Noticias

814 172 3
                                    

  El paisaje frente al joven cambió cuando cruzó el umbral oscuro, pero lo que vieron sus ojos no era lo que esperaba ver. Frente a él, decenas de personas se encontraban preparando para su incursión, todos poseían una expresión de suma concentración, habían sido requeridos inmediatamente para entrar a la mazmorra, les habían informado que una hormiga reina mutada había aparecido en el quinto piso, por lo que debían reunirse todos y matarla, sin embargo, al ver la silueta ensangrentada del joven, los individuos dejaron lo que estaban haciendo y, lo observaron.

  —Señor Gustoc.

  —Señor Gus.

Dos señoritas llamaron al joven al mismo tiempo y, al notarlo, se observaron con miradas complicadas, haciendo sutiles gestos con la cara. Gustavo sonrió al verlas, acercándose inmediatamente, pero al notar la extraña atmósfera, prefirió quedarse de pie y esperar a que ellas se le acercarán. Al notar la sangre en sus ropas y cuerpo, dejaron de mirarse, corriendo hacia el con joven con leves indicios de preocupación en sus rostros.

  —Señor Gus ¿Qué fue lo que le ocurrió?

  —Señor Gustoc ¿Qué le pasó?

Preguntaron al mismo tiempo. Gustavo respiró profundo.

  —Tuve una batalla con una hormiga muy fea. —Dijo con un tono tranquilo, mientras sonreía como un infante cansado de tanto jugar.

Frecsil lo miró, había recibido el informe de que una hormiga reina mutada había aparecido en la sala de dueño del quinto piso y, que un joven fuerte había arriesgado su propia seguridad para salvar a los pocos sobrevivientes, la dama ya intuía que ese joven podía ser el muchacho frente a ella, pero no estaba segura, fue hasta escuchar la confirmación del propio Gustavo que lo aceptó, por lo que su corazón tembló de preocupación, observando sus heridas.

  —Gracias a los Dioses pudo escapar. —Dijo.

Amaris frunció el ceño al notar que la administradora no había dejado que el joven le dirigiera la palabra.

  —¿Escapar? No —Negó con la cabeza algo confundido—, la maté. —Dijo de manera casual, como si aquello fuera lo más normal del mundo.

Cuando sus palabras salieron de su boca, la multitud en la cercanía, incluyendo a las dos hermosas damas, colocaron una expresión de sorpresa y duda. Aunque admitían que era muy fuerte, decir que mató a una criatura de la magnitud de una hormiga reina mutada, era absurdo, ahora no decir los que no conocían su fuerza.

  —Joven, no nos hagas reír ¿Cómo podrías matar un monstruo así? —Dijo una señorita con un arco en su espalda, mientras reía, debía reconocer que aquel chiste había matado la tensión del lugar. Gustavo se extrañó, no entendía porque no le creían.

  —La taberna ha de estar sirviendo buenas bebidas —Sonrió una guerrera, alta y, de piernas largas—, ya tenemos al primero en caer en sus encantos.

  —Ha perdido mucha sangre, debe estar alucinando. —Dijo un sanador con un rostro de preocupación.

  —Cierto muchacho, si lo que dices es verdad, enséñanos el orbe. —Dijo repentinamente un joven de sonrisa burlona.

  —¿Orbe? —Se preguntó Gustavo, pero luego recordó lo que había sucedido con aquella esfera, por lo que por instinto observó al pequeño lobo que dormía en su hombro—. No lo poseo. —Dijo.

La gente comenzó a reír al escuchar el chiste contado por el joven. Amaris y Frecsil fruncieron el ceño con enojo, no estaban dispuestas a soportar más la burla hacia su conocido, sin embargo, una voz gruesa se adelantó.

El hijo de DiosWhere stories live. Discover now