◇Capítulo 15◇

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Cierro el chorro y al levantar la vista la aparto instintivamente de mi reflejo. No suelo mirarme en realidad, ni siquiera pienso en mi apariencia realmente. Se que no soy el estándar de belleza ni nada parecido. No soy alta más bien soy compacta, baja. Me encanta la comida, me encanta comer y generalmente lo hago cuando me estreso o estoy ansiosa.

Así que normalmente evito pensar en mis abultadas mejillas, en mis gruesos brazos, gruesas piernas, gruesa cintura...

Sacudo mi cabeza para quitar esos pensamientos de mi mente. Si no pienso en ello, no me perturbará, si no me perturba entonces no será un problema. Entonces tan solo tengo que ignorarlo y no hará daño.

Evito completamente mi reflejo en el espejo observando el lavabo. Estaba agarrando el libro para irme, tranquila de que ya no escuchaba a personas susurrandome, pero me había relajado demasiado rápido.

Una risa.

La risa de un niño resonaba en el lugar. ¿Qué hacía un niño en el baño? Eso era imposible, todas las puertas de los cubículos estaban abiertas, no había más nadie que yo aquí. Así que todo indicaba que la risa provenía de mi cabeza, pero es que se escuchaba tan real, se escuchaba como si realmente resonara desde afuera.

¡¿Qué me estaba pasando?!

Tapé mis orejas con mis manos cuando la risa aumentó en volumen, pero no funcionó para nada, lo que me confirmó que la estaba imaginando. Era tan fuerte que me dejaba aturdida. Resonaba como eco en un túnel golpeando las paredes de mi mente.

Un escalofrío recorrió mis brazos cuando la sensación de estar siendo observada regresó. Sentía que miles de pares de ojos estaban viéndome justo ahora, y el eco ensordecedor de las risas no disminuía ni un poco.

¡Mira, mira!

Gritó con insistencia la voz entusiasta del mismo niño, lo cual significó una tortura en mis oídos y mi cabeza la cual retumbaba como si una locomotora se hubiera instalado en mi cerebro.

¡Anya, mira!

—Basta —supliqué con agonía.

Cerré los ojos con desesperación y corrí hacia la puerta atravesandola a toda velocidad, mis pasos repercutían en mi pobre cabeza. No veía por donde iba, solo quería escapar de lo que me estaba pasando –lo cual no podía porque estaba en mi cabeza– y fue por eso mismo que choqué de lleno contra alguien.

—Ann —dice la voz sorprendida de Jade, el cual me sostiene para que no termine cayendome—. ¿Te encuentras bien?

Eso hizo que abriera mis ojos y subiera mi mirada para verlo. Sentía un sentimiento de real alivio al tenerlo en frente.

—Yo... —tragué grueso preguntándome si era lo correcto decirle lo que me estaba pasando. Las voces, la paranoia. Parecería una loca y a nadie le gustaban las locas. Entonces ahí fue que me di cuenta de que ya no estaba escuchando nada, no había risas ni la voz de un niño llamándome—. No lo sé —termino diciendo patéticamente dejando una expresión confundida en su bellísimo rostro.

Bajé lentamente las manos de mis orejas.

—Estás sangrando —dijo con un tono ansioso y preocupado, su seño se frunció en una expresión desasosegada. Sus manos abandonaron mi cintura –no me había dado cuenta de donde estaban sus manos, espero mo haberme sonrojado demasiado al percatarme– y se posaron con sorpresiva suavidad en mi rostro.

Yo aún estaba muy embobada para sopesar seriamente sus recientes palabras.

—¿Qué es lo que pasó? —preguntó él obligándome a reaccionar y a hacer mi cerebro maquinar correctamente.

El Internado Miethrickson ©Where stories live. Discover now