—¡AHORA! —gritó la castaña.

—¡AHORA! —gritó el rey.

Una parte los soldados de la alianza dirigidos por el rey, con su orden empezaron a correr junto con él. La mayor parte del ejército se quedó junto con el general como se le había ordenado, todavía no podían precipitarse hasta tener una idea exacta de lo que planeaba su contraparte.

Hisato rugió y llamó a cuatro hermanos para luchar, las bestias siguieron después que la señal fue dada.

La castaña se quedó quieta en el mismo punto que estaba. El aire que traía pequeñas gotas de lluvia movía su largo cabello, ese viento le anunció la llegada de sus hombres, en cuanto parpadeó cientos de ellos pasaron por su lado mientras corrían hacia el ejército de su contrincante, vio cómo ambos cuerpos de soldados chocaron y comenzaron a luchar con fervor. Varios vinieron hacia ella, pero era ágil y los destruyo antes de que tocaran el suelo donde ella pisaba.

El rey de ojos azules sacó sus dos enormes espadas, tenía una en cada mano, era un experto en luchar con dos armas, se le hacía mucho más fácil que solo usar una a pesar de que fuera imposible para muchos. La castaña luchó con la misma agilidad y destreza que presentó al inicio. La sangre de los ejecutados por ella manchaban su ropa y rostro, la hacía lucir como un demonio para los que la atacaban, pero para su unión, era la imagen perfecta de un ángel. Ojos azules se movió de un lado a otro y acabó fácilmente con los guerreros como si fuera un simple juego de niños para él; Su nombre era el trueno bestial, le hacía honor a su sobrenombre.

Por otro lado, el impostor de ojos azules se encontraba aún con algunos soldados que estaban con el general. Su rostro mostraba terror y nerviosismo al ver los cadáveres que su padre iba dejando. Pero al ser una persona determinada, terca y necia, sacó su espada e impregnada la determinación en su ser, corrió con osadía a luchar junto a los demás. Al pisar el suelo de ese infierno de guerra, tropezó y rodó por el mismo, cosa que solo le pasaría a un total novato.

Unos de los soldados de la pelinegra distinguió al príncipe como un enemigo y decidió ir hacia a él para acabar con su joven vida. El joven se incorporó del suelo manchado de ese liquido rojo, el miedo se apoderó de él en un instante. Su espada estaba al frente, pero sus manos temblorosas no mantenían al arma en su plena quietud. El hombre olió como un sabueso el terror del joven que yacía olvidado en el campo de batalla, se le acercó con esos gritos de furia que lo alertó, pero no se movió debido a la parálisis que se apoderó de él al ver aquel gigante que venía hacia sí con toda su furia.

El joven cerró sus ojos y esperó a por lo peor, aunque el impacto nunca llegó. Al escuchar rasgarse algo, finalmente abrió los ojos y se dio cuenta que quién lo iba a atacar, yacía en el suelo picado a la mitad con sus viseras visibles.

—Deja de comportarte como un niño, y lucha como un hombre. ¿O es que me has engañado? —lo reprendió mientras desechaba la sangre que manchaba su espada.

El joven sólo negó con nerviosismo.

—¡Entonces no te quedes parado y muévete! —le ordenó y salió disparada hacia otro lugar.

El impostor de ojos azules vio cómo la flecha negra aniquilaba al enemigo con tanta facilidad por lo que no se permitió seguir estancado en aquel suelo cubierto por cadáveres.

Puso su orgullo por sobre todas la cosas, la compostura tomó y luchó bladiendo su espada contra los militares opuestos, no era rápido como la castaña y el rey, pero tenía la suerte de poder defenderse.

El rey de ojos azules tocó el suelo húmedo y congeló a los que tenía cerca, corrió y destruyó los cuerpos congelados. Luego, de salto en salto hizo bolas de fuego que quemó a algunos de ellos.

Eternos finales © ✔️Where stories live. Discover now