XIX

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DANA

La alarma de mi amiga comienza a sonar y mis ojos se abren con pesadez. Al girar en la cama, veo el cuerpo tendido de Alessandro al borde de la misma; anoche, luego de subir nos quedamos hablando casi una hora más, descaradamente, invité a aquel magnate a quedarse conmigo la noche. Pero solo eso. Nada de besos, nada de sexo. Alessandro estaba dejando que yo tomara las decisiones y estuviera lista para dar el siguiente paso.

Sus labios estaban levemente separados, su respiración era muy profunda como si estuviera en un sueño del que no quería salir. Ya no tenía el traje puesto pero aún traía zapatos. Sonrío.

Miro la hora en mi reloj y todavía quedan dos horas para que mi jornada laboral comience, sin contar, que también tenía el celular atestado de mensajes de Lena preguntándome sobre una supuesta noche caliente los cuales ignoro. Mi amiga definitivamente está loca.

Salgo de la cama y me dirijo a tomar una ducha antes de que el sensual hombre de la cama despierte. Tomo una muda de ropa de esas que he dejado anteriormente aquí y peino mi cabello en una cola alta que por fin puedo lucir sin preocuparme por los moretones en el cuello y ya estoy lista.

Busco en la cocina de Lena que hay para hacer un desayuno decente y agradezco a su embarazo la razón por la que el congelador está abastecido.

Me dispongo a preparar unos huevos revueltos, tostadas, jugo de cereza y café deseando que el menú le guste. Esto en cierta parte me acojona, casi no sé nada de este hombre que desea ser parte de mi vida; su cultura, su vida personal, su historia... no sé nada. El por otro lado parece ser de la realeza, yo por el contrario estoy más allá de ser una plebeya.

Que estresante.

-Buenos días.- Doy un respingo al escuchar su voz.- Lo siento, no quería asustarse.

¿Hay forma de que este hombre se vea mal? No creo.

-Estaba en otro mundo, lo siento.- El sonríe mientras yo me quedo boba mirando como la camisa se le marca al torso y lo imponente que luce con su gran estatura.

El timbre de pronto suena sacándome de mi ensoñación con el hombre de al frente.

-Ese seguro es Adolfo.- El mismo se dirige hasta la puerta y cuando está de regreso trae con él un porta trajes. –Dana, ¿me puedo duchar aquí? No creo que me alcance el tiempo para ir a mi casa y luego volver al trabajo.

-Claro, sígueme.- Le doy una toalla limpia y algunos químicos de baño.- Espero que no te moleste el olor a manzana.- Le digo con gracia refiriéndome al shampoo de Lena.

-Descuida, hace mucho me viene haciendo falta algo femenino.- Ambos reímos y es imposible no quedarme atrapada en su ser, en su mirada gris acogedora y en su forma tan primitiva y a la vez tan sutil de cuidar cada detalle, de ser tan él.

-Disfruta tu baño, te esperaré afuera.- Salgo y cierro los ojos lanzando un suspiro para no perder el control.

Luego de unos 15 minutos, el desayuno por fin está listo y Alessandro Calventti también. Su traje gris parecía recién comprado y está de más decir que luce espectacular.

-Desconozco tus gustos culinarios pero ¿a quién no le gusta unos huevos revueltos?- Sonrío y el me imita.

-Gracias a Dios, no toleraría comer algo más.- Finalmente se sienta en unas de las silla que bordea la pequeña isla en la cocina de Lena y sin más comienza a comer.

Quizás no sea tan difícil.

-Podría acostumbrarme a que me mires así todo el tiempo, pero agradecería si también comieras.- Sus ojos se clavan en los míos y siento como un caliente sube hasta mis mejillas.

-Yo... yo.- Genial, las palabras ahora no me salen.

-No digas nada, solo come.- Con gracia me guiña un ojo y como toda mujer obediente tomo una tostada y me la llevo a la boca.

Entre las humillaciones por mi peso a las cuales me sometió Federico y todo lo agitado que se han vuelto las cosas en estos últimos tres meses me he descuidado un poco con la alimentación. No lo voy a negar, honestamente me he sentido mal por mi peso y tal vez todo ese descuido sea a raíz de mi propia vulnerabilidad psicológica.

-¿Te podría pasar a buscar al trabajo esta noche?- Pregunta ya habiendo terminado todo lo que había en su plato.

-Sigo teniendo un buen coche que puedo manejar.- Contesto con mi forma evasiva ya acostumbrada.

-Eres muy inteligente Dana, así que no creo que no hayas podido deducir que lo que quiero con esto es verte hoy y mañana y todos los días que me permitas.

Me quedo muda a medio masticar de la tostada que aún comía y lo miro fijamente. Una diosa interior baila y hace presencia en mis palabras a continuación.

-Pues si es eso, solo tienes que decirlo.- Ambos sonreímos con complicidad y yo finalmente termino mi desayuno.- Creo que ya podemos irnos, verdad.

Alessandro

Tomo su mano hasta el ascensor. Aún con sus pantalones largo y esa sencilla blusa beige lograba ser hermosa para mí.

Ya en unos de los vehículos la escucho hablar con su padre aparentemente indicándole sobre cómo poner el uniforme de su hija y quejarse de la inútil que es su amiga.

Eso dijo ella, no yo.

La conversación se tornó amena, por sentí que nos estábamos conociendo en realidad. Ya sé que su madre falleció cuando era más joven, que su padre es un ex militar sobre protector pero lleno de amor, que su hermana mayor es también una militar y de algunos eventos importantes en su vida como por ejemplo su cumpleaños que hace un sábado al mes.

-He estado pensando en adoptar un niño.- Le digo mientras la veo con la mirada perdida en la grata imagen que ofrece la naturaleza a esta hora de la mañana y cambiando de tema. Jugaba inconscientemente con los dedos de su mano y no me di cuenta de ello hasta que al escuchar lo que le digo me dio un ligero apretón en respuesta.- Ha sido difícil tan solo pensarlo, pero no me hago más joven. Necesito algo que sea mío, que pueda sembrar en el todo mi amor y lograr que cosechar lo mismo.

-Se que perdiste a un hijo una vez Aless, necesitas dar todo ese amor que tienes en el corazón y si esa es tu decisión yo te apoyo en volver a comenzar.

Sus palabras parecían salirles del alma y esa melodía me encantaba. ¿Cómo no sentir lo que siento por esta mujer?

-Se mi novia Dana. Y no, no quiero que lo analices ni me pidas tiempo para pensarlo, ya me hago una idea de todo lo que pasa por tu cabeza cuando en cuanto a mí se refiere. No quiero que tengas miedo, solo quiero que te dejes querer.- Y simplemente lo solté. No me iba a dar el lujo de perderme a esta mujer, no cuando siento que con ella estoy lo más cerca de estar feliz luego de cuando llegó ese pequeño a mi vida hace unos años.- Solo di que si y déjame hacerte feliz.- Adolfo y el otro guardaespaldas estaban presenciando mi acto de valentía pero los dos seguían pendiente a lo de ellos.

-Entonces me dejaré querer Alessandro Calventti.- Sentí como el pecho se me llenaba de regocijo. Ahora sé que no tengo que inventar una excusa para tenerla conmigo ni mucho menos.

Despacio, y manteniendo la certeza me acerco a su rostro y siento su cálido aliento chocar contra el mío. La simple sensación de tenerla así me hacía vibrar, me sentí como un chiquillo en su primera cita. Finalmente, nuestros labios se encuentran; permitiéndome sentir su suave textura y hacerme pedir un único deseo... poder besarlos siempre.

Su teléfono suena y nos vemos obligarnos a separarnos de aquel perfecto roce íntimo. Ella se apresura a tomarlo echando una casi inaudible maldición, yo sonrío. Su rostro está completamente ruborizado y la temperatura de su mano que aún sostenía.

Esta vez al parecer las cosas son más tensas que la última llamada.

-Necesito ir a casa de mi padre, ¡ahora!- 

Estrellas en tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora