Outlawed - jjk, knj

By DearWeirdMaria

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Los límites de la legalidad están bien marcados. ¿Robar? Delito. ¿Matar? Delito. ¿Exceso de velocidad? Delito... More

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Nota: Mousetrap
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By DearWeirdMaria

[Jungkook]

Rino está tumbada en mi cama, desnuda, con su pelo negro extendiéndose por mis sábanas blancas, las piernas abiertas... y mi boca en su coño. Como la reina que es. Mi reina.

Sus dedos están en mi pelo, y cuando doy una lamida lenta y profunda (porque sé que le encantan) desde su vagina hasta su clítoris, tira un poco de mis hebras y noto sus piernas tensarse y temblar, todo a la vez. El gemido que suelta llega directo a mi polla, pero intento ignorarla y centrarme en mi plato favorito, dedicándole especial atención a su clítoris. Lo muevo con mi lengua, poso mis labios y lo rozo con mis dientes. No lo he hecho antes porque sé que eso la deja a puntito, y quería alargarlo todo lo posible. Y no me equivoco, porque en cuanto los siente, suelta un lamento y me tira más del pelo, así que gruño.

—K-kamikaze... —me llama, por lo que no tiene que estar muy cerca del orgasmo si no se le olvida el mote. Y mi propósito hoy es que me llame por mi nombre muuuchas veces.

Por eso, sin necesidad de que me diga nada, succiono su clítoris a la vez que meto un dedo en su vagina. Está bastante tensa ya, así que está cerca. Palpo sus paredes mientras sigo dedicándole atenciones con mi boca al punto que más la hace chillar y, cuando meto el segundo dedo y vuelvo a succionar, el grito le sale ahogado. Intento mirarla alzando los ojos, pero por mi posición y la suya (tiene la espalda curvada y la cabeza hacia atrás), solo puedo verle las tetas. Están brillantes porque las he llenado de mi saliva hace unos minutos. Sí, así es como hemos empezado la ronda en mi casa: comiéndonos la boca de la forma más salvaje hasta que, al entrar en mi habitación medio tambaleando, le he quitado toda la ropa como he podido y he empezado a cubrirla por todas partes. Primero su cuello, luego sus tetas... Joder, ahí me he perdido un poco, la verdad, pero Rino gemía muy alto y me apretaba mucho contra ellas. Encima, no dejaba de mover sus caderas sobre mi paquete, y esa es la causa de que ahora mi polla me esté dando unos cuantos problemitas. También fue la causa, en su momento, de que la tumbase y bajase mi boca hasta su coño. Le encanta que le haga un buen oral y yo no puedo resistirme a dárselo. No cuando parece tan ansiosa. No me lo ha dicho directamente, pero por cómo estaba el otro día, creo que le ha cogido al fin el gusto al sexo y que necesitaba un buen chute. Yo también, claro, porque llevo toda la semana pajeándome con su imagen en el cerebro para no volverme loco, pero me extraña que ella se haya puesto un solo dedo encima. Y joder, cómo me gustaría ver eso...

«Venga, Jungkook, al lío: haz que se corra otra vez y luego... te corres en sus tetas». Mi polla está emocionadísima por la nueva idea que se me ha ocurrido, y a mí ahora mismo mi imaginación me está dando un montón de razones por las que tengo que hacer que se corra ya de ya. La primera de ellas es, siempre, lo bien que me siento después de darle un orgasmo. Es que me encanta, porque antes tardaba un huevo, pero ahora cada vez le cuesta menos, y así pues me siento menos pringado y más ganador. Por eso, cuando curvo los dedos (tres, ahora tengo tres) un poquito dentro de ella y sujeto su clítoris con mis dientes... lo consigo. Intenta ahogarme con sus piernas cuando estalla, pero se lo impido como buenamente puedo y sigo acariciando con mi lengua toda la zona. Y sí, ha dicho mi nombre otra vez, así que doble victoria. Triple cuando me incorporo y veo su cara. Joder, es que está guapísima así: toda despeinada, sudada, con los ojos cerrados y el pecho subiendo y bajando con rapidez. Sus labios se abren para que el aire le llegue mejor y, cuando su cuerpo se entera de que no va a morir todavía, se ríe.

—Buah —susurra con su voz un poco ronca. Sus manos abandonan mi pelo y se van a su pecho. Creo que está notando como su corazón está al borde del infarto, y aunque me encanta verla así, me gusta más que sea debajo de mí, así que repto por su cuerpo, entre sus piernas, y me apoyo con mis manos a los lados de su cabeza antes de darle un beso. Por suerte, Rino nunca me ha dicho nada de que le da asco que la bese después de comérselo, así que me sigue muuuy perezosamente. Hasta así me pone, así que no me queda otra que presionar mi bulto contra su coño, y Rino abre los labios al sentirlo.

—¿Bien, novia?

—Genial... —murmura volviendo a reírse—. Pero dame... unos minutitos...

—¿Quieres seguir? —pregunto contra su oído. Una pregunta que no tiene mucho sentido, porque al lamerle la oreja en ese mismo momento está más que claro que quiero que me diga que sí, y estoy poniendo todo de mi parte para que me dé la razón.

—En unos minutitos... ¿Aguantas?

—Horas, Rino, aguanto horas.

—Mentiroso... —dice, y yo vuelvo a besarla. Solo un pico ahí. Luego otro en su barbilla. Bueno, lleva razón, creo que no voy a poder aguantar ni cinco minutos si sigo tan cerca de ella, pero es que no quiero alejarme, así que tenemos un problema.

—Vale, sí, es mentira —confieso, y ella vuelve a reírse—. No aguanto más, Rino. ¿Me dejas correrme en tus tetas?

—¿Te pone?

—Pues claro que me pone... Está en mi lista de fantasías sexuales que quiero hacer con mi novia.

—¿Que te la chupe también está en la lista?

Cuando lo pregunta, abre los ojos. Y yo, que estoy alejado de su cara lo suficiente como para verlo, me quedo en un estado de anticipación, excitación y nervios. Que en realidad es un poco lo mismo: quedarme congelado.

—S-sí.

Joder, si parezco un puto adolescente, nervioso y todo por si me dice que lo va a hacer. «Por favor, por favor, por favor...».

—Si aguantas un poco... lo hago.

—¿Sí? —La voz me sale aguda de cojones por lo que me ha emocionado escucharlo, y a ella le hace gracia porque se ríe y lleva sus manos de nuevo a mi pelo para apartármelo de la cara.

—Lo intento —matiza—. No tengo ni puta idea. Lo sabes, ¿no?

—Eso es lo que más me pone de todo, Rino...

—¿Que no sepa?

—Claro —admito, y giro la cabeza para dar otro pico en la palma de su mano—. Porque pones esa mirada de concentración, y encima preguntas tanto si lo haces bien... Joder... y sí que sabes, dices que no, pero tienes que saber si me vuelves así de loco.

—No te generes expectativas, kamikaze. Lo mismo no se me da bien.

—A ti se te da todo bien —digo, y sí, vuelvo a besarla. Pero ella se aparta rápido.

—¿Estás haciéndome la pelota para que lo haga ya?

—¿Puede? —pregunto, aunque es mentira: no se lo he dicho con esa intención. Pero gano, porque parece que funciona.

—Vale pues ya. Lo hago ya.

—¿Para que me calle o porque ya te has recuperado?

—Las dos.

Me encanta. Que no tenga filtro, que me suelte lo agradable y lo incómodo. Todo. Y ahora es el doble de mejor que antes, porque puedo decírmelo libremente porque no tengo ninguna necesidad de ocultar a nadie que estoy loco por Rino.

—¿Cómo quieres chupármela, novia? —le pregunto, y ella pone los ojos en blanco por el nombre—. Puedo ponerme de pie y que me la chupes sentada, me puedo tumbar o... guau, se me ha ocurrido una idea magnífica: sesenta y nueve.

—¿Y eso es?

Está un poco roja, como cada vez que no tiene ni idea de algo sexual, pero es que hasta eso me flipa de ella.

—Me la chupas... mientras te lo como. Ganamos los dos.

Se lo piensa, sé que lo hace porque lo veo en su cara, que estudia la mía, pero al final niega.

—Si lo haces, me desconcentro. Solo te la chupo.

—Vale —digo emocionadísimo—. ¿Cómo prefieres entonces?

—¿Cómo va a ser mejor?

Mi mente, con su pregunta, no piensa realmente en qué va a ser mejor para ella, sino en lo que prefiere mi polla. Me imagino tumbado, con mis manos en su cabeza guiándola para que... No, así a lo mejor le es más complicado.

—De pie —respondo y, aunque no quiero despegarme de ella, lo hago. Le doy un último pico y, de un salto, me incorporo en la cama y voy reptando hasta plantarme a los pies de esta. Rino me ha quitado casi toda la ropa al entrar, así que solo tengo los calzoncillos puestos y no tardo ni dos segundos en quitármelos para dejar mi pene completamente libre. Está hirviendo, y aunque no hace frío en la habitación, sí que noto el contraste al estar al fin al aire. Estoy demasiado sensible. Lo compruebo cuando paso mi índice por la punta y veo que he empezado a soltar un poco de presemen. «¿Tan a punto estaba?». Parece que sí, y no me ayuda mucho ver que Rino viene a gatas hasta el borde de la cama y se sienta. Sigue desnuda, y me gusta tanto verla así que me da una descarga de placer y ni siquiera me estoy tocando.

Es un peligro.

—Vale, ¿qué hago? —pregunta, mirando mi polla fijamente como si no la hubiese visto nunca. La cara de concentración no, que me corro ya.

—¿Te acuerdas de lo que has hecho antes con... mis dedos? —pregunto, y ella asiente—. Puedes empezar con la lengua y, cuando estés preparada, metértela. No creo que te entre entera...

—Flipado —me interrumpe, y ahora me mira a la cara, menos mal.

—No es porque la tenga gigantesca, Rino. ¿La tengo?

—Normalita —responde.

—Auch.

No puedo negar que me duele un poco lo que acaba de decir, porque si antes la única polla que había visto era la mía... «No pienses en el escritor, Jungkook. La tienes delante y te la va a chupar, piensa en eso».

—¿Qué hago si me entra entera?

—Joder... Si te entra entera, me caso contigo.

—No quiero casarme.

—Rino, es un decir —matizo. Aunque... a mí me gustaría casarme con ella, cada día lo tengo más claro—. Con lo que te entre, haz lo que has hecho antes con mis dedos: métela y sácala mientras lames con la lengua. Intenta esconder los dientes, ¿vale?

—¿No te gusta? —pregunta extrañada, aunque me imagino que es porque a ella le pone demasiado que los roce por cualquier parte de su cuerpo.

—Te dejo morderme en cualquier parte del cuerpo... menos ahí —respondo, y ella asiente—. Si me gusta lo que haces, lo vas a saber, Rino.

—Eso es si puedes hablar...

—Pues empieza, guapa. A ver si me dejas sin palabras.

Debería haber pensado que esa sonrisa iba a conseguir su propósito. Porque no sé si es que ella sabe más de lo que dice o que yo a estas alturas soy el horno de una locomotora a plena potencia, pero, en cuanto da un lametón a mi punta, no puedo retener un gemido. Joder...

Llevo mis manos, de forma completamente inconsciente, a la parte posterior de su cabeza. Pero no las muevo ni la presiono, por más ganas que tenga de follarle la boca. «Ni siquiera sabes si le mola eso, deja que inspeccione a su gusto». Y vaya si lo hace. Al principio, Rino solo se atreve a repartir lametones por toda mi extensión. Desde la base a la punta, luego de la punta a la base, luego recorre mis venas, hace círculos en mi glande... Joder, si es que me deja la polla brillante de lo mucho que la lame, y aunque no me quejo, empiezo a estar un poco desesperado porque se la meta de una vez. Creo que mis caderas me delatan, porque doy un espasmo hacia delante y no le doy en la cara porque justo la echa hacia atrás para mirarme.

—¿No lo hago bien?

Joder, Rino, esas cosas no se preguntan...

—De puta madre si quieres volverme loco por la anticipación —respondo muy deprisa—. Métetela ya, por favor.

—¿Por favor?

—Porfa —acorto, y eso le debe de gustar o de darle una pista de lo desesperado que estoy, porque me hace caso y empieza a metérsela—. R-rino... los dientes, los dientes... Ahí, mucho mejor...

Cuando consigue taparlos con sus labios, me relajo y me pongo más cachondo a partes iguales. Porque avanza despacio y hace una ligera presión que joder, está bastante bien para ser la primera vez que se mete una polla en la boca. Y sé por qué se lo está tomando con tanta calma: quiere demostrarme que puede metérsela entera. Pero para eso tendría que tocar su garganta como mínimo, y no quiero que le dé una arcada. Aunque parece perfectamente consciente de que eso es lo que puede pasar, porque para cuando lleva poco más de la mitad le queda todavía un cacho, y lo comprueba llevando sus dedos hasta la zona de mi polla que no toca. Y cuando lo confirma... se separa.

—No me entra.

—Ya te lo he dicho... No lo fuerces hasta la garganta, que te pueden dar arcadas —la aviso—. Pero, joder, métetela ya y apáñate con lo que puedas, Rino. ¿Sí?

—Vale... voy —responde decidida, y vuelve a repetir lo mismo.

—Haz presión con tus labios.... joder, así, así... Aguanto incluso un poco... ah... —Cierro los ojos y aprieto su pelo entre mis dedos al sentir la presión perfecta en mi polla según va avanzando. No voy a durar una mierda, por si me quedaban dudas. Y parece que tampoco tengo intención de soportarlo mucho, porque encima le doy trucos—. De delante a atrás, Rino... manteniendo la... joder... la presión... así... Puedes... puedes también... Joder, para un momento y sigues—. Me hace caso, pero no se la saca de la boca, solo alza la mirada. «Venga, aguanta»—. Succiona la punta y... me matas.

Cuando baja las pestañas, sé que es su modo de decirme que lo ha entendido, porque se pone manos a la obra y aplica todo lo que le he dicho: la presión perfecta, los dientes escondidos, su lengua rozando mi piel... Y aunque estoy gimiendo más que en toda mi vida, no sé qué cojones quiere de mí, porque aunque le he dicho que con eso me va a matar, coge y lo hace: se la saca hasta que solo tiene la punta, succiona y yo... la separo bruscamente de mí después de gritar su nombre.

—¿Tú me has... oído? —pregunto, con la polla a punto de estallar, pero ella se ríe.

—Claro. ¿No quieres correrte?

—Cambio de planes. Túmbate bien abierta de piernas. Me niego a correrme en tu boca.

—¿Vas a aguantar? Tu polla me dice que no puedes más...

Estoy seguro de que menciona a mi polla porque quiere que estalle ya, y es una estrategia rastrera y efectiva... pero me contengo como puedo.

—No vas a aguantar tú —respondo con rapidez, y como ella recula, me lanzo sobre ella y voy gateando hasta que se detiene. Una vez ahí, llevo mi brazo a la mesilla de noche, cojo uno de los condones que tengo (menos mal que los separé, no tengo yo ahora mismo la paciencia para sacarlo de la tira) y me lo pongo tan rápido que creo que bato un récord. Aún más deprisa me coloco y me meto en ella y... gimo agudísimo porque no le falta razón: tengo la polla hinchadísima y deseando liberarse de una vez, pero tengo que darle un poco más a ella. Y sigue tan mojada que sé que no va a tardar nada. Menos si uso mi truco estrella—. Encoge las piernas, Rino... Así, nena, así... Prepárate.

No se prepara en absoluto, lo noto en cuanto me meto del todo en ella y, aprovechando que tiene las piernas encogidas y los pies cerca... los cojo con mis manos y empiezo a masajearlos. No falla: Rino emite uno de mis gemidos favoritos; de los más desesperados que he oído nunca. Se me hace difícil aguantar, pero lo doy todo mientras la follo. Sé que, además del tema de que la esté tocando los pies, le gusta bastante que sea yo el que embista contra su centro, así que, aunque estoy a punto de correrme después de solo unas pocas estocadas, Rino aguanta aún menos. Creo que es la vez que más rápido se corre, y menos mal, porque yo aguanto tres empujoncitos más y... me libero con el grito más agudo de mi vida. Después de eso, como creo que me he quedado completamente vacío, no puedo hacer otra cosa que no sea tirarme de espaldas en la cama, a su lado (después de quitarme el condón), e intentar recuperarme de uno de los mejores orgasmos de mi existencia.

—Buah —repite ella al cabo de un par de minutos, y yo me río un poco.

—No puedo moverme.

—Yo tampoco —susurra—. Minnie me dijo que eras muy sonoro en el sexo, ¿sabes?

—¿Y?

—Lleva razón...

Vaya, que gimo mucho. Bueno, no creía que lo hiciese tanto antes, pero supongo que es otra de las cosas que van unidas a Rino.

—¿Te gusta?

—Sí...

—A mí también me gustas tú. Un montón —respondo, inclinándome para poder apoyar mi pecho sobre el suyo y mirarle a los ojos. Ya los tiene abiertos, y encima tiene las mejillas rojas.

—Lo sé.

—¿Y yo? ¿Te gusto?

—Sí —confiesa, y coge mi mano derecha con las suyas. Creo que está observando los tatuajes.

—¿Me quieres, Rino?

Sé que no lo dice. Eso todavía le cuesta, pero vamos poco a poco, y no me importa. Porque a cada día que pasa la noto más ella, más libre. Y me encanta que lo haga despacio y conmigo. Que confíe en mí como para quitarse esa coraza. Así que, aunque tarde años, estaré ahí hasta que lo consiga. Y más, si me deja.

—Flipas —responde en su lugar, acompañando la confesión encubierta de un beso en mi mano.

—Yo también te quiero un montón, Rino —le digo, y ella cierra los ojos—. ¿Tienes sueño?

—Me has agotado. —Sé que quiere girarse, así que me incorporo un poco para que pueda hacerlo y, cuando se coloca de lado, dándome la espalda, no tardo nada en pegarme a ella para abrazarla. No ha soltado mi mano, así que simplemente la aprieto más en su cintura, con sus dedos entre los míos.

—Pues a dormir, novia. ¿Mañana madrugas?

—Tú también....

—Ya... Voy a poner la alarma. Cierra los ojos.

Sé que me hace caso de inmediato, porque, como intento no separarme del todo de ella, tardo más de la cuenta en alcanzar mi móvil y poner la puta alarma. Me hace muy poca gracia tener que madrugar, y menos teniéndola entre mis brazos toda la noche. Pero eso es lo bueno: que me voy a despertar a su lado. Así que cuando dejo el móvil y vuelvo a recostarme tras ella, su respiración se ha vuelto más pesada. La mía no tarda en copiarla.




Rino no para de moverse. Llevo un rato medio despierto medio dormido precisamente por eso: porque no para de restregarse contra mí. Encima ayer nos dormimos completamente desnudos, así que sí: siento la piel suave de sus nalgas directamente contra mi pene, que se ha despertado mucho antes que yo. Diría que no es normal, pero siempre salta a la mínima y, aunque ayer me corriese dos veces, ya le ha dado tiempo de sobra a recuperarse. Así que no me preocupa.

Sin embargo, intento aguantarlo como puedo. Rino siempre se mueve una barbaridad por las noches, ya lo tengo comprobado, por lo que seguramente siga dormida entre mis brazos. Y aunque mi pene quiera acción, yo necesito seguir así un poquito más, así que, aunque no me ayuda en absoluto, me aprieto un poco más contra ella, respiro su aroma y poso mis labios en la parte posterior de su cabeza. Ya luego en la ducha lo soluciono.

—Kamikaze...

—¿Mmm?

—¿Estás despierto?

—Ajá —murmuro todavía ronco—. ¿Tú no estabas dormida?

—Llevo un rato despierta...

¿Un rato? Si hace nada estaba moviéndose como si estuviese en el séptimo sueño.

—¿Y por qué te movías tanto? ¿Quieres que te suelte?

—No... —dice, como si después de esa negación hubiese algo más. Pero, claro, no dice nada, así que me toca jugar a la adivinación.

—¿Te aprieto más fuerte? —pregunto, ilustrando mis palabras cerrando mi brazo derecho más todavía en torno a su cintura. Malísima idea, porque como tiene una pierna ligeramente hacia delante, mi pene se empieza a adentrar en zona peligrosa. Ella retiene la respiración un segundo, así que intento alejar mi pelvis de su culo, pero chasquea la lengua. ¿No es eso lo que quiere?—. Rino... estoy todavía muy dormido para intentar entenderte... ¿Me puedes explicar qué quieres? Si no es soltarte ni apretarte... no entiendo...

—Hacerlo... otra vez —dice muy bajito. Y cuando digo muy, es mucho, porque casi no la escucho. ¿Estoy flipando?

—¿Hacer el qué, Rino? —pregunto, pero ella bufa. Vaya, que se piensa que lo pregunto para sacarla de sus casillas—. No te he escuchado bien, en serio —especifico, acercando mi cara un poco más a su oreja para ver si así la escucho mejor, porque al darme la espalda, está complicado.

—F-follar.

Vale, esto lo dice un poco más alto, pero también más titubeante. ¿Le da vergüenza? Sonrío solo por pensarlo. Ayer tan tranquila diciéndome que me la iba a chupar, y hoy le da cosa pedírmelo.

—¿Estás cachonda? —pregunto, pero paso de hacerla esperar. Mi polla lo está deseando, yo también y ella parece que aún más, así que bajo la mano que tenía en su tripa y la entierro en su coño. No tardo nada en dar con su clítoris, porque me he aprendido de memoria el mapa del cuerpo de Rino y dónde están los tesoros. Y ese es uno de ellos, está claro, porque Rino gime flojito e intenta pegar más su intimidad contra mi mano—. Mmm... me parece que sí. ¿Te daba vergüenza pedírmelo?

—S-sí... —murmura. Noto el placer en su voz, y eso lanza una descarga a mi polla, por si no tuviese suficiente ya.

—¿Por qué? Ni que fuese la primera vez...

Abandono su clítoris y voy subiendo por su abdomen hasta que llego a su pecho y agarro el derecho con mi mano, masajeándolo con tranquilidad. Sé que no es lo que necesita, porque ha suspirado cuando he dejado de estimularla y ahora la noto un poco tensa.

—Porque no es normal...

—¿El qué? Explícame.

—¿Puedes hacerlo ya? Por favor...

Sí que está desesperada, porque aunque no abandono mi tarea en su teta (ahora estoy pellizcando su pezón para ver si siente algo más, y parece que funciona, porque se retuerce un poco bajo mi brazo), la veo alzar el brazo derecho para alcanzar el cajón donde guardo los condones. Su mano se queda parada cuando gime un segundo, así empiezo a hacer círculos con mis dedos alrededor del pezón para que pueda terminar lo que ha empezado. No tarda nada en coger un envoltorio plateado y tocar el dorso de mi mano (sí, la que tengo en la teta) con él para que lo coja. Y no me queda otra que hacerle caso después de tanta insistencia.

—Luego me vas a explicar qué no es normal, pero... ¿por qué no te has tocado?

—Porque necesito tu tacto, no el mío —responde un poco más segura mientras yo me aparto un poco para colocarme el látex. Si sigo a este ritmo con Rino, me voy a hacer profesional en ponerme condones. Y voy a tener que comprar otra caja, porque creo que la del cajón está en sus últimas.

—Me halaga, eh, pero... quiero que te toques un poco para mí, ¿vale?

—¿No vas a... ?

—Voy a —digo con una sonrisa, volviendo a acercarme a ella. No lo hemos hecho nunca desde atrás, y creo que la cucharita es una buena opción para empezar. Seguro que le gusta. Aunque ahora, como siempre que no sabe qué va a pasar, parece un poco tensa cuando hago que separe un poco la pierna que tiene encima para darme espacio—. Pero estoy segurísimo de que la alarma va a sonar en nada y tiene que ser rápido, así que... tócate, Rino.

—¿Cómo? —pregunta. Ahí está, la pregunta que me indica que tampoco tiene ni idea.

—¿No te has tocado nunca?

—S-sí...

—¿Cómo? Enséñamelo, nena.

Sé de sobra que le pone que la llame así, por eso creo que acaba haciéndome caso y lleva con muchísima timidez su mano derecha a su coño, exactamente donde la tenía yo antes. Alzo un poco la cabeza de la almohada (con ayuda de mi mano, sobre la que me apoyo) para ver bien cómo sus deditos abren sus labios y empiezan a estimularse.

—A-así... —susurra. No gime, pero sé que lo está disfrutando más o menos, porque le tiembla la voz.

—Mmm... pero no es suficiente, ¿no? ¿Qué hago yo que te gusta tanto? —pregunto contra su oído. Muy muy cerca, y la siento estremecerse. «Venga, Jungkook, aguanta un poco, enseguida estás dentro de ella».

—Tu tacto y... los metes... y aprietas más... fuerte.

—Pues hazlo tú también... Ya sabes... ¿no?

—Quiero que me la... metas...

—Voy a hacerlo solo porque estoy como una piedra —susurro, y ahora gime, y creo que tiene más que ver con mis palabras que con el intento que ha hecho por pellizcarse ese punto—. Pero un día quiero ver cómo te corres tú solita... sin mi ayuda.

—V-vale... ahhh...

Su espalda se arquea y su vagina me recibe con el mismo calor y comodidad de siempre. Se abre para mí con tanta facilidad, y está tan mojada, que prácticamente puedo meterla de golpe y exhalar en su oído, lo que hace que se estremezca en mis brazos. Veo de reojo que intenta separar su mano, así que con la mía vuelvo a dejarla exactamente donde estaba y, mientras entro un poquito más hondo, aprieto sus dedos sobre su punto, haciéndola gemir.

—No pares de tocarte, nena... Tenemos que ser rápidos. Bueno, tienes.

—Tú ya... lo eres...

No puedo evitar unirme a la risa que suelta en ese momento, y aunque intento camuflarlo embistiendo con mis caderas, que rebotan contra sus glúteos, lo nota porque vuelve a temblar... y a gemir. Joder, ¿puedo sacarle otro gemido como ese? Me encanta.

Aprovecho que parece que su mano va a seguir haciéndome caso y, como tengo mi otro brazo ocupado sujetando mi cabeza (para poder verla con todo lujo de detalles), alzo la que tenía sobre la suya y vuelvo a empezar a juguetear con su pezón. Rino gime más alto todavía que antes. Su cuerpo tiembla y sus paredes se tensan a mi alrededor cuando empiezo a embestir con un poquito más de velocidad. Joder, ¿tan pronto?

—Contigo siempre, nena... —susurro contra su oído. Vuelve a temblar—. ¿Tienes... frío?

—N-no... n-no... ah...

Lo que más me jode de esta posición (y lo que más me gusta también) es que solo puedo escucharla y no verle la cara. Me frustra no poder ver su cara de placer, pero precisamente esa frustración hace que cada nuevo sonido me ponga más a cien... y que me esmere de más en sacárselos.

—E-estás temblando... y tensa...

Sé que no es una persona que hable mucho durante el sexo, pero ahora mismo lo necesito. Joder, es que no sé cuál es el punto de hacerlo así si no puedo escucharla. Bueno, sí, está siendo increíble solo por la vista privilegiada que tengo de su mano moviéndose cada vez más rápido sobre su botón. Y por la tensión de sus paredes. Y su pezón endurecido bajo mis dedos... Joder, estoy cerca ya.

—E-es de... ah, ah, ah, Dios...

¿Se ha vuelto católica? Acabo de descubrir que también me encanta que nombre a Dios mientras follamos. A lo mejor si voy un poco más deprisa... Malísima idea, porque veo cómo Rino, completamente desesperada, deja los dedos parados en su clítoris. Seguro que está apretando, a juzgar por los temblores que la recorren de arriba abajo.

—¿De qué... es? Dime qué... necesitas, nena... te lo daré...

—P-p-placer... Dios, Dios, Dios... Más fuerte...

—Nombra... a Dios un poquito... más...

Intento convencerme de que voy bien mientras la penetro todavía más fuerte. Su cuerpo se va ligeramente hacia delante, aunque tanto ella (que echa el culo hacia atrás para sentirme más hondo), como yo (que aprieto su teta con más fuerza) ponemos todo de nuestra parte para que no se mueva de su sitio. Sin embargo, no es suficiente. Joder, no estoy todo lo dentro que necesito.

—J-j-jung... kook...

No se ha corrido, aunque ha dicho mi nombre. Lo ha dicho de una forma tan torturada que creo que lo que me quiere decir es que no llega.

—¿Q-qué...? Joder... Haerin...

—N-no... M-más...

—¿Paro? —pregunto, aunque no es lo que quiero. Ojalá que no haya sido eso lo que me haya querido decir.

—N-no...

Y gime alto. Su cuerpo está tan dominado por lo que siente que su cabeza se echa hacia atrás un poco y ahora sí que puedo verla. Tiene las cejas fruncidas porque no llega y los ojos cerrados. Vale, a tomar por culo, a por todas.

—Tócate... las tetas, Haerin. Como... como he hecho... yo...

Su mano tiembla mientras sale del hueco entre sus piernas para ocupar el lugar que tenía la mía, que en cuanto ella deja libre mi cofre del tesoro, va corriendo hasta ahí. Intento abrir más sus labios con mis dedos mientras planto la palma en su coño. Lo hago para que note mi piel contra su clítoris, para que note mis dedos también en la ecuación y para poder dar a su cuerpo estabilidad mientras doy las embestidas más fuertes que puedo. Y Rino, cuando nota mis dedos intentando abrir todavía más su vagina, suelta el primer grito de lo que sé que es el remate final de los fuegos artificiales. Sus dedos intentan pellizcarse el pezón, pero sé que ya no está muy atenta a sus propios movimientos cuando yo también grito y... me corro. «Venga, Jungkook, un último esfuerzo, remátala».

Giro la cabeza y llevo mis labios a su oreja. Los presiono, saco la lengua y, cuando estoy paseándola por su lóbulo mientras doy mi ultimísima embestida a su centro, Rino grita a la vez que el sonido estridente de la alarma de mi móvil retumba en la habitación. Pero yo solo tengo oídos para ese sonido y de dónde ha salido, así que mis labios abandonan su oreja para ir hasta los suyos y besarla. Me da igual que no se haya lavado los dientes todavía y que apenas pueda seguirme el beso. Me da igual porque esto es todo lo que quiero como buenos días para el resto de mi vida: sus labios suaves y torpes y su cuerpo caliente bajo el mío. Mejor si es temblando por los coletazos del orgasmo, como ahora, pero me da igual que sea sin polvo mañanero. Aunque creo que es cuando más nos gusta follar y cuando más lo disfrutamos, porque cuando finalmente me separo de ella y me quito el condón, Rino tarda más que de costumbre en recuperar el aliento y la estabilidad. Y mientras lo hace, ya tumbada con la espalda pegada al colchón, yo voy dejando un reguero de besos desde su muñeca a su hombro, luego a su cuello, dejo un pico en sus labios y vuelta abajo. Ella sonríe.

—¿Más relajada, novia? —pregunto cuando abre los ojos, y ella asiente—. ¿Vas a dejar de llevarme al límite?

—Sí, porque no puedo moverme...

—Vas a acabar con agujetas, y será culpa tuya.

—Lo sé... —susurra, y su mano se alza para apartar el pelo de mi cara hacia atrás—. Pero ha merecido la pena.

—Vaya que sí... Ojalá te levantases cachonda todos los días —digo, y ella se ríe—. ¿Me vas a explicar por qué no me lo has pedido? Tú solo di la palabra mágica y yo te follo, Rino. Soy tu hada de los deseos.

—Porque no me parecía normal... quererlo después de haberlo hecho ayer tanto...

—Ah, ¿tanto es tres orgasmos? Me parece poquísimo para mi novia.

—No seas tonto, kamikaze... Hablo en serio.

—Y yo también, Rino. Ni se te ocurra volver a pensar esa tontería —respondo, porque es verdad—. Yo también quiero hacerlo todo el tiempo, ¿sabes? Bueno, sí que lo sabes, si mi polla te lo dice de sobra.

—Se ha despertado antes que tú... —murmura riéndose, y lo que más me gusta es verla así: en bolas, jugando con mi pelo y riéndose sin preocupaciones.

—Ya, ya, me he dado cuenta, ¿eh? Pero en serio, me parece poco. Un día vamos a ir a un hotel para follar toooodo el día. Hasta desfallecer.

—Me parece bien...

—Joder... ¿me das carta blanca? —pregunto, y ella asiente—. Buah, te quiero —susurro y me acerco a su boca para comérsela con ganas, aunque como está sonriendo, no puedo darle el beso que me gustaría.

—Flipas un montón, kamikaze —dice ella en respuesta, y yo sonrío.

—Contando los días para que me lo digas directamente, Rino.

—Kamikaze...

—Lo sé, lo sé. Sin presiones. —Le doy otro beso cortito y creo que eso la calma bastante, así que me doy por satisfecho. Al menos ya no sale corriendo cuando le digo esas cosas. Ni se asusta tanto—. ¿Vamos a la ducha? Ya ha sonado la alarma, tendremos que ir a trabajar.

—Qué remedio...

No me equivoco en mi predicción, porque cuando me separo de ella y hace el intento de levantarse de la cama, Rino se queja. Yo me río, claro, porque sabía que iba a tener agujetas después de la sesión más larga de sexo que hemos tenido hasta la fecha. Y ella me tira la almohada a la cara porque me río, pero sé que no se cabrea. Aunque solo sea porque cuando nos metemos a mi bañera para darnos una ducha rápida, la ayudo a enjabonarse y no hago el intento de volver a follar. Aunque me encantaría hacerlo aquí, ella está dolorida y yo de momento tranquilo. Además, tenemos que trabajar.

Por eso nos duchamos rápido, comemos todavía más rápido y, aunque llega el momento de la despedida demasiado pronto, al menos sé que esta tarde la volveré a ver. Y el solo pensamiento de volver a ver a mi Rino me hace aguantar el día de trabajo con muchas más ganas.

Estoy fatal, sí, pero al menos estoy feliz.

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¡Hola!

En primer lugar... Outlawed llegó con el capítulo de la semana pasada a 50k, así que... ¡MUCHISISISISISMAS GRACIAS! Es un poco lo de siempre, porque nunca sé que decir, pero gracias por leerla y apoyarla y nada, que espero que os esté gustando.

Como recompensa y porque tocaba, pues capítulo íntegro de Smut porque el JK estaba pidiéndomelo, y quién soy yo para negarme si esta historia es más de ellos que mía. Es un capítulo en el que no pasa nada más allá, pero bueno, espero que os guste igualmente.

Y hoy no hago preguntas porque no se me ocurre ná, así que cualquier teoría o cosita, ya sabéis, aquí estaré para leeros. 

¡Hasta el lunes que viene!

Os leo <3


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