Eran las tres de la mañana y Mimi no aparecía por ningún lado. Austin había avisado a la policía de Miami y ya había una patrulla buscando a la anciana, habían revisado las cámaras de seguridad del supermercado para ver en qué dirección se había ido pero no lograron descubrir mucho.
—Tranquilo Austin, ya verás como aparece pronto— dijo con voz dulce su mujer intentando darle fuerzas.
—Señor Moon, hemos encontrado el bolso de su madre. Estaba abandonado en un banco del parque.
El ahora comisario Dunphy se había acercado a ellos. Siempre había tenido simpatía por la pareja desde que le habían dejado tocar la batería en uno de los primeros conciertos de Austin, tras haberles detenido por entrar sin permiso en uno de los sitios donde Trish trabajaba.
—¡¿De verdad?! ¿y ella? ¡Usad el bolso para que un perro siga su rastro! ¡¿Habéis traído perros?! ¿Dónde están?
Las palabras se amontonaban en la boca del preocupado hijo, que intentaba expresar sin éxito todos los pensamientos que recorrían su mente.
—Eso les sirve de pista, ¿no?— preguntó Ally.
—Bueno, sabemos que no ha sufrido un robo porque el dinero y el teléfono siguen dentro, probablemente se lo dejase olvidado y dado que nadie ha robado las pertenencias suponemos que fue hace poco— explicó el comisario —seguiremos buscando por esta zona.
—Muchas gracias señor Dunphy, ¿qué podemos hacer nosotros?
—Lo más sensato es que os vayáis a casa, Austin necesita descansar— dijo en voz baja mirando a Ally —si la encontramos no dudes en que os llamaremos sea la hora que sea.
Ally asintió mientras por el rabillo del ojo veía como su marido se sentaba en el borde de la acera y empezaba a respirar lentamente intentando calmarse.
En momentos como ese su marido no se parecía en nada al joven que un día había sido, el chico lleno de ganas de comerse el mundo y sin miedo al fracaso porque sabía que iba a llegar alto. Ahora mismo tan lleno de miedos y preocupaciones sólo deseaba poder darle la fuerza del joven Austin. Aunque fuera una porción minúscula.
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—Debe ser la séptima vez que pasamos por aquí— suspiró JJ cansado al tiempo que intentaba evitar un bostezo.
—Vete a casa si quieres— gruñó su hermana —hasta que no aparezca la señora Moon yo no pienso descansar.
—No me malinterpretes Trish, es solo que he tenido que madrugar para llevar el coche al taller y ahora estoy que no me tengo en pie.
Trish lanzó un bufido mientras volvía a mirar el Firebird, al que por algún extraño motivo su hermano tenía tanto cariño.
—No se por qué sigues negándote a vender esta chatarra; algún día te va a dejar tirado en medio de la nada y yo no pienso ir a por ti.
—Este coche es una joya— dijo su hermano acariciando la tapicería de cuero —nunca me voy a deshacer de él, por muchos disgustos que me dé.
—A veces nos aferramos a las cosas por costumbre y nos da demasiada pena cambiarlas— murmuró ella.
—Ya...
JJ sabía que si le decía a su hermana que su aventura con Jace no era tan secreta como pensaba se iba a enfadar mucho. Porque Trish era así de pasional, te odiaba un día y al siguiente te quería y eso no iba a cambiar.
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—¿Crees que debíamos haberle dicho a Austin lo de la enfermedad de su madre antes?
Dez lanzó la pregunta al aire, sabiendo que era de esas que nunca nadie podría responder. Su mujer le miró, perforándole con sus brillantes ojos azules tratando de averiguar a donde estaba intentando llegar con esa pregunta.
—¿Qué quieres decir?— preguntó Carrie.
—Si Austin hubiera sabido la situación en la que se encontraba su madre quizás se habría empezado a mentalizar mucho antes, habría empezado un tratamiento más efecto y esta situación se habría evitado— dijo el pelirrojo casi hiperventilando.
—Cálmate cariño, cierra los ojos y inspira y espira hondo— dijo ella mientras ponía la mano en su pecho para marcar la respiración —Austin y Ally estaban en Los Ángeles y lo único que habrías hecho sería preocuparlos.
—Cuando yo fui allí contigo me hubiera gustado que ellos fueran sinceros y me contaran lo que pasaba.
Dez había ido a vivir a la ciudad californiana cuando al padre de Carrie le destinaron allí para trabajar y su novia se tuvo que marchar; así que decidió mudarse allí para salvar su relación.
—No se, simplemente no puedo quitarme esa idea de la cabeza— dijo Dez cuando consiguió calmarse.
—Deja de pensar en cosas malas, la señora Moon va a aparecer y todo se quedará en un susto.
Él asintió y se inclinó hacia delante para darle un beso a su mujer, sabiendo que ese era mejor remedio para sentirse en paz con el mundo que todas las respiraciones imaginables.
En ese momento sonó el teléfono de Carrie, interrumpiendo su pequeño instante de felicidad plena.
—¿No lo coges?
—Es Piper— gruñó ella mientras le mostraba la pantalla donde salía el nombre de su hermana.
—¿Os habéis vuelto a enfadar?
Carrie no respondió pero la mueca que hizo reveló una respuesta afirmativa.
Carrie y Piper eran hermanas pero no podían ser más diferentes, tanto que nadie sabía si pasaban más tiempo enfadadas o reconciliadas.
—Seguro que se ha enfadado con su tercer marido y llama para desahogarse conmigo— explotó tras unos instantes —¿o va ya por el cuarto?
Piper había ido dando tumbos por la vida desde que terminó el instituto, había trabajado como modelo para muchas marcas importantes pero debido a su actitud sus contratos no duraban ni un año. También se había casado cuatro veces y todas sus relaciones habían terminado en cuernos, peleas y promesas incumplidas de no volver a confiar en un hombre nunca más.
Carrie había intentado hablar con ella muchas veces, hacerla reflexionar sobre su futuro; pero su hermana la acusaba de querer hacer el papel de su madre y decía que aún era joven y tenía muchos años por delante para cometer errores y disfrutar de ellos.
Dez rozó la mejilla de su mujer, colocándole detrás de la oreja un mechón de pelo rubio que se había escapado de su siempre perfecta coleta.
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A las ocho de la mañana todos se habían ido a casa, la policía había expandido la búsqueda a los alrededores de la ciudad y habían dicho a los seis amigos que necesitaban descansar si querían seguir.
Austin y Ally se fueron a su casa y desde allí llamaron al padre de este. Mike Moon estaba destrozado, se sentía culpable por haber dejado a Mimi ir a comprar sola pero tenía que mantenerse firme para no asustar a sus nietos, que habían pasado la noche allí.
A las ocho y media el teléfono sonó. Austin, que por mucho que lo había intentado no había conseguido conciliar el sueño se levantó rápidamente y descolgó.
—¿Quién es? […] ¿De verdad? […] ¡Gracias, muchísimas gracias! […] Si, en cinco minutos estoy allí.
—¿Quién era?— preguntó su mujer restregándose los ojos.
—Los nuevos dueños de la tienda de colchones, resulta que mi madre estaba allí— dijo Austin mientras se vestía rápidamente.
—Espera, voy contigo.
—No cariño, tú quédate y descansa— negó él mientras le daba un beso en la frente.
Terminó de ponerse la ropa, bajó corriendo las escaleras y fue directo al coche.
Estaba increíblemente aliviado, su madre había aparecido sana y salva y mientras conducía hacia «El Reino de los Colchones Moon» llamó a su padre con el manos libres del coche para contarle la noticia.
—¡Papá, la hemos encontrado! ¡Estaba en la tienda!
—Gracias Dios mío— murmuró su padre, y Austin notó como se le quebraba la voz.
—Voy de camino, la recojo y la llevo a casa ¿vale?
—De acuerdo hijo.
La espera había terminado, Mimi no había estado ni un día desaparecida pero a su familia y amigos les había parecido una eternidad.
La tienda que había sido de los padres de Austin «El Reino de los Colchones Moon» seguía teniendo la misma función aunque con nuevos propietarios. Cuando los señores Moon se jubilaron y se dieron cuenta de que su hijo no iba a seguir con el negocio familiar temieron tener que cerrarla para siempre.
Por suerte una pareja joven de la zona la había comprado, a Mike y a Mimi les recordaba a ellos cuando empezaron y como les dijeron que pensaban dejarlo todo igual tomaron la decisión de vendérsela. Habían mantenido el mismo nombre, las mismas ofertas y hasta seguían regalando una almohada en forma de pingüino con la compra de una cama de agua.
—¡Mamá!— gritó Austin nada más entrar por la puerta.
Corriendo se abalanzó sobre ella y le dio un abrazo tan intenso que consiguió olvidar todas las preocupaciones que habían rondado su cabeza en las últimas horas.
—Austin hijo, he venido a abrir la tienda, ¿que haces aquí tan pronto?
Al escuchar las palabras de su madre el rubio volvió a cambiar el semblante, Mimi creía que seguía trabajando allí, para ella todos esos últimos años no habían pasado, su mente los había olvidado por completo.
—Tú debes de ser Austin— dijo el nuevo dueño de la tienda mientras salía del almacén —tu madre nos ha hablado mucho de ti.
Austin le tendió la mano y tras un breve apretón le hizo un gesto para que hablasen en privado, donde Mimi no pudiera oirles.
—Llevamos desde ayer por la tarde buscándola, se fue a hacer la compra y no volvió— le contó.
—Mike nos habló de su enfermedad cuando compramos la tienda, tranquilo, se lo que es, mi abuelo también tenía Alzheimer.
—¿Pero cómo ha podido entrar?— preguntó Austin.
—Parece que sigue teniendo una llave, y la verdad es que no cambiamos el código de la alarma— contestó —cuando he llegado esta mañana para abrir estaba aquí limpiando y colocando todo.
Austin no se lo podía creer, ¿cómo era posible que su madre recordase algo tan complicado como el número secreto para desactivar la alarma de seguridad pero no que ya se había jubilado?
—Venga mamá, vámonos a casa.
Austin acompañó a su madre hasta el coche, aliviado de que le estuviera haciendo caso sin poner resistencia. En silencio condujo hasta el domicilio de los señores Moon y allí les esperaban Mike y los niños.
—¡Alex, Ava!— exclamó su abuela —que alegría veros ¿os vais a quedar a comer?
Padre e hijo se miraron y sonrieron, parecía que la presencia de sus nietos traía a Mimi de vuelta al mundo real.
—Venga Austin— dijo ella alegremente —podemos hacer una barbacoa; llama a Ally, tengo ganas de ver a mi preciosa nuera.
Austin lanzó un suspiro de resignación, seguramente “su preciosa nuera” tenía las mismas ganas que él de meterse en la cama y descansar tras una noche larguísima. Pero para contentar a su madre le mandó un mensaje a su mujer «Ya estamos en casa, mi madre quiere hacer una barbacoa. Si no estás muy cansada ven».
Poco después llegó Ally, como la noche anterior habían avisado a Megan de que no iban a poder ir a su reunión de todas las mañanas pudieron pasar un día tranquilo en familia. Mike hizo unas hamburguesas, los niños jugaron en el patio y aunque los primeros signos del otoño empezaban a llegar el universo les regaló un día soleado y tranquilo de esos que deseas que no terminen nunca.
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—Es la quinta vez que Piper te llama hoy.
—Que llame mil veces si quiere, no se lo pienso coger— respondió Carrie enfadada.
Dez intentaba no tocar el tema, pero la insistencia de su cuñada tenía algo que le ponía nervioso. Normalmente llamaba una vez cada muchos meses y luego no volvía a saber más de ella.
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Al día siguiente se reunieron con Megan en la antigua Sonic Boom.
—Me alegro de que tu madre esté bien Austin, no traté mucho con ella pero parece una mujer encantadora— dijo la joven periodista.
—Muchas gracias— contestó él con una sonrisa sincera.
—Y ahora manos a la obra, estoy deseando que me contéis más de Andrew.
¿Qué pensáis de la historia hasta ahora mis amores?