Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 11

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By ashly_madriz


AUGURIO DE CHISMES: 

Llevo un registro de los restos de mi vida. Hablan mierda, pero me encanta cada vez que me doy cuenta; he probado la sangre y es dulce.


Cuando llegué a mi habitación no pude evitar lanzarme en la cama y soltar un grito de euforia desesperado, estaba tan avergonzada de mí misma que no pude evitar llevarme las almohadas a la cara para contener mis jadeos. Parecía una quinceañera luego de llegar de su primera salida con el chico que le gusta. 

Decían que no existían las segundas primeras veces, pero yo estaba sintiendo la misma emoción y ese revolotear en la boca del estómago de nuevo, tal como la primera vez que nos habíamos besado. Solo había una única diferencia, ya no éramos dos adolescentes torpes y que ahora Aiden parecía ser un besador experto y no un muchacho torpe pasando por el autodescubrimiento.

Divagando entre suspiros sentí una punzada de celos en mi interior. Era obvio que había pasado por muchas bocas luego de la mía, yo misma había sido testigo de ello unas cuantas noches atrás, ¿pero saben qué? No me importaba, porque yo había obtenido todas sus primeras veces. No Stacy, ni Samantha; mucho menos cualquiera de las zorras del escuadrón de animadoras. Había sido yo y siempre iba a ser así.

Aiden me deseaba y eso no iba a cambiar.

Claro que lo hacía. Él no conocía mi lado manipulador, o tal vez si lo hacía y era tan consciente de ello como para hacerme creer que se sorprendía por todas las cosas negativas que salían de mi boca. No hice un muy buen trabajo intentando ocultarle mi vena cruel.

Él era tal vez plenamente consciente de ello y simplemente lo aceptaba porque éramos de la misma forma. Cortados con la misma tijera; dos personas rotas, enfermas y dañadas.

Aún podía sentir el roce de sus labios y la estrechez de su cuerpo contra el mío. En serio, parecía una tonta adolescente porque me estaba dejando sumergir por los recuerdos y las emociones del pasado.

Tenía una cara estúpida que no me la quitaba nadie.

Desgraciadamente yo era demasiado ilusa como para caer en su trampa de nuevo. No solo quería mi vida de vuelta, también lo quería a él conmigo, porque Aiden era la órbita en la que giraba mi mundo. No había conocido una vida en la que no estuviese él, porque incluso, en los primeros recuerdos mi niñez él ya era una presencia constantemente silenciosa en ella.

Nuestro vínculo iba más allá de la dependencia emocional y la razón. Siendo tan solo una niña lo había escogido a él como mi amigo, descartando la posibilidad de alguien más; incluso hoy en día lo haría de nuevo.

No podía darle mi oscuridad a otro hombre, como él nunca encontraría a otra mujer que pudiera amar todos sus pecados e impulsos destructivos, y al día siguiente seguirlo mirando como una persona y no como el monstruo que era.

Desgraciadamente aún me faltaba algo para estar totalmente completa y ese algo era lo más importante, la otra mitad de mi alma.

No me importaba pisar a las personas en el camino si así lograba conseguirlo nuevamente él. Lo había hecho con Stacy y ella se había vengado, aun así, se arrepentiría de su acto infantil de haberse fijado en Aiden.

Esta vez no me iría sin él. Las cosas se serían diferentes, porque su cuerpo me gritaba que me quería de regreso.

La forma en la que había deslizado sus manos sobre mí me había hablado sin que hubiese hecho falta palabras.

Todo iba de acuerdo al plan, ya tenía a Aiden comiendo de mi mano, solo que había una cosa que no estaba en la ecuación y que simplemente no había visto venir.

Nos habían cachado como dos adolescentes calenturientos.

Había planeado una solución para todos los posibles escenarios: primero debía ganarme la confianza de las otras, luego usaría o que consiguiera de ellas a mi favor. No podía atacar su reino tan rápido, meterte con el rey era una declaración abierta de guerra, por lo tanto Samantha y Sidney eran algo así intocables.

En el mundo de las conejitas deportivas, como estas, no importaba si el chico se fijaba en ti primero, no tocabas lo que para ellas era "ajeno" sin tener que pagar el precio. Yo estaba llegando, era la nueva, una pequeña novicia que debía escalar dentro de la pirámide social.

Sí, muy bien podías tener dinero, un lindo auto y ropa de diseñador, pero necesitabas el poder social que te brindaba ser amiga de la reina abeja.

Obviamente Samantha me odiaba, y no me había ganado aún el voto de confianza de Sidney, tal vez le caía bien —o simplemente era demasiado hipócrita y sabía disimularlo— como para que me sonriera cortésmente cada mañana, pero estaba clara de que Sidney no era más que el títere de Samantha.

Solo era la capitana del escuadrón porque era mejor gimnasta de lo que Samantha nunca sería.

Quería gritarle al mundo que Aiden era mío, que siempre lo había sido, pero esa no era forma de actuar si quería controlar al nido de caimanes con uñas postizas. Debía ser más creíble; no podía llegar y simplemente decirles a mis "amigas" que novio no novio y yo habíamos vueltos, porque ciertamente un par de besos no significaban nada.

Aiden era demasiado discreto, demasiado serio y demasiado cerrado como para que simplemente se comieran el cuento. Si yo estuviera en su lugar tampoco lo haría, yo me estaba poniendo en su posición y por un segundo había estado pensando como lo harían ellas.

Aunque tuvieran el cerebro lleno de laca y naftalina eran unas jodidas perras cuando se trataban de los chicos del equipo de fútbol.

Sinceramente, Aiden y yo habíamos comenzado a salir sin darnos cuenta. Ni siquiera sabía que éramos hasta que llegó el momento en el que él mismo lo confirmó; no había hecho falta formalidades o preguntarme si quería salir con él. Las acciones hablaban más que las palabras, así funcionaba la cosa entre nosotros.

Me encargaría de mantener lejos a las todas pequeñas perras, simplemente iba a poner en práctica mis viejos trucos.

Quería desesperadamente que me contactara, preguntarle que había sido de su vida en estos años, qué planes tenía para el futuro y si en ese futuro ahora había un lugar para mí. Y maldición, estaba demasiado tranquila ahora sabiendo que él no había tocado a Stacy. No tenía idea de lo sucedido. Estaba casi segura de ello, aunque aún no podía bajar la guardia solo por haber compartido saliva.

Con las nuevas revelaciones había ganado diez años más de vida.

Era una experta en oler las mentiras en el aire. Él no mentía. No sabía que tan experto se había vuelto en esconder la verdad, pero había sonado demasiado sincero como para ser un hábil y empedernido mentiroso.

No me veía con otra persona en el futuro, por eso no podía soltarlo. Podía confirmar que tenía una pequeña aflicción con el toque ajeno, y de alguna forma estar cerca de Aiden había revivido el sentido de pertenencia que tenía hacia él y de lo bien que se sentía el contacto físico con la persona correcta.

Aparentaría ser su linda y frágil muñeca, podía hacerle creer que tenía el control, puesto a que era lo único por ahora que podía ofrecerle; tal vez eso le daría la tranquilidad que necesitaba al dormir. No tenía idea de que mi mayor sueño era regar el campo de fútbol con la sangre de los presentes.

Aunque intentaba engañar a otros no quería verlo sufrir, quería mantenerlo ajeno de toda la horrible tormenta que se avecinaba. Era mi talón de Aquiles. La única persona que me conocía lo suficientemente bien como para no dañarla y por quien entregaría mi alma si me lo pidieran.

Yo era quien le estaba dando una nueva oportunidad para no deshacerme de él. Tenía esperanzas, estaba ilusionada y quería que nada lo arruinara; que mañana al despertar todo siguiera igual.

Lo salvaría incluso de mí misma si tuviese que hacerlo.

Llámenme loca, pero incluso en ese momento quise imaginar que mis almohadas eran Aiden y no despegarme de ellas. Acaba de morder la manzana prohibida y era increíblemente adictiva. El mejor manjar nunca antes probado.

Soy una ilusa.

Un golpeteo en la puerta me sacó de mi ensoñación. Me congelé por unos instantes, y me imaginé un escenario terrible en el que Katherine hubiese abierto la boca y contando a todos lo que había visto. No me podía dar el lujo que me echaran de la estúpida casa de la fraternidad de animadoras. Esto podría ser potencialmente una súbita echada de patadas

Me levanté de la cama y me di dos cachetadas mentales para reaccionar antes de abrir la puerta. —Aunque creo que no funcionó mucho—. Por el amor de Dios, no quería sentirme como una adolescente hormonal. Solo me faltaba hacer el bailecito ridículo sacado de un musical de Disney en plan Gabriela de High School Musical.

Volvieron a tocar exhalé profundamente, tomando así otro suspiro de valor, para luego girar la perilla revelando en el marco de la puerta a una ofuscada Katherine.

Tenía sobre ella esa vibra de peligro y ganas de asesinar a alguien, sin hablar de las dagas mentales que me estaba clavando con la mirada. Si en ese momento ella hubiese tenido un cuchillo entre las manos seguro que hubiera temido por mi vida, porque parecía querer rebanarme como un rico filete mingón.

Esto se iba a poner feo, amigos.

Me hice a un lado y la dejé pasar, al tiempo en que cerré la puerta con pestillo. Nada de incómodas interrupciones.

Seguido, le hice una seña para que tomara asiento en uno de los muebles en mi habitación, pero su mirada reprobatoria me respondió que no estaba de ánimos para las formalidades de una casi amistad.

Katherine se quedó unos segundos viéndome, casi como si estuviera analizando que era mejor decir para romper el hielo o si lo mejor era comenzar con el furtivo interrogatorio que se avecinaba por venir.

La vi tragar en seco, parecía avergonzada, pero con una bocanada de aire tomó el impulso que necesitaba para que las dos pudiésemos salir de aquel incomodo momento. Fue en ese instante cuando por fin pudo hablar, su voz acompañada de una mirada dura y reprobatoria.

—¿Es en serio? No sé qué pretendes, pero temprano te vi con Félix y luego estabas comiéndole la boca a Aiden Jackson detrás de las gradas —soltó con un semblante serio, y un tono de voz casi chirriante—. Deberías buscar una muerte natural, Kira. No estar subiéndote al regazo del primer jugador de línea uno al que te encuentras en cuanto tienes oportunidad.

En ese momento pensé que no estaba haciendo nada malo, porque así lo era. No le debía nada a nadie ni tenía porque rendirle cuentas. Katherine era una chica demasiado buena, demasiado correcta. Era un grano de maíz en medio de todo el paquete de los de arroz. Seguía las reglas, no las rompía y siempre obedecía sin chistar.

—¿Disculpa? No veo la novedad de que la gente se bese —bufé, mirando las uñas de mis manos con trivialidad.

Mi respuestas vagas la estaban exasperando, pero ¿qué realmente podía decirle?

—Joder, es bastante serio, si te queda alguna neurona luego del peróxido de cabello deberías simplemente parar. —Caminó hacia mí, acercándose. Su semblante fue duro, no pareció intimidarse ante mí ni mucho menos flaquear—. No conoces a Samantha. Solo... para.

Me quede reflexionando sus palabras, sin responderle, pero inevitablemente mi ego siempre iba a terminar ganando a mi razón.

—¿Y tú crees sinceramente que me preocupo por esas cosas? —le inquirí, sin darle importancia a la situación.

Mi gesto pareció disgustarle porque enseguida sus facciones se endurecieron, demostrando que estaba cada vez más furiosa.

—Eres nueva aquí —me recordó, tajante—. Deberías dejar el papel de zorra si no quieres que te coman viva. ¿Acaso eres estúpida o quieres ligarte a todos los chicos del campus? —La alarma roja en mi cabeza comenzó se encendió luego de sus palabras, quise ignorar el comentario de "zorra de calendario" y hacer alusión a otra cosa, pero se me era imposible. 

Me había llamado prácticamente puta y podía jurar que ella no era mejor que yo. No quería ni necesitaba los consejos de alguien que no me conocía en lo más mínimo. Maldición, si alguna otra de las chicas te vio, o las mismas reinas abejas, estarás frita.

»Te lo dije, no mires a sus chicos, por favor. No sé qué te ven todos, pero no estaré ahí para salvarte ese pálido trasero que tienes.

Su preocupación no me sonaba del todo genuina, pero ella no se sabía la historia completa. Aiden no era su chico. Era el mío. Tal vez me estaba diciendo todo esto porque se sentía reflejada en mí misma, y si lo decía era por algo.

—¿Zorra? —le pregunté, con un tono disfrazado de evidente y fingida confusión—. Zorrisíma, cariño. Tan zorra que he estado saliendo con el mismo chico por... ¿seis años?, realmente creo que ya no puedo recordarlo.

»Sí. Acabo de llegar y toda esa mierda, pero, ¿en serio me crees tan regalada como para dejarme toquetear por el primer zorrón caliente que conozco? ¡No me conoces en nada, y tampoco tienes derecho a juzgarme! —le solté con fuerza, porque el animal que llevaba en mi interior se estaba conteniendo en salir a flote—. ¿O será que te estás preocupando por ti misma y tus andadas?

Su mandíbula estuvo a punto de tocar el suelo luego de escucharme, haciendo que sus ojos lucieran tan grandes que parecían estar a punto de explotar en cualquier momento. Tal vez fue porque en ninguno momento esperó mi réplica, si ella quería ofenderme no sabía con quien se estaba metiendo.

Tuve que volver a confirmar mis palabras para que tuviera que entenderlas con claridad, ella me agradaba y quería por primera vez ser sincera con alguien aparte de Aiden.

—He salido con la misma persona por años, Kat. Ni siquiera he besado a otra persona en mi vida, mucho menos follado como intentas insinuar —le confesé, suspirando—. ¿Me viste en el mismo plan como Félix como viste con Aiden?

—¿Qué dijiste? —articuló, con un tono de exigencia total—. ¿Estás de coña? ¿A qué te refieres con que has salido con el mismo chico?

—He salido con Aiden desde que tenía unos quince años. —Me encogí de hombros. Mi tono había salido tan natural al hablar que me di unas palmaditas en la espalda mentalmente por tan buena actuación. Katherine estaba tan muda como sorprendida, por lo que lo tomé como una oportunidad para seguir hablando, así que continué—: No estaba tomando nada ajeno. Realmente solo estaba siendo amable con Félix.

No quería agobiarla, era demasiada información para ella, pero igualmente me vio de golpe, como si acabara de revelarle algo realmente sorprendente. Según su expresión, no había visto venir lo que le dije.

—Aiden Jackson es gay. No me mientas —replicó bajo y con cierta inquietud, alternando la mirada entre mi cara y el suelo.

Aiden no era gay, no entendía qué papel jugaba tener en la universidad aparte del chico guapo. Gay no era, eso lo había comprobado, porque incluso podía recordar como la noche de mi reclutamiento tenía a otra chica puesta contra la pared.

—¿Gay? —agregué con cierta burla.

—Sí. Eso es lo que todos suponíamos porque nunca le vimos tocar a Stacy. A pesar de que ella dijera que tenían algo. Supuse que la usaba de tapadera o algo así —comenzó a decir Katherine, con algo de vergüenza, como si intentara calmar un poco la cosa.

—Lo que tiene Aiden de gay es lo mismo que tiene Samantha de la Virgen María.

La expresión de Katherine era de completo horror y yo emití una risa ahogada, porque era cierto. No le iba a dar detalles, pero podía asegurar mejor que nadie que no había ninguna clase de tarjeta V en el cuerpo de Samantha.

Exhalé profundamente y pasé a sentarme en el borde de la cama, con las piernas completamente cruzadas. De esa forma sería más fácil y cómodo para las dos mirarnos cara a cara, si era que quería seguir con su banal interrogatorio.

—¿Cómo sé que me dices la verdad? —susurró ella, su rostro envuelto con una máscara de inquietud—. Tú fingiste no conocerlo, cuando obviamente se conocían muy bien. ¿Cómo sé que lo que dices es verdad? Puedo decírselo a Samantha y ver qué hará contigo.

—¿Quieres que te cuente los detalles sucios? —Le sonreí con picardía—. ¿Sería lógico llegar diciéndoles que ya me comí a su mariscal de campo antes que todas ustedes? —Mi tono fue aburrido, porque sinceramente no sabía que más decirle para excusarme.

»¿Qué quieres? ¿Ver fotos? Tengo del baile del último año de la secundaria, cuando nos graduamos del preescolar, de la primaria, cuando bailamos en mis dulces dieciséis. Tú eliges, también tengo otras algo más subidas de tono, pero esas no quiero que las veas.

Katherine soltó una exhalación profunda; estaba incomoda, porque obviamente la estaba acorralando en un callejón sin salida, una vez se recompuso me respondió:

—No, no quiero los detalles sucios... mucho menos ver... esas fotos.

—Sé que te mueres por eso... tiene un six pack que para que te cuento.

Le acaba de mentir, no había visto aún su six pack. Bueno, no hoy en día. Pero de seguro estaba buenísimo.

La información efectivamente había volado un poco sus sentidos, porque se dispuso a sentarse en donde le había indicado anteriormente cuando llegó.

—¡¿Y es que jodidamente se conocen de siempre?! —exclamó frenética. Fue como si tenía mucho tiempo intentando contenerse aquello.

—Desde los tres años —defendí en un tono alegre—. Lo vi comerse los mocos y todo. Tampoco era que te quería enseñar las fotos.

—Mierda... te lo comiste antes que todas nosotras. Y yo creyendo sobre tu inocencia, pequeña perra —me acusó con un ademán de burla, haciendo una mueca de asco. Yo le sonreí de vuelta—. Y yo culpándote. Tremendo zorrón el que te gastas.

Inmediatamente se vio más relajada, casi como aliviada por saber que no era una muñeca de plástico que solo esperaba brincar al regazo de cualquier deportista calenturiento, podía controlar muy bien mis hormonas. Una cosa era lo que ellas veían de mí y otra muy diferente es quien era yo en realidad.

Esperé a que continuara con su escrutinio y me dijera que todo lo estaba alucinando, también esperaba por lo menos una disculpa por llamarme zorra de calendario sureño de Kelsen, porque sí, a fin de año nominaban a un grupo de chicas y alguna ganaría ese horrible y misógino título.

—No nos habíamos visto en los últimos tres años, no esperé que se mantuviera célibe. —le confesé, con cierta decepción oculta; porque era cierto, por mucho que me quisiera, tenía otras necesidades en sus partes bajas que suplir y hormonas que descargar—. Tiene veinte años y una reserva inagotable de testosterona. ¿Cuántos hombres célibes conoces?

Los ojos de Katherine brillaron con cierta malicia que no pude pillar al momento.

Para ella era una sorpresa que Stacy le hubiese mentido. Aiden no necesitaba ninguna tapadera, tal vez el no follar porristas era una orden de su tío, o simplemente estaban tan huecas que no eran su tipo; o yo lo había jodido de tal forma como para que no pudiera fijarse en otra nunca más.

Aunque él no era el tipo que le gustaba llamar la atención, siempre había preferido dedicarse a lo suyo, no le importaba hacer vínculos con las personas ni meterse en los asuntos ajenos.

—En serio no sé qué decirte, Kira. Más que, abajo todo mundo estará cabreado hasta los sesos si sale algo de esto —se quejó ella ofuscada, llevándose las manos a la cabeza—. Se supone que eres la nueva, la novicia y todo eso, y ya te comiste al mariscal.

—Eso viene pasando desde los dieciséis. No es novedad —comenté, jugando con mis uñas—. Ellas vienen y suben a Instagram su comida, ¿no puedo presumir yo de lo que me como?

Katherine se quedó en shock durante unos segundos, reflexionando lo que acaba de decirle.

—Pequeña perra, ese hombre te mira como si fueras una jodida y deliciosa ternera a la parmesana, incluso se reía. Nunca había escuchado sus risas —admitió en una exhalación de frustración. Katherine se había dado cuenta que estaba alzando la voz de más, pero enseguida se mostró avergonzada por la muestra de sus emociones y se recompuso en su asiento.

No iba a ir por la vida comentándole mi intimidad a la vecina de pasillo, pero era una información que ella podía usar a mi favor. Mi relación con Aiden no les iba a pasar por la cabeza siquiera, por lo que había aprendido en las últimas semanas él no era ni mujeriego ni fiestero. Y el rumor inventado por Félix dejaba mucho que desear. Que genial, la estrella del equipo de fútbol siendo un retraído social y de paso gay.

—Me vale tres hectárea lo que a las demás les parezca o no. Suficiente tuve en la secundaria con Stacy pegada a nosotros como un chicle.

—¿A qué te refieres con eso? —me interrumpió Katherine con firmeza, sin vuelta alguna.

Enseguida me di cuenta de mi error por lo que acaba de decir, había metido la pata nuevamente y ahora debía confesar algunos secretos para salir de ello.

—Éramos amigas falsas, crecimos los tres en el mismo pueblo. Ya sabes eso de que pueblo chico, infierno grande. Se acercó a mí porque quería acercarse a él pero... no funcionó.

—¿Amigas falsas? —preguntó. Sí, Stacy y yo éramos amigas falsas, eso era cierto, ella se había acercado a mí solo para acercarse a él, lo que se convertiría posteriormente en la premisa de su perdición—. Si le tumbaste el novio a Stacy ya no me preocuparé entonces de que te enrolles con Félix, porque sinceramente ufff tocar al hombre intocable. Mis respetos, amiga. Tienes ovarios.

Cuando era una niña, pensé que tal vez podíamos ser amigas, pero no había sido así, ella quería repetidamente tener a Aiden para ella y me había hecho sentir como una total molestia; al principio me había sentido mal por Stacy, pero Aiden me había escogido a mí, había preferido ser mi amigo en lugar del de ella, y todo eso había estado bien, porque y no compartía.

No quería darle más detalles de la relación de los tres, muchos menos para que pudiese cavar más y sacar conclusiones apresuradas.

Katherine era muy sospechosa, me había sembrado la duda en la mañana, la forma en la que miraba a Félix, la tensión desesperada entre ellos, y esas ganas asfixiantes de tener que alejarlo de mí, eran más que obvias. En el momento en el que sucedieron sus acciones su comportamiento lo había pasado por alto, pero me había hecho acusaciones con respecto a él que no iba a pasar por alto tan fácilmente.

Ella traía algo con ese chico y era demasiada su doble moral para hacerme reclamos solo la hacía aún más sospechosa; actuaba como alguien cuidando de sus intereses.

—Tranquila, estoy tomada. No pienso ir por la vida quitándote tu sándwich. Prefiero la leche sola en lugar del café negro. Nada personal, solo simples gustos.

Se quedó pasmada, observándome atónita; no sabiendo como responder a lo que acaba de decirle. Si lo hubiese analizado más temprano tal vez hubiera disimulado mejor, pero de seguro que sí, la había tomado por sorpresa.

Si ella quería hacer un interrogatorio de nuestra conversación la cosa sería mutua, Katherine también tendría a un poco de la dosis de la caminata de la vergüenza.

—No sé de qué hablas... —titubeó, con un hilo de voz. Se estaba haciendo la confundida, pero su nerviosismo solo la delató aún más

Mis labios se juntaron en una línea delgada, y vociferé una carcajada que retumbó contra mis oídos. No servía ni para mentir.

—Tú viniste aquí con reclamos y luego dijiste que estaba saltando al regazo de otro deportista —objeté, con bastante simpleza—. ¿No es eso sospechoso? Sé que te crees superior a las otras y te la das de inteligente, pero sinceramente no me subestimes. Si yo me estoy follando a Aiden Jackson, por supuesto que tú también te estás follando a Félix, nuestro querido receptor. 

X

¿Qué piensan ahora de Katherine? Pobrecita.

¿Qué piensan de Aiden y Kira?

XOXO; Ashly.

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