Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 12

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By ashly_madriz

NIDO DE CAIMANES: 

 Chicas con tatuajes que les gusta meterse en problemas; pestañas, diamantes y cajeros automáticos. Pasé por tantos momentos malos, debería ser una perra triste. ¿Quién hubiera pensado que me convertiría en una despiadada?


Katherine se llevó el rostro entre las manos, para así ocultar un poco de la vergüenza que estaba sintiendo; sus mejillas se habían encendido casi tanto como su cabello. La vi respirar por un momento y no esperé que fuera a confesar tan fácil la situación como lo hizo.

—Básicamente salíamos durante primer año, luego hice la audición para animadora, se lo presenté a Sidney y ya sabemos cómo terminó. Sinceramente seguimos en una relación... clandestina, porque no podía decirle que no. Ella se enteró y casi me echan.

Eran amantes. Quise reírme, porque le había perdido algo de respeto al tener tan mal gusto y aceptar ser simplemente la otra.

Asentí satisfecha y cambié de posición, para sentarme ahora en la orilla de la cama con las piernas colgando hacia el suelo.

—Entonces... ya sabes; ella te sopló el bistec. Se comió tu sándwich antes del recreo sin que te dieras cuenta y tú la odias, estas sola, triste y amargada.

Katherine nunca esperó que alguien lo notara, no había que ser un genio para ver como reaccionaba cuando lo tenía cerca y que tan irritante se volvía con él.

—Sidney y yo no estamos en los mejores términos por eso, pero no puedo arriesgarme a perder mi beca, me fui de casa por mi cuenta ya que no quería estudiar medicina. Padres conservadores con demasiadas expectativas. —Me dio una sonrisa algo triste, incapaz de alzar la cara de la pena que sentía. Tras su aceptación podía entender su punto y su recelo—. No les gustó la idea de que fuera animadora. Falda de prostituta, conejita de fútbol. Toda esa mierda.

Por un momento se frotó la cara entre las manos, y pude ver su debilidad y la aflicción que ocultaba con ella detrás de aquella imagen de la porrista nerd que seguía las reglas.

Me compadecía un poco por ella, pero al mismo tiempo pensé en lo estúpida que había sido por quedarse cruzada de brazos mientras Sidney tomaba lo que ella quería. Había sido lo suficientemente débil como para rendirse, así que no servía de nada darle un poco de mi lastima. Pobrecita.

—Dulzura, me llamaste zorra de calendario cuando básicamente te estabas follando al receptor del equipo. ¡El novio de nuestra capitana! Eso es aún más gordo que lo mío.

—No puedo perder mi beca. Algunos aquí no conducimos un maserati de un cuarto de millón de dólares comprado por sus padres —agregó tras mi reclamo, obvio que estaba herida por lo que le había dicho, porque me había restregado lo del dinero en la cara con argumentos vacíos.

Un golpe bajo.

¿Ella creía que la vida se solucionaba por tener un maserati? No era tan simple, que me lo pregunte a mí; las cosas lujosas no llenaban el vacío existencial, mucho menos de las cosas que habían sido su jodida culpa, ella estaba conviviendo con la misma persona que le había robado el novio en la cara, ¿y qué había hecho? Absolutamente nada, solo se había quedado callada.

—¿Qué quieres insinuar?, déjame pensar. —Me llevé el dedo índice a la barbilla fingiendo pensar que responder—. Aparte de que soy una mocosa malcriada, rubia y riquilla, que usa tacones de diseñador y conduce un deportivo que vale más de lo que ganan tus padres en un año —le recalqué con una ironía absurda, mirándola a los ojos. Solo obtuve su silencio —. Mis padres murieron así que no sé de qué hablas.

Parecía arrepentida, cada que hablaba simplemente se enterraba más a sí misma, pero obvio, podía entenderla.

—No fue... mi intención —se disculpó, justificando así su actitud.

Se afincó en las palabras, no había sido algo indirecto, pero volvíamos a lo mismo, ya tenía una imagen de mi plasmada en la cabeza que iba a ser difícil de borrar. Era la verdad.

Le dediqué una sonrisa.

—Descuida, las chicas rubias que conducimos deportivos debemos vivir manteniendo esta imagen de perra.

Katherine desvió la mirada. No argumentó otra cosa. Es decir, simplemente se quedó quieta, pensando cómo podía arreglar la situación entre nosotras luego de haber dicho todo ese montón de cosas horribles sobre mí.

Enseguida detecté que trago saliva, estaba nerviosa.

—Pensaba que te habías transferido de Inglaterra o algo así. ¿Por qué te fuiste del país?

Me dolía recordar un poco todo lo sucedido, pero mucho de eso tenía que ver con lo que antes le había mencionado de mis padres... aunque un cincuenta por ciento de eso era una total falacia.

—No me fui, me sacaron que es diferente. Mi horrible madrastra malvada descubrió que tenía planes para huir con un chico. Ya sabes, típica historia de amor adolescente prohibido —le confesé, entre todas las cosas que le había dicho ese día esa era una de las que si eran verdad. Espere haber sonado lo bastante sincera y convincente para que se diera cuenta de que era del todo real—. Así que terminé en una especie de convento en Suiza.

Me observó con compasión y pude sentir un poco lo desagradable que era aquello. No quería un sentimiento así de nadie sobre mí. La compasión era igual a la lástima, un sentimiento totalmente horrible, nadie quería ir por la vida siendo mirado con ojos de lastima. Igualmente, todo ese sentimiento era necesario para la operación.

Lo odiaba. No me gustaba y por mucho me parecía horrible y asqueroso era un sacrificio necesario.

—Hmmm, ustedes parecen tener una historia un poco turbia. Pero por lo visto no pierden el tiempo. Llegaste y te quedaste con su lugar y el chico.

Me llevé las manos al cabello con frustración y le sonreí de forma forzada, incluso algo falsa, luego le expresé:

—Lo de tomar su lugar fue una coincidencia, chica a la que le comen el mandado. Fui la capitana de mi propio escuadrón antes.

Cerré los ojos y dejé escapar un largo suspiro. Tenía que hacerle entender. No podía dejar que pensara que yo no era la víctima en todo esto. Había ganado su simpatía y por mucho que no me gustara la lastima, era lo único que tenía para usar a mi favor.

Otro fuerte toque se escuchó en la habitación. Katherine me miró con una obvia confusión; se quedó así por unos segundos pensando que hacer, obviamente no lo sabía. Volvieron a insistir, pero esta vez la voz de Sidney se hizo presente en la habitación.

Kate hizo un movimiento con los ojos que no pude entender y de sus labios salieron sonidos indescifrables mientras se llevaba las manos a la cabeza, no entendí mucho más allá de la invitación pasada de ir a arreglarnos las uñas a la terraza.

No podíamos hacer esperar a nuestra reina, por lo que con una mirada, Katherine me indicó que esta conversación tendría lugar para después, era obvio que la íbamos a continuar.

Rápidamente, quite el pestillo y mis labios dibujaron una falsa sonrisa que mostraba todos mis dientes blancos cuando abrí la puerta y la figura alta de Sidney apareció a la vista, ella era todo miembros esbeltos y elegantes con su piel bronceada y su cabello color chocolate.

—Si ya terminaron de cuchichear, todas estaremos en la terraza, será mejor broncearnos antes del juego. —Nos indicó. Llevaba puesto un lindo traje de baño floreado y en sus manos sostenía una toalla—. Es de nuestras últimas oportunidades antes de que baje la temperatura.

—Oh bueno, supongo que me parece bien —le dije, estando de acuerdo.

Ciertamente, había olvidado por completo el hecho de que tenían días planificando una manicura y lo de tomar el sol en la terraza.

—Son las cuatro y media, debo cambiarme. Lo olvidé por completo luego del entrenamiento —intervino Katherine, dándome una última mirada de advertencia para después salir y dejarme a solas con Sidney.

Era ciertamente la primera vez que solo estábamos las dos en una misma habitación. No parecía querer ocupar todo el aire para respirar en la habitación.

Un silencio incómodo y sepulcral se posó entre nosotras, obviamente éramos extrañas y no habíamos tenido el tiempo suficiente para convivir. Por muy agradable que pareciese Sidney, no era así, tenía un secreto turbio y oscuro.

No habíamos ido a la secundaria juntas. Samantha y yo estuvimos en el mismo instituto, también tuvimos algunas clases juntas. Sidney era esa niña fea que había tenido el golpe de la gracia de la pubertad, que se sentaba todos los días en la esquina del banco de la iglesia mormona dominical a la que Amanda me obliga a ir cuando niña.

Había sido bautizada en la iglesia católica, ya que mi madre lo era, pero con la llegada de Amanda, ella había engatusado a mi padre de tal forma, que solo quería que nos convirtamos a su religión. Yo no era una persona religiosa, ni mucho menos, pero me molestaba que Amanda quisiera imponerse en mi vida de tal forma que quisiera acabar con todo lo que mi madre había construido.

En esa misma iglesia vi a Sidney por primera vez, aunque no supe quién era ella hasta mucho tiempo después. Podía asegurar que el trato de Samantha hacia mí, era porque nos conocíamos y me odiaba, yo también la odiaba, pero Sidney había estado en el lugar equivocado en un momento inoportuno, ella iba a terminar pagando las consecuencias de su ignorancia.

—¿Vas a bajar? —me preguntó Sidney—. Es importante pasar tiempo de calidad entre hermanas, aviva el espíritu prepartido.

—Sí, es cierto— Asentí con la cabeza estando de acuerdo—. Creo que bajaré luego de ducharme y cambiarme de ropa.

Sidney me miró con extrañeza, lo cierto era que aún no podía adaptarme a las duchas de los vestidores, muchos menos a que un montón de gente me mirara desnuda a pesar de que todas fuéramos chicas. Era totalmente incómodo para mí. Seguía teniendo la misma rutina, esperaba llegar a mi habitación para poderme duchar.

Mi habitación contaba con un baño demasiado diminuto, pero propio. Era un lujo para las casas de fraternidad tener tu propia ducha, incluso la mayoría de mis compañeras no la tenían. Deben asearse en el piso principal del piso de abajo. Un total caos mañanero si me lo preguntan.

Cómo no iba a haber más interacciones entre nosotras, simplemente se despidió.

—Nos vemos afuera entonces, no tardes.

Cuando salió exhalé profundamente como si me hubieran quitado un peso de encima, la tensión del aire había desaparecido por completo y me dispuse a arreglarme lo más rápido que pude. Tomé una ducha demasiado veloz para mi gusto y me puse el primer bikini de tira gruesa que encontré.

No era demasiado modesto o santurrón, pero al terminar bajé a la terraza, Katherine ya estaba ahí, también cubría las partes que no quería que otros pudieran mirar de mi cuerpo.

Lucía un traje de baño muchísimo más revelador que el mío, pero mucho más apropiado que el de chicas como Hannah, que no dejaban mucho a la imaginación. Otras de mis compañeras como Samantha o Sidney, iban como bombas sexys creyendo que estaban posando para una pasarela mientras se sacaban selfies con gestos raros que me causaban gracia.

Me había aprendido ya el nombre de la mayoría —no porque me interesaran—, sino más bien porque era lo apropiado. Habían otras chicas más aparte con las que convivía siempre, como Julia, una despampanante afroamericana de cuerpo atlético que estaba en el departamento de idiomas.

Vicky, una rubia sin sal que fingía que no se teñía el pelo y vivía con el chicle metido en la boca, estas dos eran importantes porque tenían un pase abierto y eran conocidas en todo el campus. También había otras menos invasivas con Jordyn o Danna, las dos últimas mis compañeras de clases, que no venían al caso porque no eran tan importantes.

Había otras veinte animadoras, que no vivían en la casa. Entrenaban con nosotras y no eran parte de nuestra fraternidad; para ser parte de la fraternidad debes enfrentar el proceso de iniciación y selección que yo había experimentado anteriormente. Y claro, sobrevivir a la sádica prueba que te ponían en el camino.

Todas hablaban de temas casuales, el más sonado era nuestra futura competencia en California y la buena fiesta que habría luego del juego. Incluso tenían planeado una salida al campo o algo así ese mismo fin de semana. Si perdían, todas ellas estarían más que dispuestas de consolar a sus chicos y si ganaban, celebrarlo con ellos de la única forma en la que ellos se lo iban a permitir, ya saben a qué me refiero.

Sidney preparó una gran ronda de chupitos para nosotras, que según ella era baja en calorías —cosa que no era cierta—, pero preferí dejarla pensando que así lo era. La música era fuerte, pero aún así podíamos escucharnos al hablar. Era una especie de hip hop de moda que incitaba a que siguiéramos bebiendo alcohol a las cinco de la tarde y a plena luz del día.

Teníamos prohibido hacer fiestas públicas entre semana a menos que hubiese una ocasión especial, pero esto era algo así como tiempo de calidad entre nosotras.

Con un suspiro agotado Sidney colocó la bandeja en la mesa y tomó asiento a mi lado en la mecedora de la terraza con vista a la calle.

—¿Quieres un trago? —me ofreció, resoplando.

La observé llevarse el vaso a la boca y tragar todo el líquido sin una pizca de desagrado. Seguía insistiendo que era demasiado temprano como para ponerme como Cuba, lo cual no era mi tipo, pero debía estar en tónica con ellas y verme como una más.

No todos los días eran de fiestas para las porristas universitarias, estábamos aún en la pretemporada y luego teníamos que entrenar para la competencia estatal —realmente competirían ellas, no yo—, así que no tenía razón de preocuparme.

—No suelo tomar, pero no me vendría mal un chupito.

Tomé el vaso de la bandeja y mordí el limón y la sal para luego sentir como el trago me quemaba la garganta, resistí todos los impulsos para no mostrar mi desagrado, pero había sido demasiado evidente. Era una bebedora ocasional de cerveza y cócteles, no me iba el tequila.

Mi expresión la hizo reír fuertemente ganándose algunas miradas curiosas de nuestras compañeras. Sidney alzó una ceja y elevó las manos a modo de disculpa.

—En serio no sueles beber, ¿eh?

—Creo que puedo acostumbrarme —le dije, soltando una exhalación profunda.

Sidney hizo un gesto de rendición y siguió tomando como si no hubiese un mañana. A los pocos minutos, Katherine se unió a nosotras, soltando una serie de maldiciones. Estaba en medio de las dos.

Ninguna decía nada, pero Kate comenzó a codearme en las costillas, quería decirle que parara, pero eso iba a llamar la atención de la otra, así que me decidí a hablar de una jodida vez antes de estar lo suficientemente irritada como para insultarla o mandarla a la mierda por no querer que socializara con Sidney.

—¿Quieres un trago, Kate?

—En realidad yo... —Trató de disimular su incomodidad al responderme, pero había sido casi imposible. Sidney era muy lenta si no podía notarlo.

Al igual que hice yo, tomó un vaso y se lo llevó a la boca. La diferencia fue, que al igual que Sidney no hizo ninguna mueca ridícula de estudiante de nuevo ingreso. «Todas las chicas de fraternidad eran expertas bebedoras», pensé.

—Por cierto —añadió Sidney, con cierto interés el cual deduje era fingido—. ¿Ya saben con quién estarán en la fiesta después del partido?

Vi a Katherine retorcerse de incomodidad en su asiento, se notaba que no era un tema fácil para ella, pero debía superarlo tarde o temprano. O simplemente debía atacar el punto débil de Sidney para quedarse con el trofeo. Aunque ciertamente hablamos de Félix, un prospecto poco deseable a mi parecer. Iugh.

—Creo que sí —intervine, para así evitar que Samantha tuviera que hablar, me estaba debiendo una—. Un compañero de mi clase de historia.

Por sus expresiones las dos habían quedado atónitas. Obviamente, Katherine sabía de lo que les hablaba. La sorpresa de Sidney era por mero interés en el cotilleo.

Todo el lugar se llenó de silencio, y todas volvieron sus rostros hacia mí dejando de hacer lo que sea que estaban haciendo. Incluso Samantha, ella también parecía interesada pues levantó la cabeza de donde estaba tumbada y me miró con una sonrisa de completa superioridad.

—¿Historia? —inquirió Sidney, alzando una ceja—. Mi novio toma esa clase. Ya lo debes haber conocido.

Si, ya había conocido a su noviecito... y de qué forma.

—Oh sí, fue muy amable conmigo hoy —le dije, buscando romper el hielo y así evitar que todas las miradas siguieran sobre mí, aunque realmente había fallado en el intento.

Mis anteriores palabras habían tenido el efecto opuesto y más bien ahora, todas las chicas parecían cada vez más interesadas en la conversación.

—Siempre es así. Félix es todo un dulce —comentó riendo.

Katherine parecía irritarse cada vez más. Era demasiado mala disimulando su molestia, así que simplemente debía darle un poco de apoyo esta vez y hundirme un poquito más.

—¿Y cuándo y con quién es tu cita? —intervino Vicky, era la primera vez que se dirigía a mí de forma directa.

Me aclaré la garganta, analizando que decir sin regalar más de lo que podía ya haberlo hecho. La forma en la que me miraba Kate me confirmaba que era así.

—Un compañero de clases, nadie en especial.

—¿Su nombre? —Vicky volvió a hacer otra pregunta, esta vez más tajante—. Suenas como si no quisieras...

—Cállate, Victoria. ¿No ves que no desea compartirlo a voz populi? —bramó Katherine, saliendo en mi defensa.

Vicky le dio una mirada oscura y sonrió de forma tan falsa que se me erizaron los vellos de la nuca en advertencia. Nueva perra desbloqueada. ¿Por qué querían tanto saber de mi vida?

Posteriormente Samantha alzó una ceja hacia mi dirección, tal vez pensaba que era mentira y estaba afilando sus garras de hashtag perra eso no pasó.

—¡Cierra tu feo y asimétrico hocico, Katherine! —exigió Samantha, con una total hostilidad que era casi irritante, ella solo iba y vociferaba órdenes siempre a diestra y siniestra—. Y si no es mucha molestia, también relaja ese plano trasero tuyo de una jodida vez, ¿quieres?

Katherine soltó una maldición demasiado baja, encogiendo la cabeza como perrito regañado. Me dieron unas ganas de darle una pastillita de ubicatex a Samantha y que aprendiera a que no era la dueña del circo en este lugar. No podía ir simplemente humillado a las personas en cada oportunidad que tenía, pero debía ganarme su aprobación y no estaría bien visto ponerme en su contra solo porque sí.

—Samantha... —Sidney, quien antes no había invertido en la anterior discusión se hizo presente con un hilo de voz. Rápidamente le señaló a la calle con el dedo.

El escándalo volvió a cesar y todo el lugar se puso en absoluto silencio. Dos figuras vestidas de cuero oscuro habían aparcado sus motos frente a nuestra casa. Tenía el emblema que podía reconocer a distancia. Los señores del infierno. Una especie de deja vu recorrió mi sistema. Las dos personas eran altas, pero no podía distinguir bien quienes eran porque estaban demasiado lejos y solo parecían manchas sin rostro.

Entre más se acercaron una rápida ovación salía de las bocas de mis compañeras. A una de esas dos personas la conocía muy bien. Era Riven y estaba aquí para advertirme que debía hacerle una visita, pero, ¿qué realmente quería de mí?

Pues si Red era el demonio que me había llevado a la perdición, Riven se acercaba más al mismísimo Lucifer.

X

Dos caps para que vean que los quiero. Han llegado nuevos lectores y estoy muy, pero muy feliz por ello.

Me alegra que les esté gustando la historia.

¿Quién creen que es Riven y cuál es su conexión con Kira?

XOXO; ASHLY.

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