A Harchie Fire le daba igual que su madre fuera la peor persona con todos.

—Lo sé, lo sé —tranquilizó su padre al palmear su hombro como cual mejores amigos fueran, Harchie detestó ese afecto descarado —Tu alma no está del todo limpia y puede que nunca lo esté, pero desde que naciste estuviste preparándote para gobernar y eso te hace mucho más acto que yo. También crecí como tú, también me eligieron muy joven para este puesto, y yo nunca lo quise. Mi destino no es ser rey, es ser un libertador —recalcó serio, hizo que su hijo lo mirara los ojos al estar de frente. Ambos tenían el color de los cielos en sus púpilas, ninguno de los ojos resaltaba más que el otro, eran perfectamente iguales, pero sus portadores para nada lo eran. Harchie era orgulloso y terco. Nate era noble y decidido. Tan diferentes como iguales —Tú, Harchie Fire, eres la misma ercanación de un soberano —declaró con orgullo.

Harchie abrió los ojos por sorpresa ante tales palabras, el enojo que lo había consumido se despojó al mirar por primera vez los ojos de su padre desde que invadió su privacidad. No entendía por qué ese hombre lo seguía viendo con orgullo, como su hijo. Odiaba la idea de compartir sangre y sentimientos con él, lo odiaba con toda su alma, lo aceptaba. Nate Fire era el hombre que más odiaría en su vida y que jamás perdonaría. Apretó los puños a sus costados, tanto fue la fuerza, que sus garras hicieron aparición y se clavaron en sus palmas sin cuidado alguno, su sangre manchó la alfombra blanca de su habitación quitando la pureza del limpio color.

Le dejó el camino fácil, eso golpeaba su orgullo más veces de lo que fue en la batalla pasada, tampoco iba a perdonar tan deplorable acto. Pero sabía que Nate, su padre, jamás se equivocaba con sus acertaciones, debía aceptar que el sujeto era sabio y astuto para convencer.

—Sé un mejor rey que tu padre —sentenció el mismo hombre que lo crió y le arrebató lo que más apreció.

Harchie miró tan profundamente a su padre a los y asintió.

—No te confundas, te seguiré odiando por el resto de nuestras vidas. Seré la única persona en este mundo que conozca al verdadero Nate Fire, hijo de Nerack Fire, descendiente de un gran linaje de reyes con un apellido imponente, mi padre —terminó adusto —El hombre más idiota de este mundo.

—Lo tendré presente.

⪰+⪯

El carruaje no se pasaba ninguna roca del camino y eso hacía que a quién transportaba por su altura se golpeara con el techo de este incontables veces. Irritante. Ya llevaba tres días en lo mismo, solo hubo dos noches en los que su cabeza pudo descansar de esos molestos movimientos, lo bueno es que era el último día en el que harían el bendito viaje incómodo. No quería venir, claro que no, pero por hacer favores y obedecer a su superior --sobre todo obedecer--, le era prohibido negarse.

Aunque seguía sin entender para qué iba a una coronación.

—¿Era necesario que viniera? —preguntó por milésima vez en lo que llevaba de viaje. Admiraba a su superior por su estatura correcta para ser transportada en el vehículo, y se odiaba por ser tan alta.

—Ya te lo dije, Lizian. Eres mi mano real, debes acompañarme en cada viaje —le recordó paciente. La reina de Jumbel solo tenía su vista en el paisaje rural que pasaban, muchas casas estaban siendo reconstruidas luego de un año en el que fueron destruidas. Todo se estaba estabilizando al menos, y las construcciones también eran apoyo del reino Kathyn.

—Siento que soy un estorbo, fuera sido mejor que me hubiera quedado en Jumbel —se quejó aburrida e irritada.

—Lizian —nombró como si fuera una especie de regaño.

Eternos finales © ✔️Where stories live. Discover now