Capítulo 07: El tatuaje de alas

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—¿Daniel?

—¿Sí, Lucy?

Luce recostó su cabeza en el hombro de Daniel, quien estaba sentado junto a ella. Él sonrió; le encantaba estar justo así. Con ella. Con la única chica que le importaba.

—¿Por qué aquí?

—¿Aquí dónde? ¿Cómo?

—Aquí en este montoncito de grama.

Daniel no pudo evitar sonreír más y pasarle un brazo por detrás de los hombros. Le besó la cabeza e inspiró el olor tan dulce a vainilla que caracterizaba a Luce.

—Me gusta mucho el lugar.

Estaban detrás de la residencia de Luce y Nora, pegados a la pared, con un aproximado de quince almohadas haciéndoles respaldo, una manta sobre el pasto y una cesta llena de comida (en bolsas, para protegerla de las hormigas). Eran las nueve de la noche de un sábado, y a pesar de eso había mucha iluminación procedente del alumbrado de la residencia, los postes de electricidad y la romántica luz de la luna. Nora estaba durmiendo, por supuesto, sin almohada.

—Es muy romántico, cierto.

Ambos guardaron silencio, hasta que lo único que pudo escucharse fue el sonido de unos grillos a la distancia. Sin embargo, no fue algo incómodo. Fue una sensación más bien de bienestar, como cuando sabes que tu otra mitad está allí, contigo. Que prefirió pasar el viernes por la noche a tu lado en vez de pasarlo en una fiesta o en cualquier otro lugar.

—¿Alguna vez te has querido ir? ¿Has querido escapar? —preguntó Luce, cambiando radicalmente de un tema a otro, sintiendo muy dentro de sí que era algo que quería decirle desde hace mucho tiempo.

Daniel la miró confundido pero a la vez expectante, como si fuera un niño al que le están tirando indirectas sobre qué juguete le gustaría para Navidad.

—¿Irme en qué sentido? ¿O de dónde?

—Irte en el sentido de querer dejar todo atrás, de querer abandonar tu lugar actual por algo mejor, porque sientes que algo mucho más grande te espera afuera.

—A veces. Pero, ¿de dónde?

—De donde sea.

—Bueno, entonces me atrevo a decir que sentía eso estando en California.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Por qué?

—Por mi familia. Ya sabes, con lo de la medicina… —suspiró—. Solo quería irme lejos, y vaya si Emerald no está algo lejos.

—Un poco nada más. Son solo… algo así como muchísimas, muchísimas millas de distancia.

—Gracias a Dios.

Rieron, y Daniel la estrechó aún más junto a él.

—Quería irme —prosiguió—, porque mi familia me tenía cansado. Realmente cansado. De todo. De la presión, de mis “obligaciones sociales”, de graduarme con honores… tuve también una fase de rebeldía, ¿sabes?

—Ja, ¿es en serio?

—Sí. Fue toda una pasada, algo que realmente no quisiera volver a repetir.

—¿Eras un chico malo de moticicleta y chaqueta de cuero junto a tu pandilla?

Daniel echó a reír, y Luce se imaginó qué tipo de pinta tendría Daniel con aquel atuendo, subido a una motocicleta, vestido igual que otros siete chicos, rondando por las playas de California a horas no apropiadas.

—No, creo que no era tan chico malo. Era más el tipo de chico malo que se hace un tatuaje junto a sus amigos en una noche de juerga y lo esconde del resto del mundo. Y el tipo de chico malo que, en esa misma noche de juerga, va a parar a la cárcel con los mismos amigos.

Luce se sobresaltó.

—¿En serio? ¿Estuviste en la cárcel?

—Fue solo una noche. Estábamos en una fiesta después de hacernos el tatuaje, resultó que la fiesta no era en… ya sabes, una casa que nos hubieran prestado; los dueños estaban de vacaciones y nosotros solo llegamos a invadirla un rato. Llegó la policía y a mis amigos y a mí no nos dio tiempo de escapar como muchos. Simplemente nos agarraron, y llegamos a la estación de policía en la patrulla.

—Tienes un pasado delictivo, Daniel. Eso me asusta pero se me hace atractivo.

—¿Y sabes que fue lo más raro que me pasó allí?

—¿Qué cosa? —Lucinda tenía toda su atención en él.

—Que cuando entramos a la estación de policía… dos de los policías me parecían conocidos. Como si los hubiera visto en alguna parte, y supongo que lo mismo les pasó a ellos. No podían dejar de verme, y se veían entre sí… como diciéndose con la mirada “oye, ¿a este no lo hemos fichado ya más veces?”; incluso pasó cuando me preguntaron el nombre. La cosa más rara del mundo. [¿Han leído las historias cortas de “Angels in the Dark”? Si no, lean “Daniel en L.A.” para entender mejor esta parte.]

—Vaya, vaya, vaya. Tengo un novio con pasado criminal.

—¿Quieres ver mi tatuaje?

—Eh… ¡claro!

Daniel dejó de abrazarla para sacarse la playera. Luce se quedó sin palabras. Nunca había visto el torso de un chico. Nunca. Tuvo que resistir las ganas de tocarlo o de siquiera pasar sus dedos por él.

Cerca del hombro de Daniel había dos pequeñas alas de ángel.

—¿Ya lo viste?

—Sí. Son alas.

—Mis amigos me dijeron que no era muy macho al querer dos alas de ángel. Todavía no sé por qué las quise. ¿Te ha pasado que entras a una librería y ves un libro cualquiera, lo tomas y lees su reseña, y con los días el nombre del libro te obsesiona? ¿Y no se te pasa hasta que finalmente vuelves y lo compras?

Lucinda resopló.

—Me pasa todo el tiempo.

—Bueno, pues algo similar me ocurrió a mí. Simplemente quise las alas, y aún no me explico por qué.

—Tal vez fuiste un ángel en tu otra vida y quieres recuperar lo que alguna vez fue tuyo.

Ambos se rieron con la idea.

—Probablemente tengas razón.

            [MIS FEELINGS ;-;]

Permanecieron así durante cuarenta minutos más, abrazados y hablando de cosas triviales.

Daniel acompañó a Luce hasta la puerta de su habitación.

—Gracias por todo, Lucy.

—Igualmente, Dani —Luce le guiñó antes de pararse de puntillas y darle un beso.

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Esto más parece la escena de otro capítulo, pero bueeee.

Holi. :D

-Ana A. I'M BACK!

Don't let me fall (Luciel fanfic)On viuen les histories. Descobreix ara