Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 9

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By ashly_madriz

PROPUESTAS FALSAS:

Quiero ser adorada, soy la chica por la que mueres. Te masticaré y luego te escupiré, así que acércate y bésame fuerte, de eso se trata. Voy a explotar tu corazón de chicle.


No supe si realmente Félix acababa de regresar o si ya llevaba el tiempo suficiente escuchando nuestra conversación, como para entender que Aiden y yo no estábamos teniendo exactamente una presentación amistosa. Cuando nos percatamos de su presencia un carraspeo de garganta salió por su parte, llamando así nuestra atención.

El ambiente se tornó asfixiante. Tan asfixiante como si hubiesen succionado todo el oxígeno del lugar.

Aiden simplemente siguió concentrado en lo suyo. Entre su teléfono y la película no había espacio para mí en la ecuación. A él se le daba bien ignorarme, pero aun así no era una persona tan diferente al adolescente escuálido que había sido en el pasado.

Félix volvió a tomar asiento y no parecía nada feliz, más bien lo contrario. Tenía esa mirada vacía y el cuerpo tenso. El silencio era incómodo y tan pesado como para cortarlo con un cuchillo.

Aiden no mostraba ningún rastro de culpa o arrepentimiento, pero aun así él tenía una postura desafiante.

Decidí en el proceso sacar mi teléfono y tomar apuntes de lo que estaba viendo en consecuencia.

Observé como Aiden sacaba uno de sus cuadernos de su mochila y del mismo arrancaba una hoja de papel. Sus ojos fueron directo a los míos, mirándome con un gesto que para otros pudiera resultar inentendible, pero que yo claramente si podía descifrar

Él estaba escribiendo algo dubitativamente, pues cernía la pluma sobre el papel con la mandíbula apretada. ¿Le daría miedo hablarme con otra persona cerca y que pudiesen relacionarnos? Él sí tenía una reputación que cuidar, o tal vez solo tenía miedo de salir herido.

Eso le daría otra razón para odiarme, pero rápidamente pareció arrepentirse, ya que maldijo en voz baja y ocultó el papel de mi alcance.

En ese momento tuve un presentimiento extraño. Era una locura y estaba en el inicio de lo ilegal... aunque no lo suficiente como para pasar el resto de mi vida en prisión. O terminar muerta. Debía sacar los trapos sucios de Aiden y ver realmente cómo era su vida ahora.

Tenía la esperanza de que el tiempo no lo hubiera cambiado para mejor, el bajo mundo era así. Te consumía y te destruía hasta que tocaras fondo.

Estuve el resto de la hora inmersa en mis pensamientos, hasta que la luz de auditorio se encendió, indicando que tanto la clase como la película habían terminado.

Exactamente dos segundos después de que tocó la campana, se puso de pie. Intenté decir algo medianamente coherente para llamar su atención, pero huyó tan rápido como le permitieron sus largas piernas.

Lo maldije mentalmente, porque estaba a punto de explotar. No soportaba su actitud entre desafiante e indiferente.

Solo escuchaba la rabia en mi sistema. Lo único que sentía por parte de Aiden era eso. No era nada nuevo. La rabia quemaba su interior... y el mío. Desde el comienzo la ira y el desprecio se intensificaron de manera constante, hasta que consumieron todo. Mis sentimientos eran destructivos, ya que por un lado quería llamar desesperadamente su atención, pero por el otro quería echarme a llorar sobre su hombro.

Solo quería irme tras él, pero no lo haría. Me iría por mi lado con la cabeza en alto. Solo había una persona que podía herirme de una única forma. Aiden sabía que su rechazo se sentía como un corte directo a la yugular.

—¿Estás bien? —Escuché que me preguntaron.

Levanté la cabeza del suelo, en donde estaba tirado mi bolso, para encontrarme con Félix mirándome fijamente con el ceño fruncido.

—¿Por qué no lo estaría? —murmuré vagamente, no queriendo entablar nuevamente una conversación con él.

Me analizó por un minuto, estudiando si había algo mal conmigo. Por su expresión, no había logrado percibir nada.

—¿Estuviste hablando con él? —preguntó, su tono de voz fue tenso. Volví a asentir y él continuó hablando—. Lo siento por irme y dejarte sola. Él por lo regular suele ser un poco... selectivo para hablarle a las personas. No te lo tomes a mal. No es personal, es buena gente, solo no suele socializar con los extraños. No te esfuerces mucho, no creo que seas su tipo, cielito.

Félix era un baboso de primera y yo odiaba a los tipos como él.

Aiden estuvo ahí para mí de muchas maneras. Nunca preguntó qué pasaba en mi casa o conmigo, pero lo supo. Siempre pareció saber cuándo algo andaba mal en vida.

El también me mantuvo ocupada siempre que quería salir. Éramos un gran desastre adolescente. Pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo en el pasado juntos; era estar hablando, follando o haciendo cosas de adolescentes, pero aun así siempre se aseguraba de ir y obligarme a que hiciera esas cosas que él llamaba "responsabilidades".

Incluso me enseñó a conducir. Me enseñó las cosas que mi madre y padre deberían haberme mostrado antes que ninguna otra persona. Me había protegido y cuidado del mundo.

—Solo quise presentarme —mentí, mirando hacia la pantalla. Porque no voy a decirle a un hombre que quiere meterse en mis bragas que amaba a Aiden con la misma intensidad con la que lo odiaba, o eso suponía.

No respondió al instante, en cambio recogimos nuestras cosas y salimos hacia el pasillo.

—Entonces, ¿crees que Aiden es genial? No lo sé, es guapo —me preguntó en medio del camino.

—Algo me dice que mejor no deberías saberlo —le respondí, bajando la voz incluso más que antes, no queriendo que supiera realmente a que me refería cuando estaba hablando de él—. A algunos chicos no les gusta que los comparen. Si esperas que te halague, no haré eso.

Félix exhaló profundo, alzando sus palmas al aire en señal de rendición. No iba a ir de cotilla con él.

—Aiden parecer tener algún tipo de trastorno de personalidad múltiple que es mucho peor que ser bipolar. En la cancha se vuelve Rambo en dos segundos, pero apuesto mis dos piernas a que es gay —aseguró Félix, soltando una risa.

Al instante no pude evitar reírme con él. Definitivamente no quería que escucharan nuestra conversación.

Y yo le apostaba de mi ovario izquierdo asegundándole que gay no era. Para nada.

—Que desperdicio de hombre. —Suspiré con falsa resignación—. Los más guapos siempre terminando siendo gays.

Bajé la mirada hasta el suelo, deteniéndome de caminar por un segundo. Estaba aguantándome las carcajadas. Quería explotar de risa en su cara, pero me contuve; ya me había burlado lo suficiente de este pobre chico.

Pero eso no pareció importarle, porque en lo que notó mi descuido se fue acercando, envolviendo uno de sus brazos alrededor de mis hombros.

Que reverendo fastidio...

—Tú lo ves con esa imagen de chico guapo de al lado. El sexy mariscal. Pero lo cierto es que le van las pollas. Siempre está con las chicas, pero nunca las toca demasiado; también es asquerosamente caballeroso. Preciosa, si estás mirándolo te aseguro que ahí no es —dijo con una seguridad casi solemne, incluso me lo imaginé llevándose la mano al pecho para hablar por su honor—. Aparte, mírame. No creo que Aiden sea material para competir conmigo. Él es un buen chico que le gustan los chicos.

—Y a mí también me gustan los chicos... pero malos —por mi respuesta su expresión se volvió platónica.

Lo que tenía Aiden Jackson de chico bueno lo tenía también de virgen.

Félix señaló su torso y yo enarqué una ceja en respuesta. ¿Y éste era que se creía Henry Cavill? Hashtag el nuevo Henry Cavill o cualquiera de esas mierdas, porque estaba harta de él.

—Bien. ¿Entonces eres lo mejor que Kelsen tiene para ofrecer? —lo halagué, con un resoplido casi absurdo. A los hombres de su tipo les gustaba ser el centro de atención.

—Sip, justo en el blanco.

Él seguro estaba pensando que sus bromas eran graciosas, por lo que le regalé una sonrisa sutil que posteriormente me devolvió. El imbécil creía que se la estaba comiendo.

Y fue por eso vi la oportunidad de preguntarle otra cosa y desviar el tema de Aiden.

—¿Y tú cómo estás? Con Sidney me refiero. Te fuiste de la nada cuando te llamó.

—Estamos bien... supongo. —Enseguida noté que Félix dudó al hablar. No lograba distinguir si quería seguir con el juego del estira y afloja o si solo fingía estar triste.

No podía lidiar con su coqueteo.

—¿Entonces problemas en el paraíso? Se supone que te acaba de llamar. —Estaba intentando usar mis encantos y simpatía para lograr su situación—. Es mi capitana y toda la cosa, pero soy neutral. No conozco a nadie aquí aún como para considerarla mi amiga.

—No lo sé realmente. Ella es toda demandante la mayoría del tiempo.

—Pero tú tampoco colaboras mucho, corazón —le cuestioné, sacudiendo la cabeza, porque en realidad el buscaba ligar con todo lo que se movía.

Quería que pudiera entender que me estaba refiriendo a su coqueteo de hace un rato. Obviamente, él no era un santo y yo tampoco.

En ese momento, me pregunté qué sería ese algo o alguien que había logrado enfriar relación. Para Félix era conveniente estar con Sidney, ya que ella le soltaba unos cuantos dólares al mes sin chistarle nada. Pero mirándolo desde otra perfectiva, detrás de toda esa fachada de reina abeja, a la pequeña Sid faltaba amor propio.

Muy por el contrario, Félix parecía tener un ego del tamaño de Rusia, creyéndose la última Coca-Cola del desierto.

Le di mi mirada más reprobatoria, puesto a que no me gustaba el giro de la conversación.

—¿Qué tan divertido sería si Sidney supiera que te gustan los juegos perversos? —le recalqué con severidad. Mi tono serio lo hizo estremecer.

Quería que dejáramos de caminar de una buena vez y cada quien tomara su camino, pero era como una mala gripe, por más medicina que le dieras no se iba.

Si pensaba que iba a follar hoy, no sería conmigo.

—Yo no empezaría por ahí, corazón —me respondió, con una sonrisa de superioridad que indicaba que él sabía que tenía razón.

—No me interesa realmente agradarle a ella. Es mi capitana y toda la cosa, pero yo solo estoy en el escuadrón porque quiero, así que podemos seguir en lo nuestro si quieres. Lo que no sabes no te hace daño, ¿no?

Al instante se sorprendió por mis palabras. Era más que obvio que se iba a mostrar interesado en lo que yo le decía.

Era una idea ridícula, pero me quitaba la molestia. Félix no era un chico serio y siempre tenía esa actitud entusiasta.

Una risa ensordecedora brotó por su garganta, y me relajé por ello.

—Eso depende de si me atraes lo suficiente, y estoy seguro de que lo haces, no podría negarme a mí mismo un poco de los cuerpos deliciosos del campus. Eres muy afortunada de tener mi atención, preciosa.

Mierda, quería golpearlo, pero hice todo lo posible por no hacerlo. ya que era un imbécil total y no valía la pena. Y obvio, yo era otra chica rubia hueca a quien creía una víctima fácil. Una patada en las bolas y estaría nocaut.

—Estás de suerte porque, francamente, no me haces sentir el más mínimo remordimiento por tu novia —murmuré con malicia, cruzándome de brazos. Cielos, era esa la verdad, solo que nadie causaba a mi interior lo que Aiden hacía. De inmediato entendí su indirecta muy directa, él iba al grano y no sólo se insinuaba. Tenía determinación—. Honestamente, no sé qué es lo que esperas de mí. Se supone que Sidney y tú deben ser la pareja estrella del campus. El cliché del jugador y la porrista. Dos cosas buenas.

No podía dejar que me pusiera en evidencia.

—Bueno, por más agradable que sea estar con ella, ambos tenemos nuestras aventuras. Aunque ella nunca lo exponga, sé que es así. A veces hay que ponerle un poco de picante al asunto para que las cosas no se vuelvan monótonas —soltó Félix, con un suspiro ahogado mientras arrugaba la nariz con fastidio.

Estábamos tan cerca el uno del otro que agarró mi barbilla y levantó mi cabeza para que tuviese que mirarlo a los ojos.

—¿No te interesaría una caliente aventura pasajera? —me surgió, con su tono de voz lleno de promesas.

—¿Ah? —jadeé confundida—. ¿Y quién te dijo que yo estaba interesada? Si nos acabamos de conocer ayer. ¿Vas por la vida siendo infiel? Que puto asco.

De un manotazo logré liberarme de su toque, si hubiese estado un poco más descuentas, sinceramente hubiese sido más grosera. Luego lo encaré alzando una ceja.

—No sé cuál es tu tipo, pero hace rato parecías interesada. Pensé que podríamos ir a comer algo y tal vez enseñarte el lugar.

Solté una carcajada profunda y sonora que despertó la atención de algunos de los estudiantes en el pasillo, luego de eso le hablé, incluso mi acento local sonando aún más pesado de lo normal.

—Crecí en la zona, imbécil, no soy nueva aquí. ¿Qué podrías enseñarme con tu? Déjame pensar... ¿Modismos citadinos?

—Un arte como el que nunca viste —me respondió, sonándose los dedos de las manos.

—Me gusto el producto que huele menos a zorrón masculino. —Sonreí divertida.

—¿Qué acabas de decir? —Pareció sorprendido, porque luego se aclaró la garganta tan rápido que casi pareció tropezarse con las palabras que habían deslizado por su lengua.

Intenté pensar una respuesta rápida que pudiera herir un poco su susceptibilidad, pero como siempre... los hombres son demasiado predecible.

—Que me gustan un poco más grandes.

—¿Te refieres a esto?—Señaló en dirección a su ingle, yo me encogí de hombros—. Más grande siempre es una especie de mejor.

Me mordí el labio para detener mi risa ahogada.

—Más grandes de cerebro, maldito estúpido —evidentemente mis palabras le habían sonado a una ofensa, ya que su expresión cambio a una mezcla entre enojo y confusión.

Súper patético.

—¿Así que lo que estás diciendo es que más grande no es más que una especie de mejor en mi caso? —inquirió, enarcando una ceja—. Eres una...

Esperé a que terminara su oración o siguiera adelante con seguramente un par de insultos, pero en cambio trazó mi labio inferior con su pulgar. Sus dedos se sintieron calientes y húmedos al tacto, inclusive incómodamente ásperos.

En el acto, me estremecí al contacto de su piel contra la mía e inhalé una respiración casi asmática, solo que esta vez no me congelé porque mis reflejos actuaron enseguida para sacudir su mano de mi rostro.

No amigo, no era tu día para con las chicas... por lo menos no conmigo.

Rápidamente desvíe la mirada de Félix, para separarme de él alrededor de un metro, haciendo notorio el espacio personal entre nosotros. Ese día los Dioses me salvaron por segunda vez, ya que en ese preciso instante la cabeza flameante de Katherine apareció en el congestionado pasillo.

Ella me miró irritada, pero en segundo el gesto desapareció de su rostro, cambiando el este por una leve sonrisa.

—Te compré esto —dijo sosteniendo dos vasos de colores y lanzando a Félix una mirada veloz y asesina—. ¿No te parece que hace bastante calor? Ahora estamos a cuarenta grados, pero siempre hace falta algo de café cuando tienes historia por la mañana. Vi que ya habías terminado.

Su tono arisco hizo que Félix desapareciera sin darnos cuenta, y menos mal porque mi amabilidad con él ya se había agotado minutos antes. Las palabras de Kate de: «hace calor», eran un claro indicio de que el chico no era bienvenido para estar entre nosotras.

—Gracias —le dije, tomando uno de los dos vasos humeantes que extendió hacia mí.

Solo quería que él se fuera. Me gustaba jugar, pero bajo mis propias reglas.

Entre Katherine y yo pareció instalarse un silencio interminable, a pesar de que no nos conocíamos lo suficiente, era la única de las animadoras de la casa con la que me sentía cómoda para hablar.

—¿Y qué tal tu primera clase de historia? —hablé yo. Ésta se acercó a mí tirándome del abrazo para rodearlo.

—Aún no tomo esa clase, tal vez lo haga el semestre que viene.

Ella me estaba arrastrando por el pasillo sin contemplaciones, tenía esa vibra eufórica.

—¿A dónde iremos? —Le sonreí alegremente.

—A la cafetería. Toda una jungla de cemento, amiga.

—Entonces cierra la puerta, habrán muchos monos —me burlé.

Les contaré un secreto, cuanto más grande me volvía, menos quería hablar con la gente. Los chicos de mi edad, no tenía exactamente un gusto por ellos.

Ella se rió fuerte y no pude evitar unirme. Cuando llegamos a la cafetería, era un lugar amplio y parecía que todos comían sus almuerzos mientras yo cuidadosamente los miraba en las mesas como unos robots. Este lado de la universidad, de hecho, estaba bastante diverso. Tenías unas cuantas mesas llenas de atletas, consistiendo de una mesa completa para el equipo de fútbol americano y el resto siendo una mezcla de béisbol, softbol, baloncesto y otros deportes.

Esto dejaba solo unos pocos asientos para los estudiantes normales.

Se suponía que mi mesa era la de las porristas.

Sidney y Samantha eran, por supuesto, la cabeza de aquel espacio. La mesa junto a la nuestra consistía en los asquerosamente ricos, luego al frente estaba el equipo de fútbol. Todos eran chicos, y extrañamente Félix era el centro de atención y no Aiden como había supuesto.

Los sucesos de hace un rato habían construido tensión dentro de mí. Necesitaba sacarla. Tomé asiento en el único lugar que quedaba libre, esa de seguro era la silla en la que solía sentarse Stacy.

Toda la mesa tenía un ambiente moderno y exclusivo, incluso tenía su propia vista con un ventanal alto al campus de la universidad. En el medio de esta había un bowl gigante de ensalada. Mi estómago gruñó, pero lo dejé pasar, no me apetecía comer ensalada, no era un conejo. Tenía una buena genética heredada, en realidad no estaba tan estereotipada como mis compañeras para solo comer ensalada de lechuga veinticuatro siete.

—¡Oh! Por fin llegaron Kira y Kate. Realmente no quería empezar la escuela de nuevo, pero supongo que la temporada de juego sí. —Samantha alzó la cabeza y nos dedicó una mirada reprobatoria

No parecía tan simpática hoy. Cuando salí en la mañana de la casa, todas aún estaban durmiendo. Por lo visto, eran más impuntuales de lo que yo lo era.

—No te preocupes, Kira. Este podría ser tu último y primer almuerzo con ellas, de hecho no recuerdo cuándo fue la última vez que comimos todas juntas en una misma mesa —dijo Kate, intentando dar luz a la situación.

No puede seguir prestándole atención a Katherine, porque el alboroto de nuestra capitana se hizo presente.

—Nos hemos ido un par de meses, Sam, no tres años —replicó Sidney, con un tono cursi.

—Oye, un montón de cosas buenas pueden suceder en solo dos meses. Algunas incluso llegaron con narices y tetas nuevas. —Ambas se rieron ante eso, cuando Samantha se tocó vulgarmente el busto. Tan jodidamente básicas.

Luego de eso prosiguieron a comer, pero Sidney por el contrario solo pareció masticar y devolver cada bocado que se introducía a la boca.

Era totalmente repulsivo.

—Oh mierda, siento que he vuelto a la secundaria —murmuré en un tono lo suficientemente bajo como para que solo Kate me escuchara.

Ésta suspiró encogiéndose de hombros.

—Tranquila, son unas brujas por elección.

El tiempo pasó lento e incluso pude ver como las mesas se vaciaban. Dejé escapar un largo suspiro y luego me dediqué a darle un largo trago a mi café y comer dos de mis barras energéticas. Sabían como la gloria, con un toque acaramelado. Podía escuchar a Samantha y a Sidney divagando tonterías a mi lado, pero estaba tan inmersa en mi bebida que no les presté atención.

No tenía la experiencia integrándome a ese tipo de conversaciones tan en rollo abeja reina.

No creerán ustedes que ellas solo hablaban de la última colección del maquillaje Jeffree Star mientras simulaban comer. Ellas parecían destruir a todo aquel que veían, incluso entre ellas. Por muy curioso que pareciera, era perturbadoramente desagradable de ver como masticaban sin tragar y luego devolvían el bocado verde triturado.

Observé a Katherine, ella se veía muy concentrada masticando. Luego, observé el bulto de la ensalada bajar por su garganta y me recompuse en mi asiento en alivio.

¿Por qué rayos lo hacían? La mayoría parecía tener algún tipo trastorno alimenticio. La imagen me daba un repelús increíble.

Me fijé en cada una y como se sacaban la comida de la boca cuando creían que nadie las veía, pero de hecho, todos se daban cuenta.

—¿Puedo preguntarte algo? —articulé. Katherine me miró y asintió con la cabeza—. ¿Por qué hacen eso? —Señalé a sus platos.

—Están mal de la cabeza, creen que así entraran en sus uniformes... Aunque Samantha, para serte sincera parece tener problemas de bulimia —expresó con indiferencia y un fastidio casi inhumano.

Era obvio que estaban mal de la cabeza, pero jodidamente no era normal hacer esas cosas, incluso ella podía darse cuenta.

Todas las chicas parecieron irse una a una por su cuenta a los pocos minutos, no me hablaban, no decían nada. Ni siquiera podían tener una actitud cortés conmigo. Era extraoficialmente un cero a la izquierda. Todas emanaban esa superioridad y dominio. Solo me veían como una hormiga obrera en la colonia.

Cuando todas se fueron, me quedé sola con Katherine, pero antes de que me diera cuenta esta también se había ido sin despedirse. Era mejor así, más en confianza.

Ella no era exactamente la chica más popular y podía entenderlo. Si, era una porrista, pero no parecía la más rica, ni tampoco era la más guapa, y por supuesto, le faltaban unos cuantos kilos menos de cerebro para ser una perra total como las otras.

También tenía algo raro. No era normal, esa extraña apatía por Sidney y Samantha, más todo ese rollo con Félix eran la premisa clara de que algo no andaba bien entre ellos. Había gato encerrado y yo, por supuesto, lo descubriría.

X

Todos esconden algo, quiero ver sus teorías. Voten, comenten y denme mucho amor. ¿Qué piensan de Félix y Katherine?

Les tengo una sorpresa, por cierto. ¿Qué creen que sea?

XOXO; Ashly. 

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