El temor de no pertenecer aquí me hacia soltar en lágrimas como jamás lo había pensado, aquel verano cuando papá me había enseñado a poder andar en bicicleta y por mis pies torpes y mi falta de equilibrio caí en el pavimento frío y reforzado, solté en llanto y los brazos de consolación y tranquilidad que mi padre me transmitían solo me hacían querer seguir adelante, su pecho reconfortante y sus sabias palabras me ponían a pensar, en que momento mi vida era perfecta? En que momento me di cuenta que todo esto que viví era mas que una falacia, era la verdad cruel y retorcida que todo ser humano querría vivir.
Me tire ala cama espaciosa y húmeda, estire mis brazos y mire hacia el liso y aspirante techo, era verdad que todo esto parecía una mentira pero, que podría hacer, amaría la idea de escapar de todos y todas, ser solo yo, en París y mi aspiración de querer actuar en la vida, las lágrimas recorrían extrañamente mis mejillas hasta mi cuello, la almohadilla de algodón que me hacía sentir por cortos espacios la humedad que las gotas saladas soltaban en mis ojos, mis labios entre abiertos por la falta de respiración en mi nariz, jadeante y pensante en una de mil maneras de escapar de este encierro llamado realidad.
Dos toques en la puerta alarmaron mis sentidos, supe que no estaría sola y lo mejor sería que la peor forma de mi debía ser borrada de inmediato, quite a rastras mis lágrimas y tomé apoyo en mis brazos para tener una mejor posición, suspiré y me senté en las frías sábanas de seda que tanto aborrecia internamente, tomé aliento y luego lo solté a rastras, tomé valor y hable.
-adelante... - que extraño, que derecho tenía yo para hacer pasar a alguien del cual ni siquiera me hacía sentir como en casa -
Mire a mi alrededor y luego cruce en la puerta, su flacidez la dejó entrar delicadamente, como si tratara con una bebe, me vio por unos minutos y en su mirada rogaba con que le diera el permiso de poder entrar, yo mire hacia la ventana y agache mi vista, no podía ni verla a los ojos, su peso delante de mí y en cómo la cama se hundía a muy poco soporte me hacía sentir de una forma en que nada ni nadie me podría explicar, su silencio temeroso y sus cortantes e inexistentes movimientos me obligaron a mirarla.
Kim: estas.... - carraspea- te pasa algo? -suelta débilmente, su voz entre cortada y su manera de jugar con los dedos me hacía pensar en dos cosas, una, dolorosamente actuó igual que ella al momento de estar nerviosa, y dos, juega con sus malditos dedos sin siquiera verlo, sonrió y juego nerviosamente con mi muñeca, veo a todos lados menos hacia su presencia, niego débilmente-
-no... - aprieto mi mandíbula para no soltar una rastra y sólida lagrima- venir aquí, que todos ellos me traten como una extraña con más razón me hacen querer irme de aquí y no saber de quien eres tú o quién soy yo - suelto, suspiro aliviada con querer hablar lo poco de mucho que siento en estos momentos, le veo a los ojos y solo evita mi vista, ve a mi lado y remoja sus labios -
Kim: de verdad lo siento kailany... - me mira - no merezco tu perdón, eso lo sé, hasta pienso que no debería haberte traído aquí -
-pues pienso igual que tu - suspiro - no soy nadie para aceptar tus disculpas, no soy Dios para poder perdonarte, no soy nadie -dejo de respirar y miro hacia mi muslo, su mano rodeada de costosas pulseras, anillos valiosos y su piel más delicada que todo lo que e podido ver me hacía quedar sin aliento, toma la cordialidad de tratar reconfortarme -
Kim: eres mi hija... -
-la sangre es lo único que nos relaciona - quita su mano- de verdad lo siento kimberly pero yo jamás tendré la valentía de poder llamarte mamá por que mamá ya tengo una -
Kim: no lo hagas, no voy a obligarte - se para dejando hueco en la cama y me da la espalda - de verdad lamento haberte tenido -
-mas no basta para querer matarme - camina hacia la puerta y se va sutilmente -
Morir en una soga normal no sería mala decisión....
