Tú, Yo y El Mal

By MabelPazAvalos

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Dicen que todos tienen un hilo rojo conectado con otra persona. Bueno, pues yo creo que mi hilo es más bien d... More

PRÓLOGO
• CAPÍTULO 1 •
• CAPÍTULO 2 •
• CAPÍTULO 3 •
• CAPÍTULO 4 •
• CAPÍTULO 5 •
• CAPÍTULO 6 •
• CAPÍTULO 7 •
• CAPÍTULO 8 •
• CAPÍTULO 9 •
• CAPÍTULO 10 •
• CAPÍTULO 11 •
• CAPÍTULO 12 •
• CAPÍTULO 14 •
• CAPÍTULO 15 •
• CAPÌTULO 16 •
• CAPÍTULO 17 •
• CAPÍTULO 18 •
• CAPÍTULO 19 •
• CAPÍTULO 20 •
• CAPÍTULO 21 •
• CAPÍTULO 22 •
• CAPÍTULO 23 •
• CAPÍTULO 24 •
• CAPÍTULO 25 •
• CAPÍTULO 26 •
• CAPÍTULO 27 •
• CAPÍTULO 28 •
• CAPÍTULO 29 •
• CAPÍTULO 30 •
• CAPÍTULO 31 •
• CAPÍTULO 32 •
• CAPÍTULO 33 •
• CAPÍTULO 34 •
• CAPÍTULO 35 •
• CAPÍTULO 36 •
• CAPÍTULO 37 •
• CAPÍTULO 38 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 39 •
• CAPÍTULO 40 •
• CAPÍTULO 41 •
• CAPÍTULO 42 •
• CAPÍTULO 43 •
Hermes Sevilla
• CAPÍTULO 44 •
• CAPÍTULO 45 •
• CAPÍTULO 46 •
• CAPÍTULO 47 •
• CAPÍTULO 48 •
• CAPÍTULO 49 •
• CAPÍTULO 50 •
• CAPÍTULO 51 •
• CAPÍTULO 52 •
Antonella Pasquarelli
Maxon Lee
Bratt Smith
• CAPÍTULO 53 •
• CAPÍTULO 54 •
• CAPÍTULO 55 •
• CAPÍTULO 56 •
• CAPÍTULO 57 •
• CAPÍTULO 58 •
• CAPÍTULO 59 •
• CAPÍTULO 60 •
• CAPÍTULO 61 •
• CAPÍTULO 62 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 63 •
• CAPÍTULO 64 •
• CAPÍTULO 65 •
Bratt Smith
• CAPÍTULO 66 •
• CAPÍTULO 67 •
• CAPÍTULO 68 •
• CAPÍTULO 69 •
• CAPÍTULO 70 •
Lily Brooks
Lily Brooks
Lily Brooks
• CAPÍTULO 71 •
• CAPÍTULO 72 •
• CAPÍTULO 73 •
• CAPÍTULO 74 •
• CAPÍTULO 75 •
• CAPÍTULO 76 •
• CAPÍTULO 77 •
• CAPÍTULO 78 •
• CAPÍTULO 79 •
• CAPÍTULO 80 •
• CAPÍTULO 81 •
• CAPÍTULO 82•
• CAPÍTULO 83 •
• CAPÍTULO 84 •
• CAPÍTULO 85 •
• CAPÍTULO 86 •
• CAPÍTULO 87 •
• CAPÍTULO 88 •
• CAPÍTULO 89 •
• CAPÍTULO 90 •
• CAPÍTULO 91 •
• CAPÍTULO 92 •
• CAPÍTULO 93 •
• CAPÍTULO 94 •
• CAPÍTULO 95 •
• CAPÍTULO 96 •
• CAPÍTULO 97 •
• CAPÍTULO 98 •
FINAL
REPORTAJE POLICIAL
MARILIA

• CAPÍTULO 13 •

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By MabelPazAvalos

No se cuánto duré mirándola, pero lo que sí sé es que se ha enojado pues se ha metido a la casa para que ya no lo haga.
Me quedo ahí en el balcón por un rato y cuando me canso, decido regresar al salón de la élite.

—Esa chica me gusta mucho. —Escucho a Simón—Aparte de sexy, tiene carácter fuerte.

—A mi también me gusta. —Habla Dalton y Agustín le continúa.

—Ella será mía, la rubia va a caer en mis encantos.

—¿Rubia?—Indaga Hermes—No. Ella no.

—¿Por?

—Porque no, punto.

—¿Por? Tiene que haber un motivo.

—Es la mejor amiga de mi hermana.

—¿Y?

—Zenere. —Los interrumpe Dalton, mi amigo que al parecer la buscó en su IPad con súper tecnología de hacker—Sabía que la conocía de algún sitio.

—¿De la familia Zenere? ¿Los de exportación de armas radioactivas que exportan a los terroristas?

—Ya lo recuerdo, yo la vi una vez que fui con Ruggero a una emboscada. Sus padres estaban ahí y la vi pasar, recuerdo que se me hizo muy hermosa.

—Guau, me he enamorado más.

—¡Cierren la boca!—Grita Hermes golpeando la mesa que tiene a un lado—¡Con ella no! ¡Punto!

—Ow, al niño Sevilla también le gusta la rubia.

—Cállate Ana. Y no me gusta, pero sólo digo que con ella no se metan porque me voy a enojar mucho si los llego a ver mirándola de mala forma.

—No hay nada que palabras bonitas no la conquisten. —Dice Simón—Se me da muy bien hacerle de Romeo.

—A ella le gusta la inteligencia de seguro. —Se defiende Dalton—Todos aquí sabemos que yo soy el cerebro de la élite.

—Puede que seas el cerebro de la élite, pero en la tecnología. Yo soy el cerebro de lo científico y eso les gana a muchos. —Agustín se justifica y mejor me marcho. No me gusta perder mi tiempo en payasadas.

Me encamino a su habitación y no está, como tampoco están los coches de sus amigos y no me quiero ni imaginar que se haya escapado.

Camino furioso para irla a buscar pero la veo salir del gimnasio en ropa deportiva.
Ella no me ve, pero yo sí y la sigo hasta perderla en su recámara.

Se escucha la ducha, así que me paso y voy de corrido a ver lo que tiene.
Tiene que tener un punto débil.

Recorro con la mirada todo y veo que para empezar, no ha desempacado la ropa que le compré.
Tiene marcos de fotos, en la mayoría está Hermes y su papá. Hay fotos con sus dos amigos, su mamá y nada más.
No hay nada que me sirva así que abrí uno de sus cajones y me encuentro con toda su ropa interior.
Quiero olerla... es lo primero que pienso pero luego recuerdo que no la hice llegar al orgasmo oral y eso me pone de malas así que lo cierro y voy con el siguiente.

No encontré nada, y cuando estaba apunto de cerrarlo algo me llamó la atención.
Era un brazalete, pero estoy seguro que es de hombre porque lo he visto antes; sólo que no recuerdo de dónde.

Lo tomo, es de oro y me siento tan absurdo por sacar cosas de mi cabeza que tal vez no sean ciertas.
Lo vuelvo a poner en su lugar y abro más cajones pero nada, no hay nada.

Hasta que veo su teléfono.
Lo tomo de prisa y me fascina que no tenga contraseña.

Lo primero que veo es que tiene un chat lleno de mensajes sin leer y lo presiono para ver.

Número desconocido.
"Ey, desbloquéame ya de una puta vez"
"Todo fue un malentendido" 
"Deja de hacerte la víctima, no te queda"
"No te enojes por Dios, no eres una niña chiflada"
"Yo nunca hice tal cosa"

Me guardo el teléfono y salgo de la habitación en busca de Dalton quien por suerte lo encuentro en su oficina.

—Qué pasa Ruggero.

—Dime de quién es ese número desconocido. —Se lo entrego y lo ve, pero no hace nada.

—¿Vas a espiarla?

—Hazlo, ya.

—Bien. —Se pone en su computadora y la conecta al teléfono. Hace mil y un cosas pero no dice nada—Debe de ser de una amiga. Las mujeres se suelen pelear por pendejadas a cada rato.

—No hables y haz lo que te ordeno.

—Okay. —Sigue en lo suyo y cuando ya va por el final, su pantalla se traba y aparece un anuncio de advertencia—Pero, ¿qué?

—¿Qué pasa?

—El contacto no me deja rastrearlo, es como si estuviera protegido.

—¿Protegido?

—¿Karol sabe de computadoras?

—No sé ni que mierda sabe ella.

—Es que... está protegido como si hubiera sido yo el que lo hubiera protegido.

—¿Por qué lo habrá protegido? ¿Quién será?

—Tal vez una amiga.

—Las amigas no se protegen de tal forma. —Karol es muy astuta, y no sé si eso me sigue gustando porque no me gusta perder—Gracias, ni una palabra de esto a nadie.

—Sí jefe.

Me marcho de nuevo y voy a su recámara. Aún no ha salido de la ducha así que dejo su celular donde mismo pero antes de salir, me ve.

—¿Qué haces aquí?

—Vine por ti, ¿Vamos a dormir? Muero de sueño. —Miento.

—Hoy no tengo ganas de dormir contigo.

—Que lastima. —No le da tiempo de reprochar pues rápido la cargo y me la llevo corriendo de ahí hasta cerrar la puerta de mi habitación; no gritó, no me pegó, no reprochó y eso sólo me deja en claro que quería que la trajera si o si conmigo.

—Dime Princesa. ¿Qué es lo que te hizo enfadar tanto como para armar una pelea tan enorme?—La aventé a la cama y cuando fui a apagar la luz me quité la camisa y me acosté sobre ella para poner mi barbilla justo en medio de sus dos bubis.

—Es algo que no te incumbe.

—El director no nos puso el audio completo, pero deduzco que fue a causa de un hombre.

—Quiso humillarme diciéndome que estaba saliendo con el infeliz de mi ex. Vaya, es que Sergio tiene una magnífica reputación ahí, es como decir que es "el más aclamado"

—¿Y te has puesto celosa?

—Nada que ver, él no me interesa.

—¿Y cómo te interesan los hombres a ti?

—Grandes, maduros.

—¿Grandes de edad?

—Si, con experiencia. Yo no quiero a niñitos estúpidos de mi edad como lo era Sergio.

—Yo soy grande, maduro y con buena experiencia. ¿Eso quiere decir que te puedo llegar a gustar?

—Tú me gustas. —La miro con atención, no me esperaba esa respuesta—Me gusta porque tienes todo lo que busco pero sólo físicamente. No te ofendas, pero no me gusta para nada tu forma de ser.

—¿Ah no?

—No. Sólo porque te pareces a mi.

—¿A ti?

—Somos muy parecidos.

—Explícate. —Mi corazón se acelera cuando pasa sus manos por mi cabello.

—Rulitos. —Comienza—A ti te gusta que te obedezcan y no obedecer. Te gusta dar ordenes pero que no te las den a ti. Te gusta tener el control y nunca perder.

—Ajá.

—Pues eres yo pero con pene. —Nos reímos—Siempre dicen que dos signos iguales se repelen. Por eso digo que sería una pésima esposa para ti y que lo mejor sea que me dejes libre y encuentres a alguien mejor.

—Dudo que alguien cumpla mis expectativas.

—Pues tú no cumples las mías, y es injusto que me tengas como una prisionera.

—No eres prisionera si te trato como la princesa que eres. —Frunzo el ceño—¿Quieres que te trate como una verdadera esclava? Porque te puedo llevar a uno de mis sótanos.

—¿Tienes a personas en el sótano?

—Si.

—¿Por?

—Tú también las tenías en tu casa, no te hagas. —La veo desviar la mirada y aquí es donde encuentro uno de sus puntos vulnerables; el de hablar de lo que hacemos.

—¿Por qué están ahí?

—Por traicioneros, rateros, malagradecidos o porque así los quieren Agustín y Simón. Experimentan con la mayoría, así prueban los químicos.

—No me gusta escuchar todo esto, me quiero ir.

—Te trato como una princesa, no te dejaré ir.

—No me gusta lo que haces.

—Bienvenida a la realidad, tu hermano y tu padre también lo hacen e incluso cosas peores. —Suspira, volviendo a posar la mirada en mi.

—¿Qué puedo hacer para que me liberes?

—Nada. Eres mía.

—No soy tuya, no soy de nadie.

Meto la mano por debajo de su blusa para tener contacto con su piel y ni me había percatado que no tenía sostén.
Así que voy directo a jugar con una de ellas.

—Eres mía...—Le susurro—Sólo que aún no te has dado cuenta.

—No. —Me fulmina—Sigue soñando Pasquarelli. —Me enojé, y eso provocó que apretara con fuerza su bubi para verle miedo... pero no hubo nada, ni un mínimo gesto de dolor.

La solté y me quité de encima de ella pero la sujeto para arrastrarla conmigo y abrazarla, su espalda contra mi pecho y ella se deja.

Su silencio insignificante me mata, así que me acerco para besarle el cuello y noto una reacción en su cuerpo; excitación.

Vuelvo a besarla y paso mi lengua para después mordisquear.
Con una de mis manos la tomo del cuello con fuerza y la otra la desciendo para tocarle sus partes; tocándola duro porque así me gusta.

No tengo casi nada tocándole el clítoris cuando ya siento sus fluidos, sonrío a mis adentros pero luego recuerdo que no pude hacerla venir en el oral y me vuelvo a enojar así que aumento mis movimientos.
Jamás nadie me había humillado tanto como lo hizo ella al no corréese.

Me enojo aún más e introduzco tres dedos de golpe y su gran gemido me estimula para darle más fuerte.
Mi otra mano le aprieta el cuello sin piedad y me acerco a su oído.

—Córrete princesa, no me obligues a meterte mis cinco dedos.

Su respiración se le dificulta y no hace nada por ahogar los gemidos.
No pasó mucho para que sintiera sus paredes contraerse y su orgasmo me empapase la mano.

Pero continué, hasta sacarle la ultima gota.

Su respiración volvió a la normalidad y le saco mis dedos, tomando de mi pantalón de bolsillo una servilleta fina y limpiándola.
Si, uno nunca sabe cuando se manchará.

Se acomoda su short y sus bragas pero le ordeno que se quite la blusa y así lo hace, dejándome ver aquello que tanto me gusta.

Me duele la entrepierna y no mentiré, siento que me va a explotar pero no hago nada porque quiero ir lento.

—¿Hasta cuando me vas a penetrar como una persona normal?

—Hasta que yo quiera.

—Se ve que quieres. —Pego un brinco cuando su mano me toca la erección muy descaradamente—Dale, sé que quieres.

—Si quiero, pero aún no es hora.

—¿Por?

—Porque suelo ser brusco.

—Me gusta lo brusco.

—No. Es que en verdad yo soy, muy, brusco. —Traga saliva y veo que sus pezones se endurecen así que no dudo en jalárselos y jugar con ellos.

—Eres como ¿Christian Grey?

—¿Te gustan los juegos sexuales?

—No sé.

—¿Qué es lo más fuerte que has hecho en el Sexo?

Mira hacia el techo como si pensara algo, ¿Acaso habrá hecho algo fuerte?

—Creo que lo más fuerte ha sido que me azotaran con un látigo Sexual. —Se ríe—No me gustó porque me gritó feo así que agarré el látigo y lo golpeé yo.

—¿Tomaste el mando?

—Me gusta tomarlo.

—A mi también me gusta tomar el control. —Nos miramos a los ojos.

—Creo que no nos entenderemos bien, rulitos.

—Al contrario. —Le aprieto más sus bubis—Me excita pensar quién de los dos será el que mande.

—Obvio yo.

—O yo.

—Puedo ser muy terca.

—Digo lo mismo. —La aprieto más—Yo mandaré.

Entonces de un ágil movimiento, Karol se me trepa en la pelvis y empieza a tocarme el torso desnudo, sin dejar de mirarme a los ojos.

—No lo creo. —Se empieza a mover sobre mi y mi amigo de allá abajo me empieza a delatar. Ella aprovecha que mi erección aumenta y se empieza a frotar contra el—Dale, yo sé que quieres.

—Claro que quiero, pero aún no es momento. —La detengo—Tengo mucho autocontrol.

—¿Ah si?—Mi respiración se acelera cuando mete la mano dentro de mi pantalón, teniendo contacto piel con piel—Guau.

—¿Enorme?

—He sentido más grandes. —Miente—Tienes las venas muy marcadas y te palpita, ¿Seguro que puedes aguantar?

—Si. Ahora quita la mano. —Trato de quitarla pero ella no me deja.

—Te dije que aquí mando yo, no tú.

—Cierra la boca.

—Ciérramela tú. —Sonrío malvado y cuando voy a besarla, ella se baja de mi regazo pero se queda de rodillas y me lo saca por completo.

Es tanta mi excitación que mejor la dejo y poso una almohada debajo de mi cabeza para mirarla con deseo.

—Cométela, anda.

—Justamente iba a hacer eso, pero ahora que me lo has ordenado ya se me quitaron las ganas. —Su sonrisa cínica me hace enojar y se acuesta de nuevo para taparse con las sábanas.

—No seas una hija de...

—¿Perra? Sí, si lo soy.

Se ríe y yo me pongo de pie para encerrarme en el baño, no sin antes dar un fuerte puertazo para que sepa lo enojado que estoy.

Me miro al espejo, quiero arrojar todo, quiero golpear todo lo que hay en mi paso pero no puedo porque me debo de controlar. Ella no vendrá aquí a sacarme de mis casillas, eso sí que no.
No tuve de otra que meterme a la ducha para un baño con agua fría.

[...]

Vi a Karol marcharse con el chofer a la universidad y yo estaba que me moría del enojo.
Anoche dormí mal, no paraba de soñar con sus manos sobre mi verga y me molestaba no poder hacer nada.
Siempre he sido respetuoso con las mujeres, pero esa mujer de ojos verdes me sacaba de quicio.

—¿¡Dónde mierda está Bratt!?—Grito al entrar al salón de la élite—¡Nadie me ha informado de ese hijo de puta! ¡Quiero respuestas! ¡Ahora!

—Sigue en Moscú, la hora programada de llamada era ayer pero hemos ido a la universidad de Karol.

—¡Joder!—Golpeo el escritorio—¡Comunícame con él, Dalton!

—Si jefe.

—¿¡Alguien sabe algo de la mafia de india!? ¡Debieron habernos entregado mercancía!

—Tuvieron una emboscada con los del FBI.

—¡Nada pueden hacer bien esos imbéciles!—Miro furioso hacia Simón y Agustín que estaba comiendo una dona cada uno—¿¡Y ustedes!? ¡Quiero más cargamento! ¡Quiero nuevas mezclas!

—Ya no tenemos con quién experimentar.

—¿¡Cómo!? ¡Pero si hay muchos!

—Había. —Aclara Simón, viendo a Agustín—Quisimos experimentar con unas sustancias pero nos salió mal y Agustín mató a todos.

—¿Qué? No me miren a mi. Hubo un sujeto que sí la resistió.

—Detalles.

—Alucinaciones de arcoíris con unicornios de tres cabezas y duendes bailarines. Cito palabras del sujeto: "Me siento en las nubes como en la película de Up, una aventura de altura" después me confundió con un conejo, el de Alicia en el país de las maravillas para ser exactos y cuando entró Simón, dijo que era un unicornio de tres cabezas.

—Me gusta.

—Pero luego murió. —Termina Simón y los fulmino.

—¿¡Acaso no pueden hacer algo bien!?

—Tranquilo, tenemos todo bajo control.

—¡Yo los veo comiendo una puta dona!

—¿Quieres? Sé que te gustan. —Lo fulmino a más no poder y me enfurezco más cuando Maxon se ríe de mi.

—¿¡Tengo cara de pendejo!? ¡O por qué putas te ríes!

—¡No...! Pero sí que tienes cara de que no te dieron anoche.

—¡Cierra la boca!—Golpeo la mesa—¡Que no se te olvide con quién hablas! ¡Soy tu superior!

Pero ahora son: Simón, Agustín, Sophia y Ana los que se burlan también.

—¡Ahora todo tiene sentido!—Fulmino a Sophia.

—¡No te dieron anoche!

—¡Por eso estas enojado!

—¡Cállense hijos de puta!—Yo no grité, fue Hermes quien salió de su transe de la computadora—¡No van a hablar así de mi hermana y menos conmigo presente! ¡Ella no es una burla!

—Ella no, pero Ruggero si. —Sigue burlándose Agustín y es tanto mi enfado que le lanzo una grapadora a la cara; pero desgraciadamente se ha movido.

—¡Los quiero a todos trabajando! ¡Y comunícame con Bratt, joder!

—Si jefe.

[...]

Se hizo la tarde y me senté en el comedor con los chicos pero ninguno había comenzado a comer.

—¿Me mandó a llamar, señor?—Entra uno de mi personal armado.

—¿Dónde putas está mi mujer?

—No me digas que has perdido a mi hermana. —Llega Hermes con su típica bata de laboratorio y se sienta en su lugar—Creo imaginar dónde está.

—Debería estar aquí. —Trato de no gritar.

—¿Podemos comer ya?

—No Maxon, no hasta que mi princesa llegue.

—La señorita no vino con nosotros. —Fulmino al armado—Sólo nos dijo que nos trajéramos sus cosas y se ha ido.

—¿¡Se ha ido!? ¿¡Adónde!?—Golpeo la mesa y todos se ríen incluyendo Hermes.

—Te dije que mi hermana no era estúpida.

—¿¡Dónde mierdas está!?

—Se consiguió un empleo. —Dice sin más, comenzando a comer—Yo que ustedes comenzaba a comer porque se va a enfriar la comida de aquí hasta las ocho de la noche.

Quiero decir tantas cosas, quiero gritar y matar a todos en ésta mesa pero me tranquilizo; tomo aire y trato de relajarme todo lo que puedo.

—¿Dónde, cuñado?

—Te digo que no es estúpida, sólo me ha mandado un mensaje diciendo: "Hermes, llegaré a las ocho, he conseguido un empleo... posdata, si cargo con mi navaja" —Todos los chicos se ríen y comienzan a comer.

Esta mujer ya está llegando a mi límite.
¿¡Un trabajo!? ¿¡Una mierda de trabajo!?

Tomo mi pistola que estaba sobre la mesa y me dispongo a irme por ella.
Los chicos me reclaman que la deje en paz pero no, esta no se la voy a pasar.

—Estas despedido. —Le digo al hombre—No avisarme de algo así es una falta hacia tu trabajo.

—Ella siempre es muy escandalosa y rebelde. No soy su maldita niñera. —Me detengo en pleno jardín y muy furioso me doy la vuelta y le doy un tiro en la cabeza.

Mi demás personal no me dicen nada, sólo se encargan de llevarse el cuerpo y yo continúo con lo mío.

—Prende el GPS y activa el chip que Dalton le puso a Karol en su bolso.

—Su bolso está aquí en la mansión.

—¡Joder!—Exclamo—¿¡Dónde putas estará!?

—Señor, cuando fuimos por su mujer a la universidad, he mandado a uno de mis hombres para que la vigilara.

—¡Pues arranca! ¡Aquí van a volar cabezas si no hacen lo que ordeno!

—Sí señor.

El hombre arranca y maldita sea, tratar con Karol Sevilla es muy difícil. Yo no estoy para perder mi tiempo con estupideces de irla a buscar y menos después de cómo me dejó anoche.
Pero acepto que cada cosa que hace, provoca que me guste más y más.

No me la he podido sacar de la cabeza. Sus ojos verdes, sus labios rosados y carnosos, su figura tan en forma porque hace mucho ejercicio en el gimnasio que ya se le empieza a marcar el abdomen.
Sus pechos suaves, redondos y grandes... sus pezones tan finos y rosados que se endurecen cada que los toco.

Esa es la razón por la que cargo con servilletas, porque cada que la pienso como lo hago ahorita me encierro en el baño y me la jalo. Por eso es que me ensucio mucho.

Hago mal en desear tanto a una mujer, eso no me enseñó mi mamá y no me siento orgulloso.
Pero Karol Sevilla es otra cosa. Ella no es una mujer, ella es una guerrera que no le teme a nada, ni a mi que soy el mismísimo satanás.
Bueno, a los fantasmas si.

[...]

Uno de mis hombres armados me dirige a la entrada de una cafetería familiar. No es que no me guste éste lugar, es sólo que si yo trato a mi princesa con lujos en mi gran mansión de la cual cuelgan candelabros con diamantes, ¿Por qué se conseguirá un empleo así?

Entro al local y la veo detrás de la barra terminando de servir un vaso a un tipo.
Me acerco a ella que está distraída pues está de espaldas pero cuando intento hablarle, ella se me adelanta.

—¿Vienes a comprar? O a molestar.

—¿Cómo sabias que era yo?

—Tu colonia cara se distingue de entre los demás. —Se voltea; creo que jamás había visto un uniforme más sexy que el que trae puesto—¿Vas a comprar algo?

—Vámonos, tengo hambre y sabes que tenemos una hora marcada para cada comida.

—Vete tú, yo salgo hasta las ocho.

—Dijiste que no naciste para trabajar para alguien.

—A alguien de en lo que tú te dedicas. Esto es sólo café expreso. Ahora haste a un lado y deja que mis clientes pasen.

Así lo hice y vi a una chica que le pidió no sé qué mierda.

—¿Cómo conseguiste empleo tan rápido?

—Vi la vacante en internet y cuando me presenté, al jefe le ha gustado que haya sido una chica y que tenga tetas.

—¿Disculpa?

—Mercadotecnia Rulitos. Una mujer linda atrae a clientes.

—¿Acaso estás coqueteando con alguien?

—¿Te importa?—La chica se va y mi enojo vuelve, tanto que me paso detrás de la barra y la jalo con fuerza a un apartado donde nadie nos ve, acorralándola en la pared pero, ¡Mierda! ¡No le veo miedo en el rostro!

—Si me importa. Soy tu prometido, tu eres mi mujer y no permitiré que me faltes al respeto. Así que no me retes Sevilla.

—Me encanta hacerte enojar.

—Si te veo coqueteando con alguien, los mato. Y sabes que hablo muy en serio pues no me molestó tirarle un balazo en la cabeza a un empleado por no saber tu paradero.

—¿Mataste a alguien?

—Y mataré a todos los que me obligues a matar si no te comportas como debe de.

Se quedó callada y ahora no sé si en sus ojos hay miedo o ignorancia hacia mi, pero creo que me inclino más a la última porque ella no demuestra miedo.

—Déjame trabajar ya.

—Vámonos a comer.

—No. —Intenta irse pero no le doy paso—Rulitos, hagamos esto por las buenas y no me obligues a usar fuerza contigo.

—Me encantaría ver cómo usas la fuerza. —Me acerco a sus labios—Te reto. —Ella también se acerca a los míos y cuando creo que me besará, es todo lo contrario.

—No me gusta perder mi tiempo en cosas que no valen la pena. —Pasa por debajo de mi brazo y se va.

Maldito sea el día en que ésta mujer me llamó tanto la atención.

Camino detrás de ella y veo que atiende a un hombre, a un adolescente para ser exactos pues porta una camiseta con el logo de una preparatoria.

El chico le sonríe coqueto pero Karol le es indiferente y eso me gusta. No sé si se esté dando cuenta que el chico le coquetea pero no le presta la más mínima de su atención.

Me recargo en el mostrador y observo toda la escena.

—¿Eres nueva? No te había visto trabajando por aquí.

—Si.

—Lo sé porque nunca había visto unos ojos tan bonitos como los tuyos.

—Ah.

El chico volteó hacia una mesa y vi que miraba a unos chicos; debieron de haberlo retado para que viniera a hablarle a la chica bonita.

—Y, ¿Eres de Los Ángeles?

—No. —Miente—Aquí tienes tu café.

—Gracias, oye... no sé si quieras...

—No, no quiero. —Se aleja sin más, yéndose a la bodega para ir por unas cosas así que aprovecho y me acerco al chico que se quedó como pendejo.

—¿Triste porque no te hizo caso la chica de los ojos verdes?

—Es linda, sólo quería invitarla a salir.

—Si... Mi mujer no suele hacerle caso a los niñitos como tú. —Me mira confundido—O, ¿Qué creías? Mírate y mírame. Yo soy atractivo, tú... no creo que seas su tipo. Yo mato mi cuerpo en el gimnasio y por lo visto tú sólo juegas fútbol en la preparatoria.

—Eso no quiere decir nada, el físico no lo es todo.

—Yo tengo millones en mi cuenta bancaria, y ¿Tú?

—Es una pena que tengas tanto dinero y la tengas trabajando en una cafetería simple.

—Es muy orgullosa y por eso vine por ella. —Me acerco un poco más—Así que dile a tus amigos que dejen de mirarla porque sino me voy a enojar y eso es muy malo.

—No te tengo miedo.

—Entonces despídete de tus amigos.

—¿Por?

—Porque hoy mueres.

Lo dejo con la palabra en la boca y voy con Karol para ayudarla a bajar una gran caja que no sé qué tenga adentro.

—Yo puedo sola.

—Vámonos a la mansión, princesa.

—Tú vez rulito, yo salgo hasta las ocho.

—¿Sabes qué? Pues esta bien, yo no nací para rogarle a las mujeres.

—Y se nota, por eso me estás obligando a vivir contigo y a ser "la reina".

—Nos vemos en casa.

Salgo de la cafetería no sin antes ver que los chicos que estaban ahí estaban alistándose para irse.
Llegué con dos de mis hombres y les dije:

—¿Ven esos que acaban de salir?

—Si jefe.

—Si jefe.

—Síganlos y mátenlos, a todos. —Me dispongo a irme y grito—El de cabello castaño quiero que me lo torturen antes de matarlo.

—Como ordene.

—Y vigilen a mi princesa.

Me subo al coche y el chofer me lleva a casa.

[...]

Ceno solo en mi oficina. La mansión es gigante y puedo ver desde las cámaras de seguridad que Karol ha llegado.

El trabajo me tiene exhausto y lo único que quiero es que ya llegue la hora de ir a la cama pues quiero que de una vez por todas mi enojo desaparezca.

Continúo con mi trabajo pero aún tengo las cámaras de seguridad en mi computadora de escritorio y capto todo lo que hace mi princesa.
Primero se va a su habitación y como ahí no hay cámaras, pues sólo la vi salir con ropa deportiva hacia el gimnasio.

Me fui a esa área y dejé de hacer todo lo que hacía para verla. Se puso sus audífonos y comenzó con su calentamiento que consistía en brincar la cuerda.
Después se fue a la caminadora; no sé cuánto tiempo estuvo ahí pero la he mirado en todo momento.

Fue a una máquina para hacer pierna, luego cargó pesas y así fue continuado toda su rutina; hasta que le suena el teléfono.

Lo dudó antes de responder, y fue suficiente para que yo subiera el audio.

—Qué quieres. —Dijo ella—Estoy ocupada, y no me apetece tener tiempo para ti... No, y te voy a pedir que me dejes en paz ¿Vale? Porque yo no soy una estúpida y puedes hacer tu vida como se te pegue la puta gana... ¡Pues claro que yo también haré mi vida! No eres el ombligo del mundo... ¿Vernos mañana? Siempre nos vemos... No, y ya no me llames así porque mi nombre es Karol Sevilla.

—¿Puedo pasar?—Le bajo el audio a las cámaras cuando Maxon entra a mi oficina.

—Claro.

—¿Estabas viendo porno? ¿Puedo ver?

—No es porno, y no, no puedes ver.

—Bratt no se ha podido comunicar, Dalton hace todo lo posible para que mínimo de una señal de vida pero de nuevo tuvo una emboscada con el FBI. Esto está fuerte, Ruggero. Ya llevamos tres emboscadas de esos malditos en tan sólo dos semanas.

—¿Ya enviaron refuerzos?

—Si, como lo ordenaste. Murieron 25 hombres de nosotros y 38 de ellos. O bueno, eso fue lo que nos dijo Bratt la última vez que hablamos con él.

—Lo quiero vivo aquí. Y diles a los de Moscú que si no me dan información sobre mi integrante de la élite que se vayan olvidando de la mercancía de MOOFO.

—Bien.

—Ve. —Maxon se despide y al cerrar la puerta, Karol ya ha terminado de hablar por teléfono.

Se ha enojado y la he visto cambiar de pesas a unas más pesadas.

Después de tal vez media hora, la veo irse de nuevo a su habitación y tras media hora más, sale ya cambiada y se va no sé adónde. Quiero pensar que a mi habitación.

Así que apago todo y me dirijo hacia allá pero no hay nadie.
Me enfado por eso y la busco en la cocina, en el patio e incluso en el cine pero no está.
Hasta que veo la puerta de Hermes abierta y me asomo un poco; ahí está.

—¿Ahora qué haces, pequeña?

—La universidad no se paga sola, Hermes.

—¿Haces tarea?

—Hago las tareas de unos imbéciles que no saben ni sumar. Así que préstame tu USB por favor.

—Claro. Siempre supe que eras muy inteligente.

—Lo sé.

—Y que bueno que no les haz pedido dinero a nuestros padres, porque sabes bien que yo no te daré ni un centavo ya que...

—"El que se equivoca, tiene castigo". Lo sé, y por eso no he pedido porque yo puedo sola.

—Me alegra que sepas las reglas.

—Como sea. —La veo sentarse en el escritorio de su hermano con su Laptop.

—Te quedarás conmigo esta noche supongo, ¿No? Te has traído tus cosas. —Ay no...

—Si.

Suspiré para no enojarme y toqué la puerta antes de abrirla. Ambas miradas cayeron en mi.

—Ruggero, ¿Todo bien?

—Si Hermes. Vi que Karol había llegado y supuse que no ha cenado, ¿Verdad?—Su hermano la miró.

—¿No has cenado nada?

—Si, cene ligero. —Miente.

—Aquí no están permitidas las mentiras, princesa. Así que ven a cenar por favor.

—Karol, yo no te enseñé a mentir.

—No tengo tiempo para cenar, necesito acabar esto.

—Lo acabas luego, ahora vete a la cocina.

—Pero...

—Ahora, Karol. —Hermes se cruza de brazos y con la mirada la obliga a salir de su habitación.

Sonrío a mis adentros y voy tras ella pero parece enojarse; no me importa.

—¿Siempre eres así de metiche?

—Si.

Veo que al llegar a la cocina sólo se limita a tomar un tazón donde le pone cereal y poca leche.
Intenta irse, pero no la dejo.

—¿Sólo cereal?

—Si, sólo cereal. —Bufa de mala gana y me rodea para sentarse en la mesa.

Me recargo en la isla de la cocina y trato de tranquilizarme de nuevo: sé que quería a una mujer difícil, pero ella es muy difícil.

La observo comer pero es como si tuviera la mente en otro lugar, me es muy difícil descifrar sus pensamientos y eso me mata.

Sale de su transe después de minutos cuando alguien entra; es Sophia.

—Provecho.

—Gracias. —Sophia se recarga a un lado mío y me mira con los brazos cruzados.

—¿Todo bien?

—Si.

—Se ve que estás tenso, ¿Te apetecería un masaje?

—¿Acaso tú me lo vas a dar?

—Mmmh, no pero Agustín sí que es bueno dando masajes. —Se ríe—¿Estás preocupado por las emboscadas del FBI?

—Esos hijos de puta sólo me estropean mis negocios.

—Pero eres muy inteligente y sabrás hacer algo al respecto. —Vemos a Karol ponerse de pie e ir al fregadero a lavar su tazón tan rápido que se va en menos de dos minutos. Suspiro frustrado—Es difícil, ¿No?

—Ni me lo digas.

—Ana sí te amaba de verdad.

—Ana es mi amiga, y no me ama, lo que ella quiere es poder como todas.

—Di lo que quieras.

—Es la verdad.

—¿Y yo?—Se me acerca—¿Por qué yo no? Soy consciente de que soy una mujer muy atractiva.

—¿Ah si?

—Sólo mírame.

—Pues sí que eres muy atractiva. —Me sonríe coqueta a tal punto que se me acerca y cuando piensa que nos vamos a besar, decido hablar de nuevo—Pero mi princesa es más atractiva que tú. —Eso la hace alejarse.

—Bien, lo intente.

—No te ofendas. Tu belleza me encanta y estoy seguro que serías una buena reina junto conmigo. Pero tu belleza es dulce, tierna y risueña. —Sonrío al recordar a Karol—Pero mi princesa es: ruda, agresiva, inteligente, manipuladora, valiente, autoritaria y difícil. Sencillamente ella es el tipo de mujer que quiero a mi lado.

—Guau, así hasta yo me caso con ella. —Nos reímos—Si, creo que es lo que yo también buscaría en una mujer.

—Sólo hay que pulirla un poco y me estoy aguantando mucho para no usar drogas y poderla manejar.

—No. Así nunca la vas a conquistar.

—No la quiero conquistar, quiero que sea mía. Es, mía.

—No es tuya.

—Si lo es, sólo que aún no se da cuenta. —Suspiro—¿Algún consejo que me quieras dar de amigo a amigo?

—Usa la táctica de Simón.

—¿Cuál?

—Ese científico desquiciado lo que hace es ser dulce y alabar a la dama, ¿Y si le compras flores?

—¿Le ves cara de que le gusten las flores?

—Le veo cara de que tiene todo en la vida y no le hace falta nada... pero aunque sea fría de corazón no significa que no le gusten las flores. Vaya, creo que a todas las mujeres nos gustan las flores.

—Si... Creo que a ella no.

—Inténtalo. —Me palmea el hombro—Ah, y lo del beso que nos íbamos a dar sólo era de mame, no eres mi tipo.

—Yo soy el tipo de todas.

—El mío no. —Sonríe—A mi me gusta alguien que no está disponible para mi.

—¿Por?

—Creo que le gusta otra.

—Pero eres hermosa, tú puedes atraerlo.

—Tal vez lo haga... Pero es cuestión del destino. —Asiento—Buenas noches. Y ya sabes, la táctica de Simón no le falla nunca.

La veo marcharse y es ahí donde me pongo dudoso, ¿Será que puedo usar la táctica de mi amigo?
Se ve que mi princesa no es de flores ni cursilerías así como me daría asco serlo yo. Tal vez no lo haga, así nos ahorraremos el ridículo ambos.


Mabel Paz

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