Capítulo 11 - Él

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Salió empapada, llena de residuos que no deseaba identificar.

Ugh... brillante noche. ¿Y ahora qué?

Caminó esperando secarse o encontrar alguna llave de agua o incluso una casa en venta donde infiltrarse para darse un baño. No quería ir a Mina's así mientras estuviera abierto a clientes, daría muy mala imagen. Dejó que sus pies la guiaran.

Oh, no.

Las rodillas le fallaron. ¡¿Por qué seguía sucediendo?! ¿Es que iba a intentar matar a cada una de sus conexiones mortales esa noche? ¿Era eso de lo que se trataba? ¿De hundirse más en la inhumanidad para darle paso libre a ese monstruo dentro de ella?

Se detuvo frente a una casa rojiza rodeada por arbustos y un árbol que llegaba al segundo piso. La conocía bien porque al caminar a la escuela pasaba por esa casa cada que podía.

Sin lograr detenerse, subió al árbol como una serpiente y vio a través de la ventana. El cuarto era un desastre; ropa tirada por cada rincón, pósteres casi despegados, tazas de café en cada estante. El dueño de aquel lugar descansaba en la cama bajo un montón de cobijas

Sus instintos demandaban obediencia, su mente se nublaba. Con cuidado, abrió la ventana corrediza y se lanzó dentro, solo que la misma fuerza con la que se impulsó le impidió el paso con un rebote y la aventó contra el árbol, ¿o se había lanzado ella misma?
No importó, pues se había estacado el estómago con una rama rota y ahora estaba colgada en el árbol. ¿Por qué sucedió eso? Fue una sensación como de presión en todo su cuerpo. ¿Era cierto entonces? ¿Aquello de no poder entrar a casas sin invitación?

Cuerpos colgaban de cadenas, unos labios rojos sonreían y una risa retumbaba en su mente.

Cuerpos colgaban de cadenas, unos labios rojos sonreían y una risa retumbaba en su mente

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Algo le abría los ojos y le apuntaba con una luz brillante. Catrina se cubrió de inmediato la cara, cayó de la cama y se levantó tropezando. Pudo ver dónde estaba, el pánico le echó a andar el corazón. Trató de encontrar a ciegas la ventana, pero era difícil con los nervios en su punto máximo.

—¡No puedo creerlo! ¿Catrina? —exclamó Israel abrazándola. Ella lo apartó de inmediato, no habría quien la detuviera si intentaba desgarrarle el cuello ahí, pero se arrepintió a los pocos segundos. Su tacto fue cálido y reconfortante. Su aroma era una mezcla de la colonia que usó en el día, detergente, pan dulce, pasta de dientes de menta y sangre cálida.

¡OH, NO! Ella debía oler terrible mas eso no era lo importante, también su vestido estaba rasgado, se cubrió para asegurarse que nada se saliera. Se quedó callada contribuyendo con un silencio momentáneo. Debía pensar rápido. Por su mente se paseaba la idea de nunca haberse acercado a la casa de Israel. ¿Qué saldría de su boca? ¿Sería ella misma o aquella personalidad monstruosa que le prohibía participar?

Él, por su parte, no decía nada, únicamente la miraba fascinado tratando de hacer una pregunta, ya que, al parecer, muchas le venían a la mente. Catrina se quedó observándole el rostro, los ojos, las manos, el cuerpo. Lo amaba de verdad. Sentía a su corazón latir y arder al mismo tiempo, sedienta de sangre. Estaban solos, por fin, y las mariposas le revoloteaban el estómago. Se sentía viva.

𝓒𝐚𝖙𝗿ǐղ𝐚Where stories live. Discover now