☦︎ один ☦︎

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«—Te invitaría a pasar a mi casa, pero perdí las llaves.»

Gogol despertó con el suspiro final de esas palabras. Se sentó en la cama que ocupaba, las sábanas estaban desparramadas por doquier, las almohadas en el piso y él estaba totalmente al revés de cómo se había acostado. Su sueño era muy inquieto, y más si en ellos aparecían imágenes de su niñez.

En especial ese que acababa de tener.

Se pasó la mano por los platinos —y desordenados— cabellos, intentando recordar más del sueño; fue en vano, así que se puso de pie para iniciar su día. En ese instante, su reloj de mesa comenzó a sonar de manera estridente, provocando que sus pies se enredasen con las sábanas que estaban en el piso y lo hicieran caer de boca al suelo.

¿La ventaja?

Que con su caída se llevó el reloj, haciéndolo pedazos en el acto. Ya no tendría que soportar ese maldito cacharro nunca más.

Bajó las escaleras de dos en dos, presto y ágil como el que había salido de su cuarto de madrugada varias veces en busca de comida caminando en puntillas para no alterar a nadie.

Y es que eso es lo que era. ¡No era su culpa que su estómago exigiese comida a las tres de la madrugada!

Llegó a la cocina y, antes que nada, encendió las luces y repasó con la vista el lugar. No quería repetir ese incidente que casi le provoca un infarto: un Fyodor con su pijama blanco manchado de rojo por un jugo de tomate derramado sobre la encimera; pero, a sus ojos adormilados, parecía la prolepsis de un crimen a sangre fría.

Nunca olvidará el susto que le pegó, ni Fyodor el dolor de tímpanos que le quedó después del grito del ucraniano.

Tomó un cuenco y buscó los cereales esos de colores que habían comprado en el aeropuerto cuando arribaron a Japón. No los encontró. La dispensa estaba totalmente vacía. Suspiró de cansancio; aquello se repetía varias veces en la semana.

«¡Maldita rata, cuántas veces te he dicho que si la caja de cereal está por terminarse me lo digas, ¡yo haré las compras! Tú puedes quedarte en tu cuarto todo el tiempo que quieras planeando destruir la luna o qué sé yo, pero avisa cuando la comida se acabe. Otros aparte de ti, necesitamos comer. Maldito anémico», escupió esa sarta de maldiciones en su mente. La única vez que pensaba de ese modo era, en ese caso, cuando iba a comer y se percataba que ya no había nada; o cuando el ruso comenzaba a beber.

Cansado ya desde temprano, con mal humor por no haber desayunado y deseando comerse todas las gominolas vitamínicas de Fyodor a modo de venganza, salió a la sala de estar de aquella mansión estilo victoriana a las afueras de Yokohama.

¿Quién dice que por que seas un terrorista mundialmente buscado no puedes darte tus lujos?

El reloj de pie británico, con manecillas negras y péndulo dorado, marcó las nueve de la mañana. Sí que se había levantado temprano, normalmente eran las tres de la tarde y él seguía pegado a las sábanas, a no ser que la Decadencia necesitase de sus servicios.

Tenía todo el día libre, así que fue en dirección a su habitación para encerrarse a jugar con la consola. Se detuvo al pie de las escaleras con un gesto molesto. Había olvidado por completo que Kamui, su jefecito, le había decomisado la consola por haberse pasado tres días enteros encerrado jugando Súper Smash Bros contra la mafia.

¡Incluso lo mandó a conseguir amigos aparte de Dos-kun!

Dos-kun no era su único amigo, tenía a Sigma.

Aunque, ahora que lo piensa, Sigma se fue la noche anterior sin decir a dónde y regresó con un chupón en el cuello.

Mmm...

Sospechoso.

Después le preguntaría.

—¿Qué se supone que haga? —exclamó consternado al no saber en qué matar su tiempo.

Puso gesto pensativo y miró el techo.

—¿Qué se supone que hace un chico de 24 años el 24 de diciembre?

Espera un momento.

ESO ES.

Era 24 de diciembre, ¡Mañana sería Navidad!

Ya tenía todo su día ocupado. Se había levantó ansioso, Dos-kun seguía encerrado en su habitación como la rata que es; así que no tenía mucho que hacer.

¿Y si decoraba la casa por Navidad?

Agitó la cabeza en negativa.

No, no; aún apreciaba su cuello.

Chasqueó los dedos ante una idea que invadió su poco estable mente y corrió a ponerse su suéter negro, unos jeans de mezclilla, tomó una gabardina blanca del colgadero junto a la puerta y salió a la fría calle.

«Debería comprarle algo a Dos-kun»

Sí, se podía molestar con ese demonio todas las veces que quisiera en el día.

Pero había algo que no podía negar:

Estaba enamorado de ese demonio con rostro de ángel.

Yes, it's YOU |☦︎| 𝙱𝚞𝚗𝚐𝚘 𝚂𝚝𝚛𝚊𝚢 𝙳𝚘𝚐𝚜 |☦︎| ©Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin