1. Huir

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Jolie

A veces la vida no se pone de tu parte, así que decide darte la espalda. A veces el karma no sabe cómo actuar y lo malo recae sobre los buenos. A veces las personas con las que más buena has sido son las primeras en darte una patada en el trasero. A veces nos hace falta una buena sacudida para darnos cuenta de la realidad que tenemos delante de nuestros ojos. A veces nos hace falta un empujoncito para huir.

Yo, ingenua de mí, siempre había pensado que la vida estaba de mi parte, o al menos así lo percibía; que me ayudaba dándome el valor necesario para socializar con la gente, algo que me costaba un poco, poniéndome a las personas indicadas en el camino... Pero con el tiempo comencé a darme cuenta de que no, que algo estaba ocurriendo, que el universo no parecía estar precisamente de mi lado.

De un día para otro, las personas que más apreciaba me apuñalaron por la espalda. No en el sentido literal, por suerte. Cuando me quise dar cuenta, ya era demasiado tarde y solo me quedó la opción más fácil y cobarde a la vez.

La de huir.

En mi mente, esa opción era la más acertada, al menos en la situación en la que me encontraba. Con una "mejor amiga" que había estado acostándose con mi "novio" y con mi padre a la vez durante los tres putísimos años que duró mi relación con Cole, y con un grupo de ocho "amigos" que lo sabían desde entonces y me lo ocultaban. Llevaban tres años riéndose a mis espaldas, de forma literal. Me enteré de todo hacía cosa de un año y al confrontar a las tres personas que más daño me habían hecho, todo se volvió en mi contra.

A Cole y Carolina les pareció que lo mejor que podían hacer era seguir con su relación y hacerme la vida imposible hasta el punto de perseguirme, haciéndome creer que un desconocido me iba a hacer daño, de mandarme mensajes amenazadores al móvil, de divulgar falsos rumores por la universidad y de un sinfín de cosas merecedoras de echarse a llorar al tan solo mencionarlas. Si a todo eso le sumábamos el hecho de que el padre de Cole era el rector de la uni y hacía oídos sordos...

Me convertí en el blanco perfecto de las personas que necesitaban un desahogo en la universidad.

Como si eso fuera un instituto de malcriados.

Como si fuéramos críos de nuevo.

Como si la bondad del ser humano no existiera.

Mi dignidad y mi hermano dijeron basta por mí.

―Así me gusta, que pague ―dijo Vincent, mi hermano, cuando entramos por primera vez a nuestro nuevo departamento―. Que al menos demuestre que se siente un poco mal.

―Mal se va a sentir cuando le lleguen las facturas de la tarjeta de crédito. ―Sonreí mientras cerraba la puerta con el pie.

Por suerte, mi padre se había estirado un poco y había alquilado un buen piso para mi hermano y para mí. Cerca de la uni pero también del instituto de Vincent. Desde que lo pillé con Carolina, soltaba el dinero más fácilmente. Señal de que no se sentía del todo bien. Que se jodiera.

Aunque debía decir que sospechaba que ese dinero provenía de la herencia de mamá. Aún tenía que investigarlo.

Había decidido aceptar más volumen de trabajo y estar viajando constantemente. La vergüenza le carcomía y yo me sentía bien de saber que así era. Mi padre era un irresponsable que no era capaz de cuidar ni de sí mismo, menos iba a poder cuidar de mi hermano y de mí. Decidió en un día que aceptaría los trabajos internacionales de su empresa y al día siguiente ya me concedió, sin siquiera preguntarme, la tutoría de mi hermano para no tener que llevárselo.

Ojo, que yo quería a mi hermano por encima de cualquier cosa y persona, pero estaba muy feo que prefiriera pasar los meses fuera a vivir la adolescencia de su hijo. Ni siquiera se preocupó por mi estado tras los abusos que sufrí durante un año, los cuales desencadenaron ataques de ansiedad y largos periodos de terapia.

WILLIAM © (DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora