Hey, Dad. [Larry Stylinson] [...

By fanfics_everywhere

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La vida de un famoso puede ser genial: fiestas, amigos, sexo, drogas y alcohol. Sin embargo, un error del pas... More

»Información poco interesante.
#NC: Libro de entrevistas.
#0: Prólogo.
#1: El niño en mi cocina.
#2: Yo soy tu hijo.
#3: Benjamin ❝El salvador de carreras❞ Tomlinson.
#4: Feeling like Alexis Sánchez.
#5: Desorden en palacio.
#6: Ziam.
#7: Son cosas de niños.
#8: Nightmares.
#9: Ahuyentando a los pretendientes.
#10: La bruja del oeste.
#11: Entre dientes y abuelos.
#12: 'L' de Louis.
#13: Explicaciones para una cabellera rizada.
#14: Memorias de un embarazo.
#15: Stay with me.
#16: Memorias de un padre soltero.
#17: Crazy Little thing called love.
#18: Adore you.
#19: Y ahora, ¿qué?
#20: Memorias de una relación fracasada.
#21: Halcón caído.
#22: Siempre hay motivos.
#23: Un día en la vida de Charlotte.
#24: La creación: Ben Tomlinson.
#25: Un día en la vida de Chris.
#26: Final.
#27: Marzo es sinónimo de escuela.
#28: Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.
#30: Memorias de un ❝Leeds Festival❞
#31: Zouis.
#32: And I'd marry you, Harry.
#33: Niall Horan.
#34: Familia.
#35: I do.
#36: Wedding party.
#37: Un paseo por Venecia.
#38: Pijamadas.
#39: ¿Un nuevo integrante en la familia?
#40: Felicidades, chicos.
#41: Hormonas.
#42: Feliz cumpleaños, Ben.
#43: Final countdown.
#44: Valerie Tomlinson Styles.
#45: Lo inesperado siempre llega tarde.
Epílogo: Hey, dad.
Agradecimientos.
Bonus: baby, I can feel your halo.
cONCHETUMARE !!!!111!!!1!

#29: Ben vs Colegio.

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By fanfics_everywhere

                                Para sorpresa de todos —más para Louis y Harry, quienes tenían una apuesta de vida o muerte— Ben duró tres semanas exactas en la escuela pública antes de que casi lo expulsaran y llamaran a sus padres a la oficina del rector. Nadie había esperado eso, Louis con suerte le había dado tres días a prueba y Harry, quien le había tenido un poco más de fe, una semana. Pero, definitivamente, nadie esperaba que Ben durara más de dos días en una escuela. Lo hizo, sin embargo. Él había durado las tres semanas. Él había terminado las tres semanas de clases con elegancia y metiendo la pata dramáticamente.

Ben casi incendia una sala.

Todo había pasado muy rápido para Ben. Las semanas, los días, las horas. Todo. Tanto así, que de un momento a otro, se encontraba a punto de entrar al lugar que más odiaba: la escuela —después del dentista— y luego, se encontraba en el lugar donde se supone, no debía estar: la oficina del rector. Era impresionante incluso para el menor.

Era impresionante, porque fue más rápido de lo que él había esperado. Ben no se imaginaba cómo estarían sus padres al recibir aquella llamada telefónica de la secretaria del rector de su establecimiento, no se imaginaba cómo Charlotte atendería la llamado, cómo intentaría bajarle el perfil al asunto al decirle a L&H, no se imaginaba cómo Harry le diría a Louis que él estaba en la oficina del rector, no se imaginaba cómo Louis iba actuar. En realidad, eso sí lo imaginaba: Louis sería el más histérico de ambos, estaba seguro de aquello, Harry quizá sólo le frunciría el ceño cuando estuviese en la oficina y lo miraría amablemente, como siempre. Y todo lo demás estaría mal.

Ben sabía que estaba en problemas más que graves, él literalmente estaba preparando su tumba. 

El chico de ojos azules realmente había dado lo mejor de sí esas semanas, se lo había propuesto. Ben realmente lo había intentado con todo lo que tenía dentro de su arsenal de “buenos modales”, de las cosas que Harry le había enseñado en su poco tiempo con él y todo, absolutamente, todo lo que Louis le había enseñado en su corta vida. Había intentado ser un alumno ejemplar dentro de lo que podía, sin meterse en problemas de los cuales no podría salir luego, no es como que fuera estúpido, sabía si se metía en problemas, lo asesinarían en casa. Sin embargo, él lo había intentado, pero a veces, intentar no es suficiente.

Cuando el pequeño de rizos y ojos azules llegó a esa escuela, en donde la mayoría  —a sus ojos —parecían ser bastante millonarios y todo el asunto, Ben creyó que no se adaptaría. Efectivamente, nunca lo hizo; sin embargo, las cosas parecían ir bien el primer día de clases.
Hicieron lo típico de una escuela: presentarse con sus compañeros, hablar acerca de sí mismos y hacer un dibujo de lo que hicieron en vacaciones. Lo usual. Para Ben era casi extraño -y patético- hacer algo tan normal como aquello después de todo lo que había pasado, aún así, debía hacerlo sólo para no empezar con problemas el primer día.

Al momento de hacer el dibujo, los chicos de su clase estaban bastante inspirados plasmando en el papel las vacaciones en alguna playa, en el campo o en la ciudad, incluso en otro país; Ben no estaba muy seguro acerca de qué hacer ya que sus vacaciones habían sido más que movidas y bastante poco inusuales, por lo que optó por crear la versión resumida de lo que él había hecho.

No es que como que pudiese dibujar todos los planes que hizo para que la reconciliación de sus padres se llevara a cabo y esperar a que la maestra lo entendiera o que al momento de colocar el dibujo en el mural, las personas también entendieran  -incluso, si lo hubiese hecho, nadie le habría creído eso sólo porque era un niño de siete años- por lo que sólo dibujó el resultado del plan: una familia feliz y unida con un lazo irrompible. Él también dibujó a Nina, Charlotte e incluso, Chris. 

La maestra de Ben ya había hablado con Louis y él le explicó todo el drama familiar. Dos padres, uno famoso. La “sirvienta” —Louis odiaba usar esa palabra para referirse a Charlotte, sonaba más que despectivo—, la nieta y la odiosa mánager. 

Por lo que al momento de recibir el dibujo de Ben, la maestra Sparks no se veía alterada o sorprendida por aquello. Al contrario, sonrió ante el dibujo de Ben y alabó la forma en la que el menor se desenvolvía tan bien al momento de dibujar, era uno de los pocos de su edad que no se salía de las líneas al pintar y sus dibujos era más que entendibles, no dibujos de palos y líneas por todas partes.

De todas maneras, era algo obvio para Ben ser tan bueno, ya que él estaba acostumbrado a trazar algunos planes en cuadernos viejos que ya no utilizaba y si dibujaba mal, él no entendería después qué rayos debía hacer en la siguiente etapa de un plan x. Sin embargo, incluso cuando quería —y estaba dispuesto— a rodar los ojos y suspirar cuando la maestra elogió su dibujo, él se obligó a sonreír y asintió en agradecimiento.

Entonces, se podría decir que todo marchaba de maravilla. Dentro de todo lo que un chico de siete años podría hacer en una escuela pública —que no parecía tan pública—, después de haber pasado todo el verano intentando juntar a sus padres y haciendo la vida imposible a uno de ellos.
Todo parecía normal. Clases de las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, todos los días. Tareas sencillas, materias, trabajos plásticos como escritos. Era normal, hasta aquel día viernes, después de tres semanas, en la sala de artes manuales.

Ben no sabía qué demonios lo había impulsado hacer aquello, pero lo hizo de todas maneras. Él se encontraba de lo mejor, sentado entre Jason y Clary, sus amigos con mentes maestras como la suya, conversando acerca de vídeo juegos y “trabajando”; ellos estaban jugando con algo de plastilina cuando la idea vino a él tan rápido como sus acciones.

Estaban haciendo algunas figuras: perros, personas, cualquier cosa, mientras la maestra los observaba, pero ella fue llamada a la oficina por un motivo que nadie sabía y no importaba, la maestra Manson dijo algo como “saldré un momento, espero que se comporten” antes de abandonar la sala y eso fue todo para Ben. Según él, las cosas estaban destinadas a ser así.

—Esto es realmente aburrido —Jason comentó, tirando la plastilina en la mesa—, odio hacer figuras.

—Jason, —Clary rodó los ojos— tú odias todo lo que está relacionado con la escuela.

El chico de cabello rubio le sonrió, colocando sus codos sobre la mesa, apoyando su cabeza en sus manos entrelazadas para mirarla: — Tienes razón, odio la escuela. Pero, ¿quién no lo hace?

Ben observó a sus compañeros de clases intercambiar razones por las cuales debería estar prohibido entrar a la escuela a una edad temprana. En vez de estar en una escuela, podrían estar ocupando mejor el tiempo siendo un niño que un joven infeliz encerrado dentro de cuatro paredes. Pero nadie comprendía eso, y si lo hacían, no importaba realmente. Esas eran sus razones.

El chico de ojos azules dio una mirada al aula en donde estaba. Las paredes con dibujos mal hechos que eran el orgullo de los padres, con dibujos de niños siendo felices. Vio a los chicos que estaban trabajando, jugando con la plastilina y suspiró. Estaba demasiado quieto para ser cierto. ¡La profesora había salido y ellos se comportaban bien! Eso era inaceptable, sobre todo con niños entre siete y ocho años y sin ninguna autoridad cerca.

—Bien, chicos —Ben comentó, de repente, sacando una hoja de su cuaderno, para arrugarla después— hay que poner un poco de emoción a todo esto.

Sus amigos dejaron su acalorada discusión acerca de cuál programa era mejor para mirar al pequeño de rizos con atención.

—¿Qué harás, Ben? —Clary lo miró con real curiosidad.

Ben le sonrió mostrando los dientes y sus característicos hoyuelos: — Ya verás.

El rizado menor echó otro vistazo a la sala, la bola de papel aún en su pequeña mano, arrugada. Observó a sus compañeros para elegir al blanco perfecto con el cual se desataría el caos, siempre había un chico que seguía la corriente o que se enojaba por todo y cobraba venganza inmediatamente. Ese era Jacob, el del cabello casi al rape y el más grande de la clase, en cuanto a estatura. Ben sonrió a su objetivo siendo observado por sus compañeros con sonrisas cómplices en sus aniñados rostros, y, alzando su mano con la bola de papel arrugada en ella; la lanzó, dándole de lleno en la cabeza a Jacob.

El chico de cabello negro alzó la mirada de inmediato al sentir que algo había dado con su cabeza, miró hacia el lugar de donde llegó la bola de papel y le frunció el ceño a Ben en busca de alguna explicación. El menor abrió los ojos, como preguntando si le estaba echando la culpa a él. Ben negó con la cabeza, apuntando al chico de la otra silla, Esteban. Jacob asintió y luego, le lanzó el papel a Esteban llegándole en la cabeza. Ben sonrió y Clary y Jason rieron entre dientes. 

Ben sabía que aquel acto iba a desatar la “guerra” en la sala —esa había sido la idea desde el principio, en todo caso— y no se equivocó, cuando vio a Esteban levantarse de su asiento, lanzando otra bola de papel más grande a Jacob. Sin embargo, la puntería de Esteban no era tan buena como él proclamaba, por lo que terminó llegándole a un chico de más adelante de donde se encontraba Jacob.

Jason miró eso con una sonrisa plasmada en su cara, con su pequeña mano, dio dos palmadas en la espalda de Ben, antes de comentar: — Eso, amigo mío, es desatar el caos.

                                                                   -×- 

No habían pasado más de cinco minutos cuando la sala se había vuelto un caos. Después de haberle lanzado la bola de papel a Jacob, y la poca puntería de Esteban, todos empezaron a lanzarse papeles también. Bolas de papel de diferentes tamaños. De un lado a otro. Incluso, con cinta adhesiva para  que al llegar al destino doliera el doble. Y Ben seguía siendo la cabecilla de todo aquello, ya que cuando el ambiente se calmaba un poco, él avivaba la llama de nuevo.

No obstante, cuando los papeles se hicieron insuficientes y empezaron a hacerse poco divertidos, a un niño de mentalidad criminal se le ocurrió empezar a lanzar los libros de textos escolares. Al principio, todos los alumnos quedaron un poco estupefactos con la situación, pero siguieron el juego después de reconsiderar el hecho de que eso parecía más divertido que los papeles ya que la adrenalina era mucho más alta.

Ben estuvo a punto de anotar esa idea para la próxima vez que la maestra abandonara la sala por x motivos. Sin embargo, cuando todo empezó a tonarse algo peligroso, un chico que Ben no conocía —ni estaba interesado en conocer— echó un poco de perfume a una bola de papel y le encendió fuego, lanzando la bola cerca de Ben; el menor entró en pánico al estar a punto de morir casi calcinado —y no estaba exagerado (estaba exagerando) —, por lo que, al momento en que la bola de papel estuvo cerca de él, se hizo a un lado, dando justo cerca de la ventana junto con la cortina. El fuego se propagó por la tela de un momento a otro, alarmando a todos en la sala.

Empezó a salir humo y la alarma empezó a sonar. La sala estuvo en completo silencio, para luego dar paso a miles de gritos en pánico. Ben miró a todos correr hasta la salida con una ceja alzada. Clary parecía calmada también, aunque Jason estaba a punto de hiperventilar en su lugar. Clary rodó los ojos, tomando a Jason del brazo e indicándole a Ben que empezaran a salir luego de que los escandalosos chicos y las niñas gritonas salieron de la sala hacia el pasillo. El conserje de la escuela apareció casi en el mismo momento cuando Ben, quien era el último, abandonó la sala. Llegó con un extintor, apagando el fuego y las alarmas.

Ben soltó una risa, seguido por Clary. Jason aún estaba algo alterado por toda la situación. Sin embargo, al momento de girarse, enfrentó a sus compañeros. Nadie parecía feliz. Algunos con el ceño fruncido, otros con algunas lágrimas en los ojos y otros, simplemente, algo pálidos.

—Vaya, —Ben comentó, pasando una mano por su cabello— que gran anécdota, ¿no?

Los tacos de la maestra Sparks resonaron por el pasillo, y Ben supo de inmediato que eso había sido todo. Adiós escuela, amigos, internet, adiós todo. Sus compañeros se giraron para mirar a su maestra casi correr hasta donde ellos se encontraban, observó a todos con suma preocupación, fijándose si alguien estaba mal o traumatizado. Pero, al darse cuenta de que estaban todos bien, ella cambió su cara a una de pocos amigos. El rojo carmesí subiendo por sus mejillas. Entonces, la maestra Sparks estaba más que enojada. 

—¡¿Quién inició todo esto?!

Todos los chicos de la clase, excepto por Clary y Jason, apuntaron a Ben inmediatamente. La maestra miró al chico de ojos azules con el ceño más que fruncido. La mujer sabía que Ben era un ángel disfrazado de demonio, pero no sabía hasta qué punto iba a ser capaz de convertir la sala en el mismo infierno. Ella estaba exagerando, pero era lo más cercano a lo que estaba pasando. La maestra colocó una mano en su cintura, y con la otra apuntó hacia la puerta de salida.

—A la oficina del rector, Tomlinson.

Ben tuvo un déjà vu al escuchar su apellido con ese tono de “estás en problemas”. El menor recordó, de alguna manera, las anécdotas que su abuela Jay contaba acerca de su padre, cuando él tomaba esos turnos extras los fines de semana; de cómo se metía en problemas cuando era pequeño y la manera en la que los profesores lo tenían marcado como un “busca pleitos” . Ben se sentía como él, sin embargo, Louis tenía a sus compañeros para defenderlo, en cambio Ben sólo tenía a sus dos únicos amigos.

—Nunca me había sentido más traicionado en la vida —comentó, mirando a sus compañeros—, en el desierto nos vamos a encontrar, perdedores.

La maestra se impacientó.

—A la oficina del rector, Tomlinson. No lo repetiré tres veces.

El menor suspiró en forma de derrota, bajó la cabeza empezando a caminar hacia la multitud que se abría paso para que él pasara a la oficina del rector. 

—Te queremos, Ben —Clary lo apoyó, al verlo caminar.

—Siempre en el corazón, bro —Jason se tocó el pecho con emoción, — te iremos a ver a la cárcel.

Clary rodó los ojos.

—No es para tanto, Jason.


                                                                   -×××-


—Es por eso que están aquí, señores Tomlinson.

Harry y Louis se miraron algo incómodos, pero no hicieron ningún ademán de reclamar el hecho de que no estaban casados aún como para ser llamados de esa forma. Ambos se encontraban sentados en la oficina del rector, un adulto de varios años pero aún se conservaba bastante bien. La oficina era grande, con un librero, cuadros de arte y sillas. Ben estaba en una de ellas, mirando a sus padres con nerviosismo. El director Barrientos les había explicado todo lo sucedido en clase —junto con las cosas que los compañeros de Ben dijeron— a Louis y Harry. 

Barrientos, también había dicho que Ben había sido un gran chico, pero no sabía qué había pasado con él en el trayecto al hacer algo como lo había hecho en ese momento. Louis miró a Ben con una ceja alzada y los labios fruncidos. Y sí, esa mirada era un claro “conversaremos cuando estemos solos” y eso no incluía a Harry. 
—¿Qué decisión tomará para nuestro hijo, señor Barrientos? —Harry preguntó, cortésmente, su mano descansando sobre la pierna de Louis.

El director se sacó los lentes y los dejó en el escritorio, alternando miradas entre Louis y Harry, y en ocasiones, Ben. Soltó un suspiro, haciendo una mueca.

—No quiero llegar a algo extremo, —empezó el director— pero esto merece una expulsión. Quiero decir, casi incendia una sala.

—¡Él ni si quiera prendió esa bola de papel! —Louis frunció el ceño.

El director alzó una ceja.

—No, no lo hizo. Pero empezó con todo el caos en la sala.

Louis rodó los ojos.

—Eso me lo esperaba —Harry murmuró— ¿no segundas oportunidades?

—Para nada, señor Tomlinson.       
 
El rizado hizo una mueca incómoda, Louis le acarició el brazo con cariño, por lo que Harry lo miró. Louis sabía que eso significaría clases particulares en casa, pero tal vez era mejor así. Tal vez Ben era demasiado inteligente para estar con personas que en cualquier momento lo echarían a los leones.

—Bien —Louis habló— si esa es la decisión, entonces, Ben dejará esta escuela. Lamentamos mucho el daño que ha hecho.

—Pagaremos por ello —Harry comentó, levantándose, tirando a Louis con él— fue un placer, señor Barrientos.

—Igualmente, señores Tomlinson.

Barrientos se levantó también, dándole la mano a la pareja en forma de despedida. Ambos salieron tomados de la mano, Ben tenía que quedarse un momento más en la oficina del rector sólo porque tenía que pedir una disculpa a la maestra por el susto causado, después de eso, él sería libre, literalmente. Louis soltó un suspiro, apoyándose en la pared. Harry se acercó a él, colocando sus manos en la cintura delgada de su novio.

—Hey, bebé, tranquilo. Al menos él está bien.

Louis apoyó su cabeza en el pecho de Harry, sintiendo las manos grandes del rizado acariciarle la espalda con cariño. Alzó su cabeza, mirando a su amado, para luego, robarle un beso.

—Lo sé —el castaño sacudió su cabeza— esto sonará inadecuado pero, ¿quién ganó la apuesta? Él duró tres semanas.

Harry soltó una sonora carcajada, besando la frente de Louis: — No puedo creer que pienses en eso.

—Hey, es de vida o muerte.

—Supongo que nadie ganó. Él duró más de lo que ambos esperábamos.

Louis asintió, alzándose de puntitas para besar a Harry. Aunque eso no duró demasiado, ya que la puerta de la oficina sonó al abrirse. Ben salió de la oficina con una sonrisa nerviosa en su rostro. Miró a sus padres, jugando con el dobladillo de su abrigo.

—Así que, eh —balbuceó— ¿ya nos vamos?

Harry negó divertido. El sonido de su celular sonando cortó el pequeño silencio que se había hecho entre los tres, miró a Louis en modo de disculpa y empezando a caminar hasta el auto, contestó seguido por Louis y Ben.

Ambos caminaron en silencio. Louis sólo miraba en frente sin ninguna expresión en su rostro, y Ben no hacía nada más que mirar a Louis en caso de que tuviese que salir corriendo hasta la policía por un posible caso de homicidio. Cuando llegaron al auto familiar, Harry aún discutía algo por teléfono. Louis supuso que era Chris, ya que era la única que mantenía a Harry peleando la mayor parte del tiempo. Ben aún estaba nervioso y Louis no había dicho nada aún, incluso cuando había abierto la puerta del asiento del co-piloto.

—Papá —Ben llamó— ¿dirás algo?

El castaño miró a su hijo, meditando la respuesta. Luego le sonrió con malicia. Ben sabía que eso no era bueno.

—¡Adivina quién estará castigado por el resto del año!

Ben suspiró derrotado, ese era su fin: —¿Quién?

Louis sonrió sarcásticamente, mirando a su hijo antes de entrar al auto.

—¡Tú! 

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