narran que le dispararon en la cabeza y Antonella esta desesperada porque quiere el cuerpo de su sobrino para mínimo hacerle un funeral digno.

Leo está bien, eso es lo que dicen los médicos, pero creo que todos sabemos que ese chico no se encuentra bien con la familia que tiene.

Paso por la oficina de Ruggero y escucho como tira todo al suelo, todo lo de su escritorio tal vez porque se escuchan cristales romperse.

Si, él está con el tema de Simón.
No sabemos nada de él, no sabemos dónde es que lo tienen y ni qué es lo que le están haciendo.
Pero lo que sí asegura es que Simón es un hombre con honor que a pesar de que lo interroguen y amenacen a muerte, él no soltará ni una sola palabra.

__________

24 horas después de la emboscada.

Dalton es un tema grave, no ha despertado del coma y no da señales de que pueda llegar a reaccionar.

Ana no aparece, y todos la están empezando a dar por muerta excepto Ruggero que confía en ella y sabe que logrará escapar de todo.

Agustín ha despertado para comer, pero aún así lo obligan a descansar. Si, lo obligan, porque él quiere ir a buscar a Simón y matar a todos los del FBI.

Simón... aún no se sabe nada de él.
Ruggero mandó a investigar el área donde se encuentran ubicados y al parecer hay mucha gente que estaría preparada para cualquier emboscada que les quisieran dar.
Aún no saben si Simón se encuentra ahí.

El cuerpo de Alessandro aún no aparece y cada que cruzo el pasillo de la habitación de Antonella se me encoge el corazón porque siempre la escucho llorar.

Bruno se encuentra con su hijo mayor, o sea Ruggero, ambos planean una estrategia para buscar a Simón pero se les está complicando un poco el asunto. Sophia también está con ellos, no sé qué se traen entre manos pero sé que no será algo bueno.

48 horas después de la emboscada

Se rindieron en la búsqueda del cuerpo de Alessandro.

Agustín está con una venda en la cabeza porque se les escapó a las enfermeras que lo cuidaban en su habitación y Ruggero no le quiso decir nada y dejó que se quedara con ellos para el plan que tienen entre manos.

Dalton no despierta, los doctores ya lo ven un poco difícil.

Sophia no está. No tengo idea de dónde se ha metido pero estoy segura que Ruggero la ha mandado a algún lugar como parte del plan.

Ana no aparece, Ruggero sigue sin dudar de ella y de su gran capacidad de salirse de los problemas pero aún así el equipo de búsqueda no para ni una sola hora.

Hermes. No he sabido nada de él ni de Bratt desde que salieron en busca de Ana pues ellos llevan el mando en aquella operación.

Ah, y por cierto, nadie ha dormido nada.
Nadie excepto yo.
No he salido a la universidad porque es peligroso, claro que a nadie le importa ese tema porque es algo irrelevante.
Derek me ha estado mandando mensajes y no se los había querido contestar pero luego pensé qué tal vez se preocuparía e iría a la casa de mi madre para  preguntar por mi.

Le tuve que mentir -como siempre- y decirle que me había dado varicela y que por eso no podía asistir a la universidad.
Me duele escuchar su voz al otro lado del teléfono, en estos momentos quisiera que sus brazos me consolaran por lo mal que la están pasando mis amigos.

Bueno, no son tan mis amigos pero les he agarrado un cierto aprecio pues llevo viviendo con ellos por algunos meses.

144 horas después de la emboscada.

Me paseo por los pasillos, para ser específica me paseo por la oficina de Ruggero y veo a muchos salir de ahí. Creo que Ruggero los acaba de correr.

Una vez ya todos fuera me paso yo.
No he hablado con él, tampoco hemos dormido juntos porque prácticamente él ya no duerme.

—Princesa, ahora no estoy de humor. Si necesitas algo pídeselo a Amelia o Antonio.

Llego hasta él y me siento sobre su escritorio.
Se ve muy enojado, desesperado, y aún así me sorprende que no me grite para que me vaya como lo acaba de hacer con los demás que estaba aquí.

—Princesa...

—¿Hace cuanto que no duermes?

—Ahora no es tiempo de dormir.

—Tus ojos están hinchados y te cargas unas terribles ojeras.

—No creo que eso sea de mucha importancia ahora.

—Es tu salud.

—No puedo dormir porque, dijiste que no dormirías conmigo y yo ya no puedo cerrar los ojos sin tenerte a mi lado. —Más bien a mis bubis.

—He estado durmiendo en nuestra recámara.

—¿En serio? No sabía.

—Puedes venir a dormir siempre que quieras.

—Gracias.

Sé que no sabe qué decirme, así como yo tampoco lo sé y sólo nos quedamos en silencio, mirándonos de reojo.

Él es el que da el primer paso después de varios minutos. Se acerca a mi y primero besa mi frente.
Se queda en esa posición por tal vez algunos segundos y yo aprovecho para juguetear con los botones de su camisa.

—Estoy muy estresado. —Susurra—Temo... Temo por la vida de Simón.

Era la primera vez que me confesaba uno de sus temores, él casi nunca se suele abrir a mi más que con los temas de su mamá.
Por eso debo suponer que en verdad le preocupa.

—Lo encontrarás.

—Lo sé, sé que lo encontraré pero conozco a esos bastardos que dicen luchar contra la injusticia. Son unos malditos corruptos torturadores igual que nosotros. Harían lo que fuera para sacarle la información y...

—Él no dirá nada.

—Eso quiero creer. Simón tiene honor.

—¿Qué puedo hacer para que te sientas bien?

Me refería a tal vez traerle algún vaso con agua, a darle un masaje para que se relaje o pedir que le trajeran de comer; a eso me refería.
Pero con la mirada que le lanzó a mis pechos fue más que suficiente para saber lo que le pasó por su cabeza.

Desabroché el primer botón. Él me miraba atento y seguí con el segundo y tercero de una manera tan lenta hasta llegar al último; no llevaba sujetador, y era evidente que me deseaba.

—Rendonditas, rosadas y firmes. —Me las toca—Son perfectas.

—Sin moretones.

—Lo lamento.

—Aquí los dos sabemos que no lo lamentas.

—Tienes razón.

Me empuja lentamente hasta tal punto que recargo mis codos en la madera del escritorio como si le diera la invitación mi cuerpo.

Se inclina; me besa en los labios y después me veo obligaba a echar la cabeza hacia atrás cuando se adueña de mis pechos y me hace jadear.

—Deliciosa.

—Jamás entenderé tu obsesión con mis pechos.

—Lo sé, jamás lo entenderías.

Pasa su mano alrededor de mi cintura para arquear mi cuerpo y poder disfrutar de mis "rosadas y firmes" bubis; como él les suele decir.

¿Segundos? ¿Minutos? No lo sé, pero pasó mucho tiempo hasta que tocaron la puerta y pareció como si su mal humor regresara.

—¿¡Qué quieren!? ¡Estoy ocupado!

—El joven Dalton ha llegado. —Ambos nos miramos y supimos que eso no podíamos dejarlo esperar.

Me acomodé la blusa no sin antes que él me diera unos últimos besos en mis bubis y así salir de su oficina.

Llegamos al living y efectivamente un Dalton en camilla, entubado y en coma acababa de llegar con gran personal médico.

Ruggero se acercó a él y lo miró con el ceño fruncido.

—Te voy a vengar, amigo. Los voy a vengar a ti, a los científicos y a Ana.

—¡Abran paso!—Agustin llega—Muy bien doctores, creo que no me he presentado con ustedes pero soy el científico Agustín y ahora en adelante yo me encargo del paciente.

—El señor Dalton es prioridad del hospital de Los Ángeles; lamento decir que eso no se podrá.

—Ustedes tratan con la medicina, yo con la ciencia.
Haré que mi amigo despierte en menos de lo que canta un gallo así que ya se pueden ir yendo.

—Agustín, no. —Le dice Ruggero—Ellos son personas capacitadas, personas que estudiaron y tienen un doctorado.

—Yo también.

—No me fio de ti para que lo salves.

Eso parece hacer enojar a Agustín, pues jamás había visto que mirase a Ruggero como ahora lo está haciendo; está muy enojado.

—Me lo traje arrastrando, Ruggero. Saqué a mi amigo de una emboscada en donde no sobrevivieron nuestros hombres, lo traje hasta aquí y yo tenía un golpe en el craneo. Dime, ¿no confías en que pueda salvarlo?

—No me hables así, soy tu superior.

—Y también eres mi amigo.

—Ahora estamos en horas de trabajo.

—Y en horas de trabajo todo se te está yendo a la mierda. O dime, ¿qué pasa con Simón? ¿Sophia ya te dio informes sobre su papel encubierto? Porque no te ha contactado, no sabes nada de ella, y mírate, aquí estás bien feliz de la vida.

Ruggero camina amenazante hacia él pero las grandes puertas se abren y aparece Hermes con Bratt. Pero no vienen solos, tiran al suelo a dos personas golpeadas y llenas de sangre con el uniforme de los del FBI.

—Nos estaban espiando.

Pasquarelli lo fulmina e indica con las manos que se lleven a Dalton de aquí.

—Agustín, haz lo que tengas a que hacer, pero salva a Dalton.

—No sin antes darle una golpiza a estos hijos de...—Cierro los ojos cuando Agustin golpea en la cara a uno de ellos y lo hace caer al suelo pero Bratt lo sostiene con fuerza para que él vuelva a hacerlo pero no una, ni dos, sino cinco veces más hasta que siento que ya le han fracturado la nariz; si no es que ya la tenía fracturada.

—Bien, seré bueno. —Habla Ruggero—Les doy la oportunidad de que me digan dónde está mi amigo por las buenas.

—N...o...

—Mala respuesta. —Ruggero le suelta una patada en el estómago a uno pero Hermes lo vuelve a poner de rodillas—Lo diré de nuevo; díganme dónde está mi amigo. —Ninguno de los dos habla y eso provoca que los vuelva a golpear a cada uno—¡Hablen! ¡Ya!

Él se empezaba a desesperar, después de varios minutos que ninguno hablaba se cansó de golpearlos.

—Esto está siendo muy difícil. Tendremos que dejar los golpes mejor. —Mira a Agustín—Tráeme el ácido sulfúrico.

Pude ver el pánico de aquellos policías.
Agustín se fue y nos quedamos en un silencio, hasta que Hermes se acercó a Ruggero y le dijo algo en el oído para después volver a su puesto.
Ruggero asintió comprendiendo todo, y para cuando Agustin regresó con el ácido, creo que todos los planes habían cambiado.

—Les doy una última oportunidad para que hablen. Sino aténganse a las consecuencias. —Siguen sin hablar—Bien, que conste que lo advertí. Hermes, tráelas.

Mi pulso se aceleró al ver que Hermes se iba y regresaba pero con dos mujeres. Una castaña y una rubia. Amabas gritaban desesperadas y me sentí muy incómoda cuando mi hermano las tiró al piso, frente a los del FBI y el pánico se apoderó de sus rostros.

—¡No les hagan nada!

—¡Ellas no tienen nada que ver con esto!—Las mujer lloriqueaban, la desesperación se quedaba corta para aquellos cuatro.

—Ahora si hablan, ¿Verdad?

—¡Déjenlas ir!

—No fue difícil localizar a sus esposas. —Dice Hermes, poniéndose de cuclillas frente a las mujeres—No será difícil llegar a sus hijos...

—¡No!

—¡Hijo de puta!

—¡Ni se les ocurra tocarlos!

—¡Piedad! ¡Piedad por favor!

—¡Entones hablen!—Grita Ruggero—Hablen ahora. —Ninguno volvió a decir algo, entonces fue Agustín el que golpeó a la mujer rubia; no sé si está inconsciente, pero los hombres casi se le avientan, cosa que Bratt no los dejó porque los volvió a tumbar de rodillas—¡Hablen! ¡Dónde rayos está Simón! —Agustín golpea a la siguiente chica y los hombres agachan la mirada.

Tras más varios golpes, los hombres empiezan a rogar y pedir piedad; hasta que deciden hablar.

—¡Bien! ¡Les diremos! ¡Pero déjenlas! —Agustín estaba apunto de volver a golpear a una mujer, pero Ruggero lo detuvo.

—Su amigo no está muy lejos de aquí, se encuentra en una central. Está en el último piso y le hacen un interrogatorio pero él no habla.

—Lo tienen en el sótano.

—La central se encuentra a 200 kilometros hacia el este.

—Quién está a cargo. —No hablaron, y Agustín comenzó a caminar hacia las mujeres pero ellos gritaron:

—¡No!

—¡El general! ¡Harry Moore! ¡Él está a cargo!

—Jamás escuche hablar de él, pero tiene el apellido Moore así que puedo suponer que es el nieto del difunto jefe Moore. ¿O me equivoco?

—Es él.

—Él y su padre están a cargo de su amigo.

—El general llegó hace unas semanas de Suiza, él fue el que capturó a su amigo.

—General Harry Moore. Suiza. —Murmura Ruggero muy pensativo—¡Bien! Ya no me sirven. Hermes y Bratt, encárguense de ellos.

—¡No!

—¡Piedad!

—¡Se los suplico! ¡Déjenlas ir!

Ruggero ignoró completamente sus súplicas y me tomó de la mano para llevarme con él. No sin antes que los hombres me dieran una última mirada para que los compadeciera; pero no pude hacer nada.

Me llevó hasta su oficina y lo primero que hizo fue lavarse las manos que estaban chorreadas de sangre.
Me quedé sentada en su sofá sin decir nada.

Fue traumático, si, pero era de esperarse ya que él hará hasta lo imposible para recuperar a Simón.

Lo vi hacer muchas llamadas. Lo vi moverse de un lado a otro con muchos papeles y coordenadas.
Incluso lo vi salirse y no regresar por tal vez media hora y yo me encontraba en el mismo lugar.
Estoy muy cansada, odio esta vida.

[...]

Derek... El pecho de Derek; lo siento, me gusta cómo es. No es tan marcado, la verdad muy apenas se le notan los cuadritos pero lo que amo son sus brazos anchos.
Me gusta tocarlos, me gusta acariciarlos y me gusta que me abrace como ahora lo está haciendo.

Respiro profundo, me estiro y lo beso. Amo sus labios, amo tanto sus labios rojizos.

—Te amo. —Le susurro y siento como se tensa abajo de mí porque estoy ya casi arriba de su pecho—No es cosa del otro mundo, yo te amo. Muero por ser tu mujer.

—Dentro de nada lo serás.

Y mi burbuja de felicidad se cayó.
Esa no era la voz de mi amor, esa era la voz de un asesino despiadado y sin corazón.
Abro los ojos de golpe y ahí está, mirándome a los ojos, sin expresión.

—¿Qué hora es?—Le pregunto a Ruggero.

—La una de la mañana. Venía a pasar sólo unos minutos contigo ya que te quedaste dormida en el sofá. Tendré que salir, así que descansa.

—¿A dónde irás?

—Localizamos a Harry. Mis hombres se están preparando para ir por él.

—Ah.

Dejo caer mi cabeza en su pecho de nuevo y cierro los ojos tratando de imaginarme que es Derek y no Ruggero. Pero nada funciona, y me apena el haberlos confundido porque no tienen nada de parecido.
No sé ni cómo confundí sus abdómenes, no se parecen en lo mínimo.

—¿Te encuentras bien, princesa?

—Si. Sólo que nunca había estado en una situación así y me apena mucho.

—Traeremos a Simón de vuelta. Ahora que ya tenemos la ubicación y la información del tal Harry, todo será más sencillo. —Besa mi cabeza—Sé que no te gusta quedarte encerrada, pero por ahora es lo mejor.

—Entiendo.

—Puedes hacerte cargo de Dalton, ¿Verdad? Encárgate de que los doctores lo traten bien.
Regresaré en horas, o tal vez más, no lo sé. Por eso te quedas a cargo de la mansión.

—¿Dalton aún no despierta?

—No. Hace ya rato que Agustín se encerró con él en su habitación pero sólo vimos que metió un gran maletín.

—¿Crees que haga que reaccione?

—Si. Confío en él. Karol, nadie puede entrar a mi equipo si no supiera que son los mejores y que me son fieles.

—Ya veo. Tienes buen ojo para eso. —No me responde y me veo obligada a levantar la vista para mirarlo a los ojos—¿Te ocurre algo?

—Sé dónde está Simón. Sé que lo están interrogando tal vez a golpes. —Suspira—Pero no sé nada de Ana y eso me preocupa.

—Por lo visto no han sabido nada de ella.

—Nada. —Hace una pausa—Sé que Ana puede llegar a ser irritante tal vez, pero es mi amiga y el sólo pensar que está desaparecida me aterra.
Ana no tiene familia, todos están muertos al igual que la familia de Sophia. Simón... no la conoce. Tristemente Simón ni siquiera la conoció porque es huérfano. Sólo tiene una foto de su madre porque cuando lo dieron en adopción le dejaron una fotografía. —Acaricia mi pelo—Dalton le ofreció hacer una investigación para encontrarla, pero él se rehusó. Así que ahora ve en mi madre una figura materna. Así como Ana y Sophia.

—Los ves como unos hermanos ¿cierto?

—Unos hermanos que me sacan de casillas todos los días. —Se ríe—Y te preguntarás, ¿Cómo es que Simón no tenía en qué caerse muerto y ahora es un excelente científico?

—Exacto, ¿cómo le hizo?

—Es una larga historia, pero muy bonita. Luego te la contaré, te lo puedo resumir en que Simón es todo para Agustin y viceversa. Por eso Agustin está desesperado, por eso se le escapó a las enfermeras de su habitación y quiso comenzar a trabajar. No le dije nada, porque lo conozco y sé que quiere hacer todo lo posible por traerlo de vuelta.

—Aún no puedo creer que él solito haya traído a Dalton arrastrando desde muy lejos hasta acá y sin que nadie lo viera.

—Es algo que jamás entenderemos. —Nos reímos.

—Exacto.

Nuestras risas cesaron y nos quedamos en un silencio algo cómodo, pero no tanto porque también se sentía el ambiente pesado, era una sensación extraña.

—Princesa.

—¿Sí rulitos?

—No estoy acostumbrado a que me digas te amo. —Oh, es porque no te lo decía a ti, creí que eras Derek.

—Mmmh... No te preocupes que no lo volveré a decir.

—No, claro que me lo puedes decir, siento lindo que me lo digas pero no sé qué responderte. Estas muestras de afecto no son lo mío y ya te habrás dado cuenta.

—No digas nada, no es que te vaya a decir que te amo todos los días y a todas horas. Las muestras de afecto tampoco son lo mío.

—Bien.

—Bien.

Se acerca para besarme y yo me dejo llevar; pero mi mente sólo puede pensar en lo estúpida que soy por haberme arriesgado de tal forma. ¿Y si se me salía su nombre? ¿Y si se me salía decirle "pequeño"? Porque Derek me dice pequeña y yo a veces le digo pequeño.
Soy tan estúpida, a veces dudo de mi inteligencia.

—Ya me voy princesa. No hagas locuras.

—Suerte.

Vuelve a besarme una última vez antes de alejarse y ponerse de pie.
Toma unas cuantas cosas de su escritorio, y sin decir más, se va.

[...]

168 horas después de la emboscada.

Los chicos llevan exactamente 24 horas afuera desde que se fueron a capturar a Harry.
No sé nada de él, y aquí me encuentro en la habitación de Dalton leyendo una revista de modas.

No ha despertado de su coma, pero Agustín aseguró que debería de hacerlo en un par de horas.
Ajá, ese par de horas ya se convirtió en un día entero y nada.

192 horas después de la emboscada.

No han regresado.

216 horas después de la emboscada.

Llevan tres días allá afuera, nadie se comunica conmigo y estoy que me desespero.

Estoy en mi habitación personal cuando de repente recibo una videollamada de un desconocido. Es fácil saber que es Derek.
Le contesto pero es demasiado tarde para arrepentirme, pues recuerdo que le había dicho que tenía varicela.

—Ey, pequeña.

—Derek, ¿Cómo estás?

—Extrañándote. —Se ríe—Mis clases no son lo mismo sin ti pero por lo visto ya no estás enferma; ¿vendrás pronto?

—Es contagioso aún, me esperaré un par de días. Por cierto, ¿Dónde estás? Se ve que estas en la universidad pero no se escucha nadie.

—Recién acaban de salir los jóvenes. Hoy tu amigo Liam se peleó con un chico del Hockey. Tuve que intervenir para separarlos.

—Liam siempre un problemático.

—Si... —Silencio. Y a diferencia de con Ruggero, este silencio si es agradable y cómodo—Hoy en la mañana me tomé unas fotos, ¿quieres verlas?

—¿Me mandarás fotos tuyas? ¡Por supuesto!

—Bien, sólo déjame...—Se queda callado.

Profesor Clark, tenía una duda sobre mi calificación y quería ver si me podía ayudar.

—Claro, siéntate joven.

¿Habla con su novia?—El chico se ríe—Lo noto algo nervioso, ¿quieren privacidad?

—Qué más quisiera que fuera mi novia. Pero la esperanza muere al último, ¿No?

Tiene toda la razón, maestro.

Derek me sonríe pero yo no.
Yo no porque recuerdo que no puedo juntarme con él y no quiero que nadie sepa que estamos hablando.
Así que le cuelgo.

Suspiro algo triste y me dejo caer en mi cama.
Hasta que el celular me vibra después de unos minutos y casi se me para el corazón cuando veo que son las fotos de Derek.

Es él, recién acabado de hacer ejercicio, sudado, frente a un espejo y completamente desnudo.

Siento un calor recorrerme el cuerpo y detenerse justo en mis partes íntimas.

Número desconocido:
Lo siento, el chico aún no se va ¿te marco más noche? Espero que te gusten las fotos.

Yo:
¿Gustarme? ¿Acaso me quieres matar? Es usted muy atractivo, maestro.

Si, desvíe el tema de la llamada más noche porque no quiero hablar con él.
Ya no.
O bueno, claro que quiero, pero no es correcto.

Me echo en la cama una vez más pero mi teléfono vibra después de unos segundos; es Maxon.

Maxon:
[Foto]

Me da risa que me envío una foto sonriendo junto con Bratt. Tienen en medio a un chico con una bolsa en la cabeza y no es difícil de suponer quién es, pues se le ve la sangre en toda su camisa.

Otro mensaje.

Maxon:
Hemos capturado a Harry y vamos para allá. Prepárate, porque se viene una guerra.

Eso último me causó un escalofrío.

Mabel Paz

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