── Sólo hay que ver tu atuendo ── digo recorriendo su cuerpo con mi mirada de arriba abajo ──. Vaqueros desgastados y una mancha en la camiseta ── digo apuntando la misma con mi dedo índice ──. Sinceramente, me sorprende que recordaras vestirte antes de salir de casa.

── Vaya, veo que me equivocaba. La O es de observadora ── dice en un susurro ──. Sólo por esta vez no voy a cobrarte por mi amabilidad. Espero que la próxima vez seas tú la que me devuelva el favor.

── Punto número uno: no has hecho nada del otro mundo. Punto número dos: una persona verdaderamente amable no cobra por serlo ­── sonrío con autosuficiencia ──. Ha sido un placer, de verdad, pero no habrá próxima vez.

Comienzo a alejarme caminando hacia atrás.

── Hasta nunca, chico desastre.

Me giro y camino arrastrando la maleta hacia la salida del aeropuerto.

── Hasta la próxima. ¡Y bienvenida a Los Ángeles, O! ── grita Desastre.

Giro la cabeza para dedicarle una sonrisa mientras muevo la cabeza de un lado a otro.

Eso ha sido raro. No suelen caerme bien las personas como él, que te tratan como si te conocieran de antes. Siempre he sido bastante borde con desconocidos, salvo en las fiestas y en las carreras, por supuesto. Ahí mi actitud era más bien chulesca.

Supongo que mi intercambio de palabras con ese chico es mi manera de cambiar y ser una nueva yo.

Una vez fuera del aeropuerto, busco con la mirada a algún cuarentón con una camiseta negra. Dado que no veo a nadie sólo con esa pobre descripción, decido sentarme en un banco a esperar. Saco el móvil y lo enciendo para entretenerme mientras espero a Leonardo. ¿Será tan amable y divertido como papá? Espero que sí. Nadie nunca podrá reemplazarlo, pero los tres "padres" que he tenido desde su muerte daban a cuál más asco.

Decido escribirle a Troy. Sé que había quedado en hablarme él, pero necesito saber que está bien. Le pongo que estoy en Los Ángeles y que lo quiero, pase lo que pase. Aunque tenemos una conversación pendiente, ya que ni siquiera sé si seguimos juntos.

Justo cuando le doy a enviar, un chico se sienta a mi lado. Tendrá unos treinta y pico, pero está para comérselo. Al darse cuenta de que lo estoy mirando, conecta su mirada con la mía y me regala una sonrisa tímida.

Lleva unos pantalones ajustados y una camiseta negra que resalta todos sus músculos. Acabo de llegar aquí y juro que ya amo esta ciudad. Si todos los hombres van a ser como él, me va a dar una rabia tremenda tener novio.

── ¿Esperas a alguien? ── me pregunta.

── Sí, habían quedado en venir a recogerme, pero creo que se han olvidado de mí.

── Vaya, yo nunca me olvidaría de una cara tan bonita ── responde mientras me come con la mirada ──. Yo he venido a recoger a alguien, pero si quieres puedo llevarte a ti también. ¿Dónde vives?

¿Estaba ligando conmigo? Espero que no, no pienso tener nada con alguien estando en una situación indefinida con Troy. Pero, madre mía, lo que me estaría perdiendo.

── Pues no tengo ni idea. Un amigo de mi padre ha accedido a acogerme en su casa porque no tengo dónde caerme muerta, pero ni sé quién es ni mucho menos dónde vive.

Su expresión se contrae y me mira con extrañeza.

── ¿Katrina? ¿Katrina Lodge? ── pregunta incrédulo ──-. Soy yo, Leonardo, el amigo de tu padre.

OH. DIOS. MÍO.

── ¿Leonardo? Oh, disculpa, te esperaba más... mayor.

── Discúlpame tú a mí, te imaginaba más pequeña ── hace una pausa mientras traga saliva ──. Aparentas unos 24, ¿lo sabías?

── Sí, me lo dicen mucho ── digo entre risas ──.

── Bueno, pues encantado de conocerte ── responde para acto seguido darme un abrazo ──. No sabes lo mucho que lamento lo que le ocurrió a tu padre.

Cuando las lágrimas comienzan a juntarse en mis ojos, rompo el abrazo.

── No te preocupes, ya han pasado tres años. ¿Nos vamos?

── Sí, por supuesto. Vamos, tengo el coche por ahí ── dice señalando hacia el aparcamiento a su derecha.

Tres minutos después, estaba entrando en su coche. Era un precioso Mustang rojo, del mismo modelo que el de mi amigo Patrick, sólo que el suyo era negro.

── ¿Te gusta el coche? ── pregunta al ver cómo lo observo con detalle.

── Sí, me trae muchos recuerdos. Yo aprendí a conducir en uno de estos. Me encanta, la verdad.

Le miro y le sonrío. Es una sonrisa sincera. Es extraño, pero me siento muy cómoda a su lado, me transmite mucha confianza.

El resto del viaje continúa con preguntas superficiales para conocer detalles básicos sobre ambos. Unos 40 minutos después, entramos en una urbanización preciosa. Aparcó el coche frente a un portal amplio y se ofreció a llevarme la maleta.

Tras el portal, había un largo y ancho pasillo que conducía a unos ascensores. A su lado, había una puerta que identifiqué como la que daba a las escaleras.

── Vivo arriba del todo, en el ático.

Ocho pisos más arriba y tras miradas disimuladas por parte de ambos en el ascensor, me abrió la puerta de su casa. La primera impresión fue maravillosa. Era un precioso y amplio ático dúplex. Mientras yo caminaba embobada por el salón, él cerró la puerta y se quedó observándome con expresión alegre.

Cuando me giré a verlo con una sonrisa, él me estaba sonriendo de vuelta. Se acercó a mí lentamente y, cuando estaba a un par de pasos, me dijo:

── Bienvenida a casa, Katrina.


Hola chicxs!!! Espero que os guste el capítulo. ¿Qué opináis de Leonardo? ¿Y del chico desastre? Espero vuestras reacciones!!

Besitos, espero que nos leamos pronto <3

La chica nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora