Capítulo 2

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––Discúlpame, pero es que no recuerdo nada ––dijo Silvia tocándose la cabeza y mirando al suelo confusa.

––Lo sé cariño, pero descuida es mejor así, ahora tendremos una nueva vida.

––¿A que te refieres con eso? ––preguntó Silvia confundida.

––No es nada ––sonrió Miguel, se acercó a ella dándole un abrazo, luego le besó la frente y se sentó a su lado en la cama mientras acariciaba las mejillas del pequeño.

       

   

                  Años después...

     Faltaban 3 días para el comienzo de las clases, su nieta comenzaría la primaria, pero estaba enferma con fiebre muy alta, acostada en cama con una toallita en la frente, un termómetro en el brazo y temblando de frío. María sentada junto a ella le tomaba la temperatura.

––Dentro de unos días mi tesorito comenzará la primaria y tiene mucha fiebre, no sé que haré ––su voz sonaba quebrada, con mirada decaída le da autorización a las lágrimas para que acaricien sus pestañas y recorran las mejillas.

––No te preocupes querida, aquí traje medicamentos para bajar la fiebre ––entregó Verónica arrastrando una silla hasta su amiga para luego sentarse cerca de ella y pasarle la mano por el muslo mientras intentaba animarla con la mirada.

   Verónica, o como la llaman las personas cercanas a ella, Vero, es una vecina y muy buena amiga de María, son como hermanas, hasta se podría decir que comen en el mismo plato.
   Se conocieron 5 años después de los sucedido con Silvia, y desde entonces son inseparables, es una década menor que María.
     La confianza y apoyo mutuo no falta en esta sincera relación amistosa, por eso se cuentan todo, inclusive lo que hizo la hija de María y el por qué están divorciadas.

––Muchas gracias Vero ––agradeció María poniéndo la mano en el brazo de su amiga, quien le regaló una sonrisa de labios cerrados y al pestañear cerró los ojos por unos segundos en señal de "por nada amiga, sabes que puedes contar conmigo siempre".

     La pequeña, debido a la fiebre comienza a delirar...

––¡Mamá! ¿dónde estás mamita? ––decía dormida, apretando los ojos y moviendo la cabeza hacia ambos lados dibujando gestos de dolor en su rostro.

––Está delirando, se me parte el corazón verla así ––dijo María poniéndose la mano en el pecho, con ojos aguados y labios decaídos. Su barbilla temblaba al aguantar el llanto, en su garganta se había forjado un nudo, los suspiros tristes salían de ella muy amenudo, por lo que tenía el semblante angustiado.

  
                 A los tres días...

    La hermosa niña daba saltos de alegría por toda la casa. Gracias a que su abuela  había estado desvelada en esas duras noches, sacrificándose para que su nieta se pudiera curar, sus ojos miel estaban achinados y su cabello castaño rizado revoloteaba al compás de sus brincos.

––¡Abuela voy a llegar tarde! ––exclamó con voz chillona y sonriente mostrando que le faltaban los 2 dientecitos del medio de arriba. Emocionada corrió a la cocina donde se encontraba María sirviendo el desayuno.

––Te vez muy feliz mi tesorito, ven siéntate a desayunar. ¿Estás segura que quieres ir a la escuela? Hasta ayer estabas enferma ––frunció el ceño María con un gesto gracioso.

––¡Claro que sí voy, porque me curó la mejor abuelita del mundo! ––sonrió abrazándola tan fuerte que la hizo tambalear. Al despegarse trotó a la mesa para sentarse a desayunar.

Rastros de Amor [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora