Uno

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   A veces sucede que un segundo se torna caprichoso y te complica los minutos de los años de las siguientes vidas. Lo raro en el caso de Izuku es que, segundos de esos, tenía muchos; muchísimos, tantos que hacía tiempo que había decidido compartirlo con el prójimo. Se había convertido en dibujante en una webtoon. ¿Razones? Todas y ninguna, pero al menos podía hacer reír o llorar a los demás con sus historias. Mal sabían ellos que muchas veces se limitaba a reproducir su vida cotidiana. De cualquier forma, eran esos pequeños minutos de gloria los que lo impulsarán a levantarse a la una del mediodía tras una ardua jornada nocturna en el pub donde trabajaba.

   Compasión ninguna. Izuku era feliz, todo lo feliz que puede ser un superviviente de treinta y dos años, sin pareja estable, inquilino de un piso de alquiler y con una trayectoria profesional carente de pauta fija.

   Tratando de mantener el equilibrio, encaminó sus pasos desde el baño hasta la cocina. Era consiente de que a noches alegres, mañanas tristes, aunque de esta filosofía solo se acordaba por las mañanas.

   – ¿Dónde habré guardado el ibuprofeno? Por favor, que no se haya acabado justo hoy, que la caja esté llena...– dijo Izuku para sí, implorando a los dioses un milagro a crédito.

   Por supuesto, la caja no estaba llena, faltaría más. Eso sí, había repelente de mosquitos para quince días de safari, pastillas para la tensión (¿de dónde habrán salido?), tiritas de todos los tamaños y colores, y una funda de termómetro. De todo, menos lo imprescindible, y él lo que en verdad necesitaba era...

   – ¡... un puñetero ibuprofeno! Solo uno, me muero de dolor de cabeza. Tengo a los taiko del Bon Odori en la cabeza y no queda ni un solo sobre de ibuprofeno.

   Siguió buscando, aun a sabiendas de que ni iba a aparecer el sobre remedio de todos sus males, ni iban a surgir de la nada en su botiquín. La resaca no entiende de pruebas irrefutables. Izuku continuó maldiciendo su no suerte y jurando que era la última vez que bebía hasta la catarsis física. Era la una de la tarde.

   Con buen criterio, Izuku desechó las pastillas de la tensión. Y se fue, carente de panacea alguna y a ritmo de taikos, derechito a la ducha.

   ‐ ¡Mmmmm, que bueno! Calentita... esto debe ser lo más parecido al paraíso...- disfrutando estaba, cuando oyó que sonaba el móvil. Lo ignoró. Volvió a oírlo sonar y lo volvió a ignorar-. ¿Cómo sabrán siempre cuando molestan? ¡Paso, estoy out, totalmente optimista, que os den, no lo pienso coger...!

   El teléfono volvió a sonar. Tenía que ser Mina ¿La una del mediodía de un martes? Tenía que ser Mina, quién si no. Como pudo se aclaró el pelo y se puso el albornoz a toda prisa.

   ‐ ¡Voy, voy, no cuelgues ahora que he salido de la ducha!- Hablaba en alto tratando de que sus palabras surtiesen efecto- ¿Qué hará la lavadora con los litros de suavizante que le pongo?- Seguía hablando solo mientras intentaba no despellejarse con el albornoz que más le recordó al papel de lija que a una toalla-. ¿Sí?

   - No te lo vas a creer, p...- dijo una voz exitada. Por supuesto, era Mina.

   - Apuesta a que sí, viniendo de ti me lo creo todo... oye, llámame en cinco minutos, estoy en bolas y mojado. Me has sacado de la ducha- Izuku trató de zanjar de buenas maneras la conversación, aunque de lo que verdad tenía ganas era de mandarla a hacer puñetas.

   ‐ Espera, espera un momentito nada más, es que es muy fuerte...- Mina puso todo su empeño en tratar de provocar curiosidad en su amigo para que éste desistiese en su intención de dejarla con la palabra en la boca. 

   - Mina, tengo frío...

   - Por fi, por fi... atiéndeme una nadita de nada ¿te iba a molestar si el cotilleo no fuese jugoso?- Mina estaba qiuemando el último cartucho que guardaba para llamar la atención de su amigo.

   - ¡Sí!

   - ¿Cómo...? No me lo puedo creer...- Y Mina colgó el móvil sin mediar palabra.

   Izuku se quedó con el teléfono en la mano.

   ‐ ¡Será imbécil! ¿No va la muy burra y me cuelga...?- se repitió a si mismo alto y claro para acabar de convencerse de que, efectivamente, eso era lo que había sucedido.

   Cuando logro serenarse tras el desplante, recapacitó y pensó que habría tardado lo mismo en escuchar eso tan sustancioso que tenía que contarle Mina y en recuperarse del remordimiento de haberla ofendido. La había provocado deliberadamente y ahora se lamentaba. Pero era tarde. En un intento de reconciliación, trató de devolverle la llamada, aunque no fue posible: Mina había desconectado el teléfono. Un despropósito para empezar el día, vamos.

   Izuku se fue dando saltitos por el pasillo hasta la habitación. ¡Horror! Otra vez habría que tomar una de las decisiones más arduas del día, tendría que pensar rápido qué ponerse. Se sentó en el borde de la cama deshecha y corrió la puerta del armario. No corrió cualquier puerta, sino la puerta que tenía espejo para no toparse con la evidencia de lo que quedaba de su persona. Hacía eso cuando presentía que el muy capullo le devolvería una imagen de sí mismo que no correspondía con la realidad; claro está, con la realidad que él esperaba encontrar plasmado en el espejo. Así que allí estaba, empapado, con la planta de los pies cubierta de polvillo que se le había pegado al ir sin zapatillas desde el baño hasta la habitación y con una duda existencial: ¿qué me pongo?

  

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   N/A: Bueno, aquí vamos... Algo relajado, he querido cambiar un poco a los que siempre pongo de amiguitos del bb, por probar otros círculos.

No será muy larga, por hacerlo más ameno. Ya me contaréis.

Nos vemos al final.😊

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