[Capítulo 2]

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—El idiota le disparó a su comandante.

Ignorando su comentario, Xichen se apoyó en el escritorio de Jiang Cheng y leyó por encima de su hombro. Él estaba revisando la carpeta que Xichen le había entregado, la cual contenía el dossier de su último posible recluta: Wei WuXian, antiguo francotirador del ejército, ahora un residente casi permanente de la cárcel de Yilin.

Xichen no podía entender las reticencias de Jiang Cheng respecto a ese pequeño detalle de que el joven Wei hubiera sido enviado a la cárcel.
Normalmente él veía buen potencian en todo lo que Xichen le ofrecía.

—Esto es lo que tenemos... Es descarado y un sinvergüenza. Marcha a su propio ritmo y toma decisiones rápidas. Está bien, estoy de acuerdo, dispararle a su  jefe no fue muy brillante, pero todos cometemos errores de tanto en tanto. Más allá de ese pequeño y crítico error de juicio, suena como un recluta perfecto para el Departamento de Defensa.

—Le disparó a su comandante.

Xichen no podía entender su por qué seguía obsesionado con eso.

—¿Que más da? Ha pasado incluso el escrutinio de Wangji, y sé que no tengo que explicarte que esa hazaña representa un verdadero milagro.

—Yo sería su comandante, Lan Huan. ¿No crees que ya he recibido suficientes disparos en el curso de mi maldita carera?

Xichen le sonrió inocentemente y le quito la carpeta de las manos.
—Nunca vas a superar lo de Londres, ¿Verdad?

Él le dirigió una mirada indignada mientras de daba una palmada en la pierna.

—Tú me disparate en el muslo.

—Un pequeño accidente.

—Un pequeño accidente..., Pedazo de imbécil.

Xichen agitó su mano con diversión mientras volvía a su escritorio de metal, que estaba justo en frente del de Jiang Cheng.

—Sí, sí. —Puso la carpeta en su gran maletín negro—. Ahora deja de comportarte de esa manera tan infantil y haz esa llamada.

Jiang Cheng continuo mirándolo con odio.
—¿Por qué cuando me disparan a mí dices que me porto de manera infantil, pero cuando te  disparan a ti se trata de una cuestión de vida o muerte y de seguridad nacional?

—No sé de que hablas. Ahora haz la llamada, WanYin.

—Haz la llamada, WanYin—se burló Jiang Cheng mientras alcanzaba su anticuado fichero de direcciones.

Personalmente, Xichen prefería su pequeño asistente digital personal, pero Jiang Cheng prácticamente le tenía fobia a la tecnología... Odiaba todo lo que fuera electrónico.

Abrió la tapa y comenzó a pasar las fichas.
—¿Eres consciente de que soy el que jefe de esta agencia?

Xichen soltó una carcajada mientras abría su cajón de archivos y buscaba allí el resto de los papeles que había reunido sobre Wei WuXian.

—El jefecito, querrás decir. Por la mañana no eres capaz ni de encontrar la llave de la puerta a menos que yo te la dé.

—Soló porque no soy una persona de mañanas.

—Tampoco eres una persona de noches. Reconócelo, pequeño. Solo tienes dos buenos minutos al día. El minuto inmediatamente anterior al mediodía y el que le sigue después.

Jiang Cheng le lanzó una mirada feroz que de hecho podría haberlo asustado pero en cambio le pareció adorable.

—Lo sabes, podría despedirte. Podría disponer las cosas para que te asesinen. O incluso yo mismo podría matarte.

—Oh, una amenaza. Podría resultar creíble si no fuera por en hecho de que sé cuánto odias el trabajo administrativo.

—Pero sé manejar un ordenador.

Xichen tuvo que hacer esfuerzos para no reírse. Lo primero que había aprendido años atrás cuando había sido compañeros en la CIA, era que Jiang Cheng prefería ser azotado con su propio látigo antes que sentarse ante un escritorio para trabajar con un ordenador.

—Sí, bien. Ahora haz esa llamada.

Jiang Cheng le lanzó un pedazo de papel enrollado antes de marcar el número.

Xichen lo agarro en el aire, lo beso y luego se lo arrojó de vuelta.

Le rebotó en la cabeza.

Jiang Cheng le soltó un gruñido mientras de inclinaba para recogerlo, como un buen obsesivo-compulsivo y lo lanzaba al cabo de basura.

—Realmente debería despedirte.

Xichen iba a contestarle, pero no justo cuando estaba a punto de abrir la boca él comenzó a hablar con su contacto del Ejército.

Xichen se contuvo para no sonreír ante el hecho de que se había salido con la suya... Otra vez. Casi siempre lo conseguía con Jiang Cheng. Era como un oso gruñón en una cueva. Le dabas un empujón, él gruñía amenazaba y luego se apartaba a un lado mientras mostraba sus colmillos y te miraba desafiante.

Por otra parte,  Jiang Cheng solo hacia aquello por el.

En lo profundo, el sabía la verdad. Jiang Cheng nunca fue fácil de convencer. Era arrogante, despiadado y severo, uno de los mejores agentes que la CIA había tenido. Jiang Cheng no conocía el significado de la palabra "jugar"

Lo cual era una lastima, teniendo en cuenta lo hermoso que era. Tenía el cabello largo y negro y solía llevarlo recogido en una coleta.

Sus ojos eran tan azules que deberían ser ilegales y su trasero era magnífico.

Xichen lo había visto sin camisa una o dos veces durante alguna misión y nunca se había recuperado plenamente de aquella visión. Delgado y firme, su cintura era pequeña y flexible. Y cada vez que el lo deslumbraba se sentía poseído de una necesidad cruda de hacerlo suyo...

Xichen puso freno a esos pensamientos... como siempre hacía.

El trabajo y el placer no podían mezclarse.

Jiang Cheng era su ex compañero y, a fin de cuentas su  jefe. Nunca podría haber nada más que una mera relación laboral con él.

Escuchó ese tono suyo de seriedad absoluta mientras hablaba con su contacto. Y había en él algo demasiado sexy. Aunque en realidad su voz siempre era sexy. Profunda y resonante, tenía la virtud de probocarle escalofríos que recorrían su columna arriba y abajo.

Jiang Cheng colgó el teléfono.

—¿Y bien? —preguntó Xichen, ocultando el hecho de que había estado tan concentrado en él que no había escuchado la conversación.

—Resérvanos un vuelo, Lan Huan. A ver si el perro sabe ladrar.

Actitud provocadora - WangxianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora