Capítulo VIII: De Regreso

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Adriel: - ¡¡Esto está para escribir un libro!!

Melisa: - ¡Cállate y sigue corriendo!

Uno de los agentes nos estaba por alcanzar, al parecer, se habían separado como estrategia para poder atraparnos. Un pequeño poste de metal, que se encontraba pegado al cemento de la terraza como soporte para las líneas telefónicas, se nos cruzó por el camino.

Melisa: - ¡Adriel agáchate!

Yo me tiré al suelo rodando hacia adelante haciendo caso a la advertencia de Melisa. Ella se agarró del caño sin dejar de correr y con la fuerza con la que venía corriendo, giró sobre la gruesa vara de metal derribando al agente que mordía nuestros talones. Sin perder su velocidad ni su gracia siguió corriendo a la par mía.

Adriel: - Wou, cada vez me sorprendes más ¿Qué viene después? ¿Esquivar balas?

Melisa: - Tú haciendo esos comentarios en momentos como éste. Los extrañaba.

Uno de los Agentes restantes corría por las terrazas que se encontraban a nuestro costado izquierdo. Inevitablemente las terrazas se terminaron, y de un salto llegamos al suelo para seguir corriendo. Doblamos a nuestra derecha para perder de vista a nuestros perseguidores. Una señora delante nuestro llevaba consigo una bolsa con naranjas, que supuse acababa de comprar en la verdulería donde se encontraba parada. Tomé su bolsa de las manos, con la velocidad con la que íbamos, ni siquiera tuvo tiempo de gritarme.

Adriel: - Se ven ricas estas naranjas.

Melisa: - ¿Justo ahora piensas en comida?

Adriel: - Observa, algo tengo que hacer ¿No?

Miré hacia atrás y el Agente que nos seguía parecía no cansarse de tanto correr. Nos sumergimos en otro de los callejones que encontramos. Frente a nosotros se encontraba lo que parecía ser una especie de chatarrería, al final de callejón. No tardamos mucho en llegar al lugar. Empecé a tirar las naranjas una por una hacia atrás.

Melisa: - ¿Piensas derribarlo a naranjazos?

Adriel: - No intento pegarle a él.

Una de las naranjas dio justo en el blanco, golpeando una pequeña cerradura, que abría una reja fijada en la pared que contenía cubiertas de todos tamaños para autos de distintas clases. El Agente no se percató del derrumbe de ruedas y la avalancha lo tomó de sorpresa por la espalda. El segundo Agento había caído.

Melisa: - Por esas cosas me enamoré de ti.

Adriel: - Seguramente.

Todavía nos quedaba un Agente merodeando por el lugar. No podíamos quedarnos tranquilos hasta que no librarnos de él. Unos segundos de incertidumbre nos acompañaron mientras disminuíamos nuestra velocidad, alertas a cualquier movimiento extraño. Melisa paseaba la vista por todas partes.

El Agente no se hizo esperar, saltó por detrás de mí desde el techo de una de las tarrazas. Un forcejeo comenzó y juntos rodamos por la vereda, mis manos intentaban soltarse de aquel Agente, mientras posicionaba mis piernas para derribarlo y poder liberarme. Tal movimiento resultó y el joven cayó hacia un costado. Nuevamente corrimos hacia adelante con ligereza para perderlo, pero de la misma manera, el muchacho se levantó y nos siguió.

El cansancio empezaba a notarse, el Agente estaba alcanzándonos, mis piernas perdían fuerza y la velocidad con la que corría comenzaba a disminuir.

Melisa: - ¡Vamos Adriel, nos alcanza!

Adriel: - Intento no perder el paso.

Miré para adelante en busca de algún lugar para escondernos por unos instantes, pero no lo conseguí. La cuadra se nos terminaba, decidimos seguir derecho y no doblar; creo que fue casi instintivo. Cuando cruzamos a la esquina, inmediatamente una pala envistió la cara del Agente que corría detrás de nosotros. El sonido del golpe nos aviso que el peligro había pasado. Miramos hacia atrás y un joven se encontraba con la pala levantada mirando a aquel Agente tirado en el suelo. Melisa intentó seguir y no darle importancia, pero el muchacho nos habló antes de que pudiéramos retomar el escape.

La Sombra del Reloj: Un Oscuro pasadoKde žijí příběhy. Začni objevovat