Mátame Sanamente

By ashly_madriz

310K 23.8K 13.4K

Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 2

12.2K 1.1K 627
By ashly_madriz

EL REENCUENTRO. 

 Míralo, mírame; ese chico es malo y honestamente es un lobo disfrazado, pero no puedo dejar de mirar esos ojos perversos.


Aiden.

Fue ahí cuando lo volví a ver, y no de la forma en la que pensaba que sería.

Los vellos en la parte posterior de mi nuca se erizaron como agujas, cuando lo encontré con la mirada frente a mí. Podría reconocerlo donde fuese.

El ambiente estaba oscuro excepto por los faroles de los postes de luz, aun así, podía mirar todo en detalle.

Era más alto que antes y con hombros más anchos. Parecía que tenía muchas más libras en su cuerpo y eso solo había beneficiado su aspecto.

Se veía asquerosamente guapo mientras estampaba a una morena contra él.

No era el mismo chico pálido, flacucho y ojeroso que había conocido.

Su cabello castaño oscuro, —a veces luciendo negro—, estaba peinado hacia un lado, cayendo medio largo y liso sobre su frente. Podía recordarlo claramente en mi mente, solo que ahora lo llevaba recortado a los lados, dándole así un aspecto moderno.

Besó el cuello de la chica como solía besarme. Reaccioné con gracia, pero en el fondo quería apuñalarlos a los dos. Parecía una mala escena de alguna película adolescente de Netflix, en donde los personajes no demostraban química alguna, pero aun así, debían conectar para demostrarle al público otra cosa.

En mi interior, algo se movió. No pude determinar que había sido, si la rabia que amenazaban con explotar, o el ataque de ansiedad que me hacía actuar sin cordura.

Los gemidos de la chica se sintieron como ponzoña recorriendo mis oídos, incluso si quería romper el contacto visual con aquella escena, no podía. Sería perder. Y yo nunca perdía.

Miré a mi alrededor todo el tiempo, como si esperara que alguien saltara en cualquier momento y les advirtiera de mi presencia, pero esa persona nunca llegó. Los otros estaban lo suficientemente lejos como para darse cuenta.

Después de suavizar mi expresión y limpiar el agua corriendo por mi frente, avancé hacia ellos lo más rápido que me permitieron mis tacones. La lluvia me bañó e intenté no perderme en mis pensamientos.

Luego de eso, inoportunamente, o tal vez para mi suerte, algo les advirtió de mi presencia, porque despegó su rostro del hueco del cuello de la chica.

Él solo se quedó observándome por un momento y yo hice lo mismo.

Parecía desconcertado y hasta un poco inflexivo, con la cabeza ligeramente inclinada y un interés silencioso, casi psicótico... como si se acabara de encontrar con el viejo amigo que había estado buscando por mucho tiempo.

Su expresión no duró mucho, porque instantáneamente empujó a la morena semidesnuda hacia un lado. Me quedé mirando cómo le decía cosas inentendibles, pero tal parecía que la estaba echando del lugar. La mujer hizo un berrinche pero rápidamente se fue sin más.

Eché un vistazo rápido y le otorgue una sonrisa mecánica que solo él podría reconocer. Cuando éramos niños y antes de la primera vez que habíamos hablado, nos comunicamos a través de miradas incómodas y sonrisas mecánicas.

Un silencio sepulcral se instaló entre nosotros y el oxígeno del lugar pareció disminuir a medida en la que nos acercábamos. Era casi asfixiante.

Todo siguió pasando demasiado rápido, y no lo vi venir hacia mí hasta que ya estaba comenzando a acercarse en zancadas.

Desperté de mi ensoñación cuando su mano se envolvió fuertemente contra mi brazo, dando un agarre firme, casi doloroso. Ya estando frente a mí, cara a cara, parecía que podía leer mi alma, y aunque estaba oscuro, sus ojos azules parecieron querer hacerme un hoyo directo al cerebro.

Su otra mano tomó mi mandíbula, alzándola y haciendo que pudiese mirarlo directo a los ojos. Anteriormente, pensaba que sus ojos eran hermosos, como el azul más claro que había visto nunca. Luego esos mismos ojos me hicieron querer estrangularlo por el recuerdo de lo que ya no teníamos. Fueron los últimos ojos que vi al momento de morir en vida.

Aiden era un lobo disfrazado de oveja, y estaba tan embriagada por él que no podía dejar de mirar esos ojos malvados.

Detrás de la imagen tranquila de chico dorado del campus, se escondía alguien jodidamente perturbado. Un depredador, listo para jugar con tus sentidos.

Él sería la persona que me encantaría romper e ir poco a poco pegando sus piezas, para luego simplemente hacerlas pedazos nuevamente.

«Dale esperanza al pobre y luego arrebátasela. Quítale lo que más ama, veras como llora». Esas habían sido las últimas palabras que había escuchado de Amanda.

Seguí esperando a que se decidiera a hablar, pero no lo hizo, así que yo tomé iniciativa:

—¿No que te gustaban rubias, Aiden? —mi voz sonó tranquila, pero iba teñida de un tiente curioso, casi podía escucharse como una broma.

Levante más la barbilla para demostrar ímpetu, pero estaba haciendo el ridículo intentando intimidarlo. Ahora era estúpidamente más alto que hace tres años. Su respuesta fue seguir observándome. Me estaba mirando como mirarías a un fantasma.

Llevé mi mano hacia su cabello y lo acaricié de la misma forma en que la que lo haría con mi amada mascota.

No iba a salir de su estupor tan fácilmente.

Dio unos pocos pasos al frente y se acercó más, atrayendo mi cuerpo al suyo. Me estaba tocando con duda, como tocarías algo para creer que es real. Mi instinto fue dar un paso hacia atrás cada que él dio uno para avanzar hacia mí. Estábamos jugando al juego del gato y el ratón.

Podía percibir su calidez, hasta en el hueso más pequeño de mi cuerpo lo hacía. Todo él me era tan familiar que se me estremecieron las entrañas por tan pequeño reconocimiento. Seguía oliendo a cítricos y gel de baño.

Él se había comido mi corazón, como un monstruo, y yo me comería su alma.

Solo habían pasado tres años, pero realmente se habían sentido como una eternidad.

Mi espalda golpeó contra el tronco del árbol cuando pude notar que ya estaba completamente sobre mí. Luché por mantener mi rostro sereno, a pesar de que dolió como la mierda, pero cuando intenté rodar mi cuerpo hacia un lado y hacer que soltara mi brazo, su mano libre salió disparada, golpeando el viejo tronco a un lado de mi cabeza.

No tenía escapatoria, pues me estaba arrinconando.

Fue enseguida de eso, que habló por primera vez:

—Tú... se supone que estás muerta —susurró en un hilo de voz.

Su confusión se sentía como la ambrosía corriendo en mi sistema.

—¿Es así como lo llaman ahora? —enfaticé, mis palabras llenas de un claro cinismo.

Frunció el ceño y se quedó pensando por unos segundo de qué forma iba responderme.

—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió finalmente, tragando en seco. Su lenguaje corporal parecía el de un robot oxidado.

Nunca había visto a alguien actuar así antes, y eso me hizo querer extenderle una sonrisa. Entre nosotros, lo de las primeras veces, era algo más que normal.

—Rompiste tu promesa, ahora debes pagar por ello —las palabras se enrollaron contra mi garganta, pero finalmente, solté exhalando profundamente, con un aliento casi desesperado—. Pero puedes conseguir una manera de sobrevivir, ¿sabes? La mala hierba nunca muere. Solo tienes que pagar un pequeño precio por ello.

Una sonrisa cruel tiró mis labios, mirándolo fijamente como si fuese una broma de toda la vida entre nosotros.

Él me miró frunciendo el ceño, con una extraña mezcla de emociones. No supe descifrar si era interés, curiosidad o sorpresa. ¿Tal vez odio?, algo sí era seguro, en medio de todo, había podido ver un vacío. Su esencia, que ya no tenía ese brillo que la caracterizaba.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Ahora eres tímido? —pregunté con naturalidad, pero no hubo respuesta alguna —. ¿Entonces le tienes miedo a la tentación?

Mis labios se adelgazaron en una línea temblorosa, que lo hizo casi agitarse, pero siempre mantuvo su agarre. Aiden me veía como si estuviese buscando algo en mí, algo que hubiese perdido.

Su cara sólo estaba a unos cuentos centímetros de la mía, nuestras narices rozándose.

De repente, su mano soltó mi brazo para envolverse alrededor de mi cintura. En donde tocaba, mi piel quemaba.

Su cuerpo empujó al mío, fue sutil, pero podía sentirlo. En esa posición era imposible no hacerlo. Sus ojos intensos nunca dejaron mi rostro. A pesar de que no mencionaba palabra alguna, nunca dejó de mirarme.

—Cuanto más lejos pienses que esté, es porque de seguro estoy pisándote los talones —le dije, deslizando mis uñas a lo largo de su labio inferior, con una sonrisa—. Eres un chico inteligente, ¿verdad?

Di un paso atrás, recostándome más al tronco, pero no podía ir muy lejos ya que me estaba agarrando por la cintura para acorralarme así contra su cuerpo.

No era difícil caer en la trampa y hacerlo decir algo.

—Moriste hace tres años —habló finalmente, señalando el punto obvio.

Sus palabras fueron dolorosas, pero no hacían que quisiese matarlo menos.

—¿Es así? ¿Viste mi cuerpo? —le pregunté con detenimiento. Mi tono de voz cargada de rabia.

Su labio inferior tembló, pero se contuvo. Vi como en sus ojos azules se tornaban a un gris profundo, estaba enojado, y yo quería ver al demonio en él salir.

—Estuviste ahí con tu madre, Kira, lo vi. —Su agarre se aflojó y su cara se contrajo en dolor, parecía como si estuviese siendo forzado a hablar de algo que se le era difícil mencionar.

La expresión de Aiden se endureció. Intentó decir algo más, pero yo continué:

—En absoluto, Aiden. No es nada de eso. —Mis manos se deslizaron por su mandíbula al hablar. Lo estaba subestimando, así que me detuve para explicarle, suave y cálido.

Él expulsó aire. Soltó el tronco y se pasó una mano por la nuca, como si ya estuviera demasiado estresado como para entrar en ese tema.

—Nada, ¿eh? —reclamo, acusatoriamente. Parecía como si sus ojos estuviesen inyectados en sangre, quería estrangularme en cualquier momento—. No sé si estarás muerta. Lo que sí sé, es que aún no me estoy volviendo jodidamente loco, ni tampoco me he metido algo como para alucinar.

Mis manos comenzaron a sudar mientras intentaba pensar una respuesta rápida e inteligente.

¿De qué iba a servir? No estaba muerta, ni siquiera estaba cerca de estarlo... por lo menos físicamente no.

—Obvio que no, Aiden. Pero no sé si debas asegurarte de la parte en la que no estás loco, porque los dos sabemos que estás más que turbado.

No respondió a mis acusaciones, en vez de eso, solo hizo algo que no esperé.

Decidió no hablar más, para luego chocar sus labios contra los míos. Todo en un frenesí animal.

Fue intencional.

No pude pensar, ni respirar. Él se quedó congelado, pensando realmente que estaba haciendo, pues, no sabía cómo reaccionar. Aun así, todavía mantuvo su agarre sobre mi cintura. Su otra mano se deslizó por mi nuca alzando más mi rostro. Fue posesivo.

Sus labios se sentían igual de firmes que antes, pero con un sentimiento completamente diferente.

Estaba decidido a aventurarse a más, pues deslizó su lengua contra la mía. Sabía labial de puta y algo como odio.

¿Besabas al fantasma para comprobar si era real o no?

No quería sus besos, quería sentir el sabor metálico de la sangre de su muerte.

Mis extremidades temblaron, y fue demasiado obvio que estaba actuando por un impulso de idiotez, debido a lo que sea que me había metido Samantha en esas pastillas.

Aiden no me estaba besando. Era todo menos dulce. Sus dientes mordisquearon mi labio inferior, hiriéndome.

Quería hacerme daño, como yo quería hacerle daño a él.

Fue sofocante y liberador, pero también me supo a cólera. Se parecía a un sediento a quien no le han dado a beber por días, con la diferencia, de que él estaba dando todo lo que tenía para hacerme daño emocional.

Quería soltarme, pero me estaba manteniendo firme.

Él no iba a dejarme ir y yo no lo quería cerca de mi cuerpo sin esperar más.

Fue en ese momento, cuando reaccioné, que aproveché de morder su labio inferior tan fuerte como pude. Si él quería verme sangrar yo haría lo mismo con él.

Y efectivo, porque terminó soltándome, sin antes no dejar salir un gruñido de dolor.

— ¿Recuerdas cuando a los quince años te pregunté si querías para ti todas mis primeras veces? —busqué su mirada, pero no pude verle a los ojos. Estaba vacía, rota y lastimada—. Recuerda que también me exigiste que siempre cumpliera todas mis promesas. A diferencia de ti, yo siempre voy a mantenerlas. Tendrás el honor de ser el primero que veré caer de la cima, Aiden.

Y esas palabras sellaron nuestro destino, un destino que iba a estar manchado de sangre, mentiras y un dolor irracional.

Aiden siempre había sido mi virtud, pero Red... Red era el demonio al que aún me aferro. 

X

Que emoción. Nos vemos en la próxima actualización.  ¿Les gusto? ¿Qué opinan de Kira y de Aiden? Comenten que los leeré  a todos.

Soy muy principiante, pero tengo un amor profundo por estos personajes. Ya verán.  

XOXO, Ashly. 

Continue Reading

You'll Also Like

70.9M 6.9M 49
[COMPLETADA] Una noche fue suficiente para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Él acabó con mi familia, con todo lo que amo y por alguna razón me d...
178K 4.6K 37
¿Alguien entiende el amor? Zoe lo sentirá y pondrá su mundo patas arriba. ¿Aprenderán ella y sus amigos lo que es y conlleva amar? Zoe una chica de 1...
479 114 8
Leonardo Ferrari y Selene Russo eran amigos, se conocieron en la escuela. Primero su amistad comenzó como cualquier otra, pero lo malo terminó por se...
10.5K 785 28
Aarón Grugg: Tras la muerte de su madre le toca mudarse y dejar atrás a su mejor amiga. Olivia Wynlie: Hundida en la desesperación y el dolor decide...