Especial Kenner y Lena.

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Regalo de navidad.


Narra Lenna

— ¿Cómo estás pequeño?— Tomo a mi pequeño hijo entre brazos y dejo un beso en su mejilla para luego tomarlo de la mano y dirigirnos hasta el vehículo. — ¿Qué tal tu día?

— ¡Biennnn! — Exclama regalándome una de esas sonrisas que alegran mis días.

Hoy por el contrario tuve un día de lo más terrible en realidad. La empresa tiene inventario y tanto como mi departamento como el de contabilidad están hechos un caos total. Días como esto extraño que Dana aún trabaje en el empresa, era mi alivio y donde siempre recurría cada vez que deseaba tirar a Kenner desde lo más alto del edificio.

Al llegar a casa saco a mi pequeño en brazos junto a sus cosas y las mías.

Definitivamente me hace falta un hombre.

Y como soy muy vaga para volver a bajar hasta el parqueo y buscar lo demás, prefiero matarme en un solo viaje.

Como de costumbre, ayudo a mi hijo con sus deberes, jugamos un poco, hago la cena y lo dejo ver televisión hasta que se duerma. Es mucho más sencillo así que hacerlo dormir por mí misma.

Mientras estoy en la computadora ya en la comodidad de mi cama, una videollamada entrante de mis sobrinos favoritos hace encender la pantalla de mi teléfono.

— ¡Hola tía! Hola Hola... — Hablan los tres al mismo tiempo.

— ¿Cómo están los niños más hermosos del mundo? —Pregunto mientras sonrío. Sus llamadas se han vuelto habituales para mí y cuando no lo hacen hasta los extraño.

—Hoy Andrea se cayó de unos de los juegos del colegio. — Grita a la pantalla Bryan intentando entrar a la cámara haciendo molestar a sus hermanas.

—Sí, mira tía. — Con su dulce voz de niña me enseña un pequeño rasguño en la mano.

—Uy, eso se ve doloroso. — Comento haciendo una muesca.

Alía está más callada, ya tiene casi 12 por lo que dejó de ser una bebé. Aún así atiende a lo que dicen sus hermanos con paciencia.

— ¿Tú cómo estás hermosa? — Dana ha hecho un trabajo increíble como madre soltera, pero todos sabemos lo difícil que es lidiar con un pre adolescente y lo dura que es esa etapa; Dana en algún momento perderá la paciencia así que siempre que Alía me llama o nos vemos intento hablar con ella de forma personal; aunque siendo honesta  es una niña increíble menos cuando le toca corregir a sus hermanos o en la cancha de baloncesto. Aprovecha que Dana llama a los más pequeños para responder.

—Todo bien tía. Las prácticas, el curso de inglés y las lecciones musicales me mantienen entretenida. — Suena convincente pero sé que sucede algo más.

—Entiendo... ¿Te gustaría venir el fin de semana? Podríamos ir de compras si quieres o ir al spa. — Si, es una niña rica y algo mimada pero con el corazón más enorme que podría conocer.

Sus ojos se abren con sorpresa y asiente. — ¡sí! — Contesta. — ¡Mamá! Me iré con la tía Lena el fin de semana. — Le grita a su madre y bajo el timbre del teléfono.

—Ya llamaré a tu madre para que te envíe. — Le guiño el ojo.

—Adiós tía. — Me dice adiós con las manos.

—Adiós princesa, un beso a tus hermanos. Los quiero. — Cuelgo la llamada y estirándome un poco me pongo de pie para ir al baño.

Justo cuando terminé de secar mis manos el teléfono vuelve a sonar. De seguro son Andrea y Bryan, siempre que no pueden despedirse vuelven a llamarme. Pero mi sorpresa es más grande cuando veo las iniciales K.M. Lo observo por un instante antes de responder, al final, es mi jefe y estoy segura de que con lo poco que me soporta si me llama es por algo importante.

Estrellas en tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora