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Los pasos apresurados resonaron por el pasillo, silenciando las discusiones en la habitación, la tensión consumió el ambiente mientras todos miraban hacia la puerta, en espera a la llegada del último de ellos.

Poco después, con un tropiezo, la puerta se abrió de golpe y un manojo de cabello rubio apareció en la vista de todos. Resistiendo el impulso de rodar los ojos, el más cercano no dudó en ayudar al recién llegado a levantarse. Sus movimientos fueron hábiles, con una sensación de familiaridad y naturalidad que daban a entender que esa no sería la primera ni la última vez que tuvieran un encuentro así.

Cerrando la puerta, todos los presentes ignoraron el pequeño episodio y retomaron la seriedad que había sido interrumpida. El recién llegado suspiró, calmando sus nervios y miró ansioso a las cinco personas frente a él, su malestar se profundizó cuando sus ojos dieron con la expresión firme de todos.

La decisión había sido tomada incluso antes de que diera su opinión, después de todo, aquel grupo era así. Son los mejores del mundo, reyes y reinas que gobiernan el cielo, capaces de esconderse de Dios durante tantos años. ¿Cómo podrían ellos, tan poderosos, siquiera considerarlo a él, tan inútil?

Tragando todas las palabras que planeaba usar para persuadirlos, el rubio sólo pudo tomar un respiro y resignarse a la separación. Quién lo hizo pecador, ahora el diablo tocaba a su puerta y la prueba de sus actos tenía que esconderse para seguir fingiendo ser un ángel recto. ¿No es todo una cuestión de supervivencia? Lo único bueno de toda su experiencia estaba nuevamente separado de él.

Maldita sea, su resentimiento sólo crecía cuando pensaba en ello. Bien dicen, del odio al amor sólo hay un paso y del amor al odio es la misma distancia.

Amar con locura solo un sinónimo de odiarse a morir.

Es casi una enfermedad.

—¿Realmente no hay otra solución? —por más que lo intentó, no pudo evitar preguntar sobre eso, incapaz de rendirse— Él no lo sabe, podríamos engañarlo, tal vez...

—Dios vino al mundo poco antes que tú, es joven, pero su cerebro funciona bien y no ha nacido quien pueda engañarlo —uno de ellos, el más viejo, rodó los ojos ante su actitud—. Este es tu karma, tienes que esconderte como una rata cada vez que está cerca, hace mucho tiempo se dio cuenta de que algo andaba mal, da gracias al hecho de que no lo pensó tanto o el niño no podría mantenerse hasta hoy.

—Aunque ha sido difícil y la retribución en su cuerpo empeora cada año —otro comentó, acariciando distraídamente al lagarto sobre su pierna mientras pensaba en ese asunto—. Sé que soy un genio universalmente reconocido, el mejor del mundo, el número uno, pero incluso yo tengo cosas que no puedo entender. Ese niño desafía la lógica y toda su existencia es un atentado contra el orden de todos los mundos, los cielos lo buscan para eliminarlo.

—Si dejaras que ese hombre lo viera, tal vez podría ayudar un poco —la única mujer en la habitación resumió el asunto—. Está loco, es anormal y peligroso, pero si es por ti, tal vez puede aceptarlo. Piensa en eso, lo has rechazado con tanta fuerza que un ente anormal como él debería haberte confinado hace mucho tiempo, ya sabes. "No eres mío, no eres de nadie". En lugar de eso, te deja en libertad, dejando que corras a todos los mundos cuando no te mira y no te dice nada, solo te busca.

—Oye, el amor es una locura y un psicópata se siente un poco estúpido —los ojos de todos miraron al más joven de los genios en la habitación, él solo parpadeó, sintiendo el desprecio de sus compañeros—. ¿No lo piensan ustedes también? Estamos hablando de ese sujeto. Cosas como el amor se sienten extrañas cuando lo involucran.

Decidieron ignorarlo.

Las discusiones siguieron durante horas, pero el resultado final siguió siendo el mismo y nadie los hizo cambiar de opinión. La guadaña del dios de la muerte estaba en sus cuellos y aunque ninguno tenía miedo a morir, tenían una misma preocupación.

Seven dad'sWhere stories live. Discover now