Fears | niall horan

By niallsfluorescence

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"No importa cuanto le temas, el amor siempre estará ahí." Fears #1 More

Fears
c e r o
u n o
d o s
t r e s
c u a t r o
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s e i s
s i e t e
n u e v e
d i e z
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d o c e
t r e c e
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q u i n c e
d i e c i s é i s
d i e c i s i e t e
d i e c i o c h o
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v e i n t e
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n o t a
Fearless

o c h o

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By niallsfluorescence

"Hey mamá, ¿cómo has estado? Lamento tardar tanto tiempo en venir a verte, pero la culpa me hace alejarme de ti y de todo lo relacionado a eso. Ahora... ¿puedo entrar y pasar la noche aquí?"

Pienso en las palabras, una y otra vez como un serio recordatorio de lo que debo evitar decir y que tengo que venir más a menudo. Entro al estacionamiento y prácticamente corro hacia el interior. Ha comenzado a llover y lo último que quiero es pescar un resfriado e incluir algo más a la lista de cosas que me vuelven patética en estos momentos.


Una de las viejas enfermeras de las que Marcie solía sustituir en vacaciones, está sentada en la recepción que esta escasamente iluminada. Supongo que no vienen muchos visitantes a esta hora del día. La mujer eleva su mirada y frunce el ceño en mi dirección, después se coloca sus gafas y me sonríe amablemente al reconocerme... creo.

—Buenas noches cielo, ¿Puedo ayudarte en algo? —La mujer toca algún interruptor cercano que hace la habitación este más iluminada. Muerdo mi lengua y miro hacia las lámparas rectangulares que están en el techo.

—Sí, yo quisiera... uh, ver a mi madre. — Siento que lo último suena más bien como una pregunta, así que carraspeo. Tengo una extraña urgencia por huir de la mirada de la enfermera. — Quiero decir...

— ¿Eres la hija de Julia? —me interrumpe mirándome con sus cejas elevadas. Mentiría si digo que eso no me hace encogerme aún más en mi sitio. 

Suelto un suspiro, — Si, lo soy. — Las palabras abandonan mis labios lentamente. Solo espero que no haya malas noticias esta ocasión. La última vez que me pare por aquí me entere que mi madre había vuelto a hablar. Y eso fue algo bueno ¿lo fue?

Como sea, era algo que inevitablemente ocurriría, ya que ella en realidad jamás perdió la capacidad de hablar, simplemente estaba ahorrándose las palabras, fingiendo para protegerme. — ¿Es posible que pueda entrar a su habitación un rato? — Elijo no mencionarle que probablemente pasaré gran parte de la noche aquí. 

La mujer me mira, evaluándome, casi creo que me va a dar una respuesta negativa.

— Bien, solo cierra la puerta nuevamente cuando vayas a salir. —asiento y le doy las gracias con una pequeña sonrisa sincera antes de internarme por el larguísimo pasillo que lleva a cada una de las habitaciones de las personas recluidas aquí. En serio, están en su mayoría contra su fuerza de voluntad. Es algo que se puede percibir en el ambiente del lugar.

En el camino, extraigo mi celular de la pequeña bolsa de mi abrigo y mando un pequeño mensaje a mi hermana Rebecca, diciéndole que estoy bien y que no se preocupe, que le daré una explicación por la mañana y que de ninguna manera le abra la puerta a Marcie, Zayn o... Niall.

Creo que son muy pocos detalles, pero que podrá manejar el asunto.


Finalmente llego a la habitación de mi madre, miro dos veces el número y el expediente junto a la puerta para asegurarme que efectivamente no me he equivocado y no voy a encontrar a alguien a medio vestirse como la primera vez que vine aquí.

Decido entrar de una vez por todas y no me sorprende ver la habitación de mi madre completamente iluminada y ella sentada en medio de la cama, recargada contra la cabecera y con un libro entre sus manos. Espero que no se trate de otro libro de recetas, siento que eso la hace deprimirse al no poder llevar a cabo ninguna ni hacer uso de sus maravillosas habilidades culinarias.

El restaurante de la familia se siente diferente desde que ella no está ahí.

—Hola — susurro, atrayendo su atención. Mi madre sonríe, se quita sus gafas de lectura y coloca el libro fuera de su regazo.

Y si, es otro maldito recetario. De todas formas, ¿Quién se los da?

—Hola hija, esto es una sorpresa. —Dice. Sé que no es su intención, pero realmente puedo sentirme mal porque mis visitas sean tan pocas que realmente se sienten como una sorpresa. — ¿Que te ocurrió en el tobillo? — Olvidé que es una buena observadora, algo que heredé de ella, porque no puedo ignorar el hecho de que ella se ve mejor que la última vez que estuve aquí. Casi puedo imaginar que no estamos en este horrible lugar, sino en la habitación de mis padres, en casa. Y yo estoy entrando en su habitación, para hablar justo como solía hacerlo antes.

—Una pequeña lesión de tobillo, espero. —Musito. Sé que podría ponerla bastante mal conocer la verdadera razón. Desvió mi mirada hacia las persianas ya que cualquier otro sitio que mire realmente me pone enferma. Me siento tan culpable. Jamás debí venir aquí. Jamás debí involucrarme con él. — ¿Recuerdas aquellas ocasiones, cuando era pequeña y solía llamarte cada vez que algo me asustaba? —comienzo con un hilo de voz, no sé a dónde quiero llegar con esto, pero hay algo que me incita a seguir hablando. — Y entonces tú me decías que todo iba a estar bien, que era normal que tuviera miedo porque es algo natural, es algo de lo que nadie puede huir. — Veo esta vez en dirección a mamá, ella asiente con su ceño ligeramente fruncido, con confusión. Me río, a pesar de que eso suene loco. —Y luego yo prometía no temer a nada nunca. —suspiro. —Lo siento, no fui capaz de cumplir esa promesa, soy una cobarde, una maldita estúpida que huye de todo a la más mínima oportunidad. Y odio ser así, pero odio más el hecho de no poder hacer nada para cambiar esa situación. Y me odio a misma porque eso te tiene aquí, cuando no debería ser así, cuando todo este estúpido asunto jamás debió ocurrir. —Por lo general, no maldigo frente a mis padres, pero siento un nudo que se disuelve ligeramente al hablar de esto por primera vez con alguien que no es mi propia mente. Mi garganta se ha cerrado y mis ojos pican, por lo que, sí, probablemente hay algo más que agregar a las cosas que me hacen lucir patética el día de hoy. — Perdóname, mamá. Debería ser yo la que está recluida aquí, no tú. 

Mi madre se levanta y camina hasta el lugar donde me encuentro de pie y jugando nerviosamente con mis dedos, coloca mi cabello hacia atrás y besa mi frente para después abrazarme maternalmente y susurrar cosas que no logro entender debido a mis horribles y altos sollozos, me estoy derrumbando. Es una pésima sensación recompensada por el cariño de mi madre.

(. . .)

Hay algo que hace que mis ojos se sientan pegados, ah sí, recuerdo que eso es a lo que llaman lagañas, supongo que es debido a la inmoderada cantidad de agua salada que abandonó mis ojos durante la noche. Respingo y me abrazo al edredón que huele a suavizante de telas y deseo nunca más abandonar esta cama. Porque me siento bien por primera vez en mucho tiempo - por lo menos, es lo que quiero hacer pensar a mi cerebro a pesar de que me siento mal - y porque soy nuevamente una cobarde que no quiere hacer frente al mundo.

Por lo menos no hoy.

— ¿Cómo te sientes ahora? — Mamá susurra desde un espacio en la pequeña habitación. Abro los ojos después de restregáremos repetidamente. 

—Bien. —musito. — ¿Qué hora es? 

—Las seis de la mañana. —Ella dice, pero no puedo evitar fruncir el ceño. Ella luce tan fresca y descansada y sobre todo esta vestida de una manera diferente a la del día de ayer. Es probable que ella puede leer mi mente, porque lo siguiente que dice es la respuesta a mi pregunta aun no formulada. —No estoy viviendo en mis laureles, Maiah. Tienen que "ayudarme" en mi rehabilitación, por lo que me incluyen en todo tipo de actividades y eso incluye, por supuesto, hacer que me levante desde temprano. — No lo dudo, pienso. Asiento y me acerco a la orilla de la cama para colocarme mis botines.

—Tengo que ir a casa, papá se pondrá como loco cuando se percate de mi ausencia y Rebecca no pueda cubrirme. Prometo volver... —digo, no soy capaz de establecer una fecha exacta para mi regreso, porque mi mente es impredecible y probablemente no soy "mentalmente estable" para tomar el mando de mi vida.

—Dile a tu padre y a tus hermanos que los amo. —Asiento, acercándome a ella para abrazarla rápidamente.

—Lo haré. —Susurro cerca de su oído.

—Te quiero, cariño. No dejes que tu miedo hacia él te domine. Eres fuerte. —Susurra de vuelta. — Y hay una charla pendiente, no lo olvides. — Ella recuerda y asiento, recordando mi tonto número de anoche.

Salgo del centro, sonriendo agradecida a la misma enfermera que me permitió entrar por la noche y me preparo para el frío característico de las mañanas en esta época del año.

Mi coche es el único en toda la plaza de estacionamiento de visitas, hay algo inquietante en el ambiente y apresuro mi paso hacia el. Con un ligero temblor en mis manos trato de abrir el auto, pero alguien me toma por el hombro y me obliga mirar en su dirección.

Las llaves abandonan mis manos al verlo.

—Niall. — Musito su nombre como si se tratase de una maldición.

Una sonrisa torcida se dibuja lentamente en su bellísimo rostro, - es irónico, que por más que trate de encontrar una imperfección mis esfuerzos sean en vano, no es algo que pueda negar, su rostro parece haber sido planeado por algo ajeno a todo el proceso natural, como un demonio disfrazado, como tu peor pesadilla convertido en un cuento de hadas.

Esa sonrisa se difumina, poco a poco es reemplazada por su habitual expresión seria. Sin embargo, no puedo describir que emoción representa su rostro, ilegible, un misterio, como todo él. Pero, debajo de todo eso, me alegro de que no se asome un pedacito de furia o molestia, esa parte de él me asusta hasta la mierda.

<< ¿Y qué es lo que no te da miedo, Maiah? >>

Se burla mi yo interno, saliendo por primera vez en muchísimo tiempo. 

— ¿Qué haces aquí? — musito, con la punta de mi pie lastimado busco a ciegas en el suelo las llaves que abandonaron mis manos con anterioridad.

— ¿Te he dicho alguna vez lo predecible que eres? — pregunta, ignorando a la perfección mi cuestionamiento anterior. Me estresa.

—Sí, creo haber escuchado lo mismo alguna vez. — respondo, mi voz distante, sin emoción. Recuerdo que en realidad siempre suele decir eso cada vez que, por algún motivo del destino, nos vemos en situaciones similares. — ¿Qué haces aquí? — intento una vez más.

—Es curioso el hecho de que sigas tratando de negar toda la información que sé de ti. Enserio, ¿Por qué intentas tan duro? — otra vez, y como lo esperé, él ignora mis palabras.

Cierro los ojos y llevo las yemas de mis dedos a mis sienes para masajear en lentos y pequeños círculos. Si él no va a escucharme en realidad, no tengo nada que hacer aquí.

Me agacho, indiferente a su confundida mirada, desde este ángulo puedo golpearlo fuerte y huir – lo cual sería mi camino más corto y vergonzoso para el futuro más cercano –, pero opto por simplemente tomar mis llaves, darle la espalda y tratar de abrir mi auto para largarme de aquí de una vez por todas.

Sus grandes manos se colocan en mi cintura, enviando un placentero estremecimiento por mi cuerpo, ignoro la sensación y él me obliga a girarme en su dirección. Le regalo una mirada de fastidio.

—No lo hagas. —amenaza.

—No, aquí el que tiene que dejar de hacerlo eres tú. — en realidad, no me refiero a algo en especifico. Son miles de razones que hacen nudo mi mente en estos momentos.

—Tenemos que hablar.

—Pediste una semana, apenas van tres días. Joder, Niall.

Ante mi respuesta, retira sus manos de mi cintura y las lleva a su cabello, tira de él con fuerza y exhala sonoramente. Si no lo conociera, pareciera que está preocupado por algo, pero, en realidad sólo es desesperación. Siempre he causado eso en él y creo que es algo mutuo.


—Simplemente no puedo darte más tiempo. Estás loca, eres impredecible, inestable y sobre todo la persona más terca de este mundo... y cerrada, Dios, Maiah. ¿Cómo pueden mezclarse tantos adjetivos calificativos de esa manera?

—Fue parte del paquete. —digo, recordando aquella ocasión en la que Rebecca me dijo que yo sería un gran paquete con el cual cargar. Casi una década de eso, tendría que haberlo superado, pero hay cosas que se quedan en mi mente por una razón específica y ésta, en especial tiene un significado que va más allá de lo textual.

Niall frunce el ceño, no comprende mi expresión del todo. Y no le culpo... bueno, sí, lo hago.

Tengo que irme, prometiste darme una semana, ¿recuerdas?


Niall asiente, una nueva sonrisa trata de tirar de sus labios hacia arriba.

—Y también que estaría cerca, ¿lo recuerdas? —contraataca.

— ¿Qué diablos? —digo fingiendo confusión, mirando más allá, a la distancia. Mi objetivo se cumple cuando Niall da media vuelta, deshaciendo su agarre y buscando aquello extraño que llamó mi atención. Inmediatamente y con una velocidad que jamás imaginé tener, abro mi auto y me adentro en él, llamando la atención del rubio al cerrar la puerta. Su confusión va a la molestia, y yo no deseo quedarme atrás en este estúpido juego que de alguna u otra manera saldré perdedora. Bajo la ventanilla del auto, una vez que este está encendido. — Nos vemos pronto, cariño. — digo, en un tono extremadamente meloso y guiño un ojo. Estoy siendo una perra, estoy siendo el tipo de persona que dejé de ser algún tiempo atrás y debo admitir que se siente extraño.

Pero no le dejaré el camino libre, ni hablar.

Su blanco rostro se torna rojo de la furia y sé que estoy metida en un lío aún mayor.

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