◇Capítulo 4◇

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Alguien ha decidido jugar ahorcados...

***


Hay un cadáver colgando en el medio de la cafetería.

Gotas carmesí ruedan por toda su pálida piel, profanada por los gruesos y profundos cortes que surcan a través de ella desde su torso desnudo hasta sus brazos, las rasgaduras en su pantalón junto a la humedad que oscurecen la tela advierten que el estado de sus piernas es el mismo que el resto de su anatomía.

En sus pies hay ampollas y cortes, imagino que debido a correr por su vida, tratando de que su corazón siga latiendo como lo había hecho hace minutos u horas atrás.

Sus muñecas están atadas a una gruesa soga que lo sujeta al ventilador que hay en lo más alto del lugar y sus manos se encuentran totalmente manchadas de sangre. El cuerpo va rotando de a poco dando un lujo de detalles a todo lo que hay pintado en él, su espalda es un retrato de galaxias violáceas acanalada por cortes mucho más finos que los de su torso, asimilando a las pinceladas de un pincel en el lienzo.

La cortada en su garganta es profunda de la cual antes salían borbotones de sangre ahora solo quedan los residuos del líquido que debería estar en su organismo pero que se encuentra en estos momentos desperdigados por su cuello y bajando por sus hombros. Su cabeza se encuentra colgando hacia atrás dando una clara imagen de la carne desgarrada de su garganta. Su rostro es una cincelada de pequeños cortes pero diáfanos moretones lo enmarcan y todo concluye en sus ojos, abiertos y en shock, vacíos y fríos, despojados de vida alguna.

La exhalación sorpresiva de alguien a mi lado hace que lleve mi atención a aquella persona la cual resulta ser Anya, a la cual le había dicho que me esperara atrás de la multitud, la cual obviamente no me hizo caso y la cual ahora se encuentra con una expresión de horror en su rostro por lo que sus cafés ojos están presenciando.

-Por algo te dije que te quedaras atrás, las multitudes congregadas no significan nada bueno.- Le recrimino aún con mi vista en ella.

Habíamos llegado temprano a la cafetería, como es usual ya que si eres como yo y no soportas esperar media hora en una fila entonces te paras más temprano que los demás para llegar a tiempo y pasar con total tranquilidad. Ok, me enfoco. Habíamos llegado a la cafetería, yo con mi cara de culo como es usual ya que odio las mañanas, Anya radiante como un sol lista para empezar un día de enseñanzas (palabras de ella, no mías) pero en una de las tantas puertas de la cafetería habían varias personas amontonadas.

Confundida y harta de la vida decidí acercarme a empujones, no sin antes decirle a Anya que esperara, y cuando llegué al principio de las personas me di cuenta que no nos dejaban pasar al interior de la cafetería, al principio me encontraba en total confusión porque no tenía sentido, pero cuando la guardia que estaba al frente se movió fue cuando me di cuenta del cadáver colgando en medio del lugar.

La cafetería es una estancia grande y circular para dar abasto a todo el estudiantado, hay mesas bien organizadas por todas partes y en definitiva no es un lugar incompetente ya que todo siempre está bastante limpio y arreglado. En realidad no consta de techo en sí, si no que se deja ver desde el segundo piso, claro hay unas barandas para que la gente no se caiga a lo pendejo. Y arriba de todo está el gran ventilador que es encendido en épocas de calor.

Y de aquel ventilador es de donde ahora, con ayuda de una gruesa cuerda, cuelga el cuerpo sin vida de ese chico. No lo conocía pero lo veía de vez en cuando por los pasillos, creo que una vez me lo tiré, es lo más probable.

El Internado Miethrickson ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora