Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 4

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By ashly_madriz

SOUVENIRS: LOS RECUERDOS. 

Mami, ¿por qué estoy tan triste? ¿Debería olvidarme de él o sentirme mal? No, no, no. No te agobies, papi la interrumpió: «Atácala por el cuello, por el cuello».


«—Buenas noches, estación de policía del condado de Kelsen, ¿en qué podemos ayudarle?

—Hay... hay una mujer en el lago.

—¿Una mujer en el lago?

—Una mujer muerta en el lago.

—¿Cuál es su nombre, señorita?

—Mi nombre es Hannah. Hannah Wells». 

Casi seis años en el pasado: Día del cumpleaños número quince de Kira.

Siempre fui impulsiva, tal vez por eso, tenía más errores que éxitos en mi historial.

Pero realmente, ¿cuándo y cómo comenzó mi deseo por Aiden? Antes había sacado la conclusión de que mi deseo por él se había despertado aquella tarde de primavera, cuando me encontraba sentada con Stacy en los palcos de la cancha del colegio.

Por aquella época, solo tenía quince años y estaba constantemente enojada con el mundo. Me sentía en un debate emocional en donde buscaba siempre la aceptación ajena, empezando porque aún ni siquiera había comenzado por aceptarme a mí misma. Todo eso tenía una explicación. Ella.

Odiaba su presencia. Stacy y yo, habíamos fingido ser algo así como las mejores amigas, al fin y al cabo, las dos éramos más que falsas. No me agradaba. Siempre solía hablarme con su tono soez, mientras vociferaba cualquier cantidad de groserías y compartía su emoción por querer tomar lo que no le pertenecía.

«¿Por qué no simplemente desaparece?». Ese era mi mayor deseo en ese entonces.

Podía ver como miraba a Aiden y como le mostraba su mejor sonrisa mientras le batía las pestañas.

Su cabeza estaba rodeada por corazones imaginarios cada que lo veía, no dejaba nunca de suspirar a su alrededor.

Todos en la clase hablaban de Stacy como una belleza. Ni siquiera yo misma podía negar ese hecho. Era más bonita que la mayoría y estaba el doble de desarrollada que las otras chicas de nuestra edad, incluyéndome; pero toda esa belleza venía en una lata vacía.

Dios no me había bendecido tan rápido, por lo que a esa edad, solo era un cuerpo con más cabello que vida y unos grandes ojos verdes que parecían brincar de mi cara.

Muy sin embargo, no me sentía inferior a ella; ni siquiera cuando Aiden le había dado más de su atención. Siempre podía sacarla del camino si interfería. Si íbamos a jugar con fuego, alguna saldría quemada, y no sería yo.

Llevaba una vida al estilo Gossip Girl, desarrollaba un plan C cuando el plan A se iba a la mierda.

No la envidiaba, pero había algo en ella que me descolocaba y me hacía hervir la sangre.

¿Y si a Aiden le gustaban las chicas como ella?

Stacy iba luciendo sus perfectas curvas y un sujetador que de seguro había estado rellenado con papel higiénico. Daba la impresión de que su busto iba a explotar en cualquier momento.

Mientras que yo, con mi versión adolescente, ni siquiera tenía las curvas necesarias para llenar adecuadamente uno de los leotardos que usaba para hacer ballet. Era demasiado flaca y necesitaba rellenar ciertas áreas de mí cuerpo con carne, y aunque eso había sucedido más temprano que tarde, me hizo sentir a mal durante pubertad.

Esa tarde, cuando me encontraba sentada en las gradas del campo de fútbol de mi instituto, estaba intentando desesperadamente quitármela de encima. Su presencia era el mayor recordatorio de que necesitaba aplastar su miserable existencia de mi camino.

Me sentía extrañamente ansiosa, con una constante presión en el pecho, como si algo se avecinara. Seguía esperando el acostumbrado mensaje de disculpa de mi madre por no estar presente durante mi cumpleaños. Era lo habitual. Ella nunca supo ser directa conmigo, y hasta el último momento de su vida, me había hecho promesas que no iba cumplir. Y si no podía convencerme a mí, era más que obvio que no iba a lograr convencer a los del congreso de que era la indicada.

No era muy creyente en ese tipo de milagros, pero ella se había empeñado en que los problemas de la Nación y la política eran más importantes que su única hija en pleno desarrollo.

Tan solo por mantener la imagen de hija perfecta, debía aparentar que no deseaba profundamente hacerle la vida imposible a Stacy. Tampoco quería continuar con esa absurda farsa de: «Soy tu mejor amiga y puedo darte información del chico que te gusta».

Eso no iba a suceder.

En vez de eso, lo que realmente quería decirle, era algo que en mi cabeza sonaba más como una advertencia: «Acércate y haré tu vida miserable».

Yo era solo una adolescente que debía estar metida de lleno en los estudios y en sus enamoramientos de pasillo, pero por mi madre, debía cuidar quién era. Hablaba de cierta manera, sonreía de una forma programada e incluso tenía un manual para caminar. Había aprendido un determinado comportamiento dependiendo de la persona con la que me encontrara en el momento.

Cuando estaba con Aiden, era una china indefensa y llena de miedos; ese era mi verdadero rostro. Pero con mi padre, había preferido ser un fantasma. Con mi madre, la señorita perfecta que solo maldecía mentalmente, y por supuesto, con Amanda, mi misión era ser un dolor en el culo la mayor parte del tiempo.

Babosadas.

Incluso cuando le dije a mi madre que quería ser animadora solo asintió con la cabeza con su típica mirada de fastidio y no volvió a sacar el tema.

No me malinterpreten, la amaba, pero ella se había preocupado más por la pobreza de los niños de Oklahoma, que de los cardenales que le dejaban a su hija durante la infancia en el cuerpo.

Parte de ser la dama que todos ellos querían, tenía ciertos requerimientos. Lo más importante era que debía perder la dignidad, veamos, ¿en dónde podía conseguir un mocoso rico para casarme?

Nadie iba a admitir que solo querían que interpretara el papel de la perra caza fortunas de sociedad.

Todos me decían que la cima de la pirámide es solitaria, pero que la vista arriba siempre es genial. Estaba tan hastiada de la soledad que solo quería tener un momento para mí misma.

Recuerdo vagamente que ese día les había dicho por mensaje de texto a mis padres que regresaría sola a casa. Solo que de seguro, mi padre seguiría tan borracho que ni siquiera habría revisado su celular.

Mis compañeras de clases me rodearon con una sonrisa, al tiempo que me daban todos sus buenos deseos hacia mí. Uno de mis compañeros, de nombre Mike, tendió una caja de chocolates en mi mano, pero como siempre, decliné su petición. Aiden siempre tenía razón, y debía admitir que acababa de perder una apuesta en ese momento.

No iba a ser descortés con ellos, pero sí podía serlo con Mike, quien no había dejado ni por un segundo su actitud insistente.

Siempre intentaba sonreír y ser amable, pero su falsa actitud hacia mí era latente. No había ni una pizca de pureza o sinceridad en sus actos. El único interés de Mike en mí, era meterse entre mi ropa interior.

No, gracias. No era mi estilo.

Sentía la mirada de Stacy sobre mí, pero intenté disimular mi incomodidad hacia ella mientras jugaba disimuladamente con mi teléfono antes de que comenzara el partido. Me removí en mi asiento y conté los minutos para que transcurriera la siguiente hora lo más rápido posible. Tenía una sonrisa forzada en el rostro que estaba combinada con un tinte de fastidio.

El juego no comenzaría hasta dentro de un rato, y estar rodeada de aquellas personas me provoca algo de ansiedad social, pero realmente, por un momento lo medité y me di cuenta que con toda sinceridad que no hubiese querido estar en otro lugar que no fuese ese. Por más enojada que estuviera con Aiden, no era capaz de dejarlo solo cuando necesitaba mi apoyo.

No compartiría a Aiden con Stacy, ella solo estaba siendo amable conmigo por él. Me había tirado el rechazo en la cara por ella.

Era solo una interesada que buscaba mi apadrinamiento y aprobación para acercarse a él.

Mientras esperaba, con la mirada perdida en el teléfono, sentí un leve escozor en el trasero; todo el por el rato que ya llevaba sentada. Rogaba a los cielos que el tiempo pasara rápido.

A mi lado, Stacy dirigió su mirada a mi pantalla, y en un acto reflejo lo oculté de su campo visual entre la falda de mi uniforme. Era una cotilla que quería estar pendiente del chisme ajeno.

Le escuché carraspear la garganta intentando llamar mi atención nuevamente, hasta que finalmente habló.

—¿Algún novio? —terminó por preguntar, su tono estaba lleno de curiosidad.

La miré enarcando una ceja, al mismo tiempo que guardaba el teléfono en el bolsillo de mi mochila. Quería ignorar lo que me había dicho, pero Stacy permaneció en silencio, con un brillo de entusiasmo en la mirada.

—¿Por qué lo preguntas? —finalmente me decidí a responderle.

Pareció confundida, como si estuviera analizando lo que iba a decirme en su cabeza.

—Ya sabes, sexto sentido de chicas. Pareces suspirar cada que miras la pantalla, es casi como si esperaras el mensaje de alguien importante —señaló, con una seguridad latente que no me esperé. Me encogí de hombros para no darle importancia a sus comentarios, pero obviamente ella siempre tenía más para decir—: He visto cómo le echas el ojo al chico guapo de último. No tengas miedo de entrarle a los mayores. ¿Acaso te felicitó por tu cumpleaños?

En el tiempo que llevaba conociendo a Stacy, podía decir que ella no me conocía en nada. Ni siquiera era una persona de mucho hablar, en mis planes no estaba "echarle el ojo" a un chico de último año.

Me quedé contemplándola por lo que pareció una eternidad, pero lo cierto es que solo fueron unos instantes.

Stacy estalló en una carcajada que llamó la atención de las otras personas que se encontraban a nuestro alrededor. Por el momento, quise quedar sorda.

—¿Crees que no me he dado cuenta? —inquirió ella, con un toque de diversión en su tono.

Busqué su mirada, y sentí como las palabras se enredaron en mi garganta, por lo que me vi obligada a seguirle su juego.

—Me descubriste, ya sabes cómo son, es mejor mantenerlo en secreto. Tal como lo de ustedes. —Me encogí de hombros y le sonreí con arrogancia.

Pero luego caí en cuenta de que por millonésima vez había metido la pata. No supe porque se me ocurrió comenzar a inyectar todo el veneno que traía encima en ella, pero aunque tal vez no fuesen nada, quería lastimar su ego y escucharlo por mí misma.

—¿A qué te refieres? —resopló confundida.

No pude evitar que una sonrisa confiada se extendiera por mi rostro.

—Ya sabes, a lo tuyo con Aiden —le aseguré, haciendo un ademán de exaltación.

Creo que fue en ese momento en el que se selló nuestro pacto de odio. Fue ahí donde comenzamos el juego real, esa tarde de primavera en la escuela secundaria.

Sus pasos en falso fue lo que me había dado vía libre para seguir jugando mis cartas.

Stacy se removió en su asiento y la escuché tragar en seco. Sus facciones denotaban que estaba avergonzada.

—¿Acaso te mencionó algo sobre m...?

—¿Por qué debería que haberme mencionado algo? —La interrumpí de forma feroz e inmediatamente pareció confundida, su boca siguió abierta ya que esperaba seguir hablando—. Tú te encargaste de hacernos saber a todas que estaban haciendo lo de las manitas calientes. Te gusta marcar lo tuyo.

Obviamente estaba amargada.

Su voz y su rostro estaban esperanzados, pero ya saben, era como darle una moneda de chocolate a un niño y luego obligarlo a hacer la tarea.

Mis palabras la hicieron cruzarse de piernas, estaba intimidad, por lo que su voz salió casi como un susurro: —No se supone que el rumor se extendería tan rápido, eh.

Rápidamente, intentó ocultar su nerviosismo. Podía notarlo al verla cruzar y descruzar sus piernas, también en cómo los engranajes en sus ojos se movían pensando en que decir para no cagarla.

Había caído en el hoyo que ella misma había cavado.

Aún no me constaba que no hubiese pasado nada entre Aiden y ella, pero si me constaba que él no le dirigía la palabra cuando no estábamos juntos. Lo conocía casi tan bien como se conocía a sí misma. A pesar de toda la mierda que arrastraba, no tenía el tiempo ni ganas para perder con ella.

—Aunque le pregunté, él quiso guardarse los detalles sucios. ¿Qué tal besa? ¿Te metió la lengua hasta la laringe? ¡Vamos, quiero los detalles sucios! —solté, tratando de no alzar tanto la voz.

Estaba fingiendo curiosidad y emoción, me quería comportar como una buena amiga a la que le estaban contando el chisme del primer beso de a quien consideraba casi como su hermana.

Stacy jadeó de sorpresa, pero incluso yo misma me había sorprendido porque lo que había dejado salir de mis labios.

—Fue muy romántico. Húmedo y todo esas cosas que no sabes. No es como en las películas, tampoco hay lluvia —me respondió, casi como si fuese la cosa más obvia y simple del mundo.

No solo me estaba tratando como una ilusa inexperta, también quería verme la cara de estúpida.

Stacy suspiró y soltó unas risas pequeñas, pero desde mi posición lograba notar su cuello que no paraba de sudar y como se formaba un bulto en su garganta cada que tragaba en seco.

De algo había servido leer tantos libros de lenguaje corporal que había comprado mi madre para meterse en la política.

—¿Y dónde fue? ¿En qué lugar? Estoy esperando que me cuentes todo, no seas tonta —musité, volviendo mis manos hacia ella con entusiasmo.

Con los años aprendí que las personas caían si se les hacían las preguntas correctas.

Lo que le había dicho la había colocado en un completo jaque, en donde estaba acorralada entre la espada y la pared. Sus ojos moviéndose de un lado a otro intentando pensar una respuesta rápida, necesita decir algo que no siguiera demostrando su posición.

Le estaba cayendo la mentira a la cara.

Su cuerpo se estremeció y de sus labios salió una exhalación profunda, como si estuviese intentando contenerse de soltar maldiciones.

—Fuimos a la piscina del centro el martes pasado... lo normal. Siempre salimos juntos. ¿Por qué me lo preguntas?

La miré con curiosidad y me detuve en sus últimas palabras.

¿En dónde había dejado Stacy la aversión de Aiden por bañarse en las piscinas locales?

Había tanta tensión en el ambiente que los otros se voltearon a mirar qué sucedía. Los ojos de Stacy entornaban rabia, mientras que los míos brillaban con un sentimiento real de euforia por lo que iba a decir después:

—¿Te mencionaron que odia las piscinas? Pues parece que no lo hicieron, ¿o que los martes entrena y luego de eso practicamos anatomía en mi casa?—dictaminé, recostándome sobre los palcos de arriba—. Eres una muy mala mentirosa, amiga. —mi boca soltaba veneno de forma miserablemente dulce, porque sí, era una perra y una muy grande—. Debes aprender a mentir mejor, ¿o es que crees que me trague lo que dijiste?

Parecía molesta y su cara estaba aún más roja que antes. La sonrisa que dibujaba en mi rostro era tan cruel como arrogante, todo en partes iguales.

—¡No es como si supieras todo de su vida! —exclamó, mientras se sacudía la falda de su uniforme intentando disimular el tambaleo que estaban teniendo sus extremidades—. ¿Por qué no te metes en tus asuntos, Kira? Si quieres joderte la mente, pues sí, fue luego de la práctica y para que lo sepas me metió la lengua...

Se detuvo, puesto a que por el momento, sus palabras vacilaron y no lograron salir del todo.

—¿Hasta el fondo? —completé, riendo—. Hmmm, no creo que fuese así, porque como ya te había dicho, ya sabes con quién pasó la tarde y contigo claro que no fue.

Stacy intentó levantarse, pero aproveché la oportunidad y la retuve en su lugar tomándola del cuello de la camisa del uniforme. Mis uñas se clavaron en su carne y fue la primera vez que sentí todo ese torrente de rabia acumulada que guardaba en mi sistema salir a la superficie.

Ella soltó una serie de palabras inentendibles, pero fue como si en ese preciso instante un demonio se apoderara de mi propio cuerpo. No lograba conectarme con el mundo real.

—¿Acaso tu madre no te enseño a no mirar lo que no te pertenece?, no seré tan buena si miras mis cosas de nuevo. Desaparece y haré como si esto nunca pasó. Vuelve y atente a las consecuencias, estúpido peón.

Intentó salir de mi agarre, pero era una amenaza clara. Se estaba metiendo conmigo y la jodería si lo intentaba nuevamente. Tenía una debilidad, y una muy clara con nombre y apellido. Aiden Jackson.

Su rostro estaba brillante y por las esquinas de sus ojos brotaron unas lágrimas de evidente rabia, como si la humillación que sentía era suficientemente grande para odiarme.

Nunca había agredido a nadie, así que cuando volví en mi misma y logré recuperar la compostura la solté de un brusco empujón, pero no me lamentaba verla temblar por lo que sea que estaba sintiendo ahí sentada.

Su rostro se contrajo y las lágrimas corrieron por sus mejillas. Ya nuestros compañeros de clases comenzaban a cuchichear por el espectáculo.

Aunque ella se encontraba en ese estado tan deplorable, con su camisa jalada, eso no le evitó que quisiera seguir hablando:

—¿Te han dicho que eres la mayor perra del mundo, Kira Becker?

Las uñas de Stacy se clavaron en sus palmas y sus dientes se apretaron contra su mandíbula. Estaba cabreada, pero tenía el momento de atención que había estado deseando toda su vida.

—Auch, siento como si me acabaras de cortar con un cuchillo de cartón. —Reí bajito, llevándome las manos al estómago para simular dolor—. Aprende a insultarme mejor para la próxima, Stacy.

—Te joderé. Ten en cuenta que las reinas no son eternas, Kira. Son sustituibles y a todas algún día les toca caer, tal vez por muerte natural, otras por asesinato. Y ahí estaré yo para verla caer a usted, su majestad.

Stacy se levantó para irse, pero una morena que no había notado antes se puso también de pie y la siguió hacia donde iba; no sin antes mirarme a los ojos con un evidente juicio. Esa chica que siempre había estado callada sentada a su lado, había observado y escuchado todo.

Esa misma persona se compadecería de Stacy en el futuro. Su nombre era Samantha, quien sería mi sub capitana en la universidad.

Una de las muchas personas que quería ver muertas.

X

¡Hola! Les traigo un nuevo capítulo, creo que con esto pueden entender un poco lo que sucede en el cap pasado con Kira y Samantha.

Déjenme comentarios, que los leo todos y así sé que les está pareciendo

Hasta el próximo martes, gracias por leer, votar y comentar.

XOXO, Ashly. 

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